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Noticias / Opinión

1 de agosto de 2012
Las opiniones publicadas en esta sección son responsabilidad de cada columnista, y no representan necesariamente el pensamiento y la visión de la Universidad EAFIT.

Por una reforma de fondo

Por Daniel Soto Gómez, estudiante de séptimo semestre de Comunicación Social.​

En las últimas semanas han sucedido varios eventos en la política nacional que dejan mucho que desear de la manera cómo se dirige el destino de Colombia desde las altas esferas. Ejemplo de esto es la fallida reforma a la justicia.

Ahora, mi intención no es hacer un análisis de los errores y las irregularidades que ocurren en las ramas del poder público. Más bien, me parece pertinente dilucidar sobre cuáles pueden llegar a ser las responsabilidades de las personas que, hoy por hoy, nos formamos para después tener en nuestras manos decisiones coyunturales de la nación.

Al observar el comportamiento de la sociedad, puede verse que, con frecuencia, ponemos nuestras necesidades por encima del interés general. Lastimosamente es común encontrarse con personas que, en ciertas situaciones, se rigen por la filosofía del “CVY” (Cómo Voy Yo), “primero yo, segundo yo, tercero yo y lo que quede para mí”.

Lo cierto es que cada vez, en mayor medida, se pierde la noción del otro como un par que puede ayudar y, por el contrario, este se convierte con fuerza en un personaje antagónico a quien es necesario destruir.

Sería interesante cavilar acerca de un mundo en el que se piense en una verdadera equidad de posibilidades y que esta deje de ser solo una herramienta de populismo discursivo utilizada por unos cuantos.

Difícil tarea, más aún cuando los jóvenes sabemos que, a pesar de todas las palabras bonitas que se oyen, la realidad privilegia al más fuerte por encima de los demás. Pero está en manos de esta generación lograr que se trabaje en unidad y se respeten las innegables diferencias que existen entre los seres humanos, porque ese es el camino para lograr un país verdaderamente competitivo en el ámbito político, económico y social.

Conmino entonces a los integrantes de todas las esferas que componen nuestra nación a luchar por una reforma que se inicie desde el núcleo familiar y los centros de educación básica y superior, hasta las élites económicas y políticas, para que se tomen decisiones con verdadera objetividad y justicia.

Soy consciente de que esta idea es utópica, pero como se dice en el argot popular "hay que soñar con ser presidente, para ser un buen gerente”.