¡Contemplen el Museo de los Esfuerzos Inútiles!

Mayo 2, 2022

Tres semilleros de la Universidad EAFIT se unieron para idear y desarrollar este proyecto de investigación-creación en el que se exhiben 13 objetos inútiles  de manera articulada con 13 obras musicales, acompañados, cada uno, de una microficción literaria. La iniciativa tiene su origen en el cuento de la escritora uruguaya Cristina Peri Rossi, El museo de los esfuerzos inútiles, escrito en 1983. En 2023 esperan instalar la exposición en Medellín y El Retiro.

Colaborador: Juan Carlos Luján Sáenz.

1. Trapeadora con cerdas de acero. El esfuerzo inútil de la pulcritud.

2. Casco frágil. El esfuerzo inútil de proteger y protegerse.

3. Kit Matscota El esfuerzo inútil de buscar relaciones no conflictivas.

¿Tendrá utilidad una trapeadora con cerdas de acero?, ¿o quizás un levantador de meñique?, ¿o qué tal intentar comerse una torta de tiza?, ¿o protegerse con un casco frágil? Todo esto es posible en el universo de lo inútil, o bueno, en el Museo de los Esfuerzos Inútiles, un proyecto en el que se encuentran la música, la literatura y la escultura, una crítica que en palabras del profesor Rodrigo Henao Arango, del Departamento de Música de la Universidad, le apunta al por qué todo debe ser útil o servir para algo.

En este escenario de lo inútil convergieron los semilleros Musux, de investigación artística y adscrito al Departamento de Música; Sin-H, de investigación en narrativa y hermenéutica literaria, que hace parte del pregrado en Literatura; y Errante, del programa de Ingeniería de Diseño de Producto.

Según el catálogo de esta iniciativa, “se trata de un trabajo interdisciplinar en el que los semilleristas experimentan en conjunto con técnicas de investigación-creación y procuran el descubrimiento de espacios novedosos de percepción e ideación". Su propósito es “sumergir al visitante en una experiencia sensorial y cognitiva que lo involucre en reflexiones e imaginaciones sobre la utilidad e inutilidad de muchas prácticas, deseos y proyectos humanos".

Hasta el momento son trece la cantidad de objetos, piezas musicales y relatos de microficción que integran esta instalación, inspirada en el cuento El museo de los esfuerzos inútiles, de la escritora uruguaya Cristina Peri Rossi (Seix Barral, 1983), una obra que reflexiona sobre el hombre y todas sus inventivas y propósitos. “Es muy curioso que los esfuerzos inútiles se repitan […] Un hombre intentó volar siete veces, provisto de diferentes aparatos; algunas prostitutas quisieron encontrar otro empleo; una mujer quería pintar un cuadro; alguien procuraba perder el miedo; casi todos intentaban ser inmortales o vivían como si lo fueran", se lee en uno de sus apartes.

1. Monóculo de sol. El esfuerzo inútil de tapar el sol con un dedo

2. Levantador de meñique. El esfuerzo inútil de  aparentar por encajar

3. Sombrilla. El esfuerzo inútil de estar cómodo siempre

Y justo ese tipo de reflexiones llevaron a los creadores de esta iniciativa en EAFIT a concebir una exhibición en espacios que corresponden a cuatro lugares de la vivienda familiar tradicional: sala de estar, baño, biblioteca y dormitorio.

La sala de estar, por ejemplo, apela a la tensión entre lo perfecto y lo imperfecto, a representar una apariencia de orden y control. Esta cuenta con tres objetos: kit Matscota, el esfuerzo inútil de buscar relaciones no conflictivas; la trapeadora con cerdas de acero, el esfuerzo de lo inútil de la pulcritud; y el casco frágil, el esfuerzo inútil de proteger y protegerse.

Y en el baño se encuentran el monóculo de sol, el levantador de meñique y la sombrilla, como expresiones de una “búsqueda de lo que no está a la vista"; en la biblioteca, concebida como el espacio donde chochan “la apariencia y los deseos auténticos", se ubican el reloj aleatorio, una calculadora sin operadores y la torta de tiza. Mientras que en el dormitorio, donde se suprime toda regla, se tienen una máscara transparente, un condón de encaje, unas zapatillas para sin correr y un juego de té poroso.

Lo inútil de hacer lo útil

El profesor Rodrigo Henao es uno de los gestores de este proyecto. Cuenta que lo pensaron hace cerca de dos años y que a partir de las obras musicales que su semillero creó, los de Ingeniería de Diseño de Producto planearon un objeto. A su vez, los de Literatura le hicieron una especie de curaduría a cada elemento, y, de esta manera, le dieron vida a algo así como un manual de instrucciones irónica, “un manual de uso, un poco simpático, porque obviamente una cosa inútil no tiene uso, pero ellos le dieron su uso".

1. Reloj aleatorio. El esfuerzo inútil de medir el tiempo

2. Calculadora sin operaciones. El esfuerzo inútil de comprender el universo por medio de la abstracción.

3. Torta de tiza. El esfuerzo inútil de hacerlo todo un espectáculo. 

Henao explica que en Ingeniería planearon la parte museográfica. “Somos un proyecto muy artístico. Nosotros, por ejemplo, componemos música como inmersiva. Nuestra música está diseñada para ser 'espacializada', el público está en la mitad y así ocurre en esta presentación. Los objetos están distribuidos en la sala y cuando alguien entra se ilumina un objeto y suena la música de dicho objeto, a la vez que se ve el cuento".

