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Noticias / Opinión

12 de octubre de 2011

¿Qué pasa en
la biblioteca?
Reflexiones sobre la convivencia

Por: Alejandro Londoño Hurtado, presidente de la Organización Estudiantil (OE).

Continuando con la línea de la convivencia dentro del campus, esta vez me centraré  en un tema recurrente y al que siempre volvemos. En los corredores, cafeterías, salones y asambleas, año tras año, el tema sobre el fenómeno del respeto y la convivencia dentro de la biblioteca (hoy Centro Cultural Biblioteca Luis Echavarría Villegas) siempre vuelve.

No es extraño escuchar quejas a diestra y siniestra sobre el precario ambiente de estudio que se ha generado en este espacio, que dicen, se orienta más hacia el estilo de la cafetería que al de una zona de aprendizaje. Inclusive se ha llegado a proponer que se construyan cafés en su interior para darle un estilo más acorde con su funcionalidad.

Con esto, haciendo un sondeo informal que incluyó preguntas a diferentes estudiantes, revisión de actas de asambleas y charlas informales con amigos y conocidos, he agrupado estas quejas en dos líneas generales: el comportamiento de los estudiantes; y la infraestructura ​y sus respectivos corolarios que, en este caso, son el mantenimiento y la capacidad.

De esta forma, las inconformidades se centran en el ruido que generan algunas personas, las basuras que dejan, el mal uso de los equipos, la falta de espacios para estudiar y el uso exclusivo de los cubículos para investigadores.

Tomando estos comentarios me dirigí a donde la coordinadora de servicios de la biblioteca, Ana María Vélez, para preguntarle cómo veían ellos estos fenómenos y qué se estaba haciendo para mejorarlos. Cuando entré a su oficina y le pregunté por el menoscabo del ambiente de estudio, me respondió: “Alejandro, no sabemos qué más hacer”.

Casos como el de personas que cuñan las mesas con libros de la biblioteca,  rayan los cubículos, dañan los computadores o generan interesantes debates sobre diferentes temas en las mesas de estudio, riendo y gozando como si estuvieran en un centro comercial son comunes día a día; y pobre del que ose pedirles silencio, ay de aquel desprevenido que crea en las normas de convivencia, este acto de nobleza podría salirle caro ante el irrespeto de aquellos que no creen en nada ni en nadie.

Sobre el tema de las basuras “hemos pensado inclusive en dejar de limpiar la biblioteca por una semana como medida de choque. Confiamos en los estudiantes, les dejamos entrar sus pertenencias para que no hicieran las filas y, aunque en términos de pérdidas los índices se redujeron, en el aspecto de las basuras tuvimos un aumento considerable”, dice. 

Y continúa: “Así mismo, les permitimos ingresar a los cubículos el año pasado,  ¿y qué obtuvimos?: gente que los usaba para festejar cumpleaños, incluyendo la torta y la música, otros para cumplir sus más profundas fantasías y aquellos que ante la falta de sofás usaban esos espacios como cuarto de hotel".

Finalmente, al preguntarle por los computadores me comenta que hay que entender que estos tienen un uso constante y excesivo que muchas veces no es el adecuado por parte de los estudiantes quienes, y hace énfasis en esto, son los únicos que tienen acceso a los mismos.

Todos los días nos enfrentamos a terribles virus, pantallas dañadas, teclas removidas, pilas y cables de energía robados, entre otros, por lo que es el mismo comportamiento inadecuado de algunos estudiantes el que, en la mayoría de los casos, genera que los equipos no estén disponibles, pues el mantenimiento que se les hace es constante.

¿Qué hacer pues ante un fenómeno de este tipo? ¿Qué soluciones plantear cuando los mismos usuarios, aquellos que se ven beneficiados con el servicio, son los generadores del problema? ¿Acaso tocará crear cultura por medio del temor al castigo? ¿No podemos autorregularnos ni tampoco pararnos ante aquellos que no nos permiten estudiar con tranquilidad? 

En conclusión, hago un llamado a la autorregulación, al respeto y al compromiso. Todos los estudiantes tienen que entender que debemos respetar a los demás, tenemos la responsabilidad moral de convivir y por ello de asumir nuestro papel dentro de un espacio habitado por otros, por lo que en primer lugar demos ejemplo y seamos disciplinados en los espacios de estudio; y  acto seguido no permitamos que la inconsciencia de unos pocos coarte nuestra libertad de estudio, generemos una sanción moral con respeto, mostrándoles con amabilidad que el espacio es de todos.  ​