Omitir los comandos de cinta
Saltar al contenido principal
Inicio de sesión
Universidad EAFIT
Carrera 49 # 7 sur -50 Medellín Antioquia Colombia
Carrera 12 # 96-23, oficina 304 Bogotá Cundinamarca Colombia
(57)(4) 2619500 contacto@eafit.edu.co

Ediciones Skip Navigation LinksCrónica-de-un-hacha-ensangrentada Seis muertos y un cronista

EAFITNexosEdicionesSeis muertos y un cronista

Seis muertos y un cronista

​​​​​Susana Estrada Pérez

​estsusi@gmail.com​

@sep_1125

“La historia no es otra cosa que un cuadro de todos los crímenes y desgracias” -Voltaire

Ser un cronista va de la mano con ser un viajero acompañado únicamente de una pluma y un papel, significa explorar paisajes e inmiscuirse en las perspectivas de aquellos sobre los que se va a escribir, reconstruir esos relatos de manera que los lectores los reproduzcan en su cabeza tal y como si estuviesen viendo un película. Uno de los primeros vestigios del reportaje escrito en estilo de crónica en Antioquia vino de la mano de un relato sobre un homicidio, de la autoría de un personaje muy particular. 

Francisco de Paula Muñoz, oriundo de Medellín, nacido en la década de 1840 en plena Revolución Industrial americana, fue un individuo bastante pintoresco. Se desempeñó como maestro, minero, funcionario judicial y, por lo que se le destacará en este escrito, como periodista informal. Escribió diversos artículos y crónicas en los periódicos de la época, los cuales solo hablaban de política: El Álbum, La Voz de Antioquia, El Cóndor, La Justicia y La Miscelánea, por nombrar algunos.

El pináculo de su carrera llegó manchado de sangre cuando a 5 kilómetros de Medellín, en la actual Envigado, en un sector conocido como El Aguacatal, seis integrantes de la misma familia fueron asesinados a sangre fría por Daniel Escobar. El asesino fue apodado “El Hachero” acorde con el arma que decidió usar para llevar a cabo el crimen, y que a día de hoy reposa en el Museo de Antioquia. 

El crimen sacudió a la sociedad antioqueña de aquella década. Francisco de Paula, desempeñando su rol de funcionario judicial, fue designado fiscal de la investigación y, a su vez, decidió escribir un relato durante el transcurso de la investigación del crimen, el cual calificó de “tenebroso y sangriento”. Con un estilo lineal corto de la época, un orden cronológico y atención en los detalles, el autor terminó convirtiéndose en uno de los pioneros del reportaje y de la crónica en Antioquia. 

El relato está colmado de detalles minuciosos, que ayudan al lector a hacerse una imagen de la Antioquia de 1840. “La crónica otorga el movimiento y la fuerza que tiene la vida misma, que es bien dramática y sensacional”, afirma Carlos Mario Correa, periodista y autor del libro de ensayos La crónica reina sin corona: periodismo y literatura. Dentro de la narración del asesinato se incluyen, como explica Carlos Mario, detalles morbosos y dramáticos, como la posición en la que se hallaron los cuerpos y los trapos ensangrentados que el asesino dejó tras de sí. 

“Es expresiva e inagotable, porque es una forma siempre nueva de explorar el mundo (…) trae justamente el aliento emocional del autor, que no se nota en la noticia, por ejemplo, que no se nota en las entrevistas pregunta-respuesta, que es muy difícil inclusive de percibir en el periodismo de opinión que está más centrado en la defensa de unos argumentos”, continúa Carlos Mario, resaltando los aspectos que hacen que la crónica destaque entre otro tipo de producciones escritas, y que cautivó a los lectores de aquel entonces, los cuales pagaban por anticipado para leer la obra. 

Es así como Francisco de Paula, un solterón “todero” respecto a las profesiones, y con una pluma ávida para escribir un relato morboso y cautivador, abrió las puertas a un caudal inmenso de cronistas reconocidos con sello antioqueño. Si Carlos Mario tuviera que nombrar a cinco autores que han enriquecido la crónica contemporánea de Medellín, diría que son: Juan José Hoyos, Ricardo Arica Capa, Pedro Nel Valencia, que es Reinaldo Spitaletta, Patricia Nieto. El periodista no se queda corto al hablar de la riqueza y potencial para escribir una buena crónica en nuestra propia ciudad. 

Se pueden traspasar los espacios más urbanos de la ciudad al momento de escribir una crónica y explorar la riqueza que se encuentra en las zonas rurales: “Medellín tiene 5 corregimientos para explorar como cronistas, donde hay tradición campesina, cosas muy bellas en el folclor por contar”, prosigue Carlos Mario. Es precisamente en lugares como Santa Elena, San Sebastián de Palmitas, San Cristóbal o San Antonio de Prado, donde se pueden encontrar personajes cuyas experiencias se dejan por fuera de la agenda informativa todo el tiempo. 

Son precisamente aquellas voces y relatos invisibilizados los que ayudan a crear una visión más global de la ciudad: “Medellín también es conflictivo, es una ciudad muy desigual en lo social, con muchos problemas de seguridad (…) que reclama muchas acciones de presencia del Gobierno en programas de desarrollo en las zonas barriales”, añade el entrevistado. En definitiva, la crónica puede convertirse en una herramienta de denuncia social para visibilizar los conflictos de la periferia urbana. 

“Entonces todo eso es tema de crónica, ¿no?”, finaliza Carlos Mario, un enamorado de la crónica en todas sus formas, dejando una invitación a explorar Medellín desde la óptica de la crónica, desde sus aspectos más bellos hasta los más atroces, con un legado que viene desde muchos siglos atrás.