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Andrés Roldán Giraldo​

andrés roldán giraldo.pngUn inquieto de tiempo completo

Son las cinco de la tarde. Desde la recepción puede verse el escaso personal administrativo que todavía permanece en "la pecera", como le llaman algunos empleados, al gigantesco espacio de paredes de vidrio que contiene escritorios, sillas, estantes, equipos de cómputo y de oficina. Al fondo, silencioso y con los ojos puestos en un cuaderno de notas, está el Director Ejecutivo del Parque Explora. Sobre una mesa, tazas de café y vasos con restos de agua o vacíos son la evidencia de una jornada colmada de reuniones. Algo más notable, aún, es la correspondencia sin abrir que permanece apilada, revuelta y en algunos casos intacta sobre su escritorio.

Su saludo viene con un firme apretón de manos y una sonrisa cordial; tras los lentes de marco robusto sus ojos claros y fatigados. En cada palabra suya se asoma un ser profesional, inteligente, seguro y práctico.

Creador de historias fantasiosas, vegetariano gracias a Gandhi. Así es Andrés Felipe Roldán Giraldo, el hombre que habla solo la mayor parte del tiempo; que en sus juegos de infancia se anticipó a Google y a la televisión de realidad; y que hoy está al mando de uno de los centros de ciencia y tecnología más reconocidos del país.

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De niño serio e intimidante a adolescente radical

Andrés nació en Medellín. Vivió parte de su niñez en el barrio Santa Mónica, al Occidente de la ciudad, junto a sus padres y un hermano menor. Se recuerda como un niño tranquilo, hablador, muy racional, observador y serio, casi intimidante, que hacía monólogos o experimentos: "Todo el tiempo hablaba solo; de hecho todavía lo hago; en ocasiones mi esposa o mi hija, me sorprenden por ahí manoteando, haciendo gestos, y me preguntan: ¿con quién estás hablando?... Recuerdo, también, que disfrutaba desarmando objetos, que quedaban dañados de por vida casi siempre. 


Permanentemente me regañaban porque las cosas no volvían a su función original. No puedo decir que tuviera alma de ingeniero, pero hacía ese tipo de cosas".

Y es que solo o en grupo, Andrés supo embarcarse a las experiencias propias de la edad. "Participaba en juegos de roles; por ejemplo representaba a Jesucristo con crucifixión real; jugaba a los policías y ladrones, a las invasiones extraterrestres y cosas así… ¿Qué más, qué más…? ¡Ah sí!, tenía como dos o tres estralandias, algo así como fichas de Lego, para construir casas republicanas o gringas del siglo XIX, no lo recuerdo bien; el caso es que las piezas estaban diseñadas con esa intención, pero yo armaba naves espaciales que luego estrellaba entre ellas, y al final las explotaba tirándolas desde el balcón; así dañé varias cosas". 

El riesgo fue una constante en la niñez de Andrés, al punto de hacer pasar a sus padres uno que otro susto con las travesuras que cometía. "Disfrutaba treparme al techo de la casa, mirar hacia abajo y sentir miedo un ratico. Recuerdo unas vacaciones por allá en una playa, cuando tenía 8 años de edad, y me habían dejado dormido en el hotel. Cuando mi papá regresó de la calle, vio que estaba montado en la ventana de la habitación del piso 20; él me dice que ese fue el susto de su vida; entonces era como intrépido para ciertas cosas".

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¿Qué recuerda de su época de estudiante?

"Yo estudié en un colegio que se llamaba muy charro: "El hogar de su niño", creo que quedaba en el barrio San Javier. Era extremadamente religioso y eso me parecía raro, porque rezábamos el rosario y había misas frecuentemente. Posiblemente era un colegio público, porque mi familia no era rica, sino más bien de una clase emergente. No fui un estudiante bueno o malo, más bien promedio. Recuerdo a una profesora que me miraba con desprecio, y peligrosamente mala, porque dedicaba la mayoría de las clases a contar historias de brujas de pueblos, quienes hacían invocaciones a satán y colgaban a sus víctimas de la torre del templo. ¡Imagínate!, unos niños recibiendo semejante información y tenerla que digerir, ¡qué horror!"

 

El cambio de la primaria al bachillerato fue traumático, al punto de perder uno de los primeros grados del bachillerato. "Entré al Colomb​o Británico, un colegio bilingüe, y sin idea alguna del inglés. Llegué a un entorno de estudiantes con los que no crecí, ni eran amigos de infancia, por eso tuve unos años poco chéveres allí. Fui algo retraído y marginado, porque además estaba en la etapa de la adolescencia. Ahora que lo pienso era un niño raro y con el cabello extraño, porque mis papás para motilarme ponían una totuma en mi cabeza. Creo que en esa época fui un estudiante inteligente, bueno, no brillante, ni el mejor. Después de perder sexto de bachillerato, me pasaron de grupo y el cambio vino muy bien, pues tuve una mejor adaptación y un giro en mi adolescencia; me volví popular, charro, un gran contador de historias divertidas, porque las exageraba; llevaba las anécdotas a extremos imposibles. Eso me volvió elocuente y la gente decía: "este man anima la fiesta, habla bueno", y entonces eso me dio confianza. Yo era particularmente hablador, siempre estaba imaginándome conversaciones; ahora creo que me anticipé a Google y a la telefonía móvil".

