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El cuidado de uno, el cuidado de todos

Entre la pandemia y las múltiples crisis mundiales y locales, las ciencias sociales y las humanidades han puesto su mirada en el cuidado del hombre, de las instituciones y de
las organizaciones de la sociedad. También en la importancia de escuchar para saber y de aprender para argumentaro



Octavio Gómez, Colaborador Revista Universidad EAFIT



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26 de enero de 2022 | REVISTA UNIVERSIDAD EAFIT - LAS CIENCIAS AL SERVICIO DEL CUIDADO

Solamente cuando las calles se quedaron desiertas por la cuarentena para frenar la expansión del COVID-19 y las imágenes de las salas de unidades de cuidados intensivos empezaron a mostrar a los contagiados conectados fue que la sociedad se dio cuenta de que el cuidado colectivo era la clave para sobrevivir.

Y es que, hasta abril de 2020, solo una minoría entre los 7.800 millones de personas que habitamos la Tierra era consciente de que la ciencia, toda, la humana, la de la salud, la básica, la social, la exacta, estaba volviendo sobre sus primeros pasos: poner en el centro de su atención el cuidado del ser humano.

La declaración de pandemia por la Organización Mundial de la Salud (OMS) fue el cimbronazo general, pero en la academia, en los laboratorios, en las reflexiones científicas ya sonaba la alarma porque los síntomas eran evidentes: la crisis climática, las permanentes y cada vez más fuertes recesiones en las economías más poderosas del mundo, la inatajable escalada bélica y el deterioro de los ambientes de convivencia y seguridad en las grandes ciudades –entre otros fenómenos estructurales– fueron anuncios que no se pudieron ignorar más.

Todo lo anterior derrumbaba el mito de que el alto desarrollo tecnológico iba a ser la punta de lanza de la batalla por un mundo mejor.

Pregunta por el hombre

La pandemia fue la alerta general para algo que ya estaba pasando en el mundo, afirma Mariantonia Lemos Hoyos, doctora en Psicología y profesora del Departamento de Psicología de EAFIT.

“Independientemente del alto grado de desarrollo tecnológico que tengamos, hay unas preocupaciones que van emergiendo y que no pueden ser solucionadas desde ese punto de vista como tal o mediante soluciones biológicas o técnicas específicas, sino que se tiene que empezar a hacer una pregunta por el componente humano”, explica.

Agrega que tras décadas de un desarrollo científico en el cual el centro se puso en “el conocimiento per se”, volvieron las preguntas sobre el ser humano porque “es importante volver a estudiarlo para entender los fenómenos que median su comportamiento, los fenómenos sociales, para ayudarnos a resolver ciertas situaciones que tenemos hoy”.

El problema colombiano es, sin embargo, más complejo. A las dificultades generales que impuso la pandemia se unió el ambiente de malestar social ocasionado, primero, por los efectos de aquella y, segundo, por la aplicación de políticas económicas lesivas para muchos grupos de la población. Y miles se fueron a las calles, a pesar del miedo al contagio –o por él– y se produjo una escalada de protestas sociales.

Adolfo Eslava, decano de la Escuela de Humanidades de EAFIT, en su reflexión Deseos desde la crisis, señaló que “no estamos en una época de cambios sino en un cambio de época, es un momento de crisis de la humanidad que tenemos que enfrentar sin indolencia y sin desfallecer [...] es ocasión de revertir la tendencia de un ecosistema que gravita alrededor de la técnica, el algoritmo y la optimización para situarlo en la órbita de los hábitos y hábitats esperanzados y esperanzadores”, en alusión tanto a la crisis global de salud pública como a la nacional de la vida social y política.

El abogado Santiago Londoño Uribe, magíster en Ordenación del Territorio, Urbanismo y Medio Ambiente de EAFIT y responsable del proyecto "Tejeduría Territorial” reconoce “una fractura y una fragmentación y la preeminencia de algunos actores sobre otros; el Estado, el Municipio, creció y se fortaleció, pero al mismo tiempo desplazó a muchos otros actores en los territorios”.

En el documento Comunicar para transformar, de la maestría de Estudios del Comportamiento, de EAFIT, se expresa que “la situación pandémica ha puesto el foco en asuntos auténticamente comunes: la salud pública, la seguridad humana, la reactivación social y económica”.

En la coyuntura se iban reuniendo tres conceptos básicos: cuidado, cambios de comportamiento y conversación, todos puestos en la mira de iniciar procesos de transformación en la sociedad.

Tejer el territorio
El abogado Santiago Londoño Uribe y el rapero Aka (Luis Fernando Álvarez Ramírez), de la comuna 13 de Medellín, desarrollaron en su tesis de maestría, Tejer el territorio: procesos de gobernanza urbana comparados en la producción de bienes comunes en la comuna 13, una propuesta de trabajo para, mediante la conversación, volver a construir confianza entre los sectores sociales.
Bajo el patrocinio de Proantioquia y con el apoyo de EAFIT, la metodología propuesta se convirtió en un encuentro social que Londoño llamó "Tejeduría Territorial" y que, en comienzo, se ejecuta en las comunas 13 (San Javier) y 8 (Villa Hermosa) de Medellín.
Londoño recuerda las experiencias que, en los años 90, vivió la ciudad a instancias de la hoy desaparecida Consejería Presidencial para Medellín que propició grandes encuentros con todos los sectores de la sociedad local para buscar salidas a la crisis de aquellos años provocada, entre otros factores, por los efectos del narcotráfico.
La Tejeduría es más pequeña, incluso íntima. La primera fase consistió en el diseño metodológico de los encuentros y en la identificación de los actores invitados: cuatro líderes del territorio, cuatro organizaciones sociales con presencia en sus barrios e historia de trabajo, y cuatro empresarios.


