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Exhibición del olvido

​Eliana Tabares Sánchez

etabares@eafit.edu.co

@elianatabares​

Pinturas al óleo, acuarelas, pintura seca, impresionismo, hiperrealismo, arte abstracto, cerámicas, piezas de orfebrería indígena, esculturas, fotografías y grabados, todos tienen un lugar en común. Recorrer las siete salas de exposiciones permanentes del Museo de Antioquia es una expedición excepcional, es predecible encontrarse con la voluminosidad de la Sala de Botero o lo majestuoso de las obras de Luis Caballero; pero llama la atención encontrar un hacha en medio del recinto. Y asombra mucho más el darse cuenta de que esta no es un elogio al trabajo campesino, o una alegoría sobre el hacha que mis mayores me dejaron por herencia en el himno de Antioquia.


Su último uso se remonta al 2 de diciembre de 1873. En la madrugada, la familia que blandió el hacha incontables veces para abrirse paso por los montes de la vereda El Aguacatal, fue asesinada con su propio filo. Cinco adultos fueron heridos de muerte en su casa mientras dormían. Hechos que suscitaron gran revuelo en la población, además fueron objeto de numerosos análisis de peritos y médico legistas para lograr esclarecer lo que realmente sucedió. 


En un proceso increíblemente rápido para la época teniendo en cuenta los problemas para sobrellevar la distancia entre Medellín y el lugar de los hechos. El precario desarrollo científico para el análisis de evidencia, la astucia de los investigadores, logró penetrar en el eslabón más débil de los sospechosos y capturar a las cuatro personas que presuntamente eran responsables de la carnicería en la que se habría convertido la casa de la señora Echeverry y su familia. 


Finalmente, el 2 de marzo de 1875 se dictó el veredicto condenatorio. Solo a uno de los imputados se le atribuyó la muerte de toda una familia, a pesar de que esto fuese poco probable, fue él quien se endilgó el homicidio múltiple, los demás fueron condenados como cómplices. Y mientras en el estrado judicial se leía la sentencia de sesenta y nueve años y dos meses de prisión, Daniel Escobar, autor del delito, sonrió a la par que dijo: para mí es poca la pena porque con ella no se paga uno solo de los muertos. 


La precisión del conocimiento de los hechos deviene de la narración que hizo Francisco de Paula Muñoz, uno de los operadores judiciales que conoció del caso, quien se tomó la tarea de crear un vínculo entre el lector y los hechos gracias a lo rigurosidad en la redacción de su libro, narración que por su estructura y estilo se considera como el primer reportaje conocido en Colombia.


A pesar de ser uno de los precursores del periodismo, lo que tiene importancia en la actualidad es el hacha. Si bien un museo es una institución donde se exhiben colecciones de valor histórico, artístico o de cualquier naturaleza con fines de estudio o contemplación, el morbo humano ha llegado al punto de querer conocer con lujo de detalles el siniestro ocurrido en la vereda El Aguacatal. Se descuida la impecable labor desplegada en la elaboración del reportaje por centrarse en lo macabro de encontrar cinco cuerpos con sus pijamas ensangrentadas y con múltiples traumatismos en su cuerpo. 


¿Por qué hacemos memoria al arma homicida y no un homenaje a quien se encargó de realizar el escrito que marcaría un hito en la historia del periodismo colombiano en el siglo XX? 


Alrededor del mundo y durante siglos se han levantado autores de crímenes más atroces que los aquí narrados. La psicología se ha encargado de estudiar mentes frías, plácidas y exitadas por robar la vida humana; y el entretenimiento se ha dedicado a alimentar el morbo ajeno y buscar la manera de exhibir a los asesinos más conocidos de la historia, ¿qué es lo que pretenden?


Museos como el Alcatraz East Crime en Tennessee, de El Policía en Ciudad de México, o el de La Muerte en California, por años han buscado recrear escenas de los homicidios perpetrados por Charles Manson, John Wyne Gacy (El Payaso Asesino), Ted Bundy, entre otros; incluso hay una réplica de la cabeza de Barba Azul, quien murió en la guillotina en 1922 por el asesinato de once mujeres, aunque se cree que la cifra real podría ascender a aproximadamente trescientas víctimas. 


También se ha tratado de representar los crímenes, tal como ocurre en Manhattan en A Nigthmare Hunted House que transforma los asesinatos más conocidos en obras de teatro. O como en Iowa que convirtieron en hotel la casa en la que se asesinó una familia entera  ​