NarcosLab o cómo mirar el horror sin perder la calma

Enero 26, 2022

Tras 50 años de vivir con y contra el narcotráfico en Medellín, NarcosLab continúa con una reflexión sobre qué somos y qué podremos ser como sociedad frente a un fenómeno más profundo: lo narco. Una reflexión ética, filosófica y estética.

Octavio Gómez, Colaborador Revista Universidad EAFIT.

El 21 de febrero de 2019, según la decisión de la Alcaldía de Medellín, debería cerrarse, para siempre, un ciclo de violencia, criminalidad y muerte asociada
con el narcotráfico en la ciudad. Ese día se realizó un acto de reivindicación de un grupo de víctimas del narcotráfico que terminó con la demolición, usando explosivos, del edificio Mónaco, tal vez la edificación más emblemática de Pablo Escobar en la capital de Antioquia.

Pero lo único que terminó realmente ese día fue el edificio en ruinas. Lo demás, la historia, las víctimas, los efectos, la visión, los debates, la memoria vinculada a casi 60 años de narcotráfico en Medellín no solo quedaron intactos, sino que permitieron comenzar a desarrollar una discusión: ¿qué es lo narco?, ¿cómo se debe construir y narrar la memoria de lo narco?

Una de las concreciones de esa “nueva” discusión es Narcoslab, proyecto de investigación y creación financiado por la Fundación Gabo con el apoyo de EAFIT y el Museo de Antioquia.

El periodista y profesor del Departamento de Comunicación Social de EAFIT, Alfonso Buitrago Londoño, uno de los fundadores de esa iniciativa, explica que “junto al sociólogo Gerard Martin empezamos a hacer una reflexión sobre cómo se debería construir nuestra memoria, en especial de la época del cartel de Medellín, a raíz del proyecto del entonces alcalde Federico Gutiérrez de demoler el edificio Mónaco”.

La idea que tuvo la administración de Gutiérrez fue declarar a las casi 50 mil personas muertas en forma violenta entre 1984 y 1994 como víctimas del narcotráfico y demoler el edificio que, para el gobierno local, representaba el poder que habían tenido sus victimarios.

La reacción del gobierno municipal obedecía a dos fenó-menos mediáticos: la aceptación de las audiencias locales y globales de la serie Narcos, emitida por la plataforma Netflix –otra ficción sobre la vida de Pablo Escobar Gaviria– y la aparición de un museo privado y varios “narcotours” dedicados al mismo tema en la ciudad, productos de la atención recibida por la serie, tanto en los colombianos como por muchos de los extranjeros que llegaban a la ciudad.

¿Qué contar sobre un fenómeno tan relatado?

Contra esa narrativa fue como apareció la idea de demoler el edificio Mónaco y, en su lugar, construir un parque que honrara a las víctimas de la violencia de los narcotraficantes.

“Yo no estoy en desacuerdo con el argumento central de esa decisión [de la Alcaldía de Medellín], una parte de la cual es que no toda la narrativa de la violencia es la causa del conflicto armado, también hay que hablar del narcotráfico y sus víctimas. En eso coincidimos, pero después las preguntas son: ¿cómo?, ¿qué narrativas?, ¿qué simbologías?, ¿qué grados de reconocimiento?, ¿cuáles víctimas?”, explica el sociólogo holandés Gerard Martin, corresponsable con el profesor Buitrago de NarcosLab.

Martin, desde su participación en la creación del Museo Casa de la Memoria, ya había comenzado el camino de repensar el problema de las víctimas del narcotráfico para diferenciarlas de las que había dejado el conflicto entre los
actores armados ilegales y el Estado.

NarcosLab le apuesta a procesos de construcción participativa de memorias. Foto: Cortesía del proyecto.

 

Martin y Buitrago coinciden en que la decisión de demoler el Mónaco como un símbolo de rechazo a la violencia generada por el narcotráfico fue antidemocrática y, en palabras del segundo, “autoritaria, sin participación de la academia ni de las entidades que tradicionalmente habían reflexionado sobre la memoria y el conflicto, con un papel muy marginal del Museo Casa de la Memoria, desligada del informe ‘Medellín, basta ya’ (Medellín: memorias de una guerra urbana) del Centro Nacional de Memoria Histórica y en el que habían participado la Universidad de Antioquia, la Corporación Región y EAFIT, entre otros”.

El otro problema que veían en la clasificación de lasvíctimas del narcotráfico que hizo la Alcaldía para delimitar su universo, es decir, a quienes perdieron la vida en forma violenta entre 1984 y 1994, era que dejaba por fuera a quienes murieron por las mismas razones antes de la primera fecha y después de la segunda.

“Es como si hubieran llegado unos extranjeros a hacer una ocupación de diez años, unos extraterrestres delincuentes que querían dañar la cultura antioqueña que
era impoluta y que finalmente habíamos derrotado esa invasión”, dice el profesor Buitrago.

Sin embargo, intentaron acercarse a la Alcaldía para presentarles sus puntos de vista: “No nos lanzamos a hacer una oposición al alcalde Federico Gutiérrez per se, no era nuestro interés. A su secretario privado, con quien nos reunimos varias veces, le dijimos que faltaba una dimensión de debate y de conversación. No decíamos que echaran para atrás su decisión de demoler el edificio, sino que nos parecía que debería haber un debate sobre el asunto”, explica Gerard Martin.

NarcosLab es un laboratorio colaborativo para experimentar con narrativas multi y transmedia relacionadas con el fenómeno narco.

De la queja a la acción

La Alcaldía aceptó, en principio, las observaciones de los académicos: “Vamos a ver, mándennos una hoja”, recuerda Gerard Martin que fue la respuesta del secretario privado de la Alcaldía. Pero no pasó nada.

“Entonces, decidimos que esa conversación la íbamos a empezar nosotros y dejamos la puerta abierta para que la Alcaldía también participara. No se subieron, pero estaban invitados”, agrega el sociólogo quien es representante, también, del grupo enviado por la Universidad de Notre Dame para la verificación del cumplimiento de los acuerdos de paz de La Habana.

La idea inicial, indica Alfonso Buitrago, era “hacer una publicación muy inspirada en un libro que se había publicado en 1991 y que se llama En qué momento se jodió Medellín, de la editorial Oveja Negra, una recopilación de interpretaciones sobre qué le había pasado a Medellín en uno de sus períodos más complejos”.

Buitrago hace referencia a una serie de ensayos escritos por el entonces ya exalcalde Juan Gómez Martínez, el que sería alcalde Alonso Salazar (para la época, investigador de la Corporación Región), el entonces general del Ejército Harold Bedoya, la escritora Laura Restrepo, la que era consejera presidencial para Medellín María Emma Mejía, el abogado Guido Parra (años después asesinado en la persecución a Pablo Escobar), el exconstituyente Fabio Villa y el sacerdote Julio Jaramillo.

“Medellín había producido esa reflexión en caliente, lo que es una característica destacable de la ciudad: haber sido capaz de pensarse y de escribir en medio del conflicto”, indica Buitrago.

Los retos que se avecinan

Entonces, se lanzaron a desarrollar un proyecto sobre cómo se construye la memoria histórica del narcotráfico y quiénes participan de dicha construcción.

“Presentamos el proyecto al Fondo de Investigaciones y Nuevas Narrativas sobre Drogas, creado por una alianza entre la Fundación Gabo y Open Society Foundations (OSF, por su sigla en inglés). Ellos abren convocatorias para financiar proyectos que reflexionan sobre los estereotipos y las consecuencias de las guerras contra las drogas y patrocinan iniciativas periodísticas en América Latina”, dice Alfonso Buitrago.

La idea era reconstruir la memoria de la demolición del edificio con un libro como producto final, pero terminó convertido en el portal NarcosLab, “un contenedor y, especialmente, una plataforma colaborativa de trabajos multidisciplinarios, en principio, sobre la memoria del narcoterrorismo en Medellín”, añade.

El sociólogo Gerard Martin es más explícito: “Empezamos a decir que se debería visualizar lo narco y, en especial, a las víctimas de lo narco y todas sus dimensiones, incluso de su goce, del haber vivido bien y toda su complejidad, en sus expresiones estéticas, culturales, en la convivencia, en los silencios. Pero no solo nosotros, teníamos que sumar gente que escogiera una dimensión particular y la trabajara”.

La estrategia, en medio de la complejidad de los problemas a tratar es más simple: proyectos cortos que desarrollaran una pregunta. El primero fue, obviamente, el debate sobre qué hacer con el edificio Mónaco.

NarcosLab "es el producto de una reflexión más larga sobre un tema que ha sido tan impactante para Medellín y la sociedad colombiana. La demolición fue una coyuntura que nos mostró que la sociedad sí quiere debatir estos temas, que hacía falta hacerlo y que no debería responder a una decisión vertical de un gobierno”.

Las víctimas de lo narco

Cuando el gobierno colombiano negoció la desmovilización de las estructuras paramilitares se introdujo la jurisdicción de “Justicia y Paz” para que los responsables de esos grupos pudieran confesar sus delitos de lesa humanidad.

Para lograrlo, el Congreso aprobó la Ley de Víctimas, en la que el Estado se comprometía a reconocerlas y se creó el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) que, al cabo de casi diez años, produjo un extenso informe, cuyo gran aporte fue poner a las víctimas en el centro de la narrativa del conflicto.

El profesor Gerard Martin destaca los avances de dicho informe, aunque para el caso de Medellín habría dos observaciones: “La dimensión urbana, que está o muy ausente o muy poco presente en el trabajo
del CNMH hasta 2013. Y la otra, que no figura mucho la dimensión del narcotráfico ni sus víctimas porque, finalmente, el mandato de la ley habla de las víctimas del conflicto armado”.

Martin empezó a buscar la visibilidad de esas víctimas y a entender que siendo Medellín el centro de una espiral de violencia enorme, no todos los homicidios ocurridos en la ciudad se debían a la reacción del narcotráfico contra el gobierno o ni siquiera estaban vinculados con ese fenómeno.

Las estadísticas de Medellín dicen que en el período estudiado por el CNMH, el 18% de los homicidios correspondían al conflicto armado; es decir, de 90.000 homicidios ocurridos en Medellín, entre 15.000 y 17.000 corresponden a la autoría de milicias, guerrilla, paramilitares o del Estado.

“La pregunta que surge es: el otro 82% de las víctimas, ¿qué? Ahí aparece el componente narco y no digo que sea el único porque hay violencia intrafamiliar, delincuencia común, intolerancia, etc.”, dice. “La diferencia –añade– está en la visibilización, en escuchar a aquellas voces y su problemática y eso es muy pertinente en Medellín”.

Lo narco es un fenómeno cultural –en el sentido más antropológico del término– cuyas raíces se hunden en muchas de las prácticas de la sociedad antioqueña.

Sin dogmas de fe

Una de las características que Martin y Buitrago defienden es que la plataforma digital NarcosLab, amén de colaborativa, es abierta a todas las visiones de lo narco.

“En NarcosLab no somos dogmáticos, vamos descubriendo cómo trabajar para contribuir en esa narrativa y que la trabaje mucha gente en Medellín”, explica el profesor Martin.

De la misma manera, señala que la ciudad ha perdido espacios como los que propiciara en los años 90 la Corporación Región “para generar ambientes y espacios donde se pueda hablar de estos temas”.

Por eso, defiende la interdisciplinariedad: “No nos casamos con ninguna teoría, no tenemos la misma opinión sobre todo ni la opinión experta sobre la guerra de las drogas. En alianza con el Museo de Antioquia, entre 2019 y 2020, comenzamos esa reflexión ética o estética o filosófica con una serie de conversaciones que llamamos ‘Reflexiones ciudadanas sobre lo narco’, uno de los componentes de NarcosLab”.

 

Este proyecto de investigación-creación busca la discusión ciudadana y la reflexión de artistas, arquitectos,  diseñadores y creativos en general con procesos artísticos y de creación. Foto: Róbinson Henao.

Marcas sociales

Cambiar la perspectiva del problema para trascender desde la óptica de lo criminal o lo judicial fue querer “mostrar las profundas relaciones que tiene lo narco con la cultura, la economía, la política, nuestra identidad, nuestra producción artística, literaria, cinematográfica, plástica”, añade Buitrago.

Para él, lo narco es un fenómeno cultural –en el sentido más antropológico del término– cuyas raíces se hunden en todas las prácticas de la sociedad antioqueña, “desde la configuración de nuestra identidad, nuestro lenguaje, la forma de vestir, de comportarnos, pero también en la forma de nuestras ciudades, en el urbanismo, la arquitectura, la producción artística y, obviamente, en la política, la economía, en toda la configuración social”.

Martin sostiene que la plataforma es “un catalizador de debates de calidad sobre las diferentes facetas que representó y sigue representando lo narco para Medellín y, más ampliamente, para el país”. Sin embargo, no se trata de construir una “geografía de lo narco”. NarcosLab, dice Martin, “es un tanque de pensamiento, pero virtual, donde también queremos trabajar temas como el periodismo, la investigación académica, exposiciones y asesorías técnicas”, aunque
advierte que su preocupación central en este momento del desarrollo del proyecto es la reflexión alrededor del problema de las víctimas.

Esta “mirada” lleva necesariamente a entender que, en principio, la atención de la plataforma está en el pasado, “porque en el contexto de Medellín y frente a una memoria histórica oficial, nosotros queríamos ser una voz crítica, para lo cual primero teníamos que hacer esa reflexión sobre lo que significa el narcotráfico en nuestra sociedad”, dice Alfonso Buitrago.

Medellín, nueva visión

La vinculación con la Fundación Gabo y Open Society Foundation les permitió a los animadores del proyecto entender que en Medellín podían abrirse espacios de reflexión en temas para los cuales la ciudadanía debe tener un papel más activo para proponer nuevas formas de relacionarse con el problema de las drogas, en especial cuando en todo el mundo cada vez hay voces más poderosas que piden un cambio en el paradigma de la guerra contra ellas, estima Alfonso Buitrago.

“Es que estamos obsesionados con el pasado, tratando de entender el trauma grande que nos dejó medio siglo de narcotráfico, pero deberíamos tener un centro
multidisciplinario potente en ofrecer nuevas reflexiones sobre el negocio de las drogas ilícitas”, añade.

Gerard Martin apoya esa visión y afirma que “hoy vivimos un momento particularmente fértil porque existen muchos nuevos medios de comunicación y de investigación que podemos aprovechar y esto nos invita a repensar metodologías y formas de narrar”.

