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​La fantasía de Restrepo con la Madonna que aúnno era Madonna


La exposición se realiza en el Centro de Artes de EAFIT. Las horas de visita son de lunes a viernes de 8:00 a.m. a 8:00 p.m., los sábados de 8:00 a.m. a 4:00 p.m. y los domingos hasta el medio día.

• En el Centro de Artes se exhibe, hasta el 9 de febrero, la exposición Como una oración Las madonnas de Javier Restrepo Cuartas. Se inauguró el 15 de noviembre.

• La muestra es una explosión de colores en la que el artista antioqueño plasmó, primero con lápices y después con pinceles, a una de sus divas preferidas.

Amarillos intensos, verdes fosforescentes, rojos encendidos, púrpuras profundos envuelven al público. En el Centro de Artes de EAFIT Madonna, una excéntrica ‘divinidad’ contemporánea acaba de aparecerse, like a virgin, diría ella.

Frente al estallido de tonalidades, Zulma Suárez Ocampo, estudiante de la maestría en Estudios Humanísticos de la Universidad, confiesa: “Nunca combinaría esos colores para vestirme, pero aquí se ven muy bien”.

Es la exposición Como una oración Las madonnas de Javier Restrepo Cuartas, que se inauguró el jueves 15 de noviembre y que se extenderá hasta el 9 de febrero de 2013.

Son, en total, 9 lienzos y 37 dibujos los que pueden observar los asistentes al recinto, ubicado en el primer piso del Centro Cultural Biblioteca Luis Echavarría Villegas.

Sí, la sensación dominante es la de una sinfonía de opuestos. Y hay una alegría que cae sobre los cuerpos de los espectadores, mientras se escucha la inconfundible voz de la Reina del Pop. La sala es una fiesta. Omar Ruiz Hildalgo, artista, dice: “Aquí recuerda uno que el arte no necesariamente debe producirse con dolor, que también puede ser alegría de vivir, de pintar, de crear”.

Madonna es, sobre todo, una imagen. Y aquí hay muchas para creyentes y profanos. Con las diosas y las divas esto basta. En la imagen se encarnan y no tienen más carne que la imagen. Javier Restrepo, hacedor de imágenes y ‘acechador’ de divas, siempre lo supo. Por años persiguió a Rita Hayworth, a Ava Gardner y a Lana Turner en sus apariciones diarias de los periódicos. Las recortaba. Las coleccionaba. Las adoraba.

¿Qué más se hace con las diosas? Quizás reproducirlas. Y Restrepo hizo de esto una ceremonia. Del lienzo las hacía emerger una y otra vez. Con su lápiz, primero, y luego con sus pinceles celebraba cada detalle, eternizaba cada gesto como señala la profesora Imelda Ramírez González, del Departamento de Humanidades. Era su manera de elevarles sus plegarias, de intentar darles presencia.

En los años 80 su obsesión tuvo nombre propio: Madonna. Y en esta elección, dicen, fue visionario. Así lo recuerda Rodrigo Saldarriaga Sanín, director del Pequeño Teatro y amigo del artista, mientras mira la Madonna del guante y las mallas: “¡Entonces Madonna no era Madonna!”.

Su presencia no tenía todavía las dimensiones de ahora. Era apenas una joven despeinada y rubia, con aires de Cindy Lauper y aspiraciones de Marilyn. Era Madonna antes de Madonna. Pero Restrepo entendió su rebeldía, ambigüedad e independencia. No se parecía a las divas hechas para cumplir las fantasías como Marilyn.

Madonna, sin embargo, era su propia fantasía. Y Restrepo entendió que solo se disfrazaba de sí misma para sí misma, que se ponía su imagen como una máscara, mientras se tiraba el pelo sobre los ojos y se reía en la cara de la gente.

Por eso, tal vez, Carolina Restrepo López, de otra orilla generacional, artista y sobrina del artista, peluquera y vestuarista, se acogió bajo su aura y se la tatuó en la espalda en un intento de hacerse a sí misma. Y ahora se pasea por el Centro de Artes y se para al frente de una fotografía que refleja el tatuaje de su espalda, que muestra, a su vez, una imagen de Restrepo y una foto del periódico que trae a la Madonna real.

Y en caso de haber una mujer detrás de la imagen esta vendrá a Medellín en carne y hueso, y cantará. Y producirá miles de imágenes en los noticieros. Por lo pronto, la ciudad tendrá, por estos días, las de Restrepo, retratos afirmativos que se despliegan en la tranquilidad del Centro de Artes.

Mientras esto ocurre, familiares, alumnos, amigos y documentalistas, como Santiago Herrera y Marta Hincapié, se arremolinan alrededor de aquellas que hablan de ausencias: la de Madonna, por supuesto, pero también la del artista muerto hace cuatro años.

Él no está aquí, pero sí las huellas de su mano, la obsesión de sus ojos, la fábrica de sus sueños. Y eso basta para recordar hoy a Madonna y a Javier Restrepo Restrepo. Carolina, entre tanto, mira a todos, da la vuelta y se va, independiente, segura, con la única Madonna de piel. ​