Rafael González Toro
Colaborador
Los debates sobre política y economía que se plantearon en Colombia, en búsqueda de su progreso material e intelectual a partir de la segunda mitad del siglo XIX, tuvieron tanta o más influencia de países de América Latina como de Europa y Estados Unidos.
Fue así como desde México, Chile y Argentina circularon ideas y, con estas, modelos que algunos colombianos consideraron más apropiados para aplicar en el país. El progreso de la nación, según ellos, podía alcanzarse tras el estudio y adaptación de prácticas y políticas exitosas en países con historia y tradiciones similares a las de Colombia, y no de modelos poco adaptables como los provenientes de contextos más distantes, no solo geográfica, sino también histórica y culturalmente.
Así lo demuestra el profesor Jairo Campuzano Hoyos, quien con su tesis de doctorado en Historia de la Universidad de Notre Dame (Estados Unidos), The Quest for Material Progress in Global Perspective: Colombia 1840s-1900s (La búsqueda del progreso material en perspectiva global: Colombia 1840-1900), da luces para explorar una nueva vertiente de conocimiento histórico no muy difundida debido a que se ha asumido que el país, al querer establecer modelos de pensamiento y de acción política y económica, ha mirado hacia países industrializados exclusivamente.
El investigador Jairo Campuzano identificó que, entre 1840 y 1910, hubo tres referentes fundamentales que se consolidaron en el imaginario de los colombianos: México, Argentina y Chile.
La tesis doctoral de este profesor de la Escuela de Administración de EAFIT ofrece una mirada distinta y reveladora de lo que hasta el momento ha relatado la historia tradicional. Así se contrarresta esa idea que hizo carrera y que, por varias décadas, ha dado por hecho que en su persecución del ideal de progreso, los colombianos solo observaron (e incluso procuraron imitar) a los países del Atlántico Norte, fundamentalmente los Estados Unidos, Francia e Inglaterra. La historia de la tesis comienza tras muchos años de investigación y docencia de este eafitense en el campo de la historia económica y empresarial de Antioquia y Colombia. Le inquietaba la idea de estudiar por qué, según se percibía en la historiografía, en el país se había generado una dependencia hacia las naciones del Atlántico Norte en relación con modelos políticos y económicos, empresas manufactureras e incorporación de tecnologías.
“Poco se decía sobre la circulación de ideas y demás intercambios entre Colombia y otros países latinoamericanos, y ese silencio comenzó a llamar mi atención”, asegura el docente.
Dado que el aislamiento de Colombia en relación con otros países de América Latina, así como su dependencia hacia el Atlántico Norte, se ha asumido de manera poco crítica y aún se repite en la historiografía económica sobre la segunda mitad del siglo XIX y primeras décadas del XX, el investigador se preguntó si podía rastrear diferentes niveles de relacionamiento de colombianos con sus contrapartes latinoamericanos. Quería entender si en el país, en esa búsqueda por progresar, se había acudido solo a modelos tradicionales o si también se habían explorado modelos alternativos.
Para perfilar su pregunta fue clave la obra clásica Industria y protección en Colombia: 1810-1930, de Luis Ospina Vásquez. En un breve pie de página, el autor enfatiza que Rafael Reyes Prieto, presidente de Colombia entre 1904 y 1909, había dado mucha importancia al modelo mexicano y a sus desarrollos obtenidos de la mano de Porfirio Díaz, presidente de ese país durante más de 30 años desde 1876. Reyes, según lo señala Ospina Vásquez, invitaba a los colombianos a que en el país se siguiera el ejemplo de México.
“Chile, desde los años treinta del siglo XIX, presentaba modelos de gobierno y de instituciones como el Código Civil que, posteriormente, se tomarían como modelos en Colombia”: Jairo Campuzano.
Ese dato despertó el interés del investigador, quien intuyó que así como existía esa referencia para el caso mexicano, también podrían existir referencias de otros países de la región. Se preguntó, entonces, si el referente latinoamericano había sido relevante en la búsqueda de modelos de progreso para aplicar al contexto colombiano por parte de políticos, intelectuales y empresarios desde mediados del siglo XIX.
En caso afirmativo –recuerda el profesor e integrante del Grupo de Investigación en Historia Empresarial de EAFIT– su pesquisa podría contribuir a un cambio de paradigma. Con esa pregunta, Jairo Campuzano le planteó a Edward ‘Ted’ Beatty que aceptara ser su director de tesis doctoral en Historia en la Universidad de Notre Dame (Estados Unidos).