¿Y los nombres de las obras musicales? En la misma línea de los objetos: Carta al tiempo, Predecir lo impredecible, Cirugía plástica, El esfuerzo de lo inútil, Enamorarse, Traducir sentimientos, Dormir dentro del arpa de un piano, Vivir en un sueño, Volver sobrio al adicto, Lo inútil de hacer lo útil, Libertaria y Lo inútil de hacer arte. Todas creaciones de estudiantes y de profesores del Departamento de Música de EAFIT.

Y reitera el docente: “Mi obra es la inutilidad del arte, porque si uno se pone a pensar, un cuadro no sirve para nada, la música tampoco sirve para nada, es que fuera de la parte estética, uno no puede hacer nada con eso (risas). Y lo mismo la literatura, porque si uno habla de ficción hasta está hablando de mentiras. Es muy filosófico esto, es reivindicar esa parte de lo inútil, que es volverlo útil. Es darnos cuenta de que a veces lo útil puede ser más inútil".

Siguiendo con el catálogo, y en línea con la percepción de Henao, “la idea es que a través de materializaciones objetuales, sonoras y textuales se active un ánimo exploratorio en torno al sentido de muchos esfuerzos vitales e, incluso, en torno a la necesidad de acoger lúcida y estéticamente su sinsentido".

¿Sinsentido? Como se diría en el barrio, 'se le tiene'. Se trata del Levantador de meñique, sobre cuyo uso escribe Matilda Lara: “Para hacer uso de su levantador de dedo, introduzca el dedo meñique en el objeto y acomódelo en la última falange como si fuese un anillo. Luego, compruebe que el objeto funciona correctamente intentando flexionar su dedo. Si se mantiene inmóvil, funciona. De lo contrario, puede que esté defectuoso o que la talla deba ajustarse. De ser así, por favor comuníquese con nosotros". Así comienza este pequeño relato de ficción, titulado Levantador de meñique, y que acompaña la obra musical Cirugía plástica, de Ana Valencia. ​

1. Zapatillas para sin correr. El esfuerzo inútil de querer evitar que todo cambia con el tiempo

2. Máscara transparente. El esfuerzo inútil de  buscar ser auténtico

3. Condón de encaje. El esfuerzo inútil de buscar que las acciones no tengan consecuencia. 

4. Juego de té poroso. El esfuerzo inútil de contenerse. 

Guías del proceso

El docente Nicolás Peñaloza Hoyos, del pregrado en Ingeniería de Diseño de Producto, creó el semillero Errante que ha contado con la participación de unos 16 estudiantes, además de egresados y otras personas cercanas a este programa.

Cuenta Peñaloza que para este proyecto del Museo de los Esfuerzos Inútiles comenzaron a hacer la conceptualización a partir de las obras, reflexionando sobre el sentido de la inutilidad y la utilidad, y más en Ingeniería, en la que la utilidad es un principio fundamental.

“Nos salimos, entonces, de ese paradigma ingenieril de que las cosas tienen que servir para algo, y básicamente hicimos una lluvia de ideas de objetos inútiles para hacer un match entre la conceptualización de los esfuerzos y los objetos que se nos ocurrieron", explica el docente.

De ese ejercicio surgieron 12 objetos inútiles. “Por ejemplo, tenemos un juego de té que no sirve para preparar té porque es poroso. Entonces representa el esfuerzo inútil de contenerse. Yo he sido como una especie de guía del proceso, de hecho, los objetos han surgido de los estudiantes".

Tras la etapa de ideación viene la de desarrollo y de darle forma a esas conceptualizaciones: “Y seguimos con los ejemplos: a vos se te ocurre que para hacer una crítica al esfuerzo inútil de querer hacer de todo un acontecimiento vital, vamos a hacer una torta. Así, hay que pensar bien en qué tamaño hacerlo, con qué materiales, meter la pata muchas veces… Intentamos con un material, luego con otro, hasta que tenemos la forma de todos nuestros objetos y se amplía a 13 objetos inútiles porque surge una obra musical más".

Sí, es el esfuerzo de lo inútil. La idea en 2023 es hacer una instalación con varias galerías en la Casa de los Tres Patios (Medellín) y otra en El Retiro, pues tal como se indica en el catálogo, “toda la creación interdisciplinar ha sido pensada para ser exhibida en un espacio museográfico que propicie la conjunción de los tres tipos de productos: musical, literario –minificciones curatoriales– y materialización del esfuerzo inútil como objeto".

De niños muchas veces la cantaleta de los papás se dirigía a eso: “Ustedes tienen que ser gente útil para la sociedad". Útil claro, pero en el terreno del arte todo es posible, hasta de convertir algo inútil en útil. Y sí, ¿se imaginan qué habría sido de la vida durante la reciente pandemia de no haber sido por tanta cosa “inútil" como la música o la literatura?

