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​​​​Colombia, un territ​​​orio que tejem​os junTOS​


historia-colombia2.jpg

Por Johansson Cruz Lopera, periodista.

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Las manos de Leonor Ortiz Huergo amasan, día tras día, una tradición milenaria que heredó de sus padres y que ha marcado a su familia durante generaciones. El cacao, ese fruto que enloqueció a los conquistadores europeos, que desembarcaron por primera vez aquel 12 de octubre de 1492 en la isla Guanahani, en las Bahamas, ha sido el sustento de Leo —como la llaman en su natal Gigante, Huila— durante toda su vida. Esta mujer, de ojos grandes y alegres y de sonrisa generosa, espera que sus hijos continúen ese legado. 

La magia de un buen chocolate está en el quebrado del cacao, su fermentación, un secado adecuado, la selección del grano y su molienda. ¡Eso no va a cambiar! Pero lo que Leonor quiere heredar a su familia, más allá del proceso que dominan perfectamente, es el emprender. Ella entendió que su manera de trascender era a través del emprendimiento y Chocolate Leo, su marca es su nuevo comienzo. 

El Efecto Cacao es una alianza de Luker Chocolate en asocio con USAID Colombia, Enel, Fundación Saldarriaga Concha, Fundación Luker y la Universidad EAFIT; esta unión de voluntades y habilidades busca el mejoramiento y el desarrollo de las comunidades que cultivan cacao en tres regiones de Colombia: el Bajo Cauca y Urabá en Antioquia, Tumaco en Nariño, y El Agrado y Gigante en Huila. 

372 personas en Huila —en el sur del país— se la jugaron por formarse, gracias a esta alianza, en buenas prácticas del cultivo de cacao, toma de decisiones, liderazgo comunitario y emprendimiento. Leonor es una de ellas y será una multiplicadora de ese conocimiento.  

Colombia es una colcha de retazos multicultural que se ha ido tejiendo con el tiempo. Los casi 1 millón doscientos mil kilómetros de superficie que la contienen abrazan 32 departamentos que son diferentes entre sí: en el clima, el acento, la gastronomía, la fiesta, el duelo, la cultura, las maneras de ser y estar de cerca de 50 millones de habitantes. Generar conexiones que impacten y transformen estos territorios es parte de la razón de ser de la Universidad EAFIT.

Es hilando, punto a punto, como se recorre el territorio. En cada punto una huella, una semilla, una alianza. El inicio de ese tejido es Medellín —en el centro del país—. La casa. El territorio conocido. La ciudad de la eterna primavera, tan llena de esperanza, de miedos, de dolor y alegrías, es testigo de estas conversaciones con la comunidad. Bajo la plataforma Tejeduría territorial —que nace en las aulas de clase como resultado de hacer visible lo que el otro sabe— fortalecemos los lazos de confianza entre diferentes impulsando la acción común en las regiones. 

«Camina por mis calles, ven conoce mi versión. Un mundo con otros colores, olores, sabores, mejores amores, soñadores, autores. ¡Somos nosotros los hacedores de propuestas contra el dolor! Propuestas que retumban y dicen que aquí, si hay amor», rapean, al ritmo de un beat de hip hop, los integrantes de la agrupación C15 que habitan la comuna 13. 

En sus calles adornadas con grafitis y olor a aerosol rebotando en el viento y el sabor a paleta de mango de biche, los investigadores identificaron el valioso aporte que las políticas públicas de planeación local y presupuesto participativo habían logrado, impulsando procesos de participación ciudadana a través del arte, el cooperativismo y la economía solidaria.  

Gracias a esto la iniciativa tomó un vuelo importante y durante 2021, a través de la alianza entre EAFIT y Proantioquia, se escucharon y reconocieron los esfuerzos comunitarios realizados en las comunas 8 y 13. ¡El reto es pasar, en 2022, a la acción gracias a los nuevos aliados que se integran a esta conversación: Bancolombia y Grupo Sura! 


Buscar soluciones

La distancia que existe entre el Laguito y el Centro de Cartagena —bordeado por los 11 kilómetros de murallas que sirvieron como defensa ante los ataques de los piratas que intentaron saquear la ciudad en el siglo XVI— fácilmente se podrían recorrer en 50 minutos bordeando la playa por la carrera 1, acompañado de la brisa del mar y su rumor. 