Como experto en historia económica de México y América Latina, y uno de los historiadores más valorados en el mundo angloparlante –donde se ve a América Latina como una región de países dependientes–, al profesor ‘Ted’ Beatty le pareció pertinente el objeto de estudio y dio el aval a Jairo Campuzano para avanzar en su cometido.
Referentes en el imaginario colombiano
Con el dato de México, como uno de los posibles países que sirvió de ejemplo para la implantación de modelos en Colombia, el investigador se metió de lleno en archivos y diferentes fuentes internacionales. Además de los que consultaría en Colombia –como el Archivo General de la Nación y la Biblioteca del Congreso de la Republica– y en los Estados Unidos –como un amplio repositorio de libros de época y prensa latinoamericana–, se enfiló hacia uno muy importante: el Archivo Histórico de la Cancillería Argentina, localizado en su capital (Buenos Aires).
“Como durante la segunda mitad del siglo XIX la circulación de ideas la realizaban principalmente sacerdotes, comerciantes, intelectuales y agentes diplomáticos, me dispuse a revisar archivos que pudieran ser consistentes, como lo son los archivos diplomáticos,” asegura el docente de EAFIT.
La documentación diplomática lo orientó hacia conclusiones importantes, pues esta ofrece la perspectiva de funcionarios colombianos a través de su conocimiento cercano de otros contextos. Ellos, además de ser los ojos de los colombianos en el extranjero, eran el medio por excelencia para canalizar la producción intelectual y los avances científicos.
Cientos de libros, periódicos, revistas y documentos oficiales llegaron al país gracias a esos diplomáticos distribuidos por el mundo, quienes seleccionaban y enviaban materiales tan novedosos como relevantes para pensar el lugar de Colombia en el mundo y para proyectar su futuro.
Además, en la correspondencia y otros documentos diplomáticos se percibe el interés común por recomendar al Gobierno no solo oportunidades de negocios e información útil (como lo exigía la Ley 23 de 1866), sino que también proponían modelos para incorporar en el entorno nacional.
“La historiografía ha reconocido este papel en algunos diplomáticos que representaron a Colombia en países europeos, pero casi nada se ha dicho sobre quienes lo hicieron en países latinoamericanos. Este campo de estudio ha sido descuidado por los historiadores y es bastante prometedor. Algunos casos de especial interés, y que desarrollo en mi tesis, resultaron del análisis de la documentación dejada por Jorge Isaacs tras desempañarse como cónsul General de Colombia en Santiago (Chile) entre 1870 y 1872, y la de las legaciones de Colombia en Argentina a partir de 1888”, puntualiza el profesor Campuzano.
Dos ‘antimodelos’ y un modelo
A pesar de que la historiografía económica y empresarial presenta una desconexión generalizada entre Colombia y los demás países latinoamericanos, el investigador encontró que sí había circulación de bienes e ideas de manera profusa en esa segunda mitad del siglo XIX. También identificó que, entre 1840 y 1910, hubo tres referentes fundamentales que se consolidaron en el imaginario de los colombianos.
Lo primero fue que México y Argentina se perfilaron como los ‘antimodelos’ hasta finales de la década de 1860. Para esos años hizo carrera en Colombia una idea de que estos dos países eran el ejemplo a no seguir, ya que tenían serios problemas, especialmente en aspectos políticos y económicos. En la opinión pública se percibía el temor a que en Colombia se repitiera la historia que llevó a esos dos países a un caos generalizado a mediados del siglo. Se advertía, recurrentemente, la necesidad de evitar modelos de gobierno autoritarios y guerras civiles, apunta el historiador Jairo Campuzano.
México, con sus conflictos con los Estados Unidos y diferentes problemas internos –a lo que se suma la invasión de Francia en 1862–, había perdido territorio y daba muestras de debilidad y atraso difícilmente superables. El historiador explica que desde la mirada del colombiano ilustrado, México no ofrecía un modelo ideal.
Una parte de esos modelos tecnológicos, como la desfibradora de henequén, se adaptó en el país por el antioqueño Alejandro López, quien promovió su uso para tecnificar el campo y para elaborar los sacos de fique en los que se exportaba el café.
De otro lado, el investigador indica que en Colombia, tras analizar los efectos de la dictadura de Juan Manuel de Rosas en Argentina (1835-1852), se consolidó un discurso en el que era importante evitar ese modelo, aunque había quienes veían las dictaduras como modelo viable y deseable. Se repetía en el país que Argentina representaba un modelo fallido, especialmente porque, en vez de progresar, parecía haberse estancado o, incluso, haber retrocedido.
En cambio Chile, desde los años treinta del siglo XIX, se percibió en Colombia como el único país latinoamericano que ofrecía modelos de gobierno e institucionales adaptables, como el Código Civil.