La invitación es a convensar
Esa conversación se debe desarrollar en tres fases:

  • La primera se llama “Reconocimiento y construcción de confianza”, que arrancar a partir del ser humano: “Identificamos una fractura, una fragmentación, que ha generado una profunda desconfianza entre los actores, que va acompañada de prejuicios”, explica Londoño. Su duración se previó en tres meses.

  • La segunda fase se produce cuando “ya empezamos a conocernos, ya sabemos qué hace cada uno, estamos en este territorio; ahora, ¿qué podemos hacer juntos? Ahí comenzamos a recopilar procesos de planeación local, que en Medellín hay muchos”, dice Londoño.

  • “Y una tercera es la acción y la ejecución. Ya nos conocimos, construimos confianza y entendemos quiénes somos, estamos sobre un territorio que conocemos mejor porque estamos trabajando ahí; planeamos y diseñamos proyectos; en esta parte vamos a buscar recursos y a ejecutarlos. Esa es la tejeduría”, puntualiza.





“No estamos en una época de cambios sino en un cambio de época, es un momento de crisis de la humanidad que tenemos que enfrentar sin indolencia y sin desfallecer”. Adolfo Eslava, decano de la Escuela de Humanidades de EAFIT.






Cuidado de todo, cuidado con todos

La profesora Lemos Hoyos explica que la “cultura del cuidado” apareció en la medicina cuando, superados los avances en los tratamientos de las enfermedades infecciosas con el uso de antibióticos, la atención se desplazó hacia las enfermedades crónicas que, aunque no en su totalidad, son prevenibles en fases tempranas y están mediadas por el comportamiento.

“Al cuidar al ser humano como tal, su calidad de vida, su bienestar, la palabra salud empieza a ser muy importante. Pero esa palabra no diferencia entre lo mental y lo físico porque entiende al ser humano como una unidad”, indica. “Cuando hablamos de cuidado lo entendemos como mejorar la calidad de vida del individuo, desde lo individual, social y cultural”, agrega.

Sin embargo, el problema no solo atañe a las ciencias. “Los seres humanos no somos tan racionales ni tan lógicos como se había creído. Entender de qué manera nos comportamos y por qué a veces nos comportamos tan distinto de como decimos que lo vamos a hacer nos daría la clave para abordar por qué se producen y cómo intervenimos esos fenómenos sociales”, dice Mariantonia Lemos. Asimismo, advierte que esas diferencias entre pensamiento y acción son las que pueden ocasionar un desastre incalculable.

Entonces, para lograr cambios en favor del cuidado urge que se aborde el problema central: iniciar una conversación entre la sociedad, el Estado, lo público y lo privado, con la presencia de la academia.

La profesora Lemos Hoyos afirma que “en este momento se vuelve urgente y necesaria la conversación entre los agentes de lo privado y lo público, para definir cuáles deberían ser las prioridades de trabajo. Porque podemos tener las prioridades que se han trazado desde las agencias internacionales o el Gobierno Nacional, pero es necesario tener en cuenta a todos los entes de la sociedad”.

La academia, sostiene la doctora Lemos Hoyos, interviene en esas agendas, pero no tiene la capacidad ni el rol de definirlas: “El individuo, el grupo social que estamos tratando de intervenir, debería estar presente desde la conceptualización del problema para definir, precisamente, si es un problema”.

El cuiado de todos es un compromiso que debemos afrontar como sociedad de cara al futuro. Foto: Róbinson Henao

Academia y participación
José Antonio Fortou, jefe del pregrado de Ciencias Políticas de EAFIT, escribe en el documento Reflexiones desde nuestra Escuela de Humanidades que la conexión entre los científicos de la política y las políticas públicas se logra “solo si entendemos de manera rigurosa las causas y los efectos de los fenómenos políticos (y así) podemos proponer alternativas eficaces y colectivamente benéficas”.

La profesora Juliana Montoya Arango, jefa del pregrado en Diseño Urbano y Gestión del Hábitat, en su reflexión De la protesta a la propuesta afirma que el programa que ella dirige abrió un espacio de “catarsis, escucha y propuesta” como respuesta académica a la movilización social de abril pasado.

Y formula el planteamiento que quieren desarrollar las ciencias del cuidado de la sociedad: “Se percibe mucha polarización y muchas personas no quieren opinar porque creen que van a ser atacadas o que sus opiniones no van a ser respetadas. ¿Cómo promover la escucha y la diversidad de miradas?”

