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Noticias / Opinión

​​12 de septiembre de 2012
Las opiniones publicadas en esta sección son responsabilidad de cada columnista, y no representan necesariamente el pensamiento y la visión de la Universidad EAFIT.

¿Realities? ¡Guácala… qué rico!


Por Luis David Vásquez Zapata, ​estudiante de décimo semestre de Comunicación Social. 

Desde el 16 de septiembre de 1999, fecha en que se emitió por primera vez el reality Gran Hermano, en los Países Bajos, la televisión se ha convertido en una especie de ventana desde la que grandes audiencias parecieran disfrutar con morbo el hecho de poder ver, a través de las cámaras, cómo vive un grupo de individuos encerrados durante meses, y cómo pueden llegar a exhibir lo mejor y lo peor de sus personalidades.

Combinar diferentes temperamentos, y tener como meta jugosos premios y fama (aunque sea pasajera, como en la mayoría de los casos), es una mezcla que  fácilmente produce los resultados que los canales de televisión necesitan para lograr altos índices de audiencia, y por ende, grandes reportes económicos.

Esta “fórmula mágica” se ha encargado de desplazar al típico culebrón mexicano que basaba sus historias en mostrar la brecha entre pobres y ricos. Incluso, la típica novela rosa de Corín Tellado se vería hoy bastante ingenua y desteñida al lado de este tipo de formatos que se transmiten en horarios de alto rating.

Así pues, podríamos decir que los realities son una especie de nueva telenovela, ya que hacen uso de las mismas manifestaciones propias del comportamiento humano: intrigas, celos, peleas, amor, traición, lágrimas...muchas lágrimas, solo que intentan dar al espectador una idea de que lo que tiene en frente pertenece al plano de la realidad.

Desde el tratamiento de la edición hasta el cómo se muestran frente a las cámaras, es posible construir a un personaje bueno o uno antagónico, y dar mayor protagonismo a unos o a otros según la necesidad del canal.

Estos formatos permiten la participación de la teleaudiencia para que defina el rumbo de los acontecimientos, mediante la posibilidad de votar cuantas veces se quiera, y por supuesto, hay que pagar.

En este punto debo decir que uno como televidente no está muy seguro de la transparencia en los procesos de votación, pero el público suele confiar en la buena fe de los grandes canales de televisión.

Si bien las audiencias siempre han tenido una participación directa, en los procesos de recepción, es increíble el impacto que estos formatos televisivos ejercen hoy sobre la sociedad.

Y, aunque muchas personas renieguen o manifiesten cierta aversión hacia ese tipo de programas, es difícil no tener algún tipo de contacto con estos, ya sea en la conversación de pasillo o a través de los diferentes medios a los que estamos expuestos diariamente.

Un buen ejemplo de cómo se involucra la audiencia en este tipo de formatos, es la famosa “mechoneada” que le propinó la participante Elianis Garrido a Óscar Naranjo en el programa Protagonistas de Nuestra Tele 2012.

Días antes el canal RCN estuvo anunciando lo que iba a suceder y, claro, la respuesta del público no se hizo esperar. El rating se disparó de una manera tal que logró desplazar a la serie Pablo Escobar, el Patrón del Mal, que hasta entonces lideraba en esa franja.

Así de simple, una pelea entre los dos mencionados personajes hizo que millones de colombianos se sentaran frente al televisor para asistir a tan bochornoso acto, que más bien parecía una pelea entre dos muchachas de barrio.

De igual manera, cuando se produjo la eliminación de la controversial Manuela Gómez, se sintió un grito colectivo como cuando la Selección Colombia de fútbol anota un gol. Esa es otra prueba de que este tipo de espectáculos despierta fuertes pasiones en la teleaudiencia nacional.

Y lo mismo sucedía tiempo atrás cuando gran parte del país se paralizaba con Jaider Villa, quien a la postre ganara el primer lugar de Protagonistas de Telenovela en 2002. Este personaje desafiaba a sus compañeros, repitiendo la ya recordada frase “es que yo no vine aquí a hacer amigos”.

Su actitud sobradora logró despertar tantos sentimientos, que llegó a generar todo un fenómeno social, e incluso, se le llegó a ver como a un verdadero héroe cuando salió de la casa estudio.

Pero así, ganando y todo, a Jaider se le reconoce hoy entre burlas y bromas, como un pésimo actor. Aún así, rezar mucho, hablar permanentemente de Dios y hasta hablar consigo mismo en voz tan alta que pueda ser subtitulada por la producción, también puede servir para cautivar al público votante.

¿Serán ciertos los rumores que dicen que todo está “libreteado” y que los personajes reciben instrucciones por medio de un sistema de parlantes acerca de lo que deben hacer o decir?…qué raro sería, ¿no?

Realities que en el fondo son “irrealities”, que más bien parecen novelas construidas a la medida, que permiten ver la miseria ajena con un voyerismo en pleno y con una tremenda carga de morbo que brota enfermiza en la audiencia, como cuando se ve una pelea de perros desde afuera, donde no se necesita arriesgar el propio pellejo en lo mínimo, y que se disfruta de todo un banquete audiovisual es la receta más ganadora en nuestros canales nacionales.

Demostrado está pues que en este tipo de programas lo que menos interesa es el talento. Lo que más vende es mostrar bochinche y camorra, aunque a veces llegue a tener más simpatía entre el público el personaje que más lástima produce, o el que más llora y hace pucheros frente a las cámaras, como Cristian Suárez “camandulita”, quien ganara la versión de protagonistas de Nuestra Tele 2010 y quien, entre llanto y sollozos, rogaba frente a las cámaras: “Colombia…voten por mi”.

Gústenos o no, seguiremos viendo estas producciones con personajes que nos pueden simpatizar, otros que nos parezcan odiosos, todos ellos buscando convertirse en celebridades y usando estrategias corrilleras como cuando las hienas se congregan para cazar.

Lo cierto del caso es que realities hay, para todos los gustos y para mucho rato.