Cientos de miles de turistas, cada año, disfrutan del atardecer cartagenero, de las calles empedradas, del sabor a mar de su gastronomía. Ignoran, esos visitantes y los propios locales, que La Heroica tiene la segunda tasa de ascenso del nivel del mar en el Caribe debido al cambio climático y al hundimiento del terreno. En los últimos 20 años el nivel del mar ha ascendido 7.02 milímetros por año. 

Muchos de esos visitantes habrán leído, deslumbrados, que la bahía de Cartagena fue la puerta de entrada a América durante la Colonia. ¡El principal puerto de la Nueva Granada! Que más de 2 mil indígenas y esclavos construyeron —para facilitar el transporte de mercancía desde y hacia el interior del país— el Canal del Dique, una bifurcación artificial de 115 kilómetros de longitud, que conecta el mar Caribe con el río Magdalena; esa “boa” gigante que serpentea entre 11 departamentos de Colombia, donde vive el 80 % de la población, conecta con su valle la vida de un país que es más geografía que historia, un país que puede y debe cambiar, como lo demuestra el proyecto Basic-Cartagena. 

Pero la historia tiene su propio eco y en su tránsito va encontrando espacios que conectan el pasado, con sus luces y sombras, al presente. Al igual que Cartagena, la Ciudad Colonial de Santo Domingo, en República Dominicana, se convirtió en un ícono de la presencia española en suelo americano. En sus playas quedaron los restos de la Santa María, una de las tres embarcaciones en las que navegaron, a mar abierto, los españoles e italianos que pisaron por primera vez el continente americano. 

Hasta esa ciudad, escenario de otras primeras veces —el primer asentamiento europeo en América, el primer hospital del continente, la primera Catedral Primada, la primera fortaleza construida como método de defensa, la primera alcantarilla, entre otras— llegó la Universidad EAFIT a través del Centro de Investigaciones Económicas y Financieras, para articular el Sistema 911 y el Centro de Monitoreo que disponen para mejorar la seguridad y la reacción de los sistema de emergencias y eventos.  

La simbiosis entre conocimiento y recursos es importante para la generación de soluciones que transformen la calidad de vida de los habitantes en los territorios en los ámbitos nacional o internacional. En esa medida EAFIT es una bisagra que conecta a través de unos ejes comunes: la formación, la investigación y la innovación. 

Respirar con tranquilidad 

Alejandra Rodríguez trabaja en un almacén de ropa ubicado a una cuadra del parque principal de Sabaneta. De lunes a sábado, luego de salir del local donde pasa sus días de 9:00 a.m. a 7:00 p.m., camina varias cuadras hasta la estación La Estrella del Metro. Toma el tren hasta San Antonio y allí hace transferencia al tranvía que surca sobre la avenida Ayacucho, como una cicatriz sobre las faldas del oriente de Medellín. Al llegar a la estación Miraflores, Aleja, se sumerge en una de las cajitas del Metrocable, que vuelan sobre los techos de las casas, para terminar, una hora después de iniciado el trayecto, en el barrio Trece de Noviembre, donde vive con su mamá, de 63 años y su hijo de 7. 

Durante la pandemia producida por el virus SARS-CoV-2, que puso en jaque al mundo, Alejandra  ha emprendió cada viaje de su casa al trabajo —y viceversa— con todas las medidas de bioseguridad recomendadas por las autoridades: lavado constante de manos, tapabocas y distanciamiento social cuando ha podido, en medio del transporte público. Y aunque poco a poco el miedo que siente por infectarse con el virus ha bajado, gracias en parte a que ella y su familia están vacunados, aún continúa con los cuidados.

En un momento difícil para la humanidad, en uno donde, como nunca antes, la urgencia y el contexto exigían liderazgo, unión y trabajo en equipo, investigadores eafitenses desarrollaron una membrana especial que retiene materiales particulados ultrafinos en el aire, como los que transmiten virus; esta nanofibra —producto de un trabajo que lleva más de 7 años de incubación en los laboratorios de EAFIT— fue adaptada como como un filtro en el tranvía de Medellín, a modo de experimento, ayudando a que personas como Alejandra Rodríguez realizaran sus trayectos con mayor seguridad.        