“En todo esto hay que hacer conversaciones, no tener miedo de mirarnos a nosotros mismos. En eso, Medellín es la mejor ciudad y podría ser líder porque en muchas otras ciudades se están quedando en silencio o no saben qué hacer con eso”, añade el sociólogo neerlandés que trajina las realidades colombianas desde los años 80.

Narco y derechos humanos

Dentro de las nuevas perspectivas que se han ido construyendo para esta reflexión y la narración está la dimensión de los derechos humanos. “Cada vez se
evidencia con mayor claridad que con la guerra contra las drogas se ha producido el encarcelamiento masivo de poblaciones como la afrodescendiente, la indígena, la población socialmente marginada y la persecución de campesinos cultivadores, bien sea a través de la fumigación con glifosato o mediante la erradicación forzosa, que son el producto de la visión tradicional de la guerra contra las drogas”, dice Buitrago.

El profesor Martin declara su alerta en este tema porque entre la pandemia por el COVID-19 y los vacíos de poder que el Estado no llenó tras los acuerdos de paz con la extinta guerrilla de las Farc, las zonas cocaleras han crecido de manera geométrica.

“Lo preocupante son todos los dineros producto de esos cultivos, qué pasa con esos recursos ilícitos, cómo van degradando las sociedades en la medida
que los penetran, ya sean grupos urbanos o rurales: los campesinos no siembran la yuca, el político no va a buscar una financiación honesta, uno u otro policía tiene un salario adicional”, advierte el profesor Martin en su doble condición de docente y representante del equipo The Peace Accords Matrix Program (PAM) del Instituto Kroc de Estudios de Paz, para monitorear la implementación de los acuerdos de paz, en razón de la cual debe viajar por las zonas más afectadas
por la presencia de grupos armados ilegales que coinciden con las áreas sembradas con coca.

 

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Semilleros de EAFIT le apuestan a compartir su conocimiento

Marzo 22, 2021

En los proyectos de investigación formativa a cargo de los semilleros de investigación de la Universidad hay experiencias exitosas de apropiación social del conocimiento. Unos tienen una fuerte influencia de la línea que propone el trabajo con comunidades, otros apuntan más a la clásica divulgación de la ciencia.

Revista Universidad EAFIT.

 

nfografía sobre salud mental con datos estadísticos sobre trastornos mentales, ansiedad, depresión y bipolaridad en el mundo y Colombia.

Aspecto de algunas piezas para redes sociales creadas dentro del proyecto y dirigidas a un público general. Grupo de investigación al cual está adscrito el semillero: Estudios en Psicología, de la Escuela de Humanidades. Foto Róbinson Henao

 

Evidenciar los estigmas sobre los trastornos mentales

Investigar sobre las percepciones que se tienen de las enfermedades crónicas y cómo los hábitos de vida saludables tienen un impacto en la calidad de vida de quienes viven con ellas ha ocupado buena parte del trabajo del semillero de investigación Psicosalud.

Su último proyecto fue Cambiando el estigma social acerca de los trastornos mentales en estudiantes universitarios: una intervención basada en normas sociales. Estuvo enfocado al planteamiento y realización de un estudio fundamentado en la teoría de normas sociales, con el propósito de disminuir el estigma social frente a los trastornos mentales.

Los integrantes del semillero se propusieron comprender qué tanto el estigma social podía comprenderse como una norma social. Encontraron que gran parte del estigma se da por la ignorancia sobre qué son los trastornos mentales y su afectación, además de la percepción que otros podrían pensar acerca de alguien que tiene un desorden de ese tipo.

Con base en lo encontrado hicieron una intervención virtual que consistió en piezas gráficas que compartieron en sus redes sociales sobre qué tan comunes son los trastornos y los síntomas de algunos de ellos.

También desarrollaron sesiones virtuales de encuentro con estudiantes de EAFIT en las que se brindó información y se compartieron testimonios de personas con diferentes diagnósticos, con el ánimo de generar una discusión sobre el estigma frente a los trastornos mentales.

“Hasta el momento solo logramos llevar a cabo una prueba de concepto, en tanto fue difícil hacer la convocatoria a las sesiones de forma virtual, en un momento en el cual ya muchas personas estaban agotadas frente a la virtualidad del año anterior, pero los datos obtenidos en las entrevistas nos hacen pensar que es un camino promisorio para socializar cuáles son los estigmas frente a estos trastornos”, explicó la profesora asesora, Mariantonia Lemos Hoyos, quien hace parte del Departamento de Psicología.

Grupo de personas realizando trabajo de campo en una zona árida con vegetación dispersa.

Foto: Róbinson Henao

 

Seminarios nocturnos con habitantes de La Tatacoa

Bajo la unión de tres proyectos de investigación, y teniendo como eje central a los estudiantes del semillero de Paleontología, EAFIT participó en la construcción del edificio y la colección de fósiles del Museo de Historia Natural del desierto de La Tatacoa (departamento del Huila).

Este trabajo se hizo en conjunto con el líder social de la región Andrés Vanegas, el Smithsonian Tropical Research Institute, la Universidad del Norte y la Universidad del Rosario.

Durante un mes, los estudiantes del semillero estuvieron, en las mañanas, haciendo cartografía geológica en el desierto y colectando fósiles para luego ordenarlos en la colección del museo.

En las noches, junto a paleontólogos de Colombia, Francia, Perú, Estados Unidos y Venezuela, compartieron sus experiencias con la población de La Victoria en seminarios que llamaron “Paleo-noches”.

En estas reuniones dialogaron con la comunidad sobre la importancia de la riqueza geológica y paleontológica de la región para entender el actual cambio climático y la formación de las cordilleras colombianas. “Esta experiencia de alrededor de tres años –dice el profesor asesor del semillero, Andrés Leonardo Cárdenas Rozo– demostró a los habitantes de La Victoria y a los estudiantes que hacer ciencia es excitante, que las conversaciones alrededor de la ciencia generan tejido social, algo indispensable en un país con tantos conflictos como Colombia; también, que cualquier persona puede llegar a la ciencia y que ella es necesaria para la solución de los problemas contemporáneos”.

Investigación sobre Industria 4.0 recorre eventos internacionales

Factores que influyen en la adaptación de la Industria 4.0 a la gestión del mantenimiento en las empresas colombianas. Ese fue el proyecto que realizó el semillero de investigación en Mantenimiento de EAFIT (SIME) bajo una metodología cualitativa que utilizó la entrevista como herramienta fundamental para la construcción de conocimiento.

En su desarrollo, se tuvo un diálogo amplio con expertos de gran trayectoria en el área de mantenimiento de diferentes sectores de la industria, y que compartieron sus datos y experiencias para resolver la problemática planteada.

“Esta construcción colaborativa permitió que los resultados encontrados se basaran en datos y experiencias reales y cotidianas en el mantenimiento industrial”, afirma el profesor coordinador, Gustavo Adolfo Villegas López. El proyecto obtuvo el reconocimiento en la competencia de #IOPPposter, de la editorial IOP Publishing, certamen de posters de investigación que se llevó a cabo en la plataforma Twitter, lo que permitió que la comunidad científica a nivel mundial pudiera realizar sus aportes a través de comentarios y resolver dudas a las investigaciones participantes y así construir en conjunto el conocimiento.

El mismo proyecto recibió el reconocimiento en la Feria de Semilleros de EAFIT 2020 como ganador en la categoría de Tecnologías Emergentes e Industria 4.0, Ciudades y Sostenibilidad. En el Encuentro Internacional de Semilleros de Investigación, organizado por la Universidad Nacional, el proyecto se presentó y sustentó en vivo por YouTube: la ponencia fue preseleccionada para ser publicada en una revista científica.

Finalmente, participaron en el Encuentro Internacional de Pensamiento Educativo, organizado por la Universidad de La Salle. El resultado fue positivo, pues su ponencia será publicada en un capítulo de libro que está en proceso de evaluación.

Grupo de personas de diferentes edades utilizando computadoras portátiles en un aula de formación digital.

El semillero realizó talleres de capacitación a la comunidad sobre el uso de técnicas narrativas para la escritura de relatos de memoria histórica. Foto: Róbinson Henao

 

Empoderamiento de las víctimas para defender acuerdos de paz

Solo en un municipio del Oriente antioqueño ganó el “Sí” para apoyar al acuerdo de paz que firmarían el gobierno del presidente Juan Manuel Santos y la entonces guerrilla de las Farc: Alejandría.

En las demás poblaciones de la región, la mayoría la obtuvo el “No”, pese a que todos los pueblos sufrieron los más fuertes embates posibles de la violencia del conflicto armado.

¿Qué pasó en Alejandría? Semanas antes del plebiscito realizado el 2 de octubre de 2016, las dos organizaciones de víctimas de la localidad empezaron a dialogar con los habitantes del pueblo y a hacer reuniones para explicar el contenido de los acuerdos con las Farc y las implicaciones para el país.

Esa labor de pedagogía por la paz la realizaron integrantes de la Asociación de Mujeres Víctimas Cabeza de Familia (Amuvicafa) y la Asociación de Víctimas de Alejandría (Asovival).

Su tarea fue posible, entre otras razones, por el fortalecimiento que tuvieron ambos grupos y la legitimidad que ganaron dentro de la comunidad, en especial luego de trabajar durante dos años con el semillero de Narrativas Periodísticas en reconstruir la historia de la confrontación armada en esa municipalidad, distante 90 kilómetros de Medellín.

En la investigación, líderes e integrantes de los grupos de víctimas participaron en la definición del proyecto, planearon y realizaron con los estudiantes de Comunicación Social de EAFIT el trabajo de campo, y fueron coeditores con ellos de la información recopilada. Este proyecto, titulado Memoria y esperanza: reconstrucción de la historia del conflicto armado en el municipio antioqueño de Alejandría desde las víctimas, fue distinguido por la Universidad en 2016 con el “reconocimiento a la investigación [de un semillero] con impacto social”

Estudios sobre desarrollo y vínculo con organismos internacionales
Desde su fundación en 2012, el semillero de investigación Observatorio en Comercio, Inversión y Desarrollo ha contribuido al estudio interdisciplinar del desarrollo, en particular sobre países emergentes.

Con la guía y acompañamiento de la profesora asesora, María Alejandra González Pérez, apoyó –por invitación de la Cancillería colombiana a la Universidad EAFIT– el proceso de transición de la Agenda 2015 a la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible que propuso Naciones Unidas. Para sensibilizar a las personas sobre esa nueva agenda, dos de sus integrantes, en nombre del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, se desempeñaron como talleristas en las regiones de Colombia.

El semillero ha brindado apoyo administrativo y logístico a cursos realizados en EAFIT por diplomáticos comerciales de la región y de Naciones Unidas, en los que se han abordado cuestiones referidas a temas políticos, sociales y económicos de América Latina y el Caribe. También ha apoyado la logística de las cátedras de Pacto Global que promueven las prácticas empresariales orientadas al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Como parte de su estrategia de apropiación social del conocimiento, han participado en la competencia anual Ideas for Action, en la que jóvenes de todo el mundo contribuyen al diseño de la agenda de desarrollo internacional.

La profesora María Alejandra González resalta que “en estos ocho años de existencia, los miembros del semillero han adelantado diversas investigaciones, entre las que destaca su proyecto actual en el que analizan las experiencias de recuperación de crisis globales a través de la historia, para identificar estrategias de recuperación sostenible tras la pandemia de COVID-19”. De igual forma, la docente destaca el proyecto de 2019: un libro que tiene por título El crecimiento económico y la biodiversidad: dos caras de la misma moneda, que será publicado próximamente.

Seminarios nocturnos con habitantes de La Tatacoa

El Semillero de Investigación en Narrativa y Hermenéutica Literaria entiende la apropiación social del conocimiento en doble vía: “Lo que va de la universidad a la sociedad y, en dirección inversa, lo que viene de la sociedad hacia nosotros como investigadores y académicos”.

En relación con la primera vía, el semillero quiso que los resultados de sus experimentos en investigación–creación fueran parte visible de la producción cultural de Medellín, por lo que diseñaron fanzines digitales y crearon el podcast Monstruosa Radio.

Del mismo modo, participaron en conversatorios y ponencias virtuales donde públicamente reflexionaron sobre las diferentes fases de las pesquisas y los hallazgos que lograron.

El segundo camino, como explica el profesor asesor Juan Pablo Pino Posada, adscrito al Departamento de Humanidades, hace del semillero un escenario abierto a las dinámicas sociales y a la constitución heterogénea de sus integrantes.

Carla, una mujer en una casa rodante, lleva un viejo sombrero de fieltro australiano mientras enfrenta la presión de su violento esposo y la desaparición de su cabra Flora.

Esta imagen hace parte de uno de los fanzines creados por el semillero para incentivar la lectura. Foto: Róbinson Henao

“Estudiantes de posgrado y egresados investigan y crean de manera colaborativa con estudiantes de pregrado –manifiesta el profesor Pino–, de tal suerte que estos últimos se forman también en la interacción con eafitenses que trabajan ya en empresas, instituciones educativas o centros culturales de la ciudad y que, por tanto, traen su experiencia del campo laboral y la ponen a resonar con la actitud exploratoria y de laboratorio propia de los semilleros”. Su más reciente proyecto se tituló Alice Munro y las representaciones literarias de la vida buena.

Metodologías financieras en tiempos de pandemia

Los estudiantes del pregrado en Finanzas, Juan Pablo Galeano Naranjo y Sebastián Brand Aristizábal, realizaron la investigación Cálculo de la prima de riesgo en el caso colombiano: un enfoque práctico, como parte del trabajo que adelanta el semillero de investigación Bufete Financiero.

La profesora asesora, Lina Marcela Cortés Durán, manifiesta que el proyecto explora metodologías y variables que permiten calcular la prima de riesgo de mercado (PRM) de forma práctica para el caso específico colombiano. Para ello, realizaron una revisión comparativa entre las metodologías tradicionalmente utilizadas para dicho cálculo y otras alternativas que han venido tomando fuerza en la teoría financiera.

Este análisis es relevante ya que la PRM es un factor esencial a la hora de tomar de decisiones de inversión y financiación, valorar proyectos y empresas, y para el análisis de fusiones y adquisiciones empresariales.

