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Estudiantes / Opinión / 20/11/2014

Innovación: acción más allá del discurso

Las opiniones publicadas en esta sección son responsabilidad de cada columnista, y no representan necesariamente el pensamiento y la visión de la Universidad EAFIT.

Por Carlos Alberto Peña Salgado, comunicador social de la Universidad de Antioquia, MBA – Graduate School of Business Universidad de Palermo y alumno de la maestría en Gerencia de la Innovación y Gestión del Conocimiento de EAFIT.
Twiter: @penasalgado 

​Una canción no muy famosa de una banda uruguaya más bien desconocida inspira esta reflexión: el cuarteto de Nos en su canción Insaciable sentencia después del segundo estribillo que “el progreso se nos debe a los insatisfechos”. 

Esta idea básica, pero suficiente, genera por contraste otras preguntas: ¿entonces el confort aplaca de reto?, ¿la autocomplacencia aquieta el desafío?

Medellín ostenta el pesado adjetivo de “innovadora”, palabra que sufre de un desafortunado abuso y que pierde todo su sentido cuando se invoca simplemente como argumento cosmético para sugerir diferencia o vanguardia. Entonces ¿qué es innovación?

El ganador del Premio Nobel de Economía en 2006, Edmund S. Phelps, es el artífice la teoría que explica el comportamiento del homo innovaticus que, a diferencia de su antecesor, el homo economicus, no solo está preocupado por los asuntos del mercado y lo describe así: “homo innovaticus is very much part of society, he cares about his interests and also the common good. Moreover, curious and unsatisfied with the status quo, he looks for new solutions, which sometimes leads him to make mistakes” .

Andrés Oppenheimer en su libro Basta de Historias (2010) cuenta que en una entrevista realizada a Bill Gates, este le mencionó que el problema de los latinoamericanos es que estamos conformes, y peor, conformes sin fundamentos. 

Gates aseguraba que la reinvención económica de los Estados Unidos en los años 80 se produjo cuando adquirieron la conciencia de que se estaban quedando atrás con respecto a los japoneses. Así como en el país norteamericano, procesos de evolución económica, a partir de la innovación, como los vividos en Corea del Sur, Israel o Singapur han comenzado por reconocer un estado de carencia, una posición que los pone en desventaja y que los obliga a “meterle primera” al tema.

Medellín está reaccionando. Desde diferentes frentes se intensifican los esfuerzos para consolidar una ciudad del conocimiento que reconoce en la innovación una oportunidad de desarrollo social y económico. 

Desde el sector público se realizan grandes inversiones a través de instituciones como Ruta N, que canalizan el 7 por ciento de los excedentes de EPM en CTi; desde el sector privado se cuenta con la voluntad de invertir cada día más en I+D+i, evidenciado en la reciente firma del Pacto por la Innovación que suscribieron más de 800 empresas; y desde la academia, se empieza a generar un debate crítico sobre la innovación, a la vez que se avanza en la cualificación de los profesionales que participan en las dinámicas de ciudad que involucran dicho concepto. 

Medellín es un laboratorio donde están pasando cosas fantásticas pero donde todavía falta mucho por hacer. EAFIT lo reconoce, y su maestría en Gerencia de la Innovación y la Gestión del Conocimiento da cuenta de eso. 

Estamos aprendiendo de innovación para tener cada día más elementos que nos permitan seguir construyendo desde la pertinencia, desde la acción, más allá del discurso. 

En lo personal, considero que todavía no hemos llegado a la meta de ser la ciudad más innovadora del mundo. A lo mejor, si seguimos por la ruta que transitamos en la actualidad, algún día lo logremos. Pero, incluso, en ese momento, cuando realmente hayan evidencias de progreso y calidad de vida para los ciudadanos derivados de la innovación, quizás tampoco sea conveniente creernos el cuento del todo y caer en una vanagloria de Babel, porque detrás de la autocomplacencia viene el letargo, como dice la canción. ​​

Última modificación: 14/01/2015 15:46

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