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Estudiantes / Opinión / 12/02/2014

El mundo que nos tocó

​​​​​​​​​Las opiniones publicadas en esta sección son responsabilidad de cada columnista, y no representan necesariamente el pensamiento y la visión de la Universidad EAFIT.​

​Por Juan José García Vélez, estudiante de sexto semestre de Comunicación Social.​

​ ​La libertad es una facultad (se supone) de la modernidad, y de los hombres y de las mujeres contemporáneas. A lo lar​​go de la historia este concepto ha ido ganando terreno en muchos aspectos y lo ha perdido drásticamente en otros.

Las primeras sociedades que poblaron la tierra, y que ya habían pasado por un proceso evolutivo que les ayudara a tomar decisiones y comunicarse, fueron agrícolas y recolectoras. Estas sociedades eran completamente homogéneas y todas seguían un líder.

Luego las sociedades fueron agrícolas y lograban ponerse de acuerdo para trabajar la tierra y, aunque tenían diferencias sociales significativas, eran autárquicas y se sostenían ellas mismas. En la sociedad industrial lo importante era producir. Y llegamos a la sociedad postindustrial, en la que vivimos hoy.

A través de estas transformaciones de una sociedad a otra, el mundo, que es un perpetuo cambio, ha llegado a lo que somos hoy: personas controladas. O acaso ¿quién dijo que somos libres? Vivimos en un mundo vigilado en cada aspecto, nada es aleatorio, nada es natural.

La generación Z, a la que pertenezco junto con otros millones de personas nacidos alrededor de 1994, ya no somos iguales a nada que haya pisado el planeta Tierra. Vemos el mundo de una manera diferente, nos gusta la inmediatez, la individualidad y, aunque podríamos hacer grandes cosas con los recursos que se nos han dado, hemos preferido no hacer nada en absoluto, a veces.

Durante los años noventa, mientras mi generación empezaba a nacer, ocurrieron grandes cambios en el ámbito político y económico en todo el panorama mundial.

Desde la caída del muro de Berlín, la derrota de dictaduras como la de Pinochet, hasta la aparición de Internet, que ha revolucionado el mundo (de manera positiva y negativa) y la aparición de entidades como la Organización Mundial del Comercio, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional que ayudarían a disminuir la pobreza en algunos países, pero haciéndola más notoria en otros, como en América Latina, apoyados en el Consejo de Washington (una lista -como de mercado- de políticas económicas creada por organismos internacionales con la intensión de ayudar al crecimiento de países latinoamericanos).

Hoy, América Latina es una región de la que todos se aprovechan, vigilada y controlada. Internet, dentro de lo negativo que se le puede achacar, ha sido una gran ayuda de este control. Y, aunque para mi generación internet siempre ha estado allí y nos hemos apoyado en Google más que en cualquier cosa, para el resto del mundo no es así.

Lo que siempre ha estado es el control. Alrededor del 98 por ciento de las telecomunicaciones de América Latina con el resto del mundo pasa a través de Estados Unidos. Gracias a su geografía, las agencias de norteamericanas tienen la ventaja de catalogarlas y analizarlas.

El Consenso de Washington, que cumplió juiciosamente América Latina durante la década de los años noventa, le permitió a potencias del primer mundo, gracias a la apertura de mercados, la explotación de los países subdesarrollados (en vías no, las cosas hay que decirlas como son, sin eufemismos).

Este Consenso no ha ayudado a los países de economías débiles, sino que ha facilitado el control a través de entidades como el Banco Mundial. Además, las políticas educativas que se han implementado, apoyadas en este, no han contribuido a mejorar las oportunidades, sino a extender las ramas de estos mecanismos hasta los más pobres. El poder hoy no lo posee quien tiene la información, sino quien la controla.

Google ha sabido muy bien cómo ejercer esta actividad en la información. Hoy, incluso, y gracias a los cables publicados por Wikileaks, se sabe que ha tenido vínculos con el Departamento de Estado de los Estados Unidos. Como dato, el director de Google Ideas es el ex consejero de Hillary Clinton y trabajó para esta misma entidad.

Barack Obama ha procesado al doble, más que todos los anteriores presidentes juntos desde 1917, según lo dice el acta de espionaje de informantes de los periodistas. Ante este panorama surge la pregunta: ¿cómo es que se le llama espionaje a hablar con los medios de comunicación si se supone que la libertad de información es propia del mundo moderno?

Dilma Roussef tuvo una iniciativa de establecer una comisión reguladora internacional para internet. Esta idea generó terror en la Unión Internacional de Telecomunicaciones quien tomó el control de las mismas.

Yo no creo que internet deba ser controlada por gobiernos. Estamos constatando que las sociedades modernas están embarcadas en un entorno sin garantías, en un sistema donde no es concebible acceder a la verdad de las cosas y no debería ser así.

Es necesario que ocurra algo, no sé bien qué, para que este panorama cambie. Cada persona debe ser libre y cada Estado soberano. Aunque estamos en el mundo que nos tocó vivir, no es el que necesariamente debemos aceptar. Lo que sí tenemos como responsabilidad es cambiarlo.​

Última modificación: 04/02/2015 16:41

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