“Los jóvenes investigadores se vieron motivados a realizar este estudio ya que, como estudiantes de Finanzas, se han percatado de que, en un mercado como el nuestro, a veces la información disponible para la toma de decisiones es poca y algunos modelos tradicionales requieren de muchos datos y variables económicas y financieras. Además, en momentos de crisis en los mercados de capitales o como la generada por el COVID-19, algunas metodologías para el análisis financiero no funcionan bien”, explica la docente Lina Marcela Cortés.

Con este proyecto, los autores obtuvieron una calificación meritoria en el XIX Encuentro Departamental de Semilleros y participaron del XXIII Encuentro Nacional de Semilleros de Investigación.

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Sismología al alcance cotidiano de los ingenieros

Enero 26, 2022

Investigadores de la Escuela de Ingeniería crearon una guía para que sus colegas puedan hacer estudios comprensibles y ajustados a sus necesidades al realizar el diseño estructural de una edificación ante amenazas sísmicas. Este modelo conceptual es un aporte a la forma de comprender el problema y de abordarlo.

Andrés Felipe Giraldo, Colaborador Revista Universidad EAFIT.

Un lunes de sus vacaciones de enero, María del Rosario Álvarez tuvo el sueño más movido de su vida. Estaba acostada en la cama de sus padres cuando la tierra comenzó a vibrar con tanta fuerza que la arrojó al suelo. Su padre, desde el primer piso, le gritaba que bajara para salir de casa. Ella se resistió hasta que el susto, las vibraciones, o una mezcla de ambas, la tiraron por las escaleras.

Ya en la calle, pudo ver desde lo alto de un mirador la larga silueta de su ciudad inundada con una capa gruesa de polvo que crecía y se curvaba con la caída de cada pared, casa o edificio: “El centro de Pereira se estaba cayendo por manzanas completas”, recuerda.

Y se siguió cayendo con cada réplica que precedió al sismo de la 1:19 p. m. del 25 de enero de 1999, día y hora en que un terremoto con epicentro en el departamento del Quindío afectó a todo el Eje Cafetero, esa región agrícola y turística ubicada en el centro de Colombia.

El resto de la tarde y la noche se dedicó a navegar con su familia por el caos de una ciudad con pocos o nulos servicios funcionando, incluso los de emergencia, porque hasta los bomberos quedaron damnificados.

Las secuelas de los daños se extendieron por meses y años y dejaron, según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane), 1185 muertos, 8536 heridos, 35972 viviendas totalmente destruidas o inhabitables, 6408 fincas cafeteras afectadas y 2.7 billones de pesos en pérdidas en la región, cerca del 2.2 % del PIB de Colombia en el año 1998.

Mientras tanto, a más de 200 kilómetros, el profesor Juan Diego Jaramillo se llevaba las manos a la cabeza por las magnitudes que registraban sus equipos. Poco tiempo antes había participado, como docente del Departamento de Ingeniería Civil de EAFIT, en la instalación de cerca de 20 estaciones para monitorear la actividad sísmica en otra ciudad colombiana.

Actualmente, este conjunto de equipos conforma la Red Acelerográfica que administra el Sistema de Alertas Tempranas de Medellín y el Valle de Aburrá (Siata).
Sin esconder la pasión que le despierta el tema, Jaramillo cuenta que esos datos fueron el comienzo de varias investigaciones.

“Esa fue de las primeras ocasiones en que registramos, al mismo tiempo, un sismo en varios puntos de la ciudad. ¡Es impresionante! En algunas zonas la intensidad era 3 veces mayor que en otras, aunque la distancia entre ellas era de apenas cuatro cuadras. ¿Cómo son posibles esas diferencias en un sismo que ocurrió a 200 kilómetros? Entenderlo era y es importante porque así podemos predecir impactos significativos. Y si podemos predecirlo, podemos diseñar pensando en lo que va a venir”.

En la década 1990 se hizo la primera microzonificación sísmica de Medellín, liderada por el profesor Juan Diego Jaramillo de EAFIT. Foto: Pixabay.

 

¿Terremotos, temblores o sismos?

En el argot técnico se suele utilizar el término “sismo”, mientras que en el lenguaje cotidiano “terremoto” (cuando causa grandes daños) o “temblor” (cuando no hay mayores pérdidas). Lo cierto es que dan cuenta del mismo fenómeno.

¿Por qué ocurren? Primero, hay que tener en cuenta que la Tierra está compuesta por capas, como las cebollas.

La geología moderna propone que, en términos generales, son tres: el núcleo, el manto y la corteza terrestre. La capa externa de esta cebolla está formada por la corteza y por el segmento superior del manto terrestre.

Lejos de ser una sola pieza, esta última sección está conmpuesta de fragmentos llamados placas tectónicas.

Algunas son gigantes y soportan continentes y océanos, como la placa Euroasiática; otras son más pequeñas, como la placa de Cocos (ubicada en el océano Pacífico frente a la costa occidental de Centroamérica y con un área aproximada a 3/4 partes del tamaño de México).

Sin embargo, todas tienen algo en común: están constantemente en movimiento. Esos movimientos, que a veces son de apenas algunos centímetros por año, crean grandes presiones, en especial en los puntos que entran en contacto: las fallas.

Si las placas estuvieran lubricadas y fueran lisas, se deslizarían con facilidad entre ellas. Sin embargo, son rugosas y tienden a atascarse, aun cuando permanecen
en movimiento. Entonces comienzan a acumular energía en procesos que pueden durar décadas o cientos de años, incluso más tiempo.

Cuando la fuerza acumulada supera la fricción que las mantiene atascadas, los bordes se despegan y deslizan con violencia, entonces la energía acumulada por tanto tiempo se irradia en todas direcciones a través de ondas sísmicas.

Estas ondas se desplazan por la tierra y al llegar a la superficie mueven todo lo que esté sobre ella: nosotros, nuestras casas, empresas, puentes, calles y edificios. A esto es lo que llamamos “sismo”.

“Nuestra propuesta es inusual porque hoy nadie le apuesta a investigar con base en la conceptualización. Es como si alguien hubiera dicho que es tan complicado que es mejor entregarle el  problema a una máquina”. Juan Diego Jaramillo, profesor de la Escuela de Ingeniería, experto en amenaza y riesgo sísmico.

Hacer accesible el conocimiento

Esas ondas no se distribuyen de manera homogénea, como lo explica Juan Carlos Vergara Gallego, estudiante del doctorado en Ingeniería de EAFIT: “No siempre son uniformes porque en el camino se van a encontrar con obstáculos que las deforman. Esos obstáculos son la topografía –valles, montañas, depresiones, etc.–. La pregunta es: ¿cómo considerar la topografía? Esa inquietud existe hace más de 50 años”.

En la actualidad, los ingenieros cuentan con muchas herramientas para responder esta inquietud. La primera son las normas de sismorresistencia que, como explica el profesor Juan Diego Jaramillo –doctor en Estructuras, experto en amenaza y riesgo sísmico–, son indicaciones muy generales sobre cómo construir en determinadas circunstancias.

“Son muy similares en todos los países porque están en constante actualización; en el caso de Colombia, cada diez años. Las normas generalizan los requerimientos de diseño y construcción dependiendo de factores como el terreno y el tipo de suelo. Con ellas cubrimos muchos casos, pero otros se nos quedan chicos porque, hay que decirlo, nos falta conocimiento”.

Otras herramientas, mucho más precisas, son los métodos computacionales y los registros en los sitios en los que se piensa construir. Sin embargo, estas opciones presentan dos problemas: “Primero, es difícil y costoso conseguir esta información; segundo, es inmanejable porque requiere de unos recursos computacionales muy complejos y conocimientos que no están al alcance de cualquier persona”, señala Vergara.

¿Cómo hacer entonces accesible este conocimiento al diseño cotidiano de estructuras? Esta es la pregunta que han enfrentado cinco investigadores de la Universidad EAFIT por varios años. El equipo está compuesto por tres estudiantes del doctorado en Ingeniería: Juan Carlos Vergara Gallego, César Augusto Sierra Álvarez y Mario Andrés Sáenz Castillo; y dos docentes e investigadores: Juan Diego Jaramillo Fernández y Juan David Gómez Cataño. Juntos, han desarrollado un enfoque original para abordar este problema y han publicado una serie de artículos con gran impacto académico y práctico.

Estudios más rápidos y comprensibles

Según el profesor Juan David Gómez, el interés por una sismología al alcance cotidiano comenzó con la primera microzonificación sísmica de Medellín, liderada por el profesor Juan Diego Jaramillo en la década de 1990.

“En ese momento surgieron las primeras preguntas que posteriormente se convirtieron en proyectos de investigación propios y de varios estudiantes de maestría y doctorado que nos han acompañado en el grupo de investigación
de Mecánica Aplicada”, señala Gómez.

Con el tiempo, las preguntas e inquietudes maduraron y derivaron, por convicción del equipo, en soluciones prácticas y al alcance del ejercicio cotidiano del ingeniero.

En síntesis, el equipo de investigadores propone una guía para que, a la hora de realizar el diseño estructural de una edificación, los ingenieros sepan qué tipo de modelo computacional requieren.

Esto les permite realizar un estudio comprensible y ajustado a sus necesidades y posibilidades, como correr las simulaciones en un computador de escritorio y no en un centro de computación científica.

“Sí vamos a necesitar hacer un modelado computacional, pero uno pequeño”, asegura Jaramillo. Según el investigador, el alcance de estos modelos se ve reflejado en sus dos componentes esenciales.

Por un lado, la resolución, que corresponde al nivel de detalle y que ayuda a definir si es necesario tener en cuenta cada piedra de un terreno, o si se puede optar por una alternativa más general. Y el tamaño, que implica reconocer qué tanto espacio se debe modelar para estudiar cómo se mueve el terreno sobre el cual se va a construir.

 

Vista de la ciudad desde la montaña

Muchas zonas geográficas, aunque parecen áreas homogéneas, presentan una gran diversidad en su topografía.

Sobre estos dos componentes, la resolución y el tamaño, el grupo de investigación publicó dos artículos en las reconocidas revistas Journal of Earthquake Engineering y Soil Dynamics and Earthquake Engineering. Recientemente publicaron un tercer artículo que incluso propone una estrategia para evitar la realización de un modelado computacional cuando se cumplen dos condiciones: la edificación está ubicada en una zona plana y se encuentra cerca de un accidente topográfico.

Según Jaramillo, esta alternativa fue probada con modelos de gran escala en el Centro de Computación Científica Apolo, de la Universidad EAFIT, y los resultados fueron más que satisfactorios: “Encontramos que, pese a su simplicidad, es increíblemente preciso”...

Investigar desde el concepto

“Para la ingeniería, la optimización es fundamental”, afirma Jaramillo emocionado al resaltar la simplicidad y elegancia de la propuesta a la que han llegado. Su entusiasmo parte de lo que considera es un principio básico de su labor: “Si los recursos fueran gratis, no existiría la ingeniería.

Por ejemplo, en la construcción de una estructura es tan problemático el exceso como el defecto”. Más allá del tema, se trata de una postura crítica frente al
abordaje de las investigaciones.

Según Juan David Gómez, “hoy en día es muy fuerte la tentación del uso irracional de las simulaciones computacionales”. Y complementa Jaramillo explicando que hoy se dedica poco tiempo a la comprensión de los problemas: “Conversando con mis colegas y amigos latinoamericanos, consideramos que ahí tenemos un potencial enorme porque compensamos la falta de herramientas tratando de entender el fenómeno.

Nuestra propuesta es inusual porque hoy nadie le apuesta a investigar con base en la conceptualización. Es como si alguien hubiera dicho que es tan complicado que es mejor entregarle el problema a una máquina, como si se hubiera abandonado la capacidad de entender”.

Perspectivas a futuro

Si algo parece estar claro en el grupo de investigadores son los enormes retos que aún tiene la investigación en la ingeniería sísmica. Por ejemplo, el profesor Jaramillo señala la necesidad de ampliar el número de variables que se tienen en cuenta: “El estudio del tipo de suelo está acoplado con el de la topografía y hoy los estudiamos de manera aislada, pero los dos se afectan. Estudiarlos juntos es un reto de aquí a la Luna porque en una simulación se pueden encontrar respuestas satisfactorias para casos concretos, pero otra cosa es partir el problema en variables y entender qué pasa ahí adentro”.

En este punto coincide César Augusto Sierra, estudiante del doctorado en Ingeniería de EAFIT, quien añade: “También tenemos que pasar de modelos en dos dimensiones a tres dimensiones”.

Lo cierto es que la seguridad de las estructuras diseñadas por el hombre y la comprensión de la forma como interactúan con los movimientos sísmicos seguirá dependiendo de estudios como los desarrollados por el grupo de investigación de Mecánica Aplicada de EAFIT.

​¿Terremotos, temblores o sismos?

“Nuestros avances conceptuales han partido de conversaciones. Discutimos, interpretamos resultados de simulaciones, analizamos de manera individual los hallazgos y tomamos decisiones. No hemos formulado etapas, hemos tratado de responder preguntas que nos han llevado a inquietudes de mayor alcance.

En nuestro caso particular, el camino inició con el estudio de la respuesta dinámica de geometrías muy simples, un tema que hace más o menos 30 años había explorado desde las matemáticas el profesor Francisco Sánchez-Sesma de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Nosotros utilizamos simulaciones numéricas de esos problemas para tratar de entenderlas, pero a través de la Ingeniería. Estos ejercicios nos llevaron a realizar proyectos de ingeniería sísmica y diseño de materiales.

Así llegamos a las preguntas que planteamos en los artículos que publicamos recientemente y que también están en las tesis de doctorado de nuestros estudiantes:

• El efecto de la rugosidad del accidente topográfico (la resolución).
• El efecto del tamaño del accidente topográfico (el tamaño).
• La posibilidad de hacer predicciones mediante una expresión ingenieril que, hasta el momento, no existe”.

Juan David Gómez Cataño, profesor e investigador de la Universidad EAFIT.

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Con juegos se estimula el espíritu emprendedor

Septiembre 10, 2020

Investigaciones que se preguntan por cómo desarrollar habilidades y competencias que impulsen la innovación y el emprendimiento han llevado al diseño de estrategias didácticas en diversos formatos: formas lúdicas para aprender a pensar en nuevos negocios.

Laura López Alzate, Colaboradora

Camilo, un joven de familia caficultora, recibió el día que cumplió 17 años una caja de su abuelo Miguel que contenía una carta y un juego. En la misiva le manifestaba: “¿Quién mejor que tú para continuar esta tradición cuando ya no esté? Quisiera que no olvides todo lo que has aprendido aquí. Que cuando compartas una taza de café con tus compañeros de estudio les enseñes todo lo que hay detrás de ella [...] Esta caja contiene un juego que he diseñado para ti. Pruébalo con tus amigos, [...] haz que aprendan de corazón para ser embajadores de nuestra propia cultura y hablar así desde el ejemplo con un idioma universal: las emociones”.