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María Alejandra González Pérez: Una investigadora de aquí, de allá, de todas partess

Enero 26, 2022

Santa Teresa decía que la vida es un instante entre dos eternidades y, como si en eso creyera, María Alejandra González se ha encargado de vivir la suya con una intensidad que a otros ya tendría agotados. La galardonada con el Premio Descubrimiento y Creación 2021 pudo ser monja, psicóloga o quedarse hasta la vejez en Irlanda, ama los perros y cree en el papel dignificador del trabajo.

Ramón Pineda, Colaborador Revista Universidad EAFIT.

A 160 kilómetros de París, en el norte de Francia, está Lisieux. En esa pequeña ciudad de no más de 500 mil habitantes se hizo monja, se hizo mística, se hizo santa, María Francisca Teresa Martin Guérin, más conocida como Teresa del Niño Jesús.

A diario, miles de peregrinos de medio mundo invaden sus hostales, sus callejones, para conocer la casa en la que ella vivió, la catedral en la que se le reveló
su vocación, la capilla en donde está su tumba y la enorme basílica que el papa Pío XI hizo en su nombre.

En 1998, atraída por esa religiosidad, por la espiritualidad, por la vida monástica, hasta allí llegó, con la intención de quedarse, María Alejandra González Pérez. La casa de Las Bienaventuranzas la acogió como una más de su familia. Esta comunidad católica tiene sedes en 26 países de América, África, Asia y Europa,
y recibe a sacerdotes, consagrados, casados y solteros que desean llevar una vida en oración.

En Lisieux están al servicio, entre otras cosas, de la Basílica y Les Buissonnets, como se le conoce a la casa donde vivió su infancia Santa Teresa. Desde que llegó, María Alejandra se sintió cómoda, participaba de la cocina, en las tareas domésticas y los ejercicios espirituales, entre ellos rezar en hebreo el Padrenuestro y el Ave María porque un propósito comunitario era que los judíos aceptaran a María como madre de Jesús.

Pasaron uno, dos, tres meses y María Alejandra se sentía en paz, pero al mismo tiempo le parecía egoísta ser tan feliz en la vida espiritual habiendo tanto por hacer
y resolver afuera.

Por eso, haciendo eco a las palabras de Santa Teresa cuando le expresó a Dios su deseo de “pasar mi cielo haciendo el bien en la tierra, hasta el fin del mundo”, renunció y se regresó para Medellín, la ciudad en la que nació, en la que cursó su bachillerato –pasó por tres colegios de monjas–, en la que se graduó como psicóloga de la Universidad Pontificia Bolivariana (UPB) y en la que para entonces vivía su papá Guillermo, su mamá Luz Marina y sus hermanas Catalina y Vanessa.

Una familia sin moldes

“Yo estudié Psicología, pero no soy psicóloga; nací en Medellín, pero no soy paisa; nací en Colombia, pero no estoy arraigada”, afirma María Alejandra quien tiene entre sus antecedentes una abuela que era inglesa pero que estuvo en un internado en Jamaica; un abuelo que fue mayor del Ejército, pero que también estudió medicina en Francia y fue secretario de salud de Norte de Santander y el Magdalena; un papá que nació en Santa Marta pero que no es costeño, que desde joven se fue a recorrer el mundo, que estudió teología, que vivió en Roma, que fue traductor para el canciller colombiano del Concilio Vaticano II y que cambió el entorno religioso en el que vivía en Europa para terminar siendo sexólogo y docente en Medellín.

Fue estudiando Psicología en la Universidad de Antioquia que su papá tuvo su primera novia: Luz Marina. Nacida en Sopetrán, era una estudiante de Sociología. Ambos hicieron una conexión que duraría hasta la muerte de ella, a causa de una demencia frontotemporal, en la primera semana de marzo del año pasado, justo en la que se anunció el primer caso de Covid en Colombia.

“Yo creo que el de mi mamá fue de los últimos grandes funerales, con mucha asistencia, antes de la llegada de la pandemia”, dice María Alejandra. Y cómo no, si ella era conocida en el mundo académico por sus investigaciones y como profesora de las universidades de Antioquia (U. de A.), San Buenaventura, Cooperativa de Colombia y de uno de los colegios de mayor tradición en el departamento, el Cefa (Centro Formativo de Antioquia).

Educada entre docentes, el entorno académico no era extraño para María Alejandra y sus dos hermanas. De niñas ya le ayudaban a la mamá a preparar clases, le hacían las carteleras, le montaban las diapositivas, incluso a calificar trabajos.

“No era por empoderarnos, sino por ocuparnos. Mi mundo familiar era súper chiquito, en casa, y los fines de semana nos íbamos para la finca en Santa Fe de Antioquia. No había tiempo de tener amiguitos, pero iempre tuvimos libertad para hacer lo que queríamos”.

Tal vez por eso, ni el padre ni la madre dijeron nada cuando su hija, al salir del bachillerato, se presentó al mismo tiempo a Zootecnia en la Nacional, a Derecho en la U. de A. y a Psicología en la UPB.

Sus perros, tres polos a tierra

A la entrega del Premio Anual de Descubrimiento y Creación, en el auditorio Fundadores de EAFIT, María Alejandra González fue acompañada de Niko, uno de los tres galgos italianos con los que comparte su vida, sus horas de trabajo frente al computador de ocho de la mañana hasta que llega la noche y el sueño.