 

¿Por qué?

"Porque yo pensaba en un aparato que uno pudiera preguntarle todo y que él contestara, y luego compartir la información con los demás. También me anticipé al reality show (la televisión de realidad donde se registra la vida cotidiana de una persona), pues fantaseaba con que las cámaras de televisión me seguían a escondidas hasta que las descubría, y mientras tanto la gente podía verme en la pantalla de su televisor. Tomaba esto muy en serio... en fin, me gustaba todo el cuento de crear historias, contarlas, escucharlas, de hecho siempre he disfrutado la manera como la gente cuenta las suyas".

 

Fueron tantos los cambios durante su adolescencia que, cuando aún cursaba el bachillerato, tomó decisiones que él mismo define como radicales; una de ellas fue abandonar para siempre de su dieta la carne y los alimentos derivados de animales. ¿El motivo? El abogado, pensador y político hinduista indio, Mahatma Gandhi…

 

Un buen contador de historias

¿Por qué vegetariano?
"Creo que me motivó una cosa que leí de Gandhi, alguna vez; decía más o menos así… basta con saber cómo es el trato de las personas hacia los animales, para inferir cómo es esa sociedad ("Un país, una civilización, se puede juzgar por la forma en que trata a sus animales."). Esto ocurrió en mi entrada a la adolescencia, donde uno intenta construirse una identidad de la mejor manera; entonces empecé a cuestionarme y en esa medida aparecieron respuestas, personas que ya se habían hecho las mismas preguntas, y razones de tipo religioso, ético, político, de salud. Al buscar qué tan nutritivo era lo que consumía, cosa para la que mi generación no fue formada, encontré un abanico de posibilidades para alimentarme distinto y variado. Y ahí me quedé. Pienso que hoy, aunque tienes acceso a más productos como frutas y verduras, persiste un desconocimiento de la buena alimentación y una visión errada de que si falta carne no hay nutrición. Pensar en comer sano hace que uno obre y piense bien".

Al graduarse de bachiller, y tras su paso por el servicio militar, se presentó a la Universidad de Antioquia para el pregrado en Medicina, pero no alcanzó el puntaje requerido. Como segunda opción estaba la Zootecnia, "no me imaginaba engordando marranos; además tenía la idea radical de que si no pasaba a esa Universidad, no estudiaba medicina en otra parte, porque para mí allá estaban los buenos, y en las otras los malos".

 

Para este Diseñador Industrial de la Universidad Pontificia Bolivariana, la manera de contar historias es tan fundamental, que por esa razón llegó a la profesión de la que se graduó en el año 1991. "No sabía a qué me estaba presentando. Entré fascinado por la explicación de un amigo. Me gustó tanto su historia, que compré la historia. Fue muy particular cuando estuve en la entrevista, pues los profesores quedaron convencidos de que conocía del Diseño Industrial, y la verdad es que sabía poner en palabras lo que me parecía interesante. Es muy raro, porque no siento que en la universidad fuera brillante respecto a otros más talentosos, pero tenía habilidades para poner en escena mis proyectos y presentarlos".

 

¿Entonces la idea de contar historias siempre ha sido una constante?

"Sí. Casi que mi relacionamiento con los otros depende mucho de eso. Siempre me preocupa la coherencia del relato, incluso si es fantástico o hasta mentiroso. Soy súper consciente de la manera de hablar de los demás e incluso de la mía; en la manera como las personas pronuncian las palabras, y las que eligen, uno ve muchas cosas; entonces tiendo a analizar los mensajes que están implícitos allí. Además, la manera como me cuentan algo es determinante para que lo comprenda. Yo para entender necesito contar lo que he interpretado. Entonces, muchas veces, resulto bueno para darle sentido a las cosas y sintetizar ideas".​


¿Qué aprendió del diseño?
"Muchas cosas: a diseñar empaques, muebles, productos de consumo, espacios, comerciales y, lo más importante, aprendí a desarrollar una forma de resolver problemas. Puedo decir con certeza que el pensamiento del diseñador sirve para la vida, porque uno no piensa en función del conocimiento, sino de cómo hallar la ruta para crear algo, que finalmente es un poco un pensamiento científico e innovador; hoy descubro que enfrento mis problemas con proyectos, incluso los personales; se vuelve uno súper pragmático. De hecho, he conocido gente exitosa por resolver sus problemas así, identificando las variables, modificándolas. Esa es la historia industrial de Antioquia; estos señores no eran ingenieros que ya sabían el modelo, sino que se le metieron con ingenio al reto y dando un paso a la vez. Esa lógica me ha servido en la vida para enfrentar ene mil problemas".