Esta fue la base que inspiró a Innovación y Emprendimiento EAFIT, área adscrita a la Escuela de Administración, a crear Cafet, un juego de cartas en el que el reto es conformar 12 diferentes empresas relacionadas con la industria cafetera, entre ellas una cooperativa, una trilladora, una exportadora y una tienda.

Con esta dinámica, los jugadores deben aprender a observar y a definir estratégicamente la mejor manera de hacer sostenible un negocio de café. Asimismo, invita a la elaboración de 12 recetas con cinco ingredientes.Estudiantes de intercambio de Australia, de la Empresa de Desarrollo Urbano de Medellín, los colegios Fontán y Montessori, la Unidad Educativa Católica La Victoria, la Universidad Particular de Loja, la Pontificia Universidad Católica (estas tres últimas instituciones de Ecuador) y la Universidad Mariano Gálvez, de Guatemala, validaron el juego y destacaron esta herramienta como contribución al aprendizaje de la industria cafetera.

Cafet busca el desarrollo de cinco habilidades innovadoras: experimentar, asociar, observar, interrogar y trabajar en red. 

Estas habilidades han sido trabajadas en el ámbito internacional por autores como Jeffrey Dyer, Hal Gregersen y Clayton Christensen en el libro El ADN del Innovador que describe los hábitos de personas como Steve Jobs y otros grandes revolucionarios en esta materia. “Este juego aborda problemáticas del sector cafetero como exceso de agua, contaminación y relevo generacional. También sondeamos que muchos chicos no conocen la industria del café ni sus actores, a pesar de que están en un país productor”, señala Jorge Hernán Mesa Cano, coordinador académico de Innovación y Emprendimiento de la Escuela de Administración de la Universidad EAFIT.

Oportunidades para el sector

Pero el desarrollo de Cafet no ha parado, ahora se presentó al Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (Minciencias) para una segunda fase. Este  proyecto,  enmarcado  en  una  convocatoria  en  asocio  con  la  Gobernación de Antioquia para fortalecer la formación virtual en el departamento, contempla el desarrollo de dos productos principales: un MOOC (Massive Open Online Course) alrededor del emprendimiento y la transformación del café, y el juego que será llevado a versiones web, app, realidad aumentada y realidad virtual.

Para esto se unieron cuatro actores: el Grupo de Investigación en Desarrollo e Innovación en Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (Giditic), con la participación del profesor Helmuth Trefftz en el tema de realidad aumentada; el Semillero de Realidad Virtual y Videojuegos; una empresa experta en el desarrollo de videojuegos, Medea Interactiva; y el Grupo de investigación, Innovación y Empresarismo (GUIE) de la Escuela de Administración de EAFIT.

“En el juego tradicional de cartas hay que estar junto a las otras personas para jugarlo, pero estamos buscando que personas en otros lugares puedan conectarse. Los jóvenes buscan competir de una manera sana, por eso se realizan este tipo de juegos serios bajo el concepto de gamificación. Con las plataformas tecnológicas se pretende entregar una experiencia adicional al juego de cartas. Cafet estará disponible en realidad virtual, en donde se pueden ver avatares en representación tridimensional. Además, se evaluará en cuál de las diferentes plataformas la gente se  siente  más  motivada”, afirma Helmuth Trefftz, coordinador del Laboratorio de Realidad Virtual.

Minciencias y EAFIT aportan cerca de 700 millones de pesos para este proyecto. El MOOC, desarrollado con la colaboración del Centro para la Excelencia en el Aprendizaje (EXA) y el Centro Multimedial de EAFIT, se publicó en la plataforma Miríada X. Allí se consolidó un material alrededor de las habilidades innovadoras y el café. Este curso fue validado a finales de 2019 y tuvo 1060 personas inscritas de 35 países.

“El punto es cómo los juegos nos están permitiendo formar a los chicos de una manera diferente pero, adicional, nos está facilitando a los profesores investigar sobre estas temáticas.De hecho, presentamos un paper ante el Consejo Latinoamericano de Escuelas de Administración (CLADEA) en 2019 mostrando las actividades que se vienen realizando alrededor de los juegos y parte de la propuesta que se le hizo a Minciencias es que debemos presentar papers a revistas indexadas”, indica Jorge Hernán Mesa.

Para Rubén Betancur Sierra, gerente de Medea Interactiva, este trabajo ha enriquecido aún más un producto valioso como Cafet que tiene un enfoque de emprendimiento que integra la visión y capacidad de potenciar el conocimiento de la cultura cafetera en entornos de juegos físicos y al que la empresa le ha aportado en el desarrollo de serious games (videojuegos que buscan enseñar, comunicar y transformar).

“La sinergia entre lo empresarial y lo académico es clave para generar mejores empresas, mejores productos y mejor academia. Cada uno aporta su mirada desde una perspectiva que tiene puntos en común, pero también enfoques y acentos diferentes. Cuando se logra una colaboración como la que hemos tenido entre EAFIT y Medea Interactiva se gana en aprendizaje, en procesos, en resultados y en conocimiento. Además, se disfruta hacerlo”, manifiesta Betancur.

Los juegos fueron diseñados junto al Semillero de Investigación en Innovación y Emprendimiento y el Club de Innovación EAFIT, espacio extracurricular que reúne a estudiantes y profesores.

Nuevo modelo para aprender

El juego Cafet hace parte de todo un nuevo modelo para el aprendizaje. Innovación y Emprendimiento de la Escuela de Administración empezó en 2015 a cuestionarse acerca de  las  nuevas  maneras  de  aprender  de  los  jóvenes  y  la importancia de estimular en ellos la motivación para desarrollar habilidades y competencias.

Fue así como en equipo con el Centro para la Excelencia en el Aprendizaje de la Universidad (EXA) desarrolló una manera distinta de enseñar los temas de emprendimiento e innovación en la asignatura Iniciativa y Cultura Empresarial que recibe 1800 estudiantes al año y hace parte de las materias obligatorias en los planes de estudio de todos los pregrados de EAFIT. Después de investigar y conocer mejor esas necesidades de la juventud, se llegó a la construcción de una metodología de aprendizaje activo con un enfoque de aula invertida.

Pero, ¿qué significan estos nuevos conceptos incorporados al aula? Jorge Hernán Mesa Cano explica que antes el docente era quien tenía el conocimiento y el saber de todo, pero con la metodología de aprendizaje activo lo que se busca es que oriente a los estudiantes, establezca acuerdos y reglas de trabajo.

Aquí, los alumnos toman una posición más activa, comienzan a vivir actividades que les brindan experiencias con un aprendizaje distinto.

“El juego es una actividad inherente al ser humano y los niños aprenden mediante esto a socializar, compartir. En esta etapa universitaria lo que se busca es que ese estudiante aprenda y refuerce competencias y habilidades con ciertos juegos. Por ejemplo: uno de roles permite identificar cómo es una persona en comunicación y argumentación. En los juegos que diseñamos buscamos que aprendan los actores del ecosistema y que sea de una manera divertida para que esté motivado en la clase. Con un chico motivado, esa disposición a aprender es más alta que en la manera tradicional”, detalla Mesa Cano.

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La estrategia está alineada con las demandas actules del entorno global. Foto: Róbinson Henao.

El juego se produjo con financiación de EAFIT y Minciencias. Foto: Pixabay.

 

Esta estrategia de aprendizaje, que pone al estudiante en el centro del proceso formativo, propició el desarrollo de juegos de mesa y de roles, así como la articulación de historias de emprendedores de EAFIT en diversos formatos narrativos, con el fin de fortalecer habilidades sociales y facilitar la apropiación de conocimiento a través de actividades que se ajustan a las nuevas generaciones y a su manera de aprender.

Aprendizaje en espacios interactivos

Las herramientas lúdicas fueron diseñadas bajo el concepto de “juegos serios”, caracterizados por tener un propósito formativo más allá del entretenimiento, como es el caso de los robots de Lego y otras líneas didácticas creadas en el mundo.

El concepto surgió en la década de 1970 con la popularización de estos juegos y en el siglo XXI el término ha tomado auge por los avances tecnológicos impulsados por las plataformas virtuales y de simulación como los videojuegos.

Sumado a lo anterior, el concepto de aula invertida se relaciona con el acondicionamiento de espacios en el campus universitario que permiten a los estudiantes tener experiencias interactivas y construcción de conocimiento colaborativo, por medio de herramientas tecnológicas y mobiliario que facilitan el trabajo en equipo.

“También, desde hace tiempo hemos venido incursionando en el tema del desarrollo de novelas, casos pequeños de emprendedores que pasan por el espíritu emprendedor. Asimismo, comenzamos a usar cómics. Lo que hicimos fue complementar esto con una serie de juegos de roles y cartas, novelas para los casos, videos, y logramos incorporarlos en la enseñanza del emprendimiento. Adicional, hicimos una investigación transversal antes de entrar los chicos al curso y luego los diagnosticamos a través de una encuesta. Esto lo hemos hecho desde hace cinco años”, detalla Jorge Hernán Mesa.

 

Reconocimiento internacional

Estos  cambios  en  la  metodología  y  el  enfoque  permitieron postular el proyecto al Premio Internacional a  la  Innovación,  un  concurso  de  la  acreditadora  internacional EQUAA que se realizó en Brasil en 2019.

Con esta iniciativa, que se denominó Innovación en la educación emprendedora: alineando nuevas metodologías de aprendizaje activo, desarrollo de competencias e investigación aplicada, EAFIT ganó el primer lugar en Colombia en metodologías novedosas para la enseñanza del emprendimiento.Uno de los premios fue ser parte del libro Casos de innovación en educación superior que compila las mejores experiencias presentadas a ese concurso. Además, el derecho a asistir a la Universidad La Salle, en Barcelona, a una semana de capacitación en temas de innovación.

“Este es un reconocimiento a lo realizado por el Centro para la Excelencia en el Aprendizaje, el Grupo de Investigación Información y Gestión, liderado por el profesor Izaias Martins Da Silva, el Grupo de investigación Innovación y Empresarismo de EAFIT. Los juegos han sido diseñados de la mano con el Semillero de Investigación en Innovación y Emprendimiento y el Club de Innovación EAFIT, espacio extracurricular que reúne a estudiantes y profesores alrededor del emprendimiento”, expresa Jorge Hernán Mesa.

De esta forma, la Escuela de Administración desarrolla productos con herramientas propias de la Cuarta Revolución Industrial y enfocadas en la transferencia de conoci-miento para impactar a las nuevas generaciones en una de las habilidades más importantes de la educación del siglo XXI: emprender.

 

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Preguntar, jugar, conversar y experimentar, la brújula de Universidad de los Niños

Marzo 22, 2021

Este programa de EAFIT para niños, niñas y adolescentes es referente en apropiación social del conocimiento. Las dos coordinadoras que ha tenido el programa dialogan sobre cómo se construyó y desarrolló esta iniciativa, así como las claves de su éxito.

Andrés Felipe Giraldo Cerón, Colaborador.

La creación de la primera Universidad de Niños en Tubinga (Alemania), en 2002, supuso una ruptura en la idea de “universidad”.

Era una nueva variable en una ecuación educativa de vieja data, una desafiante pregunta al concepto y a la configuración de la educación superior y su conexión con otras etapas de la formación de una persona.

En la actualidad, existen numerosas iniciativas educativas y de comunicación de la ciencia que se reconocen como “universidades de los niños”, cada una con sus particularidades.

Sin importar su enfoque, coinciden en objetivos misionales que fueron consignados en el Libro Blanco publicado por la Red Europea de Universidades de los Niños (Eucunet): facilitar el encuentro entre la infancia y la comunidad universitaria, fortalecer la curiosidad y el pensamiento crítico, comunicar qué es una universidad y cuál es su papel en la sociedad, hacer de las universidades espacios abiertos y receptivos, acercar a los niños y niñas a las ciencias, y facilitar a los jóvenes la comprensión de sus opciones educativas en el futuro.

Aunque populares en Europa, las universidades de los niños son escasas en América Latina. De hecho, la Universidad de los Niños EAFIT (Uniños) es un referente regional.

Este programa inició en el año 2005, cuando el entonces rector de la Universidad EAFIT, Juan Luis Mejía Arango, le formuló la idea a Ana Cristina Abad, en ese momento jefe del Departamento de Comunicación y Cultura.

El proyecto pretendía ser un experimento con motivo de los 45 años de la Institución, pero resultó tan exitoso que ya completó 15 años.

Impacto en 15 años de existencia

33.699 niños y niñas en actividades que estimulan la curiosidad (3.458 en campus).

Cerca de 2800 maestros escolares y mediadores en estrategias de formación.

250 profesionales en investigación como asesores en experiencias de aprendizaje.

569 estudiantes de pregrado formados en metodologías de educación y comunicación de la ciencia.

Aproximadamente 360 talleres diseñados y realizados.

572 instituciones de educación básica y media vinculadas

Casi 50 proyectos desarrollados en la ciudad y el departamento.

48 ponencias y artículos de divulgación.

¿Cuáles han sido las claves que han llevado a la Universidad de los Niños EAFIT a convertirse en un programa líder en la ciudad y el país? Ana Cristina Abad, su primera jefe –hoy Gerente de Comunicaciones e Identidad Corporativa del Grupo Sura e integrante del Consejo Superior de EAFIT– y Ana María Londoño, su líder actual, conversan sobre el origen y desarrollo del programa, su filosofía, logros, avances, dificultades y problemas.

Ellas hacen un recorrido por esos 15 años de aquella relación antes inédita entre niños, niñas y adolescentes con investigadores, la ciencia y otras formas de conocimiento.

Este programa de EAFIT para niños, niñas y adolescentes es referente en apropiación social del conocimiento. Las dos coordinadoras que ha tenido el programa dialogan sobre cómo se construyó y desarrolló esta iniciativa, así como las claves de su éxito.

Entre la educación y la comunidad científica

La Universidad de los Niños EAFIT se planteó en sus orígenes para conectar la universidad con la educación básica y los maestros. ¿Qué tanto ha logrado eso?

Ana Cristina Abad: Es tan evidente lo que se ha logrado que tiene ya 15 años. Con las gafas puestas de ese primer momento, veíamos que había un problema en la forma como estaban llegando los chicos a la universidad.

