26 de enero de 2022 | REVISTA UNIVERSIDAD EAFIT - LAS CIENCIAS AL SERVICIO DEL CUIDADO
En una entrevista con el diario El Mundo de España, Victoria Camps, catedrática emérita de Filosofía Moral y Política de la Universidad Autónoma de Barcelona, respondía así cuando se le preguntaba si habría que hacer del cuidado un objetivo político: “Tiene que ser un objetivo político para introducir mayor
bienestar para la sociedad, para hacer ver que una sociedad cuidadora, como se empieza a decir, es algo absolutamente fundamental en estos tiempos”.
¿Sociedad cuidadora? Ya fuera un concepto que viniera de tiempo atrás y que se haya hecho mucho más consciente con la pandemia del COVID-19, el tema es que, en este escenario de salida a esta contingencia, es también momento de que la ciencia plantee su aporte para que hoy pueda discutirse cómo, desde diferentes disciplinas, se dispone de diversas acciones transformadoras en beneficio del cuidado. En esta búsqueda es necesario que ciencia y cuidado se encuentren
y conversen, y la primera se ponga al servicio de la segunda.
La Unesco (Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) en un informe especial alrededor de la ciencia al servicio de la sociedad,
formulaba la siguiente reflexión: “La ciencia es la mayor empresa colectiva de la humanidad. Nos permite vivir más tiempo y mejor, cuida de nuestra salud, nos proporciona medicamentos que curan enfermedades y alivian dolores y sufrimientos, nos ayuda a conseguir agua para nuestras necesidades básicas –incluyendo la comida–, suministra energía y nos hace la vida más agradable, pues puede desempeñar un papel en el deporte, la música, el ocio y las últimas tecnologías en comunicaciones”.
La ciencia no está lejos, ni encerrada en papers o laboratorios, ni es exclusiva de una élite intelectual. Se encuentra en lo cotidiano y durante la crisis que comenzó
en la génesis de la pandemia, en 2020, ha estado aportando soluciones que involucran a la salud física y mental, la economía, el medio ambiente, la vida en las ciudades, los hábitos de higiene y en manifestaciones como el arte en todas sus dimensiones.
Desde la antigüedad, las ciudades fueron lugares que permitían la
protección ante el ataque de enemigos. Con la pandemia, el nuevo
enemigo invisible obligó al confinamiento de más de 3000 millones
de personas en todo el mundo. Foto: Róbinson Henao
Una gran capacidad de respuesta
“La ciencia estuvo a la altura de la pandemia”, subraya Gabriel Mesa Nicholls, exgerente de la EPS Sura y asesor de EAFIT. En palabras de este médico, el COVID-19 ha hecho las veces de un gran maestro que le enseñó a la humanidad el valor de la vida, del momento, de la hora, de la potencia de la ciencia y de la hermosura de la existencia.
A su vez, Jorge Giraldo Ramírez, filósofo, profesor emérito de EAFIT y exdecano de su Escuela de Humanidades, percibe este momento como una oportunidad que debe convertir esa impresión –“la impresión tan brava de este golpe”, como llama a lo sorpresivo que fue la llegada de la pandemia– en un proceso más consciente en el que se pongan en práctica proyectos que tienen que ser de cambio.
El académico no ve tan claro que, efectivamente, esté la ciencia al servicio del cuidado. Por el contrario, recuerda que esta no es una sociedad que valore mucho a la ciencia y que más bien –hace poco más de medio siglo– buena
parte de ella dio un giro hacia la técnica, en un camino muy relacionado con el hacer, algo muy distinto a hacer ciencia.
Lo que sí ha hecho la ciencia es responder. En tan solo diez meses se logró que Pfizer y BioNtech llevaran su vacuna del concepto a la realidad, como lo ilustra BBC Mundo en una nota en la que se hace un comparativo con otras enfermedades en la historia. Para la hepatitis B se necesitó de 16 años desde la identificación del agente causal hasta la validación de la vacuna. El polio requirió de 47 años y la meningitis casi de un siglo. Esto para mencionar solo algunas.
El asunto es que antes pasaban décadas y, en muchos casos, aún no hay aprobación, pese a que son enfermedades que llevan decenas de años conviviendo con la humanidad. Esto es una muestra de lo avanzado de la tecnología y de cómo la ciencia actuó en beneficio del cuidado.
“En cuestión de meses ya el mundo tenía cientos de candidatos a vacunas. Todo esto es derivado de la capacidad de entender la ciencia y el funcionamiento de las estructuras que componen la vida. Podemos entender el milagro de la vida, maravillarnos ante el desarrollo y la evolución”, anota Gabriel Mesa.