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¿Y qué modelo seguir?

 

Según un estudio de la Universidad de Antioquia, realizado con 972 alumnas de cinco colegios de Medellín, el 77 por ciento de ellas respondió que les aterra la idea de ganar peso. Imagen tomada de www.sxc.hu.

• En 2003, Medellín alcanzó la tasa más alta del mundo en anorexia, bulimia y otros desórdenes alimenticios.
• Hoy, la situación no ha mejorado y todavía se tienen índices comparables a los de países como Argentina y España.

Andrea* tiene 21 años y lleva una vida de universitaria. Trabajos, parciales y finales ahora llaman su atención. Pero antes, cuando tenía 15 años, su vida cambió radicalmente en dos meses y estuvo a punto de hacerlo de forma permanente.

Esta futura profesional, como muchas de Medellín, sufrió de anorexia y mientras era quinceañera, pasó de tener 52 kilos a contar con tan solo 39. Y, con un metro y 62 centímetros de estatura, estas medidas estaban muy por debajo del peso saludable que debió tener su cuerpo.

Afortunadamente, ahora se encuentra sana, luego de pasar por un año largo de recuperación. "Comencé a buscar dietas en internet. Luego, pasé al ejercicio extremo y hacía tres horas de cardio diarias. En ese tiempo, comía solo carbohidratos, pero llegué a pasar el día con un vaso de leche o yogurt".

Y es que según un estudio de la Universidad de Antioquia, Medellín sigue estando entre las primeras ciudades del mundo con el índice más elevado de trastornos alimenticios.

Así, y según la revista Bocas del diario El Tiempo de septiembre de 2011 que referencia los datos de este estudio realizado en 2003 por la institución educativa, un 17.7 por ciento de las niñas entre los 12 y 25 años de la ciudad sufren de anorexia, cifra que colocó en primer puesto a la capital antioqueña, por encima de índices encontrados en Estados Unidos y España, lo que se reveló en un informe del Banco Interamericano de Desarrollo.

"En Medellín se ha ido creando esa imagen de delgadez y, por ejemplo, las mujeres en los estratos bajos creen en su imaginario que siendo muy flacas pueden escalar socialmente", explica Gloria María Pérez Aristizábal, psicóloga clínica, y quien ha participado en los programas de prevención para los trastornos alimenticios realizados por la Alcaldía de Medellín.

La profesional complementa que también en todo el lenguaje popular de la ciudad se habla de que a las gorditas no las quiere nadie. De esta forma, las mujeres reciben la presión social desde niñas y de personas muy cercanas a ellas, como sus padres o parejas. "Una mujer cree que si no es flaca, no es bonita", puntualiza.

Por su parte, Nathalia Franco Pérez, jefa del departamento de Comunicación y Cultura de la Universidad y quien en años anteriores participó del estudio que se hizo en la ciudad sobre anorexia-bulimia, afirma que el análisis no debe quedarse solo en mirar los síntomas  porque, aunque estos son impactantes, hay que detenerse también en qué es lo que lleva a esta enfermedad.

“Lo que hay detrás es una responsabilidad de sectores como el de la moda, el de los medios de comunicación, el de los gimnasios y las academias de baile, el de los cirujanos plásticos y, entre otros, el del comercio de productos cosméticos y adelgazantes, que se enriquecen cada año, fruto de la inconformidad de estas personas y de la delgadez extrema que quieren lograr. A estos sectores les interesan personas insatisfechas con sus cuerpos porque, de esta manera, son consumidoras potenciales”.

¿Cómo detectar? ¿Cómo prevenir?

Según Gloria, la anorexia y la bulimia son dos trastornos de la conducta alimentaria. Se reflejan en cómo la persona se relaciona con la comida: empiezan a tener conductas de restricción, de compensar lo que se comieron, de eliminar algunas comidas y de sobrealimentarse.
 
"Pero, lo importante es que hay una manipulación interna donde la persona tiene una insatisfacción con su cuerpo y un impulso a la delgadez muy marcado. Eso empieza a generar una insatisfacción, un malestar y ahí es donde aparece la conducta restrictiva (anorexia) o de sobrealimentación (bulimia)", aclara la psicóloga.
 
En el caso de Andrea, su padecimiento llegó a ser peligroso. "Cuando llegué a los 39 kilos, mi delgadez comenzó a ser una amenaza. Se caía mi pelo, se quebraban mis uñas, ya no tenía el periodo y estaba a punto de quedar estéril. En cualquier momento podía morir", recuerda.

También, en casos extremos, los dientes se vuelven amarillos, no se desarrolla el busto, el esófago se inflama (por inducir el vómito), aparecen la osteoporosis y las ojeras, se debilita la piel, la espalda se cubre de vello para generar calor, el corazón se contrae y los órganos no crecen correctamente.   

Sin embargo, la universitaria cada vez se trazaba metas más altas. "Tengo una voluntad de hierro y a las dos semanas de estar con mis dietas, mis amigos hacían comentarios positivos al respecto. A eso se le suma que entonces pasaba por una situación familiar difícil, que no sabía cómo manejar. Pero sí podía controlar mi peso, y lo asumí como una forma de escapar de mi casa, como la fórmula de la felicidad, ya que así te lo venden".

En cuanto a la prevención, para la psicóloga, el primer método para disminuir los índices de la enfermedad es retirar la presión social del medio.

"Los diferentes sectores que propagan el ideal de delgadez extrema tienen una responsabilidad social grande como generadores del trastorno. Si ellos eliminan ese discurso o lo ponen más objetivo, yo diría que las enfermedades van desapareciendo. Porque la belleza y la salud no son delgadez, hay muchas formas de belleza", afirma.

En Medellín, no existen instituciones especializadas para el manejo de estas enfermedades, pero sí hay equipos multidisciplinarios (psicólogos, psiquiatras y nutricionistas) expertos en estos trastornos. 

 "Me di cuenta de que había logrado todo lo contrario a lo que quería: tenía problemas de depresión, la situación familiar empeoraba y mis amigos se alejaban. Al final, estar bonita no significaba estar flaca", anota Andrea.

 Ante esto Nathalia expresa que el mensaje que debe quedar es el que no hay un modelo único de cuerpo para ser feliz. "Son las aspiraciones y los sueños lo que debe impulsar a las personas a buscar su felicidad y no el si se tiene un cuerpo esbelto o no. Pienso que ahí el discurso tiene que cambiar", concluye.

*Nombre cambiado para proteger la fuente.

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