Nos inquietaba conocer sus vacíos y entender las desconexiones entre lo que pasaba y le interesaba al colegio, y la educación superior.

De ahí partimos y con el tiempo se han construido relaciones y establecido finalidades que en principio no estaban claras, pero que ahora, con la dirección de Ana María, quizá tomaron forma.

En Colombia tenemos una educación por estancos o cajas, un asunto de nuestro sistema educativo que de alguna manera Uniños suaviza promoviendo un vínculo más fluido entre las habilidades sociales para la vida y las habilidades investigativas para niños y jóvenes.

Dos mujeres conversando en un entorno natural con árboles y plantas.

Ana Cristina Abad (izquierda) y Ana María Londoño han liderado en dos momentos la Universidad de los Niños, programa que ya tiene 15 años de vida. 

Foto: Róbinson Henao

 

¡Y cuidado!, este no es un programa de mercadeo: es de apropiación social de la ciencia y el conocimiento. Si bien tenemos casos de éxito maravillosos de egresados de Uniños que estudian en EAFIT, hay otros jóvenes que decidieron estudiar en otras instituciones, pero que conservan la impronta de Uniños.

Ana María Londoño: Hemos entendido la complejidad de cambiar esa visión de la educación por estancos. Por eso nos hemos acercado a la educación básica y media, y para nosotros ha sido fundamental tratar de entendernos. Cuando nos acercamos a una institución educativa, lo hacemos en distintos niveles: con el rector, los coordinadores y los profesores; eso ha permitido que todos comprendamos cómo funcionamos y cómo articularnos.

Un símbolo de esta conexión es el grupo de maestros escolares con el que realizamos talleres. Vivimos experiencias bellísimas que buscamos que sean replicadas en sus colegios, y lo hacemos desde que iniciamos el programa. Claro, hemos puesto en marcha muchos experimentos y cambios a medida que aprendemos y entendemos el escenario, pero los maestros han estado ahí desde el primer momento como aliados, replicadores, críticos y cómplices. Así hemos tejido esos lazos de los que habla Ana Cristina.

Uniños se mueve en la delgada línea entre la educación y la comunicación de la ciencia. ¿Qué preguntas le ha propuesto a la educación?

Ana María Londoño: Las primeras preguntas sobre el formato Uniños, esto es, tener a la infancia en un campus diseñado para adultos, las formulamos en ese entonces de la mano de Tita Maya [Luz Mercedes Maya Agudelo, pedagoga y formadora a través de la música y las expresiones artísticas; dirigió el Colegio de Música de Medellín y creó la Corporación Cantoalegre y la Fundación Secretos para Contar].

Allí se definió cómo íbamos a estar dentro de las aulas, pero haciendo de ellas espacios de interacciones diversas. Y el formato taller nos permitía eso. Además, ritualizamos esos talleres, lo cual es algo muy importante que también hicimos con Tita y la pedagogía Waldorf [propone al estudiante ser activo en su propio aprendizaje, individualiza el proceso educativo, integra a las familias, y fomenta la creatividad, el espíritu crítico y las competencias artísticas].

Construimos esos talleres con gestos y símbolos, como son el círculo, tener bitácoras, darle la palabra a los niños y ponerlos en interlocución con los investigadores. Son maneras con las que cuestionamos la clase tradicional y las formas para acercarnos al conocimiento. Un gran cuestionamiento que le hicimos a la educación fue elegir precisamente la pregunta como eje para la metodología Uniños.

A esta decisión llegamos a través de un trabajo de campo que hizo Ana Cristina cuando formuló el proyecto y la experiencia del exrector Juan Luis Mejía como educador y Secretario de Educación. El objetivo siempre ha sido partir del interés, el asombro, la curiosidad y los cuestionamientos que los niños le plantean al mundo.

Ana Cristina Abad: Yo agrego el pensamiento crítico. Los niños no son cajas vacías que uno va llenando como si se estuvieran acumulando fichas. El pensamiento crítico cuestiona la perversidad de la meritocracia, la acumulación de títulos sin consciencia. Esa es una de las grandes preguntas que le ha hecho la Universidad de los Niños al sistema educativo. Una educación para el pensamiento crítico implica pensar en quién estamos formando como individuo y como ciudadano político en el gran sentido de la palabra.

Hoy necesitamos más que nunca, en este momento de crisis humanitaria y crisis pandémica, compromisos y conciencias críticas, personas que tengan capacidad de hackear el sistema, de hacerle preguntas al maestro, de permitirse ampliar otros horizontes posibles basados en su curiosidad. Esa ha sido una de las grandes tareas de Uniños.

Ana María Londoño: Para nosotros fue fundamental el planteamiento del libro Frankenstein educador, de Philippe Meirieu.

Ana Cristina Abad: Ese libro fue revelador. ¡No estamos formando robots ni llenando un álbum de láminas! Estamos construyendo seres pensantes, curiosos, críticos, con consciencia ambiental y social. Ahora, Uniños entrega una manera de observar para que el sistema educativo se pueda repensar, pero no es la panacea.

Bajo las dificultades a las que se enfrenta hoy un profesor, más aún en tiempos de pandemia, con los contextos y las realidades de cada niño, no es fácil la curiosidad ni en la educación pública ni en la privada. Lo más interesante de este programa es eso, que está viendo al niño sin los estereotipos socioeconómicos.

Ana María Londoño: La invitación que le queremos hacer a los maestros no pasa por decirles “esto se hace así” porque Uniños, como laboratorio, funciona diferente a realidades complejas en las que algunas cosas no funcionan. El asunto no es qué le preguntamos a la educación, sino qué nos preguntamos sobre la educación y de qué manera esa pregunta ha nutrido el programa, la conversación y el diálogo con los maestros, con los investigadores, y de qué forma estos encuentros cambian la percepción y prejuicios sobre cómo es un auditorio de niños.

Niños en una actividad con sombras de la luz.

Las etapas de Uniños son: Encuentros con la pregunta, Expediciones al conocimiento, y Retos y proyectos de ciencia. Foto: Róbinson Henao

 

¿Qué preguntas le ha propuesto Uniños a la comunicación de la ciencia?

Ana Cristina Abad: Con Uniños, lo que estamos diciendo es que la investigación no solo se hace en la universidad. Una pregunta frente al mundo también la puede hacer un niño y esa curiosidad es válida para la ciencia.

Tú puedes ir construyendo un camino, una conciencia crítica, una relación con la pregunta, una relación a partir de la conversación con tus maestros que te lleve a, por qué no, en un futuro relacionarte de una manera genuina con la investigación y que sea menos estigmatizada como una posibilidad de “gente con cierto tipo de competencias y capacidades”.

En ese ejercicio nos parecemos un poco a esa institución par que es el Parque Explora, porque buscamos mostrar que la ciencia también es divertida y que una pregunta se puede formular desde lo cotidiano.

Hoy, más que nunca, la comunicación de la ciencia debería ser un tema de conversación más que un tema de estudio que nos permita a todos aprender de la ciencia.

Cuando hablo de comunicación de la ciencia me refiero a tener conversaciones transversales con ella: es la ciencia y la música, la ciencia y las artes, y también la ciencia como ciencia per se. Es decir, no está allá en una urna de cristal para cierto tipo de personas, sino un modelo de comunicación democrático.

Ana María Londoño: La democratización del conocimiento es clave. La pregunta es cómo abrimos la universidad para mostrar sus maravillas, pero también para poner en evidencia sus humanidades, subjetividades y debilidades. Ahí tenemos una de las cosas más bellas del programa: esos momentos en los cuales los niños ponen en jaque a las investigaciones científicas y a personas que llevan muchísimos años en su proceso de investigación.

Pero esa es apenas una parte de la historia. Del otro lado, tenemos aquello que el niño trae y se lleva para compartir. Cuando nos acercamos a la conceptualización que hizo la Red Europea de Universidades de los Niños trabajamos mucho con un esquema que presenta cómo una universidad de los niños abre un mundo de conversaciones de corte científico en el entorno de vida del participante.

Ese diálogo no se limita a lo que pasa en el taller. Ahora, también hemos entrado en diálogo con las discusiones nacionales y regionales sobre la comunicación de la ciencia. En este tiempo nos hemos preguntado por la práctica, gestión, producción y distribución del conocimiento científico para plantear problemas y proponer alternativas, estrategias, formatos y mediaciones que nos vayan acercando al complejo concepto colombiano de apropiación social del conocimiento.

Nosotros nos hemos pegado de las precisiones a las que ha llegado el país sobre apropiación social del conocimiento para plantearnos preguntas, para intentar llegar a más personas, contar quiénes son los investigadores, desmitificar su figura e intentar nuevos formatos. Se trata de leer sensiblemente nuestro contexto, capitalizar lo que tenemos en la Universidad y ponerlo en circulación, pero también ser críticos y permitir que la universidad sea cuestionada, interpelada, que haya debate... ¡Eso también es abrir la universidad!

Finalmente, también hemos aportado en el marco de las políticas públicas. Ese es un proceso mucho más lento, pero interesante. Minciencias reconoce que Uniños escogió a un público desatendido dignificando la relación que tienen los niños y los jóvenes con la ciencia y sumando a un formato que lleva más de 20 años en Colombia que es el programa Ondas, el cual tiene como objetivo impulsar a niños, niñas y jóvenes a desarrollar actitudes y habilidades para encontrar opciones en la ciencia y la investigación.

El objetivo siempre ha sido partir del interés, el asombro, la curiosidad y los cuestionamientos que los niños le plantean al mundo.

Un proyecto de emociones

Hasta el momento, ¿cuál ha sido el legado que Uniños ha construido para EAFIT, la ciudad y el país?

Ana María Londoño: Posicionar a los niños como interlocutores, como actores, como productores de conocimiento. Esa ha sido una batalla que hemos dado defendiendo su presencia en los espacios de discusión académica y de participación ciudadana. Y eso ha cambiado la opinión y percepción de estudiantes, investigadores, empleados y muchos actores sociales.

Ana Cristina Abad: Para responder, quiero recordar a Jorge Wagensberg. Él fue uno de los grandes teóricos que usamos para construir la metodología. En una ocasión nos visitó y nos entregó su libro El gozo intelectual con esta frase escrita: “Que siempre la incertidumbre te sea favorable”. Uno de los legados que tiene este programa es ese; aunque tiene una ruta, un norte, mantiene cierto matiz de incertidumbre que le permite explorar. Eso es un legado interesantísimo: no estar lleno de certezas, tener algo de incertidumbre.

Ana María Londoño: Otro legado es su metodología que se ha construido a pulso con las personas, la práctica, las lecciones aprendidas, las conversaciones. Se basa en cuatro pilares: la pregunta, el juego, la conversación y la experimentación. En la práctica, esos cuatro elementos se ponen en funcionamiento para crear experiencias y contenidos. Veo en esa metodología una buena brújula. Con la pandemia nos tuvimos que reconstruir, pero con la ayuda de esa brújula ganamos sentido de orientación, principios y arraigo. Implicó movenos entre la tradición y la novedad, eso nos permitió hacer giros interesantes.

Ana Cristina Abad: En una conversación hermosa que tuvimos en la Universidad con Beatriz Restrepo, esa gran filósofa de esta ciudad que fue tan valiosa para la educación, se planteaba lo importante de poner en el seno de la conversación al niño y al joven, como decíamos ahora, como un ser autónomo y legítimo. Ese es un legado del programa porque es precisamente lo que hace Uniños.

¿Qué objeto o recuerdo representa mejor su experiencia con Uniños? ¿Cuál es la historia detrás de ese recuerdo?

Ana María Londoño: El mío es una colección de lápices que elaboramos y que representan la oportunidad de escribir “a lápiz”. Eso es algo que valoro mucho de Uniños: he podido escribir, borrar, volver a esquematizar, dibujar encima y pasarles resaltador a las ideas porque Uniños permite la experimentación. De todos los lápices escogí el que sacamos con motivo de los 45 años de la Universidad EAFIT. Si hay una ocasión especial, elaboramos un lápiz especial. Para mí es un ritual y un objeto poderoso.

Ana Cristina Abad: Si pienso en Uniños, recuerdo personas. Para mí, el programa es una conjunción de voces disímiles, contrastantes, una sinfonía de chispazos emocionales e intelectuales, un grupo de trabajo increíble que al principio estaba en el Departamento de Comunicación y Cultura, y que recibió todo el apoyo de los directivos de ese momento, principalmente del rector, Juan Luis Mejía Arango.

También tengo recuerdos hermosos de los primeros investigadores que trabajaron con nosotros, como Juan Diego Jaramillo, Daniel Velásquez y Juan Darío Restrepo, quienes nos creyeron con una fe mística porque no había nada, solo un experimento física e intelectualmente nuevo para la Universidad. La lista es gigante, todos se acercaron como orbitando a este planeta y siempre le encontraron sentido.

El científico y divulgador español Jorge Wagensberg fue una gran inspiración y apoyo. También debo reconocer el apoyo de la Universidad de Viena y ese equipo maravilloso que formó Eucunet. Todos los que hemos hecho parte de Uniños le hemos encontrado esa mística que produce trabajar con investigadores, maestros escolares, talleristas y niños y jóvenes. Ese es mi gran recuerdo, la trayectoria de personas que han hecho posible que esto tenga 15 años. ¡Lo digo con mucha satisfacción!

¿Qué debería pasar en los próximos 15 años en Universidad de los Niños?

Ana María Londoño: Nos hemos interesado profundamente por la incidencia en el sistema educativo y científico. Realmente tocar el aula de clase es una meta. Dinamizar la relación de la Universidad con el entorno familiar, llegar a la sala, a la conversación cotidiana es una meta insesante del programa.

Articular más actores diversos sobre la necesidad de que nuestra sociedad tenga como base el conocimiento, y que esta visión articule a las universidades aún más con sus contextos y actores. A través de los proyectos que hemos realizado con aliados vamos cumpliendo algunos de esos sueños y abrimos camino para más oportunidades: alianzas interinstitucionales, encuentros de diversas generaciones, municipios de Antioquia, entre otros.

Ana Cristina Abad: Compartimos sueños y visiones, hemos hablado de llegar a la ruralidad y tener más acciones en la política pública de educación. También hay un reto frente a la capacidad del programa: si uno de los límites que tenemos es la cantidad de participantes que podemos recibir, qué bueno que otras universidades pudieran tener este mismo programa para que más niños y jóvenes puedan participar en proyectos de comunicación de la ciencia.

