Así es posible cuidar la palabra en el debate político
El país se prepara para las elecciones regionales y surgen posturas diversas sobre temáticas centrales. La conversación cobra aún más valor en este momento, no solo como una forma de expresar lo que se piensa, sino también como una oportunidad para reconsiderar cuestiones sobre las que se tenía plena convicción.
Hacer evidente el desacuerdo, entablar un diálogo fundamentado en argumentos, escuchar otras perspectivas y definir hasta qué punto se conversará sobre un tema en particular son algunas de las pautas que comparten profesores eafitenses para fortalecer el debate público.

Entre la razón y la emoción que llega con el actual proceso electoral en Colombia, es crucial reflexionar sobre la democracia más allá de la acción de votar. Vale la pena poner la mirada en la posibilidad del debate político, donde se permita el intercambio y convergencia de opiniones, preguntas y preocupaciones, tanto de los candidatos como de los ciudadanos.
Con el objetivo de pensar cómo construir esas conversaciones cívicas en las que coexisten miradas opuestas, profesores de EAFIT comparten algunas pautas que pueden orientar estos diálogos. La primera de ellas tiene que ver con hacer evidente en qué puntos no se está de acuerdo. En palabras de Adolfo Eslava Gómez, director del Centro Humanista de la Universidad, “celebrar el desacuerdo” es el primer paso para llegar a acuerdos sólidos, a pesar de las tensiones que puedan surgir durante el debate.
A esto se suma la reciprocidad lógica que, como explica Santiago Silva Jaramillo, profesor de EAFIT y director de Hablemos Medellín, se basa en “la idea de Estanislao Zuleta de que la contraparte puede que tenga algo de razón. Conceder el beneficio de la duda y escuchar lo que el otro me quiere decir”.
En segundo lugar, es esencial expresar los argumentos separados de las personas, para evitar descalificaciones y mantener el foco de la conversación. En última instancia, el objetivo es argumentar y contrargumentar ideas desde su conveniencia o desventaja. Así lo expresa Júlder Gómez, profesor y director de la línea de Diálogo Social del Centro Humanista de EAFIT: “La razón por la que realizamos debates es que los electores necesitan información para tomar decisiones y tener la oportunidad de escuchar a los candidatos, entender las razones por las cuales ellos consideran que sus propuestas son mejores y decidir en función de eso. El debate pierde sentido cuando, en lugar de exponer las propuestas y justificarlas, los candidatos se dedican a atacarse los unos a los otros y no exponen lo que deberían”.
En tercer lugar, es importante definir hasta qué momento se va a dialogar sobre el tema en cuestión sin caer en una discusión descontrolada o poner en peligro a los participantes. Para lograr esto, es fundamental comprender el propósito del debate, ya sea conocer las perspectivas del otro, convencer o llegar a un acuerdo mutuo. Si se toma un rumbo diferente, el encuentro corre el riesgo de volverse improductivo y perder su valor.
Para el profesor Adolfo, existen además algunas amenazas claves a las conversaciones actuales, las cuales, citando a Moisés Naím, se resumen en la triple P: populismos, posverdad y polarización. Sobre esta última, expresa que “nos ubica en extremos y nos impide, precisamente lo que la democracia busca: la construcción de consensos. Hace que redundemos en las propias miradas y busquemos información que nutra la postura que cada uno tiene, y esto impide el ejercicio de la escucha del argumento contrario”.
En relación con el populismo, el profesor agrega que está estrechamente vinculado a los candidatos, ya que implica la generación de propuestas políticas que son más promesas que hechos factibles, considerando las limitaciones presupuestales y temporales. En cuanto a la posverdad, se refiere a la difusión de información falsa, que no se verifica y, en muchos casos, circula en redes sociales sin tener contraste alguno. Todo esto, dificulta la construcción de argumentos claros y colectivos.
Frente a estas reflexiones, el profesor Santiago propone dos retos: en el caso de los ciudadanos, tener la capacidad de respaldar a un candidato y, al mismo tiempo, rechazar y ser críticos sobre las formas políticas que consideren inadecuadas. Por parte de los candidatos, establecer límites en cómo conducen sus campañas y ser creativos al construir mensajes, estructuras y estrategias que les permitan llamar la atención de las personas sin comprometer la integridad democrática.
La invitación que hacen los profesores a la ciudadanía, en línea con la propuesta de Hablemos Medellín, es fomentar escenarios no formales para la conversación y el debate sobre asuntos públicos. Estos espacios posibilitan tomar decisiones informadas y superar el ánimo conflictivo y poco propositivo. Así, cuando lleguen las elecciones, se habrá recorrido un camino de discusión, reflexión y escucha activa.
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Alejandro Gómez Valencia
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Última actualización
Abril 21, 2025