Claro que no se puede pensar –afirma el historiador– que estas perspectivas eran generalizadas, pues en el país también existían diferencias marcadas en la manera como se percibía la política y los modelos de progreso material e intelectual, lo que hacía que se viera a los países vecinos con diferentes ojos.
El aporte novedoso de esta investigación es que brinda “una referencia más latinoamericana del progreso en una perspectiva global” y hemisférica: Juan Carlos López.
En este sentido, enfatiza el investigador, “los colombianos no estaban aislados. Por el contrario, se mantenían permanentemente informados, debatían de manera abierta y se formaban ideas de los procesos históricos y de la actualidad de los países latinoamericanos en contraste con el suyo. La prensa colombiana y otras fuentes de la época dan cuenta de que todo lo que pasaba en América Latina (como en el resto del mundo) era del más profundo interés de los colombianos”.
Así, hasta finales de la década de 1860 estaban planteados para el país dos ‘antimodelos’ (México y Argentina) y un ejemplo a seguir (Chile). Sin embargo, en los años setenta de ese siglo los ejemplos a no seguir cambian y se convierten en modelos ideales. En esos países se viven procesos de paz y se realizan proyectos de infraestructura e industrialización, lo que ayudó al desarrollo económico o, en otras palabras, al progreso material que anhelaban algunos colombianos.
El “atraso” de Colombia
En el caso colombiano se percibía un ambiente de estancamiento debido, entre otras circunstancias, a las constantes guerras civiles. Aunque en los años 50 y 60 del siglo XIX el país estaba casi a la par de Chile en desarrollo económico, el atraso de Colombia se empieza a notar años después, cuando algunos observadores se percatan de que el país permanece sin progresar significativamente, en comparación con otras naciones de la región con los que comparte un pasado colonial similar.
La investigación enfatiza en cómo los colombianos buscaron –en otras naciones latinoamericanas– ideas, ejemplos y modelos institucionales que podrían ser adoptados y adaptados en Colombia: Edward ‘Ted’ Beatty.
La tesis también identifica que a finales de ese siglo XIX, países con pasados recientes –en ese entonces– tan caóticos como Argentina y México, despegan y generan procesos de crecimiento económico y progreso material.
Argentina despegó en parte debido a las políticas que establecieron en materia de ingreso de extranjeros. “Consciente de eso –explica el eafitense–, en 1891 el entonces cónsul General de Colombia en Buenos Aires, Antonio Samper, recomendó al Gobierno colombiano seguir el ejemplo de Argentina en materia de inmigración”.
En países como Colombia, aclara el profesor, ese modelo requería de adaptaciones, dado que se asumía que los europeos no podían asentarse en cualquier territorio de la zona intertropical, por lo que debían garantizarse condiciones especiales para su llegada, desplazamiento, instalación y la posterior creación de empresas productivas, lo que Samper explicó al Gobierno en una carta muy detallada.
En el caso de México, que se convierte en modelo para Colombia a partir de la presidencia de Porfirio Díaz, hubo personas que identificaron la necesidad de asegurar el orden político y la paz para poder lograr avances significativos en materia económica e industrial en el país. También se conoce que la industria mexicana del henequén (planta similar al fique) había desarrollado sus propias tecnologías, lo que aprovecharon algunos colombianos que buscaban modelos para desarrollar industrias afines en el país.
Una parte de esos modelos tecnológicos, como la desfibradora de henequén (conocida como Rueda de Solís), se adaptó en el país por parte del antioqueño Alejandro López, quien tenía claro lo que significaba traer tecnología adaptable a las condiciones nacionales para elaborar los sacos de fique en los que se exportaría el café colombiano. La adaptación de esta máquina, conocida inicialmente como Desfibradora Antioqueña, se convierte en un factor preponderante para el crecimiento de la industria fiquera y cafetera nacional durante la primera mitad del siglo XX, como profundiza Jairo Campuzano en sus más recientes publicaciones: el libro Tocando fibras (2017) y el artículo Technology and the Colombian Fique Industry: Drawing from Latin American Expertise, 1880-1938 (2018).
Centros de pensamiento
En relación con el intercambio de ideas entre latinoamericanos hubo dos hechos clave que facilitaron que esto sucediera. Para los años 70 del siglo XIX, en París (Francia) había una colonia de intelectuales y comerciantes de Latinoamérica, quienes hacían tertulias para reflexionar sobre lo que ellos vivían en ese momento en Europa y, además, debatir sobre cómo podían progresar sus países.