Su amor por los perros es inconmensurable. Cuando era niña y hasta los 14 años, al lado suyo, de su papá, de su mamá, de sus hermanas, estuvo Lucas, un fox terrier miniatura que era uno más de la familia. Su muerte, ella la describe como la perdida más dura de su vida, junto con la su madre.

Por su estancia en Ceuta, en Lisieux, en Londres, en Galway, le fue imposible tener perros, pero apenas se instaló en Medellín pudo adoptarlos.

Tuvo a Cian, que murió la misma semana en que falleció la mamá. Y ahora la acompañan Tiwaz, Valentín y Niko. A cada uno de ellos los bautiza con un nombre que reafirme o modele su personalidad. Tiwaz es la runa de la perseverancia, la que le decía a los vikingos que tuvieran calma para poder alcanzar los objetivos. Valentín, cuando llegó era miedoso, asustadizo, y ese nombre lo reviste de valor. Y a Niko, que llegó en agosto de 2020, en plena pandemia, no lo quiso presionar con un nombre grande, con mucha carga simbólica: “Él fue lo mejor que me pasó el año pasado –dice ella–. Los tres son mi tranquilidad, mi polo a tierra”.

Ese instante entre dos eternidades

 Es enero de 1994 cuando ingresa a Psicología. No se imaginaba aún que con los años la vida le daría otros puntos de giro, que terminaría siendo una experta en gerencia de recursos humanos, en negocios internacionales y en responsabilidad social de las empresas y la educación superior.

Por ahora es la buena estudiante que hace sus prácticas profesionales en la Liga de Patinaje de Antioquia y que se gana una beca para complementar sus estudios de Psicología en la sede que la Universidad de Granada tiene en Ceuta. Ubicada en África, en límites con Marruecos, en esta ciudad autónoma española confluyen lo judío, lo católico, lo musulmán, y esas mezclas enriquecen la mirada de María Alejandra.

“Allí fui profesora de Psicología del Desarrollo. Tenía estudiantes de diversas culturas, religiones. Los cursos eran en español, pero también se hablaba árabe y francés, un idioma que siempre me gustó y quise perfeccionar”

Es en su siguiente destino, Lisieux –conviviendo y orando en la comunidad de Las Bienaventuranzas–, donde logra con fluidez expresarse en el idioma de Lacan.

“Galway es el lugar de mi alma, allá hay una gran parte de mi espíritu”, dice sobre esta pequeña ciudad de Irlanda donde vivió ocho años e hizo su maestría, doctorado y posdoctorado. Foto: Archivo personal de la profesora.

 

Habría podido quedarse allí, siendo feliz con su vida espiritual, cumpliendo los votos de pobreza y castidad... pero los de obediencia la conflictuaban. Mejor regresa a Colombia a “hacer el bien en la tierra”: el 21 de enero de 1999 ocurre el terremoto de la ciudad quindiana de Armenia y ella se va con la Cruz Roja a brindar atención sicosocial a las víctimas.

En ese mismo enero, los paramilitares perpetúan en Urabá cinco masacres que dejan 26 muertos. Fue el inicio de un año conflictivo, de enfrentamientos entre grupos armados en esa región. En ese contexto, a su regreso de Armenia, María Alejandra asume un cargo en el Departamento de Recursos Humanos y luego
en el de Responsabilidad Social y Empresarial de Chiquita Brands, la gran empresa bananera con sede en Apartadó y Santa Marta.

“Eran cinco mil trabajadores, se hacía necesario construir proyectos conjuntos y había muchos asuntos, como el de la relación del mercado y las transformaciones de las dinámicas sociales, que yo no entendía”. Por eso, alzó vuelo otra vez, quería aprender, aprehender.

“Regresé a Medellín un día antes de comenzar clase. Fue un tránsito difícil, la ciudad, el ambiente, el idioma, pero de una me enamoré de EAFIT, me sentí superconectada”. Sus estudios de posdoctorado en Responsabilidad Social de la Educación Superior encontraron la interlocución que necesitaba.

No deberías volver a donde has sido feliz

Un corto período en Londres para mejorar su inglés y luego Galway, una pequeña ciudad de Irlanda que con su afamada Universidad Nacional atrae a estudiantes de todos los puntos cardinales. Cursó su maestría en Relaciones Industriales y Gerencia de Recursos Humanos en medio de un ambiente jovial, de castillos, molinos, carreras de caballos, festivales de ostras y música medieval, del fluir el río Corrib y de las montañas cubiertas de niebla.

Se enamoró tanto de esa tierra que supo que allí iba a pasar mucho tiempo de su vida, y sí, se quedó ocho años haciendo su doctorado y posdoctorado que luego le abrirían las puertas de EAFIT.

“Galway es el lugar de mi alma, allá hay una gran parte de mi espíritu”, dice ella. Sin embargo, en noviembre de 2007, cuando a sus manos llegó una convocatoria para estar en EAFIT, pensó en volver a Colombia. Fue Sascha Furst, en ese entonces jefe del Departamento de Negocios Internacionales, quien se la mandó para que la distribuyera entre los colegas con quienes trabajaba en un Centro de Investigación en Innovación y Cambio Estructural.

