Una posible solución a la sequía
Se define como exigente y competitiva, no tanto frente a otras personas sino consigo misma. Cuando se propone algo hace todo lo posible para alcanzarlo, por eso cuando era una chiquilla deseó destacar en el Colegio Marymount de Medellín y hasta los 14 años tuvo reconocimientos anuales por esa institución. Con la adolescencia, sus prioridades fueron otras, pero la exigencia por alcanzar la calidad no se redujo.
“Eso se lo debo mucho a mi papá (ya fallecido). Mi mamá representa la autoridad, pero mi padre fue el soñador. Fue un hombre muy dedicado a su trabajo, muy exitoso, sensible y bondadoso. Es una inspiración muy grande y su amor es una fuerza que me mantiene motivada”, comentó con un hilo de voz y su mirada inundada por recordar esa ausencia querida.
Además de su familia, varias de sus profesoras han sido inspiración no solo para conquistar espacios a veces cerrados a las mujeres, sino como ejemplos de vida y actuación. Son Laura Montoya, profe en cuarto grado de primaria, quien le enseñó biología.
“Era auténtica, enérgica” y en esa pequeña preguntona e inquieta le sembró una semilla que apenas está floreciendo y aún faltan más frutos para cosechar. “En bachillerato tuvimos a dos profesoras, les decíamos Marta Física y Marta Química. Esta última me generó un clic con esa materia, por lo estructurada, auténtica, enérgica y estricta. Generé química con la profe de química”, y lanzó una risa sonora que voló por segundos como una mariposa.
Con eso estaba claro su futuro: juiciosa, perfeccionista, amante de la biología, la química y con sensibilidad social floreciendo. Buscó una carrera que le permitiera unir esos puntos para configurar la profesional con que soñaba.
Y claro, los premios le siguieron lloviendo. “En EAFIT tuve dos grandes maestros. Una es mi colega y mentora, Valeska Villegas, a quien le debo mucho en aprender el método de investigación, esa estructura y habilidad para enseñar; la quiero mucho. Y Guillermo Palacio, un profesor de Química Orgánica que nos daba clase a las seis de la mañana”, rememoró.
Sus clases eran un espacio para discutir la realidad con la excusa de las plantas que son muy comunes en nuestro contexto y su influencia química en el comportamiento social, como la hoja de coca y otras similares. “Nos ponía poemas en el tablero y nos evaluaba con preguntas abiertas, no desde los conceptos sino desde el efecto del tema”.
–¿Y usted es así como profesora?, ¿inspira a sus estudiantes?
–Estoy en la universidad porque la concibo como centro de conocimiento –respondió–. Me gusta mucho la docencia, he encontrado aquí una inspiración y ver el impacto que puedo tener en mujeres es importante porque ellas, con tanta pasión que tienen, pueden generar un cambio. Para mí la docencia es retadora, es de mucha entrega y a la vez malagradecida. Soy un poco idealista y a veces he chocado con estudiantes que tienen una percepción del mundo distinta a la mía, pero eso me inspira. Ser investigadora, mujer y docente es algo inmejorable.
El proyecto que lidera tiene que ver con el nutriente Colina, el cual
es vital durante el embarazo y la lactancia.
Foto: Róbinson Henao
Retos futuros
Aunque suene extraño que una empresa dedicada a la
belleza resalte a científicas jóvenes y con futuros promisorios en ese campo exigente del saber humano, para
la profesora Laura es claro que su condición femenina
muchas veces va en contravía de lo que se espera de las
mujeres, pues aún se cree que hay actividades masculinas y femeninas.
Precisamente, galardones como el que entrega L’Orèal
envía un mensaje de confianza a aquellas que, desde pequeñas, son curiosas y desean dedicar su vida al servicio
de los otros desde los laboratorios; además, porque la
ciencia no debe ser lejana, indolora con la injusticia, ni
ciega al sufrimiento.
“Soy muy sensible. No me gustan las personas tan frías.
No volvernos unas máquinas, pues aunque me guste el
quehacer científico me parece importante el lado humano: reírnos, mantener la calidez humana... El ambiente del
laboratorio no debe ser frío: es más, no me gusta perder
como científica mi lado femenino: poder tener amigos, ir
a fiestas, arreglarnos”.
Por eso no es raro que siendo mujer de ciencia le dedique tiempo a su imagen, a la actividad física para buscar
su equilibrio emocional, y a cultivar su esencia interior
con la espiritualidad, el yoga, la música de Bach y Mozart, la poesía o hasta el ejemplo de la princesa Leia, de Star
Wars, fuerte y aguerrida. La ciencia es su pasión, pero ser
humana su naturaleza.
“Las mujeres somos importantes en la ciencia porque
vemos con más sensibilidad el mundo, una sensibilidad
natural que no quiero que se pierda porque expresar el
sentimiento es muy importante y saber que tengamos ese
propósito es la energía femenina”, dijo.
Mayor apoyo para tantas que sueñan
Laura Sierra Zapata mira el camino recorrido y se siente
satisfecha. Ha sido feliz; por supuesto, el dolor ha visitado
su vida como a cualquier persona. La ausencia de su padre
es una de esas lagunas profundas en las que se concentra
el dolor, pero sabe que la vida sigue y ese sentimiento la
anima a luchar más. Afirmó que desde algún lugar especial
esa presencia la acompaña, impulsa y guía para ser mejor,
para ser un orgullo para las personas que la aman.
“Me genera angustia la desigualdad social. He tenido
privilegios y también he luchado mucho para llegar a donde estoy, pero sé que hay muchas niñas que tienen sus
sueños y no pueden llegar a ellos. Hay que buscar apoyo
y promover campañas desde políticas públicas para crear
incentivos, oportunidades para que ellas puedan dedicarse
a la ciencia; por ejemplo, por medio de becas para estudiar,
ser profesionales, doctoras. El mundo necesita de la ciencia
y la ciencia de las mujeres”, reflexionó.
Finalmente, Laura se imaginó en unos años haciendo lo
que le gusta: ciencia, siendo con su equipo los creadores de
un producto que se añada a los suplementos alimentarios y
mejore la nutrición de madres y recién nacidos. Asimismo, liderando un proyecto que dé oportunidad a otras que, como
ella, nunca dejaron de hacerse preguntas, hallar respuestas,
buscar transformar el mundo para el beneficio de todos.
Sabe que la ciencia sin corazón es un saber vacío, inútil.
La entrevista termina.
Su imagen se congela con una
sonrisa franca y confiada llenando la pantalla.
Bella, apasionada, sensible, con corazón amplio,
amante de su familia y rigurosa profesional e investigadora… ¿Por qué la idea que la gente común y corriente
tiene de los científicos no es siempre como la profe Laura
Sierra Zapata?