Memoria para la dignificación, la reparación moral y la no repetición del secuestro
Después vino el silencio, memorias del secuestro en Antioquia es un libro de relatos profundos y análisis que pretende aportar a la dignificación de los 37128 secuestrados registrados en Colombia entre los años 1958 y 2018.
Este texto fue posible gracias a EAFIT, el Centro Nacional de Memoria Histórica, el Museo Casa de la Memoria de Medellín y Siglo del Hombre Editores que se unieron para aportar a la dignificación de las víctimas y acudir a la memoria como escudo contra este flagelo.

Obligarles a la desnudez, no permitirles un baño teniendo un arroyo a unos pasos, negarles alimento en una zona abundante en frutas. No era suficiente estar convertidos en moneda de cambio, los secuestrados colombianos en la época más violenta de la historia moderna del país sufrieron vejámenes que ahondaron aún más la herida que dejó este flagelo, una herida que es momento de empezar a ayudar a cicatrizar.
Con esa idea y para ayudar a sanar fue escrito el libro Después vino el silencio, memorias del secuestro en Antioquia, un documento cuya idea se materializó una mañana de abril del año 2016 en EAFIT en una reunión en la que participaron Juan Luis Mejía Arango, rector de la Universidad; Gloria María Gallego García, profesora de la Escuela de Derecho de la Institución; y Gonzalo Sánchez Gómez y María Emma Wills, entonces director y subdirectora del Centro Nacional de Memoria Histórica, respectivamente.
En esa reunión se aprobó realizar una investigación sobre el secuestro en Antioquia, entre otras razones —cuenta la profesora Gloria María—, porque las estadísticas dicen que tuvo el mayor número de secuestrados del país y eso ha generado tanto dolor y furia que ha imposibilitado que sectores del departamento puedan hablar de paz.
Se empezó a trabajar en ese proyecto, en el que también participó como coeditor el Museo Casa de la Memoria de Medellín, con la idea de que fuera un libro testimonial para que la narración fuera de las víctimas y no de los victimarios y, además, no fueran casos que ya hubieran recibido atención de los medios de comunicación.
Gloria Gallego, investigadora principal del proyecto, explica que la intención era que los relatos fueran un reflejo de los matices del secuestro en Antioquia que fue diferente de acuerdo con el perpetrador (los de las Farc eran largos, con el ELN la negociación podía ser más ágil, y con las Autodefensas Unidas de Colombia era menos probable el retorno de la víctima) y abarcaran varias zonas sin enfocarse en Oriente y Urabá que pueden estar más diagnosticadas.
Con una cifra suministrada por el Observatorio de Memoria y Conflicto (OMC) del Centro Nacional de Memoria Histórica de 37128 secuestrados asociados a la guerra con nombre y lugar de secuestro entre los años 1958 y 2018 –en el dato no se cuentan los 9568 asociados a la delincuencia común en ese período– el equipo de investigadores empezó a hacer el trabajo de campo pensando que no darían abasto con la cantidad de testimonios que, sabían desde el inicio, serían pocos los publicados porque la idea era mostrar en toda su dimensión el secuestro.
La sorpresa fue que el alto número de secuestrados contrastó con la cantidad de familias dispuestas a hablar. Aunque tenían alrededor de 60 casos de interés para la investigación, seis meses después de iniciar la búsqueda no habían logrado un “sí contaré mi historia”. Aunque para la profesora Gloria María hoy es real que el conflicto se ha desescalado y lo sustenta con cifras —el secuestro cayó 98%, el desplazamiento forzado 90%, el uso de cilindrosbomba cayó un 99%-— incluye entre las razones para no hablar el miedo porque aún hay actores del conflicto que están activos; la “vergüenza” que tienen algunos por contar lo que les pasó y a lo que fueron sometidos; y a que otros padecieron tantos traumas que quedaron imposibilitados para hablar del tema.
Hablar del dolor
La cantidad de personas que asistieron a la presentación del libro el pasado 7 de septiembre en la Fiesta del Libro y Cultura de Medellín, no obstante, muestra que tal vez la sociedad ahora está más dispuesta a hablar de este dolor. Un dolor que hizo llorar a varios entre el público que asistió al evento y colmó el Salón Humboldt del Jardín Botánico al punto de tener que cerrar las puertas.
En Antioquia, con la mayor cantidad de casos de Colombia (7599 en el período mencionado), los once municipios con mayor cantidad de secuestrados fueron Argelia (625), Medellín (476), Cocorná (299), San Luis (286), Sonsón (253), Yarumal (236), San Francisco (194), La Unión (187), Turbo (166), Valdivia (161) y Maceo (150).
La misma Gloria, quien también sufrió el secuestro de varios familiares y comparte su testimonio en el texto, terminó llorando en la presentación. Y varias veces lloró durante el proceso de investigación, algunas sorprendida por las cifras que le compartían del OMC como el hecho de que Argelia fue el pueblo de Antioquia con mayor cantidad de secuestrados con 625.