Para sorpresa de él, ella también aplicó. Y ganó. “No me fue fácil decidir”. Subió a la montaña donde la eyenda dice que San Patricio tiró al mar la última serpiente
que quedaba en la isla y desde lo alto pidió iluminación. En enero de 2008 ya estaba en Medellín.

“Llegué un día antes de comenzar clase, fue un tránsito difícil, la ciudad, el ambiente, el idioma, pero de una me enamoré de EAFIT, me sentí superconectada con el
proyecto del rector Juan Luis Mejía”. Comenzó dirigiendo el grupo de Investigaciones en Estudios Internacionales.

Ha dictado más de seis cursos diferentes, pero es el de Ética y Responsabilidad Social, que tiene a cargo desde 2012 –además coordina a siete profesores que replican la materia– por el que más la conocen y por el que recibió un reconocimiento de la Universidad de Carolina del Sur por su aporte a la “formación de administradores comprometidos con el entorno natural y social, y que promueven la responsabilidad ética y corporativa”.

El poder transformador de la ciencia

María Alejandra y sus estudios de posdoctorado en Responsabilidad Social de la Educación Superior encontraron en EAFIT la interlocución que necesitaba para elaborar proyectos que procuran desde las empresas liderar procesos de transformación positiva y construir un mundo más equitativo. “Me jala más la investigación que la docencia”, asegura.

La investigación la apasiona y trabaja de lunes a lunes en ello, por algo su trayectoria la hizo merecedora este 2021 del Premio Anual de Descubrimiento y Creación, que es un incentivo que otorga EAFIT a los investigadores.

“Creo en el poder transformador de la ciencia, en el poder transformador de las empresas, en la academia y las universidades como articuladoras de esas dinámicas, como conexión entre el gobierno y las comunidades, entre la sociedad civil y las empresas”, exclama con vehemencia.

Y ya son trece años haciendo historia desde EAFIT para el mundo porque si bien está en Medellín, a diario se conecta con África, con Asia, con Europa, con el resto de América.

 

Tres de sus grandes amores son sus perros, que la acompañan y de los que, explica ella, tienen nombres que reafirman su personalidad. Foto: Róbinson Henao.

 

Hay días que frente al computador intercambia saberes con personas que están en siete usos horarios diferentes. María Alejandra se siente cohabitante del planeta Tierra, no tiene un nacionalismo fuerte ni por Colombia ni por ninguna parte. Antes de la pandemia salía al exterior por lo menos siete veces al año. Ha vivido en seis países y en otros 84 ha pasado por lo menos una noche.

Al cumplir 50 años  espera llegar a los 100 visitados. Para ella, conocer países es como coleccionar Pokemones. El que no ha podido tener es Antártida. Y sus consentidos son Armenia, Escocia, Montenegro, Omán e Irlanda, donde está su amada Galway, a la que solo ha vuelto una vez y quizá no lo haga más porque, como dice la canción de Joaquín Sabina, “al lugar donde has sido feliz, no deberías tratar de volver”.

 

Hay un tiempo para todo

Poco ejerció la Psicología María Alejandra: además de atender en el consultorio de sexología de su padre, de sus clases en Ceuta y algunas de Psicometría en Galway, estuvieron las prácticas en la Liga de Patinaje de Antioquia. Ese período de su vida lo recuerda con aprecio porque adquirió saber que aún aplica para su vida y en sus investigaciones y proyectos.

“Me tocaba trabajar con los deportistas de alto rendimiento. De los psicólogos cubanos que estaban allí aprendí que lo importante es que los atletas asimilen que hay ciclos de subida y de bajada, que no se puede permanecer siempre en lo alto, y que cuando se está arriba hay que prepararse para descender sin caer”.

Ella asume la vida con ciclos de ascenso y descenso, de optimizar el tiempo de las vacas gordas y poder saber que llegarán las vacas flacas, como una ola con la que juegan los surfistas.

“Muchas semanas del año tengo que maniobrar las vacas flacas, debo tener disciplina y tranquilidad para asumir que nada se queda arriba, nada se queda abajo. La mayoría de las personas no necesariamente son conscientes de que van a caer. Hay momentos en los que no tengo la misma capacidad de trabajo y sé
que tengo que programarme para el tiempo de sembrar”.

Y ese control, el entender que hay un tiempo para todo, lo aplica en sus investigaciones con empresas que están en contextos de mercados emergentes, de robustecimiento empresarial en regiones de América Latina y el Caribe, Europa del Este, África y el sureste asiático.

Piensa que con ellas es importante construir escenarios futuros que sean sostenibles, que se anticipen a las crisis que vendrán, que tengan la capacidad para responder a las diferentes amenazas.

“Yo creo en el trabajo como una actividad que dignifica a las personas, por eso es importante tenerle fe a quienes producen los empleos, trabajar de la mano con ellos para generar valor positivo a la sociedad, con mercados más justos e incluyentes”.

 

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Santiago Tobón: “El privilegio, a veces, nos ciega”

Enero 26, 2022

No es un economista de oficina. Le gusta estar en la calle hablando con la gente, con policías, con delincuentes, con el ciudadano de a pie, pues sabe que para entender lo macro hay que conocer lo micro. El ganador del premio Medalla Juan Luis Londoño de la Cuesta ha construido un camino que reafirma la importancia de trabajar por el bienestar de otros.