Parte de esa colonia constituyó la Sociedad Latinoamericana Biblioteca Bolívar, en 1882, creada para celebrar el natalicio del Libertador al año siguiente. Para lograrlo, solicitaron ayuda a sus diferentes gobiernos para crear una biblioteca con publicaciones literarias y científicas originales, así como con documentos oficiales, lo que, explica el profesor de EAFIT, se convirtió en un banco de conocimiento sobre Latinoamérica sin precedentes.
Desde esa instancia se recopilaron cerca de 3.000 volúmenes en un espacio creado y manejado por latinoamericanos que buscaban entender mejor su región y promover su progreso material e intelectual. Además, las diferentes publicaciones periódicas que se nutrieron de ese material bibliográfico, y que eran publicadas en París, eran distribuidas por el mundo, especialmente en países de los que se esperaba estimular la migración y en las naciones latinoamericanas. “Colombia no era la excepción”, enfatiza el docente.
Además, la investigación concluye que, para finales de ese siglo, Nueva York también se convirtió en un referente de pensamiento con visión latinoamericana. Allí, en la compañía editorial D. Appleton & Co., se tradujeron y adaptaron muchos libros de texto para los colegios latinoamericanos. Inclusive, Rafael Pombo y otros latinoamericanos como el argentino Domingo Faustino Sarmiento, el cubano José Martí y el puertorriqueño Eugenio María de Hostos trabajaron para esta empresa y se encargaron de un sinnúmero de traducciones y adaptaciones al español de obras de diferentes temáticas, la mayor parte enfocadas en difundir conocimiento útil.
En este sentido, Juan Carlos López Díez, profesor del Departamento de Organización y Gerencia y coordinador del Grupo de Investigación en Historia Empresarial, resalta que el aporte novedoso de esta tesis doctoral es que brinda “una referencia más latinoamericana del progreso en una perspectiva global y hemisférica”
Los progress brokers
Quienes se inclinaban por modelos más apropiados para el país son denominados en la investigación como progress brokers, algo así como ‘intermediarios de progreso’. Ellos recomendaban modelos latinoamericanos para adaptar en Colombia y coincidían en sugerir que, en primer lugar –de acuerdo con la historia de los países vecinos–, para avanzar hacia el progreso era fundamental conseguir y afianzar la paz y, una vez alcanzada esta, desarrollar instituciones republicanas sólidas.
De hecho, al analizar lo que esos observadores recomendaban para Colombia a finales del siglo XIX y principios del XX, en el trabajo se evidencia una frustración generalizada, dado que recomendaciones como esas no se llevaron a feliz término. A lo largo de esas décadas, una y otra vez se repetía en artículos de prensa y obras especializadas la necesidad de fundar una paz duradera como única alternativa y principal cimiento de cualquier tipo de progreso.
En muchos de esos escritos, analizados mediante consulta de archivos de prensa y escritos oficiales y personales, esa imposibilidad de conseguir la paz era ampliamente atribuida a elementos de carácter cultural combinados, especialmente al denominado en la época como ‘empleomanía’ y a la tendencia hacia el militarismo.
A dicha situación se le suma la creación de los partidos políticos Liberal y Conservador a mediados de siglo, lo que contribuye a que se generen las luchas bipartidistas que generan inestabilidad a la hora de adaptar modelos exitosos traídos desde afuera, especialmente de países latinoamericanos.
La ‘empleomanía’
La ‘empleomanía’ era definida como el afán y la decisión de quienes, con algún tipo de educación, buscaban usufructuar los dineros del Estado a través de empleos proporcionados por este, en vez de decidirse por actividades productivas, como el comercio o la creación de empresas. Es decir, más que emprender, preferían recibir un salario.
El historiador eafitense enfatiza en que ese era un fenómeno predominantemente latinoamericano, lo que ayudó a entender a algunos contemporáneos la importancia de analizar los procesos históricos de países que habían experimentado (o aún experimentaban) dificultades similares a las de Colombia. Consideraban que, de esa manera, podían sugerir soluciones para superar algunas de las dificultades que, por décadas, limitaban el progreso de su país.
Sin embargo, la ‘empleomanía’ en sí misma no era el problema principal. Lo que algunos observadores de la época detectaron como más problemático era el uso sistemático de la fuerza para tratar de llegar al poder y, desde ahí, acceder a los puestos y repartirlos con sus círculos más cercanos (creando incluso puestos innecesarios).
De hecho, era normal que en los cambios de gobierno se generara desempleo masivo para los antiguos ocupantes de oficinas públicas –una burocracia cada vez más difícil de sostener en un país pobre y endeudado– y permanentes disputas de poder –que no pocas veces derivaron en guerras civiles– para controlar los escasos recursos del Estado.