Alertó, además, que en todos los municipios del departamento, 125, hubo por lo menos un secuestro.En Antioquia, con la mayor cantidad de casos de Colombia (7599 en el período mencionado), los once municipios con mayor cantidad de secuestrados fueron Argelia (625), Medellín (476), Cocorná (299), San Luis (286), Sonsón (253), Yarumal (236), San Francisco (194), La Unión (187), Turbo (166), Valdivia (161), y Maceo (150).
Argelia, el más afectado por ser un corredor de movilidad y donde la exguerrillera alias Karina diseñó una política de secuestro sistemático, conmovió a los investigadores porque el desastre fue de tal magnitud que golpeó hasta el más humilde de los agricultores y refleja otra de las consecuencias del flagelo: la destrucción de la economía fruto del exilio o la ruina de quienes generaban empleo.
El alto número que pone a Medellín en el segundo lugar, dice la profesora Gloria, más que los episodios en los que comandos urbanos poderosos secuestraban en la zona urbana, se explica por los casos que se presentaron en las zonas de descanso de los corregimientos o en las carreteras de entrada a la ciudad.
Otro punto que llamó la atención en el proyecto fue la participación que tuvieron los paramilitares. Gloria María dice que también secuestraron mucho y lo hicieron desde el principio del conflicto, en algunos casos por venganza contra guerrilleros pero también con el interés de apropiarse de tierras para establecer su poderío.
El daño moral, psicológico y económico de los 37128 casos registrados en los 60 años que abarca el libro se multiplicaría hasta cientos de miles si se tiene presente que esas víctimas eran hijos, quizás padres, hermanos, tíos, abuelos, parte de grupos familiares que en el caso de los antioqueños son numerosos y muy unidos, y la cuenta subiría más si tenían actividades económicas que proveían empleos.
El proyecto editorial e investigativo continúa
El efecto fue tan amplio que los investigadores están trabajando un segundo tomo del libro que se presentará el próximo año. Incluirá siete u ocho relatos de casos en los que se reflejará el impacto en la economía familiar, local y nacional, así como las reacciones de las víctimas desde las que se curaron y perdonaron, hasta las que no les fue posible. En cuanto al análisis la intención es incluir la ideología porque la hipótesis es que solo alguien muy ideologizado puede creer que es aceptable obrar tan inhumanamente contra una persona.
Creo que unas víctimas van a querer leer el libro para una cosa que todos necesitamos: que sientan que lo que les pasó a ellas no les pasó porque tienen mala suerte, ni porque Dios las abandonó, ni porque el destino se ensaña con ellas, sino que les pasó en un contexto social político y económico muy concreto."
Si bien la investigadora Gloria María Gallego sabe que un sector de la sociedad no leerá el primer ni el segundo tomo por desinformación, falta de interés o el dolor que produce el tema, la cantidad de personas en la presentación del libro y que se esté preparando una reimpresión de ejemplares le dicen que hay un sector de la sociedad que, como ella, cree que el país requiere hacer un luto colectivo.
“Creo que unas víctimas van a querer leer el libro para una cosa que todos necesitamos: que sientan que lo que les pasó a ellas no les pasó porque tienen mala suerte, ni porque Dios las abandonó, ni porque el destino se ensaña con ellas, sino que les pasó en un contexto social político y económico muy concreto que hizo posible esta barbarie”, dice la docente, quien agrega que si bien la reparación completa de las víctimas es imposible porque lo que sucedió no se va a borrar, sí hay reparaciones posibles como la material porque hay familias que quedaron en la quiebra, psicológica porque algunos no reciben las terapias necesarias, y la reparación moral.
A esa reparación moral aporta Después vino el silencio, memorias del secuestro en Antioquia, porque como dice la investigadora la sociedad también victimizó y ofendió a las víctimas al banalizar el secuestro. A través de los relatos de las siete víctimas “homenajeamos a todos reconociendo que lo que sucedió estuvo mal que sucediera. Que eso no tiene justificación. Que no debió haber sucedido. Que toda esta guerra nos la pudimos haber ahorrado y que tenemos que aprender qué fue la barbarie del secuestro ahora que el secuestro parece que va a desaparecer en el país. Quiero pensar que sí desaparecerá porque estamos en 78 casos al año pero estuvimos algunos años con 4002 con en el 2002. Pero tenemos tantos tratos con la violencia que podría volver y lo único que podemos tener ahí es la memoria como un escudo”, concluye Gloria María Gallego, relatora principal del libro en el que participaron Mariluz González y Fernando Hoyos, del Museo Casa de la Memoria de Medellín, como correlatores.
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Alejandro Gómez Valencia
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Última actualización
Abril 23, 2025