Ramón Pineda, Colaborador Revista Universidad EAFIT.

Casi que cada quince días, Santiago Tobón le daba día libre a sus lides académicas para encontrarse con Isabel Gutiérrez, el amor de su vida. Él vivía en Lovaina (la nueva), Bélgica. Ella, en Madrid, España. Corría el año 2012 y ambos se habían aventurado a dejar Colombia para hacer sus maestrías en Europa, él en Economía y ella en Estudios Latinoamericanos.

“Yo vivía limitado por el dinero de una beca, pero en una aerolínea de bajo costo los tiquetes de ida y vuelta solo me costaban 40 euros”. Eran fines de semana
felices, de abrazos, de descubrimientos, un pare en ese camino que lo llevaría, entre otras cosas, a ser en este 2021 el economista joven más destacado de Colombia.

Fundada en 1425, la Universidad Católica de Lovaina es una de las más antiguas del mundo. Dice la historia que, en ella, el astrofísico y sacerdote Georges Lemaître enunció por primera vez su teoría del átomo primigenio, el mismísimo Big Bang. Anualmente alberga, en promedio, 21 mil estudiantes de 120 países.

Uno de ellos fue Santiago, quien tardó un pregrado en Ingeniería Informática y una maestría en Administración para encarrilarse a estudiar lo que es su verdadera vocación, la de ser un economista... Pero no uno a la vieja usanza, en una oficina resolviendo el mundo desde la teoría, sino saliendo a la calle, como esos que se ponen en los zapatos del otro para comprender y hallar soluciones.

“Si cuando salí del colegio, que me tocaba decidir cuál carrera hacer, hubiera sabido que era Economía, habría estudiado eso”. Se decidió por la Ingeniería Informática –hoy de Sistemas– porque en esas pruebas que se hacen en el bachillerato para encontrar la vocación todo apuntaba a que era bueno en
ingenierías y matemáticas.

Además, era un gomoso de los computadores: desde muy niño en su casa había PC, en un tiempo en que tenerlo era un lujo. Igual, se graduó feliz en la Escuela de Ingeniería de Antioquia (EIA). Mientras estudiaba, montó con unos socios una empresa de desarrollo de software. Fue cuando llegó a trabajar en la Gobernación de Antioquia que comprendió que se había equivocado de profesión.

Se rompe la burbuja

Gabriel Jaime Tobón y Luz Magdalena Zapata nacieron en Cali, pero ambos con familias paisas, vinieron fue a conocerse en Medellín. En esta ciudad, en el barrio La Castellana, conformaron su hogar en el que se criaron sus hijos Santiago y Carolina.

Cuando el niño tenía once años se fueron a vivir a la Loma de los Parra, aunque no lo cambiaron de colegio y siguió estudiando hasta tener el título de bachiller del Corazonista.

Una vida tranquila, con privilegios, en una Medellín del sur y del occidente en la que se ve de lejos esa otra ciudad de cinturones de miseria, de desplazados, de empleos paupérrimos y bandas criminales ejerciendo su
propio gobierno en las comunas más marginadas.

Por coincidencias de la vida, le ofrecieron un cargo en la Gobernación de Antioquia. Santiago vio una oportunidad de aprendizaje, acababa de salir de la EIA, había tenido su negocio de software pero le faltaba experiencia laboral.

Santiago es el actual director del Centro de Investigaciones Económicas y Financieras.

 

Llegó primero a la dirección de Desarrollo Económico, luego a la de Desarrollo Territorial y Catastro. Poco a poco comprendió que generar ingresos, crear empresas y empleos tenía muchas limitantes. “Sentía que me faltaban herramientas para entender esos problemas y me dí cuenta que quería estudiar Economía, que me apasionaban las políticas públicas y retos como la pobreza y la violencia”.

Allí encontró su vocación y a dos personas que serían importantes en su vida: Isabel Gutiérrez, abogada, politóloga, quien le sembró la inquietud por estudiar los desafíos sociales más apremiantes, y ahora es su esposa. Y Juan Carlos Muñoz, quien lo animó a hacer la maestría, ha sido coautor en sus investigaciones y hoy es su colega en el Departamento de Economía de EAFIT.

A Isabel la conoció mientras ella dirigía un programa de construcción de paz en zonas de conflicto. Los alcaldes le pedían plata y era él quien aprobaba su factiblidad. Por A o por B les tocaba viajar juntos por toda Antioquia. A Juan Carlos lo conocieron ambos cuando los buscaron para promover un proyecto de gestión de la propiedad de la tierra en el departamento, y su relación con el conflicto.

La violencia como limitante

Tarazá es uno de los seis municipios del Bajo Cauca. A seis horas de Medellín, lleva décadas viviendo una historia de violencia, de desarraigo, desaparecidos, masacres, campos minados, gobierno de grupos armados ilegales.

Allí, la burbuja en la que vivía Santiago se acabó de resquebrajar cuando fue en compañía de Isabel a hacer un registro de víctimas reclamantes de subsidios otorgados por la Ley de Justicia y Paz.

