22 de marzo de 2021 | REVISTA UNIVERSIDAD EAFIT - OPINIÓN
Para el sector editorial la pandemia de 2020 ha significado retos, por supuesto, y también oportunidades
que, si bien sabíamos que estaban a la mano como
la virtualidad y los libros digitales, no podíamos prever sus verdaderos alcances un año atrás.
La Editorial
EAFIT no ha sido ajena a los dilemas
que enfrenta este sector que se considera como un eslabón importante de
la Economía Naranja, ese difuso concepto. Debido al estricto confinamiento
de los primeros meses del año pasado se cerraron las librerías, los talleres
de impresión; tuvimos que aprender
a trabajar en equipo desde casa, a
adelantar nuestra programación editorial y a cumplir con los compromisos
adquiridos con las Escuelas y con los
autores.
Debimos reflexionar mucho
y trabajar en la más completa incertidumbre. ¿Cómo imprimir nuestros
libros? ¿Cómo venderlos?
Ya contábamos con una tímida producción de libros digitales en la Editorial EAFIT. Poco a poco habíamos ido construyendo un
fondo editorial digital que pensábamos ampliar, sí, pero no
a la velocidad y con el ímpetu con los que la pandemia nos
emplazó.
La conversión a eBook de cada uno de los títulos
publicados en papel durante 2019 y 2020 y las plataformas
de venta digitales se convirtieron durante esos primeros
meses en la solución que, aunada a
la lenta reapertura de los talleres de
impresión, nos dieron el respiro necesario para saber que sí podíamos
salir adelante y proseguir con nuestra misión de ser uno de los mejores
medios para dar a conocer el conocimiento que se produce en la Universidad EAFIT; y no solo los contenidos
académicos, sino la producción literaria de los autores de nuestras colecciones de cuento, novela, poesía y
ensayo, como de nuestros Rescates y
Bibliotecas de autor.
En abril de 2020 la Feria Internacional del Libro de Bogotá –Filbo– no se
canceló y se realizó en la virtualidad.
Fue una primera experiencia que nos
dejó lecciones importantes para pensar nuestra participación en la Fiesta
del Libro y de la Cultura Virtual de Medellín, y en la organización del VI Salón Iberoamericano del
Libro Universitario.
Tuvimos en Fiesta una amplia programación, más de 15 lanzamientos de libros, conversaciones con escritores internacionales que pudimos tener el
gusto de presentar gracias a las facilidades de las
plataformas virtuales; de igual manera lo hicimos en
el Salón Iberoamericano en donde la programación
se amplió con la participación de casi 300 fondos
editoriales universitarios de toda Iberoamérica. Y
aunque las ventas no fueron las que se lograban en
la presencialidad, creemos que la labor fue fructífera.
El libro durante la pandemia ha seguido teniendo
mucha demanda y diría que más que antes: la lectura
se convirtió para muchas personas en una necesaria
compañía. Muchos tuvieron más tiempo, más oportunidades para leer esos libros que se habían quedado
en una lista de deseos. El libro académico se siguió
vendiendo, los estudiantes, profesores
e investigadores lo reclamaron. Y hay
que decir que las plataformas digitales
nos ayudaron mucho en la promoción
y venta de libros en papel con envíos
a domicilio.
Las librerías, entre ellas
Acentos y Grammata, abrieron sus recursos virtuales y también nos apoyaron llevando hasta sus casas nuestros
títulos a los lectores.
Las redes sociales han sido fundamentales para contarle a nuestro
público sobre presentaciones, lanzamientos y novedades. Abrimos el Club
de Lectores para el que estamos diseñando una oferta cultural que compartimos con
el Centro Cultural Biblioteca Luis Echavarría Villegas,
Extensión Cultural y Desarrollo Artístico.
Ansiamos volver a las ferias del libro, a encontrarnos con autores y lectores; ansiamos vernos en las
oficinas de la Editorial y que bibliotecas y librerías
estén llenas de visitantes como antes. Lo positivo es
que la pandemia nos enseñó grandes oportunidades y desarrollos, no solo en la forma de vernos y de
comunicarnos, sino en las enormes potencialidades
de lo digital y la permanencia del libro impreso, con
sus nuevas fronteras por explorar, por ejemplo, los
libros expandidos.
Aunque no ha sido fácil, nos sentimos satisfechos
con la labor cumplida. Convertir un texto en un libro,
ver los rostros felices de los autores al recibir su
obra y poderla poner en manos de sus lectores, son suficientes motivos para pensar que una Editorial
como la nuestra, universitaria, cumple una función
fundamental para la sociedad.
El libro, ese objeto milenario, en cualquiera de
sus antiguos o modernos soportes, es el repositorio
de la humanidad, nuestra memoria. El libro seguirá siendo demandado y amado. Ha resistido persecuciones, guerras mundiales e intestinas y muchas
pestes terribles. Porque habrá siempre personas que
los llevarán a sus casas como preciados tesoros, los
cuidarán y paladearán con fruición, como se hace con
los mejores vinos y se aferrarán a ellos para entender
el mundo, para ampliar horizontes, para refugiarse en
la fantasía y conversar como con un viejo amigo.