Una de las respuestas la desata su colega Mariantonia Lemos: “La participación del otro es fundamental porque nos permite que las intervenciones sean más eficaces y prácticas para ese individuo”.

Para ella, el concepto “participación” está presente en todo momento y “nos habla de la importancia de que estos estudios impliquen trabajar con esas sociedades y que no sean soluciones externas a las que estamos acostumbrados en América Latina, de imponer un modelo y de esa manera tratar de acabar con un problema”.

La universidad y la medición

El papel de la universidad –superando los roles institucionales de docencia, investigación y extensión– se plantea como el de propiciador y facilitador de “los espacios de conversación entre lo público, lo privado y lo social porque somos más neutrales. No somos los protagonistas de esa conversación, ellos deberían ser la sociedad, los líderes, que son quienes deben definir cómo trabajamos esos asuntos”, indica la profesora Lemos Hoyos.

“Los espacios de conversación que se han dado en las universidades son fundamentales y la manera en que se han llevado a las calles, o cómo llevar las conversaciones, se vuelven fundamentales para desescalar la violencia con la conversación y que podamos definir a qué dedicarnos a trabajar”, añade. Pero, en los ambientes de polarización o de incredulidad sobre los efectos de la pandemia, la conversación pasa por saber conversar, es decir, por desarrollar la capacidad de argumentación.

El doctor en Filosofía y jefe del Departamento de Humanidades de EAFIT, Júlder Alexander Gómez Posada, explica que existen diferencias entre la argumentación teórica y la práctica. “Agrupamos como argumentación teórica la que se ofrece con el propósito de saber qué es verdad o, por lo menos, qué es aceptable como descripción. Algo es teórico cuando es contemplativo, cuando pretende decir cómo es el mundo. En cambio, agrupamos como argumentación práctica los esfuerzos por dar razones a favor o bien de la adopción de un compromiso práctico”, explica Gómez Posada.

En el tema del cuidado de la sociedad y la persona, la ciencia supera su papel teórico y, cuando existe un fin social, debe divulgar información científica para conseguir que los ciudadanos la acepten y se comporten de acuerdo con ella.

La situación vivida en la pandemia puso de presente esos retos de la ciencia. Tan importante como desarrollar los procedimientos para tratar a los contagiados, la ciencia enfrentó el reto de desarrollar la vacuna en tiempo récord para prevenir la enfermedad.

Y, tan importante como esos desafíos, se vivió el de divulgar los cambios de comportamiento necesarios para disminuir la velocidad de contagio. “El científico está formado para investigar y discutir con sus colegas, no para comunicárselo a la gente y la gente no sabe cómo evaluar lo que le dice un científico”, advierte el profesor Júlder Gómez.

Ese “abismo” no solo se presenta entre las ciencias “duras” y la sociedad. Para las ciencias humanas también surgen retos parecidos. El profesor Santiago Londoño Uribe señala que el primer objetivo de su trabajo es acercar a los distintos actores sociales distanciados por la desconfianza mutua para darles instrumentos para reconstruirla: “Y eso es mediante la conversación, la cual implica escucha. Ella es más íntima, más cercana”.

El papel de la universidad, enfatiza la profesora Lemos Hoyos, está arrojando un resultado positivo entre sus investigadores: “Estamos dejando de tener diferencias tan fuertes en que solo podíamos trabajar en lo cualitativo, lo cuantitativo o el método de la investigación-acción participativa, como si fueran tres líneas distintas.

Estamos entendiendo cada vez mejor que la investigación y sus métodos no pueden ser tan divergentes, sino trabajar con metodologías mixtas que nos permitan tener una relación más horizontal en la investigación y la intervención”.

La profesora concluye que, para lograr avances en el cuidado de la sociedad, la ciencia y sus investigadores deberán salirse de “sus cajoncitos” (en referencia a los saberes específicos) “para entablar conversaciones, incluso dentro de la academia”. Porque lo que está en juego es el cuidado de todos. Que es el cuidado de cada uno.



Aprender a comunicar

Explicar los resultados de una investigación o presentar las líneas fundamentales de una teoría es diferente a convencer a alguien de asumir una postura o de cambiar un comportamiento. Esa, en general, es la línea que separa la argumentación teórica de la argumentación práctica, el área de trabajo del profesor Júlder Alexander Gómez Posada.

“Hay que empezar a hablar más de lo que implica comunicarle a la sociedad el resultado de la investigación teórica. Por ejemplo, los médicos, los abogados, los ingenieros o los artistas deberían ser conscientes de que nadie les está entendiendo nada cuando hablan de su ciencia, de su ingeniería o de su arte”, señala Gómez.

Pero también hay que formar a la sociedad. “A la gente hay que darle criterios para evaluar una cosa como educación cívica... Los científicos, los ingenieros, los artistas, que son buenos, inteligentes y razonables, no son la autoridad. La autoridad depende de unos métodos, de unos procedimientos... Y son las sociedades de científicos, las comunidades académicas las que avalan. En este momento no es hacer lo que un científico diga, sino preguntarse cuál es el consenso de la comunidad académica”.

El filósofo es contundente: comunicar la ciencia se deberá convertir en otra disciplina científica.


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