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16 de abril de 2012

Las opiniones publicadas en esta sección son responsabilidad de cada columnista, y no representan necesariamente el pensamiento y la visión de la Universidad EAFIT.

Diatriba contra
Aníbal Gaviria

Por Sebastián Díaz López, estudiante sexto semestre de Comunicación Social.

Y siempre usted no se aguantó las ganas de ir en contra del artículo publicado por el diario El País de España, ¿ah?  A ver, ¿qué es lo que le molesta? ¿Que otros vengan a Medellín y nos digan la verdad? ¿O que se vea afectada su imagen como alcalde?

Seré muy sincero con usted, Aníbal Gaviria. Primero, por culpa del asesinato de su hermano, a manos de la guerrilla, se nos montó al poder en 2004, como gobernador de Antioquia, y ahora como alcalde de Medellín. Segundo, usted tiene a los del Sindicato Antioqueño a su favor y tiene a un grupo de columnistas que defienden su labor.

Pero ¡qué va!, ya respondió por lo que publicó la periodista María Jimena Duzán en su columna “Una imagen incompleta”, el 17 de septiembre del 2011 en la revista Semana, en la que habló acerca de su padre, Guillermo Gaviria, que, según describió el portal web Verdad Abierta, él habría formado parte de los empresarios que financiaron las autodefensas de Urabá a través del Grupo de los 20. Pero sabe una cosa, usted sí habló. En su momento dijo que eso era una campaña de desprestigio. ¡Ay, hombre, eso dicen todos los políticos cuando se ven cogidos!

Tampoco se ha referido al segundo punto de esa columna, en la que la periodista se refiere a la empresa de su padre, llamada Agropecuaria Carmen de Bolívar, que, según una investigación que publicó la Superintendencia de Notariado y Registro el año pasado, su padre formó parte de la red de los empresarios que despojaron de sus tierras a los campesinos víctimas del conflicto en los Montes de María en 2004.

Pobres campesinos, la ultraderecha y la izquierda de este país empecinadas en no devolverles sus tierras. No lo olvide, señor Gaviria, que muchos votaron por usted para que no ganara el acomodado y avivato de Luis Pérez. Acéptelo. La historia sería diferente si no hubiera existido el Señor Oscuro.

Pero como ser alcalde es tan difícil, y más de una ciudad como Medellín, hay que cuidar la imagen. ¡Ah, periodistas sinvergüenzas de El País que vienen a Medellín a realizar documentales e informes periodísticos sin sentido! Siempre de lo mismo: de los sicarios, del narcotráfico, de la violencia en algunas comunas.

¡Cómo es que no ven que en la comuna 13 ya hay escalera eléctrica! ¡Cómo es que no le preguntaron a la Policía y demás fuentes oficiales si hay o no 5.000 sicarios! ¡Cómo es que no ven que el alcalde de Medellín quiere tapar el sol con un solo dedo! Claro que no hay 5.000 sicarios, ¡hay más!

¿Se le olvida cómo surgieron las bandas criminales y los sicarios de Medellín? Permítame recordárselo: el narcotráfico se inició con la marihuana en la década de los 70. Tiempo después nuevos traficantes, encabezados por Pablo Escobar, Gonzalo Rodríguez Gacha (el famoso “El Mexicano”) y  Carlos Lehder, quien ya era un temerario traficante de marihuana, con contactos en Estados Unidos,  trajeron base de coca del Perú para procesarla en Medellín.

Cuando el poder del narcotráfico llegó a las grandes esferas de la sociedad colombiana, amparados por dirigentes políticos corruptos y ambiciosos, nació la cadena del narcotráfico; de esa manera aparecieron los jíbaros, mulas, empleados de laboratorio, guardaespaldas de los capos, y lo que quizá más le preocupa a usted: sicarios y bandas.

¿Usted se acuerda cuando Pablo Escobar le construyó un barrio completo en Medellín a los pobres humanos que vivían en un basurero que se incendió? Pues bien, esos jóvenes, muchos hijos de campesinos que llegaron a principio de los 80, desplazados por la violencia de la guerrilla, otros porque quisieron llegar a la ciudad, conformaron las más grandes y tenebrosas bandas de sicarios.

En la década de los 90, muchas de esas bandas de sicarios nacieron de los mismos habitantes de los barrios, quienes vieron la necesidad de defenderse de criminales que estaban asechándolos, cobrándoles vacunas a los tenderos. Una especie de autodefensa.

Pero adivine qué: la gran mayoría de las bandas que los mismos habitantes conformaron se les fueron en contra. Claro, es que cobrar por hacer nada es un negocio. Y esas mismas bandas son la semilla de las de hoy, de las que habló El País de España, las que a usted tanto le importunan y no quiere aceptar.

Y el Metro Cable le quedó muy bonito a Luis Pérez y a Fajardo. Y la escalera eléctrica a Salazar. ¿Y a usted qué le va a quedar bonito? ¡Sorpréndame! Las pasadas administraciones se han preocupado por  hacer megaobras con la disculpa  de que hay que mejorarles la vida a los habitantes de esas comunas.

Y claro, las megaobras son importantes, o sino con qué otra cosa los dirigentes políticos tienen derecho a reelegirse, con qué van a justificar los cuatro años de gobierno. Esas obras lo único que han ocasionado es propaganda y esta por lo general es engañosa. Si la ciudad se ve bien en el exterior, el alcalde queda bien.

Claro que Medellín ahora es hoy una ciudad líder, pero hay violencia, hay narcotráfico; ha habido y hay políticos leguleyos, avivatos, sinvergüenzas, mezquinos, cínicos, despabilados, aprovechadores, ambiciosos, impostores, tramposos, avaros, politiqueros, mamones, santurrones, disparatados; hay niñas que siguen pariendo como conejos.

Porque la mamá, la abuela y quizá la bisabuela parieron de la misma forma, en la misma pobreza. No hablemos de que no hay oportunidades; sí las hay. Pocas pero las hay. Esa es la cantaleta de los pobres para que los ricos les alcahueteen la simpleza y la mediocridad.

Y, ¿en dónde están las campañas de salud pública, educación sexual, inversión social y acompañamiento familiar para los estratos más bajos? Si las hay no han servido para nada. Ese es el problema de esa pobre gente, si no hay educación y oportunidades, ¿para qué esas megaobras?

Usted fue el que se metió en el problema de ser alcalde. Según Medicina Legal (una fuente oficial), en el primer trimestre de 2012 hubo 251 muertes violentas; en el mismo periódico de 2011 hubo 478; y en 2010 hubo 501.

El País dijo que en 2011 hubo 1.648 muertes violentas. Sí ve, no están tan desfechados. Y usted le dijo a El Colombiano que, además de las falta de claridad en las fechas en el artículo,  no entiende “el hecho de que no contenga versiones o testimonios de las autoridades civiles ni de los organismos de seguridad…”. Ahí le dejo esta cifra de muertos para que las analice.

Por eso, señor alcalde, no venga a decir cosas que no son. Y le recuerdo la frase de uno de los pandilleros que entrevistó el periodista del periódico El País: “Yo leo, resto, divido, multiplico, sumo y mato”. Y como ese que no llegó si quiera al bachillerato, que es hijo de una madre que tuvo 10 hijos, hay muchos más en esta ciudad que matan por dinero y otros tantos por placer.

Las opiniones publicadas en esta sección son responsabilidad de cada columnista, y no representan necesariamente el pensamiento y la visión de la Universidad EAFIT.​​​​