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​Noticias / Opinión

18 de abril de 2013

Las opiniones publicadas en esta sección son responsabilidad de cada columnista, y no representan necesariamente el pensamiento y la visión de la Universidad EAFIT.

La prostitución del artista pop

Por Sebastián Díaz López, estudiante de séptimo semestre de Comunicación Social.

Artículo escrito en octubre de 2012 para la novena edición de Periodistas en la Carrera. El texto ganó el 17 de abril de 2013 en la categoría artículo de opinión. @sebastiandiazlo.


En letras más grandes que las que utilizan los periódicos para dar la primicia de una catástrofe, los medios anunciaron la noticia del concierto de Madonna.

Y lo cierto es que a todos nos tomó por sorpresa. Aunque ya habían estado en Bogotá bandas y solistas legendarios y como Metallica, Aeroesmith, Paul McCartney, Kiss y la lista continúa, la Reina del Pop, que por casi 30 años ha estado presente en el top ten de las carteleras musicales más importantes del mundo, nunca había dado señas de querer estar en Colombia, un país hoy por hoy “reggeatonizado”. Pero lo hizo, y a falta de un concierto tendremos dos.

Como Europa y Estados Unidos se cansaron de ver a estos artistas (por ejemplo Madonna desde 2005 ha realizado tres giras de conciertos), ahora los exportan a estos rincones del mundo que nunca antes habían mirado.
 
Sin embargo, eventos como este hablan por sí solos. Se estima que los dos conciertos de Madonna en Medellín generarán impuestos por concepto de boletería a la administración local por unos 3.600 millones de pesos. Claro, es que esto en Colombia es nuevo, acá ellos podrán recaudar como lo hacían en la época de gloria europea o estadounidense.

Madonna es la única estrella del pop de la década de los 80 que se pueda dar el lujo de decir que hasta la fecha sigue colocando números uno en la lista musical más prestigiosa: la Billboard. Pero eso ha sido a un alto costo. Su música se ha transformado a lo largo de sus casi tres décadas de carrera. Hoy en día sus álbumes son una fusión entre ese ritmo que nació en el alumbrar de los años 80, conocido como el pop dance, y el que predomina en la actualidad en la industria musical, conocido como el electro pop, representado por cantantes como Lady Gaga, Rihanna y Jeniffer López.

Pero a su vez, esas tres son el legado de la Madonna de los 80 y principios de los 90 con sus escándalos. Basta recordar la irreverente presentación de Madonna en los premios MTV de 1984 cuando se arrastró por el suelo vestida de novia fingiendo poses sexuales. Hoy en día los shows de Madonna son lacónicos y prefabricados, que hablan per se luego de una trayectoria musical camaleónica.

Al ver tal éxito en uno de los íconos del pop, las cantantes de hoy, no en vano, saben que el sexo y la religión siempre serán una estrategia de “mercadotecnia”. Ese ha sido, por ejemplo, el modus operandi de Lady Gaga, quien ha tocado los hilos más delicados de la Iglesia Católica y la comunidad LGTBI en sus canciones.

Pero, ¿en dónde quedaron las divas de los 60 y 70 que lograron posicionarse sin ningún escándalo como Diana Ross, Barbara Streisand, Tina Turner, entre otras? ¿Qué hay del legado de los grupos de pop como The Beatles, The Bee Gees, The Police, Genesis y Toto; y ABBA en el pop europeo? ¿Qué hay del legado que dejaron Michael Jackson y Frank Sinatra, y el de los que no han muerto como Tom Jones y Steve Wonder?

Las extravagancias e irreverencias de los nuevos representantes del pop mundial obedecen a los cánones impuestos por la sociedad de consumo. "Una sociedad capitalista requiere una cultura basada en imágenes. Necesita suministrar muchísimo entretenimiento con el objeto de estimular la compra y anestesiar los dolores asociados a la clase, la raza y el sexo”, dijo alguna vez la novelista estadounidense Susan Sontag.

Otrora eso no sucedía, pues el artista conservaba su esencia de crear arte a través de la música. Su show era único, como lo vimos en un principio con Elvis Presley y James Brown, posteriormente con el Rey del Pop Michael Jackson en la década de los 80 y hasta mediados de los 90.

Sin embargo, al final la gran mayoría de estos terminaron por sucumbir ante el consumo, prefabricación y comercialización de su vida personal. Parecido le sucedió al Movimiento Hippie, uno de los más célebres de la contracultura de los años 60. Al final, terminó absorbido por el capitalismo salvaje que convirtió sus principios en un prototipo de consumo. Una moda que debíamos imitar. Una normalización de la cultura popular.

Cuando hablamos de pop, la gran mayoría tiene en la mente a las denominadas “princesitas del pop” y a las boy band (bandas de chicos) de los 90. Pero ni el pop nace con las “princesitas” ni con las bandas de pop conformadas por hombres. Si bien algunos dicen que este género nació en la década de los 30, la palabra “pop” es un apócope del término “música popular”, que se empezó a utilizar luego de que los británicos comenzaran a exportar sus bandas en el mercado musical estadounidense a finales de los 60.
 
En esa década, las grandes divas del pop y de la balada como Diana Ross, madrina musical de Michael Jackson, Aretha Franklin y Barbara Streisand; y bandas como The Beatles, The Rolling Stones y The Carpenters empezaron a cantar en un ritmo ligero, biensonante y comercial, hasta su masificación y comercialización, en los 80, con el nacimiento de las superestrellas del pop como Michael Jackson, Madonna y, en menor medida, Prince.

Los años 80 significan un cambio en el estilo de vida de los países occidentales en la música, la moda y el cine... Estos años son la máxima representación del consumo moderno.

Los artistas pop de hoy son una representación exagerada y prostituida de lo que fueron los pioneros en sus épocas de gloria. Esto se debe, en gran medida, a la piratería musical, fruto de un desarrollo tecnológico vertiginoso, que se creyó iba a ser la panacea para esta industria, pero que democratizó la música a través de los medios digitales. Ya los artistas no venden la misma cantidad de discos como lo hacían antes. Ahora lo que vende es el artista, su esencia, su vida sexual y sus principios éticos: su vida. Esto se ve representado hoy en una industria musical efímera y que le sigue dando aire a las momias musicales.

¡Dios salve a la reina, a sus princesas y a sus actuales cortesanas del pop… así estén pre mortem!