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Pichón de Diablo

Eliana Tabares Sánchez


Río Muerto, Los Ejércitos, El Ruido de las Cosas al Caer y La Siempreviva son retratos comunes y habituales de la historia colombiana. Pero Pichón de Diablo, la última obra de David Eufrasio Guzmán, es un retrato anómalo: escapa del sonado relato de los desaparecidos y la decadencia hacia la locura de los combatientes; tampoco se estanca en medio de los enfrentamientos entre ejército y subversivos, o los daños que las balas dejan a su paso y el dolor incesante de los pueblos olvidados. La otra realidad de Pichón de Diablo es aquella que acongoja a muchos profesionales, y que a tantos otros ha llevado a la demencia o incluso al suicidio: pagar el crédito que hizo posible la realización de sus estudios. 

La novela de David Eufrasio Guzmán, publicada este año por la Editorial EAFIT, es la historia de un joven —que podría ser cualquiera de nosotros— obligado a someterse al clientelismo y el tráfico de influencias para obtener un empleo para nada deseado con tal de pagar una deuda que no solo lo atormentaba a él sino también a sus codeudores. A pesar de su repulsión por el gobierno y su deseo de dedicarse a la actuación, el joven no tiene otra opción que continuar con el legado de su familia en la política. Como novato que peca por ingenuo, rápidamente sus ganas de hacer las cosas diferentes fueron asesinadas por sus colegas sometidos a ese sistema hediondo.  

Mauro, el personaje principal del relato y quien dice repudiar la corrupción, cree tener todo bajo control: planea que una vez finalizado el pago de su deuda renunciará al indeseado cargo para perseguir el sueño de ser actor, pero sus ambiciones se ven consumidas por un ambiente laboral que cambia cada cuatro años con las elecciones y la sensación de un amor que lo abandona y lo lleva a sumergirse de lleno en el alcohol y las drogas; se convierte en el empleado que detestaba y se prometió no ser: uno displicente, que se roba las horas laborales para irse a beber con empleados de otras dependencias. La corrupción se apoderó de él en todos los ámbitos de su vida. En términos amorosos la situación no era muy diferente: se robaba el tiempo de video llamada con su novia para sumergirse en los cuerpos de Juliana, Fernanda, Catalina, o quien estuviera de turno en su recorrido de la oficina a la casa, un recorrido que, sin importar la hora, hacía borracho. 

Su autor es un periodista y escritor paisa, editor y reportero de Agencia Pinocho (el diario de lo que no es noticia), miembro del comité editorial de Universo Centro, en donde ha publicado algunas de sus crónicas y cuentos. En esta entrega, Guzmán hace una narración metafórica y retórica con la cual muchos de sus lectores se pueden sentir identificados, pero que, a diferencia del protagonista, toman las riendas de su vida para no obtener un desenlace trágico.