También hay un reto frente a la juventud. Es difícil ese período de no ser ni niño ni adulto. ¿Qué le pasa a la juventud de este país? ¿Dónde está? ¿Por qué los jóvenes deciden hacer lo que hacen? Cuando entran a una universidad, ¿qué se están imaginando? Y eso que imaginan, esos sueños, ¿se cumplen cuando terminan su formación?

Ana María Londoño: También hemos tenido un sueño loco: ir a las cárceles, los hospitales…

Ana Cristina Abad: Ese ha sido un sueño desde el principio, tenemos una deuda social inmensa con la gente que ha tenido mayores límites y dificultades para sobrevivir. ¿Cómo insertar la metodología y el programa en espacios y contextos que habitan las personas menos favorecidas? ¿Y las cárceles, los hospitales, las instituciones para el cuidado de la salud mental?

Ana María Londoño: Esos son sueños que hemos tenido por mucho tiempo y que son alicientes para seguir trabajando en los próximos 15 años.

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Innovación educativa, en el ce​ntro de Imaginar Futuros

Mayo 2, 2022

Este laboratorio ha transformado los ambientes de aprendizaje de cientos de instituciones de educación básica y media en el país.

En la actualidad, es un soporte del Ministerio de Educación, con el que sigue desarrollando avances por un aprendizaje más acorde con el mundo contemporáneo.

Colaborador: Pompilio Peña​.

La pandemia de la covid-19 afectó duramente las actividades académicas del país. Los expertos más optimistas apuntaron a que las brechas que causó podrían cubrirse en cinco años. No obstante, Diego Leal Fonseca, director adjunto del Centro Imaginar Futuros de la Universidad EAFIT y experto en innovación educativa, estima que los efectos de ese aislamiento obligatorio se notarán, incluso, hasta el 2030.

Pero hay una mirada optimista. Los retos, exigencias y planes de acción implementados durante la pandemia, para fortalecer el ya deteriorado sistema educativo, abrieron una nueva puerta a expertos para analizar cómo era posible vigorizar el Ecosistema Nacional de Innovación Educativa.

Uno de ellos fue Leal, quien viene aportando al mejoramiento de este tema, tanto en ámbitos regionales como nacionales, junto con su equipo del Centro Imaginar Futuros, un laboratorio que tiene como propósito fortalecer las capacidades de los diferentes actores que conforman el ecosistema educativo nacional.

Pero ¿qué entender por ecosistema educativo? Según Leal, “cuando nosotros pensamos en un ecosistema de innovación educativa, estamos pensando en esa perspectiva biológica que habla de actores, relaciones, conexiones, y cómo se pueden dar nuevas posibilidades para reimaginar lo que se hace, aplicando la innovación educativa, que no solo pasa por el mejoramiento tecnológico".

Bajo esa perspectiva, uno de los grandes retos es lograr una articulación entre distintos niveles educativos, con el fin de entender cuáles son las realidades y dificultades de los estudiantes y cómo pueden superarse, más aún en tiempo de pospandemia.

Esta mirada holística propuesta por el Centro Imaginar Futuros, que pretende superar un viejo modelo educativo que está al margen de las exigencias de la actualidad mundial, lleva más de una década de aplicación. Una de sus primeras intervenciones fue en el municipio de Itagüí y los efectos positivos de su mediación aún repercuten.​​

Experiencia novedosa​​​​​​​​​​​

Con el inicio de la gestión de Carlos Andrés Trujillo en 2012 como alcalde del municipio de Itagüí, la nueva administración comenzó a cuestionar el modelo tradicional de educación y se dio a la tarea de buscar asesorías que le permitiera implementar nuevos procesos de aprendizaje.

“En ese orden de ideas tuvimos una asesoría inicial de la exministra de Educación Cecilia María Vélez, quien nos recomendó, además, que enlazáramos la conversación con la Universidad EAFIT", recordó el secretario de Educación, Guillermo León Restrepo.

En aquel entonces, el estudio de las condiciones educativas de ese municipio del sur del área metropolitana fue liderado por Claudia María Zea, experta en temas de innovación educativa, aprendizaje digital y colaborativo, formación de docentes y producción de contenidos digitales. 

Miles de niñas, niños y adolescentes se han beneficiado en todo el país con la propuesta de innovación educativa.

Zea y su equipo realizaron un diagnóstico del sistema educativo para luego desarrollar, de manera específica, un plan de tecnologías aplicadas a las aulas escolares en 24 instituciones educativas, con 38 sedes, 580 aulas  y 1.300 directivos y docentes.

Fue así como nació el Plan Digital Teso, que hoy lleva el nombre de Plan Digital Itagüí. Esa intervención se estructuró en cuatro ejes temáticos: evaluación de la infraestructura tecnológica; replanteamiento de los procesos de formación de aprendizaje de estudiantes, maestros y funcionarios; desarrollo de una estrategia de gestión de innovación, desarrollo e investigación; y aplicación de indicadores de gestión de las tres líneas ya citadas. 

De este modo, se trazó una visión al 2023 en su Plan Educativo Municipal, que refleja el proceso evolutivo iniciado en 2012. Esa estrategia se tradujo en inversiones en ambientes de aprendizaje, mayor conectividad y sinergia entre los diferentes actores, y los estudiantes se convirtieron en el capital más importante. 

​“Cuando nosotros pensamos en un ecosistema de innovación educativa, estamos pensando en esa perspectiva biológica que habla de actores, relaciones, conexiones, y cómo se pueden dar nuevas posibilidades para reimaginar lo que se hace". Diego Leal Fonseca, director adjunto del Centro Imaginar Futuros de la Universidad EAFIT.

Miradas más amplias

La experiencia lograda en Itagüí llevó a los expertos de EAFIT a dar un salto cualitativo en sus pretensiones pedagógicas. Se pasó, según Leal, de instruir a unos pocos docentes entusiastas a desarrollar espacios de formación para cientos de maestros, directivos y funcionarios.

“Ya no estábamos hablando de trabajar solamente con unos cuantos docentes. Ahora pensábamos que queríamos despertar ciertas capacidades en el profesor para convertirlo en promotor y gestor de la innovación educativa; y nos preguntamos cuáles eran las capacidades a desarrollar en un directivo-docente, con el fin de que este pudiera entender qué está pasando en las aulas", recordó el experto. 

Mejorar los entornos escolares y dotarlos de tecnología son logros tangibles de este enfoque basado en la innovación. 

Y agregó que este ejemplo expone la mirada integral y ecosistémica, en el que los roles se reconfiguran y los estudiantes ya no se conciben como actores pasivos en su proceso, sino como personas que pueden contribuir a la vida de su institución educativa.

Luego de esta intervención local, el equipo de trabajo de innovación educativa de la EAFIT tuvo la oportunidad de escalar su experiencia en 2015. De la mano del Ministerio de Educación, logró intervenir en 200 instituciones educativas de diversas regiones del país.

Al año siguiente, la Secretaría de Educación de Bogotá solicitó sus servicios para desplegar una estrategia, similar a la de Itagüí, en 383 instituciones educativas de la capital de la República. 

“Hicimos, por un lado, un ejercicio de desarrollo de capacidades entre profesores, fortalecimos las redes autónomas de estudio y el trabajo entre la Secretaría y los docentes. Meses después, nos encontramos con que esta lógica de ecosistema fue importante para darle la vuelta a un relato de escepticismo sobre nuestro trabajo", aseguró Leal.

En los últimos años, el Centro Imaginar  Futuros, de la mano de la subdirección de Fortalecimiento Territorial del Ministerio de Educación, hizo un acompañamiento técnico de apoyo a todas las secretarías de Educación del país en la formulación e implementación de sus Planes de Innovación Educativa Territorial. El modelo ecosistémico cobró entonces una lógica nacional, enfocado en la educación básica y media.

De allí nació, en 2019, el proyecto Co-Lab, el Laboratorio de Innovación Educativa para la Educación Superior, adscrito al Ministerio de Educación, y del cual Leal y su equipo hicieron parte. En su sitio web se encuentran referentes, buenas prácticas, diálogos sobre las posibilidades y retos del sector, recursos digitales abiertos y acciones de acompañamiento entre pares.

A este avance se sumó otro proyecto: el Observatorio de Trayectorias Educativas, liderado por el Ministerio de Educación y que tiene como objetivo promover estrategias que potencien la trayectoria de los estudiantes, gracias a información suministrada por amplias bases de datos que recogen sus vidas académicas.

Al reflexionar sobre todas esas experiencias, Leal consideró que la actualidad imprime nuevas velocidades, cambios y retos en la educación, que se están estudiando en Imaginar Futuros. Entre los retos encontrados, se estableció que se deben seguir mejorando los resultados de aprendizaje en todos los niveles, un asunto que conecta con los efectos de la pandemia.

“También cabe pensar en la configuración que se está dando en el mundo con la llegada de la economía digital, por lo que deben fortalecerse los conocimientos de los estudiantes en este ámbito, a la vez que se comienza a dejar a tras un viejo paradigma educativo, por uno más integral y abierto a las posibilidades que ofrecen las tecnologías", razonó este experto.

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Innovación educativa, en el ce​ntro de Imaginar Futuros

Mayo 2, 2022

Este laboratorio ha transformado los ambientes de aprendizaje de cientos de instituciones de educación básica y media en el país. En la actualidad, es un soporte del Ministerio de Educación, con el que sigue desarrollando avances por un aprendizaje más acorde con el mundo contemporáneo.

Colaborador: Pompilio Peña

La pandemia de la covid-19 afectó duramente las actividades académicas del país. Los expertos más optimistas apuntaron a que las brechas que causó podrían cubrirse en cinco años. No obstante, Diego Leal Fonseca, director adjunto del Centro Imaginar Futuros de la Universidad EAFIT y experto en innovación educativa, estima que los efectos de ese aislamiento obligatorio se notarán, incluso, hasta el 2030.

Pero hay una mirada optimista. Los retos, exigencias y planes de acción implementados durante la pandemia, para fortalecer el ya deteriorado sistema educativo, abrieron una nueva puerta a expertos para analizar cómo era posible vigorizar el Ecosistema Nacional de Innovación Educativa.

Uno de ellos fue Leal, quien viene aportando al mejoramiento de este tema, tanto en ámbitos regionales como nacionales, junto con su equipo del Centro Imaginar Futuros, un laboratorio que tiene como propósito fortalecer las capacidades de los diferentes actores que conforman el ecosistema educativo nacional.

Pero ¿qué entender por ecosistema educativo? Según Leal, “cuando nosotros pensamos en un ecosistema de innovación educativa, estamos pensando en esa perspectiva biológica que habla de actores, relaciones, conexiones, y cómo se pueden dar nuevas posibilidades para reimaginar lo que se hace, aplicando la innovación educativa, que no solo pasa por el mejoramiento tecnológico".

Bajo esa perspectiva, uno de los grandes retos es lograr una articulación entre distintos niveles educativos, con el fin de entender cuáles son las realidades y dificultades de los estudiantes y cómo pueden superarse, más aún en tiempo de pospandemia.

Esta mirada holística propuesta por el Centro Imaginar Futuros, que pretende superar un viejo modelo educativo que está al margen de las exigencias de la actualidad mundial, lleva más de una década de aplicación. Una de sus primeras intervenciones fue en el municipio de Itagüí y los efectos positivos de su mediación aún repercuten.​​

Experiencia novedosa​​​​​​​​​​​

Con el inicio de la gestión de Carlos Andrés Trujillo en 2012 como alcalde del municipio de Itagüí, la nueva administración comenzó a cuestionar el modelo tradicional de educación y se dio a la tarea de buscar asesorías que le permitiera implementar nuevos procesos de aprendizaje.

“En ese orden de ideas tuvimos una asesoría inicial de la exministra de Educación Cecilia María Vélez, quien nos recomendó, además, que enlazáramos la conversación con la Universidad EAFIT", recordó el secretario de Educación, Guillermo León Restrepo.

En aquel entonces, el estudio de las condiciones educativas de ese municipio del sur del área metropolitana fue liderado por Claudia María Zea, experta en temas de innovación educativa, aprendizaje digital y colaborativo, formación de docentes y producción de contenidos digitales. 

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Miles de niñas, niños y adolescentes se han beneficiado en todo el país con la propuesta de innovación educativa.

Zea y su equipo realizaron un diagnóstico del sistema educativo para luego desarrollar, de manera específica, un plan de tecnologías aplicadas a las aulas escolares en 24 instituciones educativas, con 38 sedes, 580 aulas  y 1.300 directivos y docentes.

Fue así como nació el Plan Digital Teso, que hoy lleva el nombre de Plan Digital Itagüí. Esa intervención se estructuró en cuatro ejes temáticos: evaluación de la infraestructura tecnológica; replanteamiento de los procesos de formación de aprendizaje de estudiantes, maestros y funcionarios; desarrollo de una estrategia de gestión de innovación, desarrollo e investigación; y aplicación de indicadores de gestión de las tres líneas ya citadas.

De este modo, se trazó una visión al 2023 en su Plan Educativo Municipal, que refleja el proceso evolutivo iniciado en 2012. Esa estrategia se tradujo en inversiones en ambientes de aprendizaje, mayor conectividad y sinergia entre los diferentes actores, y los estudiantes se convirtieron en el capital más importante. 

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Seis obstáculos para construir la paz

Enero 26, 2022

Un estudio de la profesora Gloria María Gallego, de la Escuela de Derecho, analiza la espiral de violencia, venganza y odios en la que, hasta octubre, habían sido asesinados 289 excombatientes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc). La cifra se convierte en una mera estadística que pasa inadvertida ante la indiferencia y, muchas veces, indolencia de la sociedad.

Javier Arboleda García, Colaborador Revista Universidad EAFIT.

Explicar las violencias, a veces, implica mostrar cosas duras de la sociedad, sobre todo en un país donde se generalizó la idea de que unos deben morir para
que otros tengan que vivir.

Con esta reflexión termina el diálogo la profesora e investigadora de la Universidad EAFIT y doctora en Derecho por la Universidad de Zaragoza (España), Gloria María Gallego García, sobre los resultados de su investigación sintetizada en el artículo Odio y venganza en la guerra civil colombiana – Patrones en los asesinatos a excombatientes de las Farc.

Y para dar ejemplo de esa reflexión revela un dato aterrador: entre la firma del Acuerdo de Paz entre el Estado colombiano y las extintas Farc, en septiembre de 2016, y octubre de 2021, han sido asesinados, algunos de ellos de la manera más cruel, 289 de los 6.803 hombres y mujeres que abandonaron las armas.