 

Dotado de habilidades para solucionar de forma práctica las dificultades y con la capacidad para poner en escena buenas ideas, Andrés llegó al Parque Explora, desde sus inicios, y por más de siete años estuvo a cargo de la Dirección de Museografía, Innovación y Desarrollo, tiempo en que también lideró la renovación arquitectónica y de contenidos del Planetario de Bogotá y Medellín, así como el diseño del Museo Espíritu del Manglar de Cartagena; además participó en la adaptación de exposiciones internacionales como Einstein y Da Vinci el Genio, con el American Museum of Natural History de Nueva York y Coolture Marketing; De la Tierra al Universo, de la Unión Astronómica Internacional; y Lost Amazon, con el Smithsonian de Washington.

 

Entre los reconocimientos a su talento se encuentra el premio Lápiz de Acero en las categorías de nuevos medios interactivos con la experiencia "Encuentros", de la Sala Conexión de la Vida; y el más alto reconocimiento por el diseño interior del Acuario, ambos espacios del Parque. Su historia dio un giro inesperado, y el mayor de sus retos profesionales llegó: dirigir uno de los espacios más destacados del país, y referente internacional, en apropiación social del conocimiento.


Director ejecutivo y amigo de los niños

¿Qué pensó cuando le propusieron ser director del Parque Explora?

 (Tras una pausa de silencio y reflexión) "No pensé mucho. La propuesta me trajo preocupación, porque pensé: "¿ahora cómo voy a enfrentarme a esto?" Es que yo jamás lo soñé o ambicioné, porque el ambiente donde me he desarrollado en el Parque, y donde me siento más cómodo, es diseñando y creando. Pero bueno, finalmente acepté el hecho de ser director. Lo que ocurre es que a mí, las cosas me han llegado sin buscarlas ni esperarlas, han sido más bien como una consecuencia natural de lo que va pasando. Y todo en mi vida ha sido así; nunca he tenido un plan; si ni siquiera sé que voy a hacer la semana que viene, mucho menos en cinco años. Pero, todo va pasando, creciendo, evolucionando. En este momento sé que estoy en otra parte del relato, otro capítulo donde no sé qué tienen los guionistas preparados para mí en lo que viene.

 

¿Entonces a grandes retos, grandes responsabilidades?
"Eso sí, siempre he sido responsable. Este cargo es una nueva forma de ejercer la creatividad, verla desde un punto de vista diferente. Además, uno creería que se está echando el bulto solo, y no es así, al contrario, uno va a hombros de un montón de gente muy talentosa, comprometida y profesional. A la larga, no se siente ni es como uno lo imagina; no es un peso. Es poner atención a ciertas cosas y fabricar las condiciones para que la gente las desarrolle y las haga; y funciona. A veces hay que intervenir más o menos, pero finalmente hay que crear capacidades, no dependencias".

 

¿Y si el Parque Explora fuera una persona, cómo la describiría?

"¡Huy! ¡Qué pregunta tan complicada! No mentiras. Este parque tiene una personalidad muy clara. Ama el conocimiento, el aprendizaje, está cargado de la curiosidad infantil por buscar y sacarle el máximo provecho a todo; creo que es joven, creativo, colorido, con swing, muy responsable, con un sentido de logro, de objetivo. Es amigable y generoso, quiere darse a los demás, o busca serlo, así me lo fantaseo; provoca siempre una sonrisa, es irreverente muchas veces, menos de lo que uno quisiera. Aquí no hay pedestales, este no es un templo del conocimiento, sino un laboratorio permanente; aquí la pasión está en las ideas, en la conversación, en las conexiones a veces imposibles; este es un espacio recursivo, innovador desde el punto de vista creativo. Es arrogante; cree que se las sabe y puede hacerlas todas, pero no tiene miedo a enfrentarlo; tiene siempre una mirada fresca; hace las cosas con rigurosidad…Tiene más tenis y menos corbata, seguro".

 

Ahora hablemos de un último tema, ¿su relación con los niños cómo es?
"¡Buena! Me divierten mucho los niños, porque para ellos cabe cualquier cosa y la sorpresa los engancha con facilidad; tienen una fascinación y una forma de escuchar siempre atenta a todo; viven sin limitaciones. Su flexibilidad y adaptabilidad es impresionante, eso se los envidio, porque la adultez está llena de miedos y frustraciones; lo más duro de ser adulto creo que es desaprender y volver a aprender; nos cuesta pensar distinto y la máquina interna tiende a repetir los mismos códigos y cánones; casarse con las ideas y los modos de ser es un grave error".


¿Y usted es papá, cómo es la relación con su hija?

"Ella comparte bastantes rasgos conmigo en cuanto a su fascinación por las historias, además ha desarrollado una vocación por la escritura, piensa relatos, construye historias; le va muy bien en ese aspecto. También, a través de las aplicaciones tecnológicas diseña edificios y apartamentos, disfruta de esta actividad. Se preocupa por aspectos que tienen que ver con la imagen de las cosas, lo cual nos hace aliados y cómplices. Qué otro rasgos característicos tiene… Es una apasionada por sus ideas, y como es tan argumentativa, igual que yo, al discutir tiende a encontrar las inconsistencias de uno con gran facilidad. Es una niña muy inteligente, alegre, bonita, llena de ideas. Yo pienso que antes de ser padre, uno vive para uno mismo, pero al tener hijos, pasas al último lugar de prioridades".​​