Cuando la institucionalidad triunfaba, el desgaste de recursos materiales y humanos para lograrlo afectaba el buen funcionamiento del Estado. De cualquier manera –afirma el historiador eafitense– “la ‘empleomanía’ y el militarismo combinados eran percibidos como el principal obstáculo para el desarrollo de proyectos públicos y privados en Colombia”.
Las quejas –complementa el profesor– eran generalizadas, pues diferentes colombianos consideraban que, mientras no se cambiaran esas prácticas y rasgos culturales, la búsqueda del progreso material e intelectual no podía tener la continuidad ni gozar del nivel prioritario que otros países latinoamericanos venían dándole.
En este sentido, el investigador Juan Carlos López resalta que la tesis doctoral “también identifica los aspectos que conspiraron contra esa idea de progreso, por ejemplo, la ausencia de un Estado moderno, la burocracia y la herencia que llegó desde España, que carecía de la orientación hacia los negocios. Eso es lo que algunos sectores dirigentes trataron de romper y eso lo muestra claramente el trabajo del profesor Campuzano”.
Según la tesis doctoral, el análisis de la historia de los países latinoamericanos permitió a diferentes intelectuales concluir que, para poder progresar como sociedad en Colombia, se requerían tres elementos clave: cimentar una paz duradera, desarrollar instituciones republicanas (una democracia sólida) e invertir en proyectos productivos. Ellos pensaban –aduce el investigador– que eso permitiría un progreso material que, a su vez, ofrecería los recursos necesarios para invertir en los sistemas de educación que conllevaran el progreso intelectual en Colombia.
Enfoque en la cultura intelectual
Para el historiador Edward ‘Ted’ Beatty, profesor del Departamento de Historia y decano Asociado de Asuntos Académicos del Keough School of Global Affairs de la Universidad de Notre Dame, en los últimos 40 años la mayoría de las investigaciones sobre historia económica del siglo XIX latinoamericano se han centrado en comprender la actividad económica en temas como la inversión, la financiación, la productividad y la mano de obra en la manufactura, la minería y la agricultura.
Gracias a esta tesis doctoral, afirma el profesor de la Universidad de Notre Dame, “existe una gran oportunidad para que la próxima generación de historiadores jóvenes siga este ejemplo y examine detenidamente las interrelaciones intelectuales, políticas y económicas entre las naciones latinoamericanas”.
Por último, concluye el académico estadounidense, el trabajo de Jairo Campuzano es una “oportunidad para pensar la situación de Colombia y América Latina en relación con otras partes del mundo y, de esta manera, evitar las dicotomías tradicionales de norte-sur o desarrolladas-subdesarrolladas”.
La mirada más cercana que destaca Beatty
La tesis doctoral de Jairo Campuzano, asegura su director Edward ‘Ted’ Beatty, contribuye a comprender la cultura intelectual frente al desarrollo económico en el siglo XIX, es decir, “se enfoca en cómo los colombianos pensaban la situación y el futuro económico de su país, en relación con otras naciones en el mundo durante ese periodo”.
Además, enfatiza en cómo los colombianos buscaron –en otras naciones latinoamericanas– ideas, ejemplos y modelos institucionales que podrían ser adoptados y adaptados en Colombia, es decir, más que buscar modelos exclusivamente en los países en el Atlántico Norte (como Gran Bretaña o los Estados Unidos), sobresale el hecho de que hayan observado a sus vecinos, afirma el director de la tesis.
Por otra parte, teniendo en cuenta que la historia intelectual de la América Latina del siglo XIX ha sido completamente descuidada por los historiadores –acota ‘Ted’ Beatty–, la investigación de Jairo Campuzano permite comprender la importancia de estas relaciones intelectuales hemisféricas.
“El trabajo deja en claro que estas relaciones, y lo que los colombianos tomaron de otras naciones latinoamericanas, no fueron meramente miméticas. Por el contrario, fue un proceso activo y comprometido de adopción y, especialmente, de adaptación de ideas e instituciones a las circunstancias particulares de Colombia”, puntualiza el profesor Beatty.
Investigador
Jairo Campuzano Hoyos
Historiador, Universidad de Antioquia; magíster en Ciencias de la Administración, Universidad EAFIT; magíster en Historia y PhD en Historia, Universidad de Notre Dame (Estados Unidos). Es profesor Titular y coordinador del área de Estudios Empresariales Colombianos, adscrito al Departamento de Organización y Gerencia de la Universidad EAFIT. Es integrante de The Business History Conference (BHC) y del Grupo de Investigación en Historia Empresarial (GHE) de EAFIT.