El artículo es uno de los capítulos del libro Historia(s), relatos y memorias. Miradas desde lo local, editado y compilado por Luis Fernando Barón y Adolfo Abadía, publicación que “recoge diferentes investigaciones cuyas temáticas, si bien están basadas en procesos organizativos, comunitarios, étnicos y de cierta tradición historiográfica, logran vincularse a través de la revisión e innovación de perspectivas”.

La profesora Gallego García, preocupada por su visión proteccionista de los derechos humanos y la construcción de paz, ha sido una estudiosa del conflicto armado y ha documentado la guerra desde todas las caras, en especial la de las víctimas, y promueve el deber de hacer memoria con y para ellas.

Dentro de este último resultó ganadora la denominada Alianza Energética 2030 en la que EAFIT es protagonista. Es integrante del Grupo de Investigación Justicia y
Conflicto, de la Universidad EAFIT, reconocido por el Ministerio de Ciencias, Tecnología e Innovación como categoría B.

Entre otros trabajos, también es una de las coordinadoras del proyecto de investigación Conflicto armado interno, derechos humanos e impunidad, realizado de forma conjunta por profesores de las universidades de Zaragoza y EAFIT.

Para la profesora es urgente, más que nunca, exigir el cumplimiento de los acuerdos de paz, por considerar que han salvado miles de vidas, pero entre muchas dificultades se han atravesado los asesinatos de excombatientes y sus familiares.

Se requiere un compromiso genuino

Los documentos firmados hace cinco años entre el gobierno del entonces presidente Juan Manuel Santos y la organización rebelde “por sí solos no alcanzan a transformar una sociedad para la transición de la guerra a la paz y los acuerdos fracasan si no se crean procesos más profundos de compromiso genuino”, explica la profesora en su artículo.

Afirma que nadie niega los daños causados por esta guerrilla en medio siglo de actividad insurgente, pero se requiere una sociedad generosa que les dé una segunda oportunidad a quienes dejaron las armas y que pare la espiral de violencia.

El acuerdo con las Farc es un avance histórico importante, si se tiene en cuenta que cesaron todas las hostilidades sus 62 frentes rurales, tres urbanos y nueve unidades de élite, grupos que tenían un amplio dominio territorial en muchas regiones del país, entre ellas, Antioquia.

“El Acuerdo, por ejemplo, establece un marco que apuesta al diálogo y la concertación entre los viejos enemigos para deliberar y definir conjuntamente políticas públicas de reincorporación, a partir de las realidades en el terreno y las necesidades concretas de los excombatientes”, dice la profesora.

El de las Farc es un proceso exitoso, pese a esas dificultades, porque el porcentaje de deserción y asesinatos es bajo, del 8%, pero es precario.

“Sobre todo cuando lo miramos desde los territorios”, principalmente por la lentitud como se vienen ejecutando los compromisos pactados por parte del Estado y el exterminio de los excombatientes.

En su análisis sobre porqué estos hechos dificultan la construcción de una paz ideal, Gallego García enumera seis obstáculos o consideraciones que son necesarios, en lo posible, superar como Estado y como sociedad.

Circunstacias que llevan a tomar venganza

Al citar textualmente al politólogo griego Stathēs N. Kalybas y su libro La lógica de la violencia en la guerra civil, la profesora enumera los determinantes sociales que pueden activar a una víctima a dar el paso hacia el deseo de venganza:

  1. Un marcado sentimiento retributivo según el cual es justo devolver el mal con mal.
  2. La ausencia o debilidad del Estado, incapaz de indagar sobre los delitos y sus autores e imponer sanciones que satisfagan los deseos de castigo o venganza.
  3. Un ambiente social donde priman juicios y creencias del estilo: el fin justifica los medios, todo se vale para defender el honor personal y familiar.
  4. La existencia de circunstancias y oportunidades que facilitan el acceso a la retaliación, como la presencia de grupos armados y la vía a mercados de armas.

El acuerdo con las Farc fue importante: cesaron todas las hostilidades sus 62 frentes rurales, tres urbanos y nueve unidades de élite, grupos que tenían un amplio dominio territorial en muchas regiones de Colombia, entre ellas Antioquia.

Obstáculo 1: Creer que la paz es algo excepcional

El primer asunto problemático tiene que ver con los antecedentes y cómo los colombianos nos hemos acostumbrado a convivir con los conflictos, así como pensar que la paz es la excepción en la vida nacional. Por eso, la historia muestra que casi siempre resolvemos nuestros conflictos por medio de la violencia, una violencia que se hereda y se transforma debido a otras motivaciones.

La investigadora recuerda que en las guerras civiles la venganza opera en muchas dimensiones: como motivación para la acción violenta, para enlistarse en las organizaciones armadas y para matar al enemigo en asesinatos rodeados de sevicia, ritos y estéticas del horror.

Esas dinámicas –explica– fraccionan las sociedades donde se producen las guerras y alimentan una espiral de rencor y venganza. “Y la venganza es una fuerza poderosa que obstaculiza la consecución de la paz. Por ello, ni las autoridades ni los ciudadanos deberían ignorarla”.

Obstáculo 2: Persecución violenta a excombatientes

El segundo punto es que las negociaciones pactadas a finales del siglo XX y las que van de este XXI dejan enseñanzas y avances, pero también muchos firmantes de la paz muertos en forma violenta.

Así lo muestran los procesos adelantados con diferentes guerrillas: con el M-19 (600 asesinados); el Ejército Popular de Liberación, EPL (700); la Corriente de Renovación Socialista, CRS (79); las Autodefensas Unidas de Colombia, AUC (2117) y ahora este con las Farc (284 hasta agosto de 2021).

Obstáculo 3: El deseo de venganza

Los datos anteriores llevan a la tercera consideración, una de las más complejas porque habla de la violencia íntima y la venganza contra los excombatientes.

Y, para el caso, la profesora Gallego García referencia lo sucedido con el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) en el municipio de Ituango, norte de Antioquia, donde se concentraron 278 hombres y mujeres que dejaron las armas y que hicieron parte del antiguo Frente 18.

Ese municipio, durante años escenario de guerra, intentó convertirse en ejemplo de paz con la puesta en marcha de proyectos productivos como la cría de cerdos y aves de corral y el cultivo de café, que dio lugar a la denominación de origen Café Paramillo.

Pero, en 2017, los empezaron a matar: fueron once exguerrilleros y siete de sus familiares. “Estas muertes los forzaron a desplazarse, poco a poco, hacia Medellín, Pereira y a otros lugares para ponerse a salvo de una violencia incesante. Luego, el 15 de julio de 2020, los pocos hombres y mujeres y sus hijos que quedaban en el ETCR de Santa Lucía, salieron en caravana hacia Mutatá”, recuerda la profesora Gallego.

Amplios sectores de la vida colombiana han reclamado, especialmente al Gobierno Nacional, el cumplimiento de todos los puntos pactados en el Acuerdo de Paz con las antiguas Farc como una forma de evitar un nuevo ciclo de violencia y conflicto armado. Foto: Ròbinson Henao.

 

Obstáculo 4: Extender la venganza contra los familiares

a retaliación colectiva abarca el ámbito familiar y ese es el cuarto aspecto del análisis porque “los familiares son, en muchos casos, designados como víctimas expiatorias que deben ‘responder’ por los delitos de quienes fueran combatientes (...) en consonancia con una moral arcaica según la cual al individuo se le imputa la conducta de la totalidad de su propia familia o comunidad”.

Todo esto se da en un caldo de cultivo muy peligroso: el nexo entre víctimas, altas esferas del poder y cobro de venganzas a la guerrilla por sus crímenes e ideología comunista, un fenómeno que, a juicio de la investigadora, es paralelo a la fundación de los grupos paramilitares y sus métodos de violencia extrema.

Obstáculo 5: La disputa por los territorios

Se trata de la lucha por el control de las zonas donde tenían presencia y control las antiguas Farc y por dominar la denominada “economía de la violencia”: “En territorios con presencia débil y fragmentaria del Estado se da una mezcla de formas políticas y privadas de violencia, y el ligamen entre guerra y economías ilegales es estrecho”, explica la docente.

Las regiones de Catatumbo, Bajo Cauca, Norte y Nordeste de Antioquia, sur del Meta, norte del Caquetá, y costas Pacífica de Cauca y Nariño, son ejemplo de ello.

Para comprobarlo, solo basta ver, escuchar o leer las noticias diarias y enterarse de las acciones que comenten la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y grupos paramilitares como Los Rastrojos y las Autodefensas Gaitanistas.

“Más que la conquista plena de un territorio y la imposición de un orden contraestatal o paraestatal, estos grupos armados se mueven por el control de economías ilegales”, como rutas de contrabando, salida y comercialización de drogas, expendio de drogas barriales y maquinaria y explotación ilegal de minas.

Obstáculo 6: El dilema de la seguridad nacional

Es, quizá, el punto más complejo porque muchos excombatientes, personas que dejaron las armas producto del Acuerdo, permanecen en la disyuntiva de seguir apostándole a la paz o regresar a la ilegalidad por temor a engrosar las estadísticas de la muerte.

“Algunos exintegrantes de las Farc han retomado las armas y han reactivado las hostilidades en respuesta al miedo y al peligro que les ronda”, dice la profesora.

El regreso a las armas ha alimentado ciclos de violencias en Colombia, tal y como sucedió en anteriores procesos de negociación con organizaciones ilegales en los que muchos excombatientes terminaron por enrolarse en otros grupos armados para buscar protección, aunque tuvieran otras ideologías o hubieran sido incluso antiguos enemigos.

“En Urabá, por ejemplo, centenares de desmovilizados del EPL se presentaron en la década de 1990 ante Carlos Castaño y las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá para huir del exterminio de las Farc”, recuerda la investigadora.

 

Cumplirles y protegerlos, sin demora

En conclusión de la docente, la mayoría de los excombatientes son personas humildes que quieren o querían retornar “a un mundo de libertad, paz y tranquilidad, pero muchas están viviendo el luto y la muerte muy de cerca”.

La docente Gallego García asegura que hay que romper el patrón de esa violencia y las cadenas de la guerra, que están llenas de pasiones de venganza y de odios: “No solo les disparan, sino que todos los asesinatos se caracterizan por la sevicia”.

El problema, en su opinión, es que la conducta de un segmento de la sociedad y de algunos legitimadores de ella se convierten en un aliciente para esa cadena de
muerte, al punto que les parecen malos los asesinatos cuando los cometen los guerrilleros, pero no cuando ellos son las víctimas de esos crímenes. Y, tan grave aún, incluso los celebran.

La docente advierte, entonces, que el Estado no puede salir a decir que no estaba preparado para el período posacuerdo y que tampoco debe seguir improvisando. “Tiene que fortalecer la implementación de los dispositivos de desarme con garantías de seguridad para la vida”, es decir, su misión, para detener este desangre, es brindarles seguridad a quienes dejaron las armas y cumplir con lo pactado, sin más dilaciones.

 

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Por una transición energética responsable

Mayo 2, 2022

Retos y desafíos de la transición energética justa en Colombia a través de la apropiación social del conocimiento.

Ecosistema Científico E​nergética 2030 como un ejemplo a seguir.

Camilo Younes, Vicerrector de Investigación, Universidad Nacional de Colombia.

Camilo Younes, Vicerrector de Investigación, Universidad Nacional de Colombia

La Organización de las Naciones Unidas adoptó, desde el encuentro de las partes en Rio de Janeiro en 1991, la definición de desarrollo sostenible como “la satisfacción de las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades".

Dentro de los retos más grandes que tiene la humanidad en el marco del desarrollo sostenible está sin duda la necesidad de garantizar los recursos energéticos para la presente y las futuras generaciones.

A pesar de ingentes esfuerzos, particularmente en las últimas tres décadas, aún la dependencia energética basada en recursos fósiles sigue siendo muy alta, según el más reciente informe de la Agencia Internacional de Energía (IEA por sus siglas en inglés), casi el 80% del suministro de energía a nivel mundial está basado en estos recursos.

Teniendo en cuenta la necesidad de profundizar los procesos de descarbonización frente a las realidades de la catástrofe climática que se aproxima por los efectos antropogénicos relacionados con el cambio y la variabilidad climática, la transición energética debe seguir estando en la agenda mundial, pero especialmente en la nacional.

Una transición energética responsable, especialmente en países en como Colombia, debe ser diseñada adecuadamente, de tal forma que no se ponga en riesgo la posibilidad real y efectiva de que la nación se vea beneficiada, pero con un horizonte de responsabilidad planetaria pensando en las futuras generaciones.

Lo anterior implica enmarcar los procesos de transición energética bajo la luz de la justicia energética, entendida como como la agenda de investigación y análisis que busca aplicar los principios de justicia a la política energética, a los sistemas y producción de energía, al consumo energético, al activismo energético, a la seguridad y soberanía energéticas, a la política económica de la energía y especialmente al cambio climático.

“La justicia es un dispositivo convencional para preservar el orden social mediante la solución de disputas entre individuos que están haciendo incompatible sus reclamos…sobre recursos escasos." David Hume.​

Hablar de justicia energética demanda un análisis en al menos tres dimensiones: justicia distributiva, justicia del reconocimiento y justicia procedimental.

La justicia distributiva aborda las problemáticas asociadas con las inequidades físicas de la ubicación de los grandes centros de generación de energía, que generalmente afectan a ciertos sectores de la población dónde se hacen las instalaciones. Tiene que ver con la distribución de daños y beneficios entre la población.

Hay cierta aceptación generalizada en el sentido de que siempre habrá impacto y que alguien debe verse afectado de manera individual para que otros obtengan los beneficios del desarrollo, o, en otras palabras, el interés general prima sobre el individual. Sin embargo, usualmente son los sectores más desfavorecidos los que terminan soportando las cargas de los procesos e instalación de nuevos desarrollos energéticos, v.g. la construcción de una gran hidroeléctrica que afecta a las poblaciones río abajo por el impacto ambiental, el deterioro en la pesca, la carga de biomasa y generación de residuos para sus acueductos, entre otros. Adicionalmente, la justicia distributiva no solamente trata de la ubicación de la infraestructura, sino del acceso equitativo al recurso energético, no son pocas las veces que las poblaciones que soportan el mayor impacto de un nuevo megaproyecto energético sean las que menos acceso tienen a dicho recurso.