Estuvieron todo el día allí escuchando historias terribles y a él lo marcó la de una señora que vio cómo algunos miembros de su familia cayeron en las trampas de las minas antipersonal, y cómo otros, por rescatarlos, también murieron en el intento o quedaron mutilados. “Me conmovió tanto dolor, tantas restricciones de desigualdad. Uno comienza a conocer esos problemas de violencia y no hay nada que se vuelva más importante que resolverlos”.

Comprender que uno de los limitantes más grandes para el desarrollo es la violencia, que cuando esta se ejerce los niños no van a la escuela, no se abre la tienda, no hay transporte, no se invierte... se convirtió en adelante en un tema constante en sus investigaciones.

Para entonces, haciendo uso de una beca que le otorgó la Gobernación, cursaba una maestría en Administración en EAFIT. Al terminar el período de gobierno de Luis Alfredo Ramos, empacó maletas junto con su novia para continuar en Europa su camino de aprendizaje.

Las ganas de estudiar, un buen nivel de inglés y ser bueno en matemáticas le permitieron ganarse la beca de Colfuturo con la que pudo vivir en Lovaina. Desde allá siguió mirando a Colombia: de la mano con Juan Carlos Muñoz, su tesis de maestría fue el estudio del efecto de la formalización de la tierra sobre los cultivos de coca.

Encontraron que cuando se formaliza la tierra hay menos cultivos ilícitos, que cuando el campesino tiene título de propiedad, por un lado, accede a más créditos, a mejores incentivos y, por otro, al ser dueño es un sujeto penal al que se puede condenar por ese delito. “Es más efectivo formalizar la tierra que la erradicación por aspersión”, dice.

De Chicago a Medellín y viceversa

Como parte de un convenio que EAFIT tiene con la Policía Nacional, desde hace cinco años, le ha dado clases a mayores, tenientes coroneles, coroneles y generales, quienes reciben formación en liderazgo, comunicaciones y evidencia científica en intervenciones policiales.

Gracias a Santiago y a su esposa Isabel, quien comenzó la relación con esa institución, en ese proceso de formación hay visitas a Chicago para que los uniformados conozcan cómo funciona la policía de allí y estudien de la mano del Crime Lab, de la Universidad de Chicago, la historia criminal de la tierra que gobernó Al Capone.

Actualmente, llevan cinco años haciendo entrevistas en cárceles, para saber por qué entran, qué ganan, qué tan probable es que asciendan, que se mueran, que vayan a la cárcel, qué tanto les preocupan sus hijos... También van a los barrios a hablar con tenderos, comerciantes, y quienes tienen que pagar la “cuota de seguridad” de los combos.

“Tratamos de comprender las razones que llevan a alguien por un camino de violencia y crimen. Las decisiones más complejas que he tenido en mi vida son si estudiaba Ingeniería o no, si me casaba o no, pero hay quienes tienen que tomar la decisión de si armarse para proteger a un familiar, como le pasó a un chico que conocimos: tenía trece años cuando se enteró que a su hermana la habían llevado a un bosque para abusarla. Él fue a defenderla, pero se generó un conflicto con un combo vecino que era el agresor. Por temor se retiró del colegio y formó un pequeño grupo para proteger su sector. La política criminal y muchos de nosotros lo hacemos todos los días”.

Junto a otros colegas, Santiago Tobón trabaja en un proyecto que busca entender mejor el crimen organizado en Medellín.

¡Tengo que hacer un doctorado!

Cuando se fue para Lovaina a hacer su maestría en Economía, Santiago estaba convencido que no quería hacer un doctorado. Pero descubrió el placer de investigar, le quedó gustando, sobre todo cuando conoció un par de organizaciones creadas por economistas que aplican métodos tradicionales de las ciencias médicas en fenómenos sociales: al igual que una farmacéutica cuando experimenta una vacuna y a unas personas se la aplican y a otras le dan un placebo para estudiar sus reacciones, en este toman un segmento de población, lo dividen en dos grupos, uno de tratamiento y otro de control, para encontrar soluciones en temas puntuales de educación, pobreza y violencia, entre otros.

Una de esas organizaciones, Abdul Latif Jameel Poverty Action Lab (J-PAL), fue fundada por la pareja de esposos Abhijit Banerjee y Esther Duflo, ganadores del premio Nobel de economía en 2019 por cambiar el paradigma de estudiar la pobreza y el desarrollo haciendo experimentos. La otra, Innovations for Poverty Action (IPA), la creó Dean Karlan, uno de sus estudiantes.

Ambas son como hermanas y desde hace años cercanas a las investigaciones que Santiago ha venido realizando en Colombia y que lo hicieron merecedor este año del premio Medalla Juan Luis Londoño de la Cuesta, el más importante que se entrega en el país a los economistas menores de 40 años. Cuando se graduó regresó a Colombia junto con Isabel que también había concluido su posgrado en el Instituto Ortega y Gasset en España. Se casaron a los cuatro meses.

Ella ingresó a EAFIT y él se dedicó a unos emprendimientos mientras resolvía con qué irse a hacer el doctorado en Economía en Los Andes. La oportunidad se presentó cuando ambos consiguieron empleo en Bogotá: él en Finagro, en temas de desarrollo rural, y ella en la Oficina contra la Droga y el Delito de Naciones Unidas.

