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Estudiantes / Opinión / 11/09/2014

De la costumbre de leer y otras actividades superficiales

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Las opiniones publicadas en esta sección son responsabilidad de cada columnista, y no representan necesariamente el pensamiento y la visión de la Universidad EAFIT

​Por: Santiago Quintero Suárez, estudiante de cuarto semestre de Ciencias Políticas - SantiagoQ​

​Uno se sienta frente a un libro, lo abre y, sin darse cuenta, ya se ha embarcado en un largo viaje… Sí, eso es fácil de decir y para casi todos es evidente. Todos leen (no vaya a creer, hasta usted y yo).

Aquí, allá, en el bus, en la casa… incluso en las bibliotecas. Por supuesto, no niegue que sus velas surcan aguas de 140 caracteres o que, a cada rato, usted comparte enlaces con frases maravillosas.

No se deje engañar por esos puristas que solo gustan de páginas amarillas, olorosas, con letras minuciosas y casi incomprensibles, por los que hablan todo el día de ese libro con el que el profesor de filosofía alardeaba en el colegio; no caiga en la manía anti-pos-moderna-intelectual que huye de las palabras largas con guiones por doquier.

Es mejor resguardarse en esa imagen con un aforismo entretenido, de origen in-rastreable, de un autor des-conocido, que usted encontró en el ‘care-libro’. De todas formas, con eso es suficiente para poder andar de café en café con pinta bohemia y un cuadernito de pasta dura, escribiendo poemas con palabras caprichosas y escuchando tangos de algúnlugardelapatagonia.

¿Sabe qué? Evitemos los escándalos concienzudos de los finos lectores, y mejor volvamos a empezar: uno se sienta frente a un libro, lo abre y, sin darse cuenta, ya se ha quedado dormido. Confiese ante Deus, Pater Omnipotens: ¿hace cuánto no va a la biblioteca a leer (cuenta la leyenda que en las bibliotecas…), ¿cuándo fue la última vez que la vibración en sus manos fue producida por un poema y no por su celular?

Última modificación: 05/02/2015 12:13

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