La ejecución de proyectos locales y regionales necesita incoporar, en las decisiones de carácter energético, las particularidades y contextos que caracterizan la diversidad social, cultural y étcnia de las poblaciones beneficiadas. 

La justicia del reconocimiento aborda la necesidad de incorporar, en las decisiones de carácter energético, las particularidades y contextos que caracterizan la diversidad social, cultural y étnica de las poblaciones afectadas por los procesos asociados. No es solo la falta de reconocimiento, sino que con frecuencia hay un absoluto desentendimiento de estas características de las poblaciones. Los procesos tienden a ser homogeneizantes y detrás de una fachada de igualdad, terminan siendo victimizantes para las poblaciones que se ven más afectadas por los proyectos de carácter energético. Países como Colombia, que cuentan con contextos culturales, étnicos y sociales altamente diversos, con realidades y brechas económicas muy grandes, deja en cabeza de las minorías más desfavorecidas las mayores cargas derivadas de los proyectos energéticos. Un mínimo reconocimiento de sus realidades y contextos en el marco de los procesos de desarrollo es un deber ético del Estado colombiano.

Finalmente, la justicia procedimental está relacionada con acciones efectivas de involucramiento de las comunidades en los procesos de toma de decisión que gobiernan el reconocimiento de dichos sectores descritos anteriormente.

“Los efectos del conflicto entre Rusia y Ucrania han mostrado que posiblemente sean los recursos energéticos los detonantes de los futuros conflictos a nivel mundial"

Demanda generar procesos equitativos de vinculación de todos los actores de manera no discriminatoria a través de sistemas legales multinivel. Esta dimensión de la justicia energética implica adicionalmente involucrar diálogo de saberes y movilizar saberes locales en los procesos de toma de decisión. Más que buscar no excluir a las comunidades, implica escuchar e implementar sus conocimientos en los territorios donde se busca generar proyectos de carácter energético.

Con el fin de pensar los procesos de transición energética en Colombia y su estrecha relación con la Agenda 2030 de la Organización de las Naciones Unidas, en el año 2017 se aprobó por parte de Colciencias3 el Programa Estrategia de transformación del sector energético colombiano en el horizonte 2030 – Energética 20304 por un valor total de $37 mil millones de pesos.

Este Programa hace parte de una estrategia de ecosistemas científicos para el mejoramiento de la calidad de las Instituciones de Educación Superior (IES), del cual hacen parte 8 universidades colombianas, 12 instituciones internacionales, más de 300 investigadores y 5 empresas.

El Ecosistema está compuesto por 11 proyectos que abordan diferentes temáticas relacionadas con los procesos de transición energética con aspectos como nuevas tecnologías de fuentes renovables de generación de electricidad, gestión de la demanda de energía, estrategias futuras, movilidad y construcción sostenible, política y regulación energética, entre otras.

El proyecto 10 de Energética 2030 estuvo enfocado a los procesos descritos inicialmente de justicia y transición energéticas mediante la implementación de un laboratorio de co-creación y apropiación social de la Ciencia, Tecnología e Innovación, que involucre a la comunidad, la academia, el sector productivo y el sector gubernamental.

El Laboratorio fue implementado en Isla Fuerte5 con los sectores descritos anteriormente, donde la comunidad tuvo un papel protagónico y derivado del mismo se lograron establecer cuatro proyectos productivos y sociales que se espera que generen oportunidades y bienestar a la población a través del uso de fuentes renovables de generación de energía eléctrica.​

Los procesos de transición energética deben estar enmarcados en conceptos de justicia energética, esto implica reconocer a las comunidades, especialmente las más vulnerables como actores claves, así como sus saberes, para lograr que, a través de procesos de co-construcción, se puedan apropiar adecuadamente de los desarrollos de la ciencia para la generación de bienestar con una mirada de desarrollo basado en la sostenibilidad.

Este fue el propósito del Ecosistema Científico Energética 2030 y especialmente del equipo interdisciplinario del proyecto P10, gracias a un esfuerzo acertado del Estado colombiano que debe continuar para apoyar a la consolidación real de una sociedad basada en el conocimiento pero que respete la diversidad, los saberes y los contextos de las comunidades involucradas.

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Una historia de la actividad societaria en Antioquia

Enero 26, 2025

Nuevos elementos para entender las razones que permitieron que esta región alcanzara un importante desarrollo empresarial fueron hallados en una investigación de la Escuela de Derecho. El proyecto ha estudiado, hasta ahora, 3276 sociedades mercantiles constituidas en esta región entre los años 1887 y 1945.

Laura López Alzate, Colaboradora Revista Universidad EAFIT.

Gracias a la alianza entre la Cámara de Comercio de Medellín para Antioquia y la Universidad EAFIT fue posible reconstruir, a partir de documentos antiguos, la historia de la actividad societaria en la región.

El estudio demuestra los cimientos del desarrollo empresarial en Antioquia, pero también encuentra que el contrato de sociedad fue utilizado para llevar a cabo otras actividades económicas, sociales y culturales como farmacias, boticas y droguerías, clubes sociales, teatros, cines, editoriales y periódicos, entre otros.

Esto se evidencia al recorrer las páginas del libro Las sociedades civiles, comerciales y de minas inscritas en los juzgados de Antioquia entre 1887 y 1934: una historia de la actividad societaria de la región, que recoge las conclusiones de la primera fase de esta investigación realizada por los docentes de la Escuela de Derecho María Virginia Gaviria Gil y Juan Esteban Vélez Villegas, junto a Diana Paola Gil Guzmán, abogada e investigadora asociada al proyecto.

Ya está en proceso de edición un segundo tomo que amplía el análisis hasta el año 1945. Según la profesora María Virginia Gaviria, magíster en Historia e investigadora principal, en las dos primeras fases del proyecto se pudieron identificar 3276 sociedades.

Para ella, ambos libros no solo contienen todo el análisis de lo que traían los códigos y las principales normatividades de la época, sino que “van más allá para mirar cómo se usaban en la vida práctica, cómo los empresarios utilizaban esas normas, cómo se apropiaban de las mismas y, adicionalmente, los comentarios que la doctrina jurídica realizaba sobre ellas”.

La investigación fue realizada a partir de fuentes jurídicas como los extractos notariales de constitución de sociedades ubicados en el archivo histórico de la Cámara de Comercio de Medellín para Antioquia, con los que elaboraron un trabajo minucioso de investigación histórica, jurídica y socioeconómica. Con eso lograron identificar en qué regiones de Antioquia se constituyeron más sociedades y quiénes hacían parte de ellas.

Según explica María Virginia Gaviria, “muchos antioqueños tenían sus sociedades familiares o personales, pero a partir de ellas constituían otras sociedades. Existieron unos grupos societarios a principios del siglo XX, un fenómeno que pensábamos que era solo característico de la segunda parte de ese siglo”.

En la investigación también lograron definir qué tipos de sociedades se constituían en la época, siendo las sociedades anónimas menos comunes que las colectivas. Estas últimas eran las preferidas, entre otros motivos, porque generaban más confianza entre el público.

“Logramos encontrar el uso que se le daba a esa figura societaria, a ese contrato de sociedad para múltiples finalidades, que no eran solamente el contrato de sociedad para desarrollar actividades comerciales o para esas nacientes industrias. A principios del siglo XX se utilizaba la sociedad para desarrollar actividades profesionales, servicios de abogados, odontológicos, tareas de prensa, actividades recreativas, cine, teatro, editoriales y muchas otras labores que recurrían a esta herramienta”, comenta la profesora Gaviria.

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Grupo del proyecto de investigación. Foto: Róbinson Henao.

 

Ejemplo de prosperidad en una crisis

Juan Esteban Vélez Villegas, también docente e investigador de la Escuela de Derecho y coautor del libro, explica que Antioquia era un territorio periférico durante el período colonial que se destacaba por ser una región minera, pero donde a finales del siglo XIX y principios del siglo XX se constituyeron una gran cantidad de sociedades mercantiles y se desarrolló una actividad comercial significativa.

“La Medellín de la primera década del siglo XX era una ciudad que no tenía más de 70.000 habitantes y, sin embargo, fue un sitio en el que logró desarrollarse una industria manufacturera muy importante, en donde comenzaron a surgir industrias dedicadas a muchos tipos de actividades. Las textilerías fueron quizás las más notables durante un tiempo, entre las que sobresalieron Coltejer y Fabricato, además de otras industrias de bebidas, zapatos y hasta fósforos, algunas que aún hoy son grandes empresas”, manifiesta Vélez.

También comenzaron las grandes siembras de café, se crearon bancos, en tanto que hubo abundancia de dinero proveniente de la minería. “Para hablar de la historia de Antioquia hay que hacer referencia a la minería”, recuerda el abogado e historiador Rodrigo Puyo Vasco, editor general del libro. Pero no todo fue color de rosa, también ocurrió lo contrario: se presentaron algunas quiebras famosas.

Todo esto representó una riqueza enorme en este período y una gran influyencia política en la vida de la Nación, tanto así que hubo tres presidentes de la República antioqueños en este período: Pedro Nel Ospina, Carlos E. Restrepo y Marco Fidel Suárez.

El denominado Caso Antioqueño, que para muchos investigadores sorprende porque surgió en una región relativamente periférica y aislada para entonces, generó ese dinamismo industrial que igualmente queda en evidencia en esta investigación.

“Esas pequeñas sociedades colectivas antioqueñas manejaban capitales muy limitados y aún así tenían un ecosistema enormemente rico en donde había sociedades de todos los tamaños dedicadas a una gran cantidad de actividades. De esta forma, vemos que el surgimiento posterior de las grandes industrias no fue fruto del azar, sino el resultado de un movimiento mucho más general que se estaba dando en la región”, comenta el profesor Vélez.

Por esta razón, Antioquia fue un ejemplo de cómo prosperar en épocas de crisis: “La región estaba reventada con la Guerra de los Mil Días [ocurrida entre 1899 y 1902], la inflación estaba desbocada, la moneda había colapsado por los abusos del banco y tardó mucho tiempo en volver a ajustarse”.

Pero, a pesar de esa crisis tan enorme, los empresarios antioqueños de ese momento mantuvieron su asociatividad y en medio de esa situación tan difícil lograron sobreponerse y, por eso, en las primeras décadas del siglo XX se pudo dar el florecimiento de la actividad empresarial en la región.

La participación de la mujer como socia o accionista de sociedades era extraña hace un siglo. Sin embargo, se encontraron unas pocas sociedades que eran solo de mujeres. La participación femenina se consolida en la segunda mitad del siglo XX, después de que la Ley 28 de 1932 les dio la capacidad civil para hacerlo.

Un tesoro histórico recuperado

Para Lina Vélez de Nicholls, presidenta ejecutiva de la Cámara de Comercio de Medellín para Antioquia, "no podía ser que la historia de las sociedades mercantiles que se había entregado a la Cámara de Comercio estuviera guardada en un sótano húmedo. Empezamos entonces a recuperar todos sus folios y a buscar tecnologías para su recuperación. Nosotros queríamos que ese esfuerzo de preservación y análisis se materializara y eso es esta investigación".

El exrector de EAFIT Juan Luis Mejía Arango fue una de las personas que más impulsó la investigación. Para él, este libro “es el fruto de un proceso que se inició hace tres años. En la Cámara de Comercio había un tesoro, pero ese tesoro estaba inédito y había que investigarlo”.

Y es que, según el exrector, el archivo de esa entidad es una fuente de investigación jurídica, económica y social que está compuesta por los registros de las sociedades comerciales de Antioquia que por años se depositaron, primero, en un juzgado y luego llegaron a la Cámara de Comercio, entidad que hizo un esfuerzo importante por recuperar, conservar y digitalizar ese archivo.

“Me parece que aquí hay unos hallazgos importantes para los economistas y los historiadores, hoy tenemos un libro que llega a enriquecer el acervo y a permitirnos entender esto que se ha llamado el Caso Antioqueño”, asegura Mejía Arango.

 

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La investigación, como armar un rompecabezas

El desafío inicial de los investigadores fue escudriñar y buscar pistas de la historia de la actividad societaria en el archivo de la Cámara de Comercio de Medellín para Antioquia, según recuerda Diana Paola Gil Guzmán, abogada de EAFIT y también coautora del libro.

“En su primera fase, el proyecto implicó la revisión de muchísimos extractos: revisamos más de 3000 para llegar a identificar en total 1837 extractos de constitución de sociedades”, afirma. Luego, la complejidad estuvo en catalogar, sistematizar y clasificar todos esos documentos en una base de datos.

Ordenar toda esta información no fue tarea sencilla: “Encontramos 8085 socios. Son muchos nombres, fue todo un reto ver cómo poníamos esos nombres en relación y cómo se los presentábamos al lector”, asegura la investigadora.

El Archivo Histórico de Antioquia y la Sala de Patrimonio Documental de EAFIT también fueron fundamentales para hallar otra información que hacía falta.

“Por fortuna, en el departamento se han realizado una buena cantidad de trabajos sobre la historia empresarial de la región. Ese gran interés nos permitió efectuar muchos cruces y relacionar las sociedades”, puntualiza Diana Gil.

El proyecto continúa y en su tercera fase ampliará el análisis hasta el año 1960.

Valor histórico de los documentos de comercio

El abogado e historiador Rodrigo Puyo Vasco –editor general del libro– afirma que la historia de la legislación comercial en nuestro país se inicia con la herencia española de las Ordenanzas de Bilbao y la aprobación del Código de Comercio de 1853.

Durante el régimen federalista, vigente hasta 1885, cada Estado soberano reguló los temas comerciales.

Luego hubo cambios legislativos como consecuencia de la entrada en vigencia de la nueva Constitución de 1886 y en 1887 entró en vigencia el Código de Comercio Terrestre que regulaba, entre otros temas, las sociedades.

Según Puyo Vasco, para 1887 ya existían tres tipos: la sociedad colectiva, la sociedad comandita y la sociedad anónima.

Para ese entonces, los juzgados de comercio no existían y las sociedades se registraban en los juzgados de circuito.

Fue solo hasta 1931 que se entregó el registro mercantil como una función delegada pública a entidades privadas como son las cámaras de comercio.

En esta fecha se ordenó que todos los libros que estaban en los antiguos juzgados de Circuito fueran trasladados a las cámaras de comercio.

Para el historiador, estos documentos “más allá de ser unos papeles, son el recorrido histórico y la vida social, jurídica y económica de nuestra sociedad”.

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