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Noticias / Cultura

12 de octubre de 2011

El legado de los Lumiere también se vive en EAFIT 

 

Todos los lunes del año, el Cineclub EAFIT presenta una película representativa de un director o de una temática específica. El objetivo es brindar un espacio a la comunidad para apreciar las bondades del séptimo arte y formar un conocimiento crítico sobre este.

• Todos los lunes del año, un grupo de cinéfilos se reúne en el auditorio 103 del bloque 38 para disfrutar del buen cine.

• Con once años de existencia, el Cineclub de EAFIT se ha convertido en una buena opción de esparcimiento para los estudiantes y el público externo.

La leve brisa que estaba cayendo el pasado lunes 10 de octubre no fue excusa para que Alejandro Ramírez Vélez dejara de asistir al Cine Club de EAFIT. El estudiante de décimo semestre de Administración de Negocios terminó su última clase en la tarde, cruzó el campus y llegó con algunos minutos de retraso al auditorio 103 del bloque 38.

Traía bastante afán, pues quería disfrutar de la película porque no había tenido la oportunidad de asistir a ninguna de las sesiones anteriores y tenía un interés bastante particular en esta.

“En 2010 pude venir en varias ocasiones, pero este año fue un poco difícil. Sin embargo, siempre he tenido una gran pasión por las películas clásicas y el buen cine”, comentó antes de desaparecer en la oscuridad de la sala.

Como él, más de 50 asistentes se dieron cita en este auditorio para ver El hombre que quería ser rey, del director norteamericano John Huston, y que hacía parte del ciclo Fracasados, perdedores y buen cine.

Juan David Betancur Toro, egresado de Administración de Negocios y  fotógrafo profesional era otro de ellos. Él se declara un fiel seguidor de los ciclos que programa el Cineclub y trata de asistir con frecuencia desde hace un par de años.

“Como fotógrafo, el cine es mi alimento básico. Los artistas terminan pareciéndose a lo que escuchan, a lo que leen o a lo que ven, y en mi caso, las películas se convierten en grandes referentes”, afirma.

El Cineclub de la Universidad existe desde hace once años y desde el inicio Juan Carlos González fue designado como director. Se trata de un cardiólogo que descubrió la pasión por las artes cinematográficas durante el quinto semestre de su carrera de medicina y, desde entonces, se dedicó a cultivarla.

“Con disciplina y buena suerte se ha convertido en una segunda profesión para mí, una actividad que desarrollo de manera paralela a mi trabajo en la clínica y en la que dejo todo mi esfuerzo”, manifiesta.

Es precisamente Juan Carlos el encargado de darles la bienvenida a los asistentes cada lunes. Sobre el escenario del auditorio da inicio a una breve charla introductoria sobre la película que se va a proyectar, la trayectoria del director, el contexto histórico en que fue filmada o las circunstancia de su producción.

Después realiza unas breves recomendaciones sobre la cartelera de la ciudad, los filmes más esperados, los que están por llegar y aquellos que ya se pueden adquirir en DVD o blu ray.

Silencio que la película ya va a empezar

Esta es la segunda vez que Sandra Milena Hincapié López asiste a una de las películas del Cineclub. La estudiante de Comunicación Social había realizado una nota sobre esta actividad para una de sus clases y le llamó la atención.

“Aquí encuentro conocimientos que como simple espectador no se alcanzan a ver. Vengo porque Juan Carlos es un conocedor del tema, me gustan las recomendaciones que hace, y en general porque creo que el cine es otra forma de ver y entender el mundo”, asegura la eafitense.

El Cineclub comenzó en enero de 2000 y durante un semestre estuvieron alojados en un aula del Centro Cultural Biblioteca Luis Echavarría Villegas. Durante las primeras sesiones se hizo evidente que el espacio no daría a basto y fue necesario trasladarse.

“Después de la construcción del bloque 38 se asignó uno de los auditorios para las reuniones semanales y desde entonces contamos con un público adulto, formado y cautivo”, explica Juan Carlos.

El director también hace énfasis en que se trata de ciclos de alrededor de 15 o 16 películas, de manera que se convierten en un material representativo para ilustrar una temática o el trabajo de un director.

“También les mando una breve reseña sobre la película todos los lunes y los sábados, e incluso me reclaman cuando no lo hago, lo que significa que ya se han convertido en asistentes fieles”, dice Juan Carlos también, quien añade que hay ocasiones en que en el auditorio no caben las personas y tienen que sentarse en el suelo.

“No es fácil asistir por el día, la hora o el clima, pero así esté cayendo el aguacero más tremendo aquí siempre llegan”, menciona.

La gente no para de llegar en ese instante y tampoco durante los primeros minutos de la proyección. Algunas anécdotas curiosas sobre el director generan una carcajada colectiva entre los cinéfilos allí reunidos, pero rápidamente se desvanece cuando finaliza el preámbulo, se apagan las luces y se cierra el auditorio.

El sonido de una gaseosa al ser destapada o el crepitar de una bolsa de papitas es lo único que se escucha mientras ruedan los créditos del comienzo de la película. Después, el silencio se vuelve protagonista por cerca de dos horas.​