En ese tejer de manera conjunta —hilo a hilo—que va conectado regiones y personas,  EAFIT tiene presencia en el 80 % del territorio nacional con sus proyectos de innovación en donde participan más de 1.500 investigadores que recorren Colombia; son ellos quienes viven día a día en las regiones, sonríen a los rostros, ayudan a nombrar esos suelos, dejan la huella, nutren la semilla, dan forma a la alianza.


Sembrar ​semillas para recoger en el futuro

A Colombia no solo la enlazan sus montañas tapizadas en diferentes tonos de verde sobre las que pasean el ganado o se cultiva el café, el cacao, el caucho o el algodón, ni sus ríos zigzagueantes que recorren como venas, en diferentes direcciones, la extensa geografía que la contiene; a ella también la ensamblan las palabras: educación, política, justicia, corrupción, cultura, salud, medio ambiente, igualdad, entre muchas más. 

Así se demostró en Tenemos que hablar, una plataforma de diálogo ciudadano que anhela construir una hoja de ruta compartida para incidir en el futuro del país. En esta gran conversación, una polifonía de voces de varias regiones del país — el Caribe, el Pacífico, la Amazonía, los Llanos Orientales, el Eje Cafetero y Antioquia— se encontraron para abordar los temas que los colombianos deberían cambiar, mejorar y mantener. 

Con la tutosoma sobre su cabeza y la vestimenta típica de los indígenas arhuacos, Danilo Villafañe se sienta a conversar con Mariana, David, Luz Estella, José Esteban, entre otros, sobre Colombia y su futuro. Lo que ellos esperan. «Yo estoy convencido en la importancia de este espacio», expresó Danilo y en esa afirmación concuerda con José Esteban Rojas, que considera que es el momento de escucharnos, de saber qué sentimos, de exponer los puntos de vista propios y escuchar el de los demás, en un diálogo que aporte soluciones.  

Y en esa revisión temas que le interesan a los colombianos, es un buen momento para avanzar, en ese sentido EAFIT acompaña, por ejemplo, la transformación de una institución que es vital en el día a día de la nación, una entidad que, con su rigor y disciplina, está dispuesta a mirarse y buscar rutas, en dar un paso al frente: la Policía Nacional. Un proceso de cambio y reestructuración que inició en un momento significativo de la historia que se está escribiendo, y en ese escenario, la academia es un punto de referencia para aporta lucidez, contenido y buenas prácticas. 

Este país es la suma de las acciones de los hombres, mujeres e instituciones que la han soñado y habitado incluso antes de ser ella misma una nación independiente. Revisar el pasado con la mirada apasionada y con disposición al aprendizaje nos ayuda a entender lo que somos, lo que hemos construido y lo que podríamos ser en el futuro. 

Un grupo de niños y niñas indígenas del pueblo Zenú, ubicados en el corregimiento El Pando en Caucasia, recorren sus tierras con sus botas pantaneras y sombrero vueltiao, buscando a esos personajes de su comunidad que tienen un saber para documentar. Cuando muere el último hablante de una cultura, muere también una cosmogonía, una forma de pensamiento, es por eso que estos «Guardianes de historias» aprenden sobr​e la creación de narrativas a partir de la exploración de su paisaje. 

Estos niños zenúes, que van con sus micrófonos, cámaras y audífonos, documentando la vida de su comunidad para dejar un testimonio de su existencia, participan del programa Universidad de los Niños EAFIT, que busca despertar y fortalecer la curiosidad​​ y el gozo intelectual de este nicho específico, como una siembra para el futuro. 

En 2021 participaron de este proyecto 659 niños y niñas. 659 visiones del país. 659 voces innovadoras. 659 futuros administradores, investigadores, científicos, comunicadores, abogados y un etcétera que abarca 659 personas que van a derribar fronteras, generar bienestar y hacer más extensa y rica a Colombia, al mundo y sus oportunidades. 

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Colombia, un territorio que tejemos juntos