Jerónimo

En 2018 culminó su doctorado con una tesis que tiene tres partes. La primera es una investigación en la que analizan los efectos que en Medellín tiene las cámaras de seguridad para combatir el delito. La segunda estudia el efecto
sobre los actos delictivos que tiene el patrullaje policial en determinadas calles de Bogotá. La tercera investiga de qué manera afectan las malas condiciones de una cárcel el nivel de reincidencia de sus presos.

Ahora, de la mano de Innovations for Poverty Action, EAFIT y la Universidad de Chicago, entre otras instituciones, investiga el tema de las pandillas y el crimen organizado en Medellín, Cali, Río de Janeiro y Honduras para proponer
soluciones que puedan reducir la incidencia del crimen organizado.

Los últimos cuatro años han sido intensos en la vida de Santiago. Además de obtener su título de doctor, de hacer una estancia posdoctoral en Chicago, de llegar a EAFIT, de ganarse el premio Juan Luis Londoño, es papá de Jerónimo. A sus cuatro años, el niño está lleno de vitalidad, pero no fue así cuando era bebé: a los cinco meses lo hospitalizaron por una gripa que se le volvió bronquiolitis y que no cedía con los tratamientos ni el paso de los días.

El profesor afirma que su familia es su gran estímulo y motor tanto de su vida personal como profesional. Foto: Róbinson Henao.

Le diagnosticaron una rara inmunodeficiencia primaria de la que solo hay seis casos documentados. Para sanar era necesario hacerle un trasplante de células madre que le reiniciara su sistema inmune. En Colombia solo era posible en Bogotá, Cali o Medellín.

Optaron por hacerlo en Medellín, en el Pablo Tobón Uribe. Fue casi un año viviendo en ese hospital. Aquí estaban las familias de ambos, y era mejor a su lado. El primer trasplante no funcionó, el segundo, sí. “Hoy Jerónimo está vivo, en gran medida, gracias a los privilegios que nos rodean. Para empezar, la mayoría de los niños mueren sin el diagnóstico, pero en su caso la enfermedad se diagnosticó a tiempo. El trasplante de células madre que le devolvió la vida se hizo en las mejores condiciones que permitía la ciencia, pero otros niños no llegan al trasplante. El privilegio a veces nos ciega, pero ver de cerca estas desigualdades me ayudó a no perder la perspectiva y a reafirmar la importancia de trabajar por el bienestar de otros”.

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Descifrando más enigmas sobre el aguacate Hass

Enero 26, 2022

EAFIT ejecuta tres investigaciones con el Grupo Cartama, empresa agrícola dedicada a producir y exportar aguacate Hass. Los logros beneficiarán la productividad del sector y la calidad de la fruta. Las comunidades cercanas a los lugares de cultivo han recibido ya los nuevos conocimientos.

Juan Carlos Luján y Felipe Sosa, Colaboradores Revista Universidad EAFIT.

EAFIT y el Grupo Cartama desarrollan, desde 2019, tres proyectos que tienen relación e incidencia directa con el cultivo del aguacate Hass (Persea americana Mill). Como ha sucedido con otros proyectos de consultoría e innovación conjuntos entre la academia y la empresa privada, los logros han sido de gran trascendencia.

En los estudios participan investigadores de la Escuela de Ciencias de la Universidad. Cartama es una empresa dedicada al cultivo y comercialización de esta variedad de aguacate. Fue fundada en el año 2000 por un grupo de empresarios antioqueños y su primer lugar de producción fue en el municipio de Rionegro, en este departamento.

La compañía se dedica a toda la cadena de producción, desde la siembra del árbol en los viveros, cultivo, cosecha del fruto, embalaje en su planta ubicada en
Pereira (Risaralda) y el envío a los clientes finales.

En 2015 comenzó a exportar y en los últimos años ha ingresado a mercados como el japonés y el chino. Tiene unidades productivas en Rionegro, Sonsón, Amagá, Caramanta, Támesis, Jericó y Concordia (Antioquia), Anserma, Riosucio, Salamina y Aranzazu (Caldas), y Quinchía y Guática (Risaralda).

Cuenta con sellos y reconocimientos por la calidad de su producción y espera que las investigaciones con varias universidades, ente ellas, EAFIT, le permitan acceder a otras certificaciones.

Estas labores conjuntas entre Universidad y sector privado permiten que compartan conocimientos e investiguen con fines comunes. Además, los inversores o ejecutores reciben estímulos como deducciones y descuentos tributarios, lo que facilita también el acercamiento del empresariado a los grupos de investigación universitarios.

Proyecto Construcción de inventarios ecológicos para la gestión sostenible de los agroecosistemas de las unidades productivas de aguacate Hass

Con este se identificó la biodiversidad de cuatro unidades productivas (el Grupo Cartama denomina así sus fincas y terrenos de cultivo), ubicadas en los municipios de Quinchía, Riosucio y Guática.

Dentro de los logros más significativos está el haber registrado, según datos que aún están en verificación, cerca de 610 especies en la zona: 243 plantas, 30 herpetos (anfibios y reptiles), 30 mamíferos, 168 aves, 95 taxones de diptera y 40 taxones de hymenoptera, es decir, grupos de ambos tipos de insectos.

Susan Saavedra Porras, jefa de Investigación, Desarrollo e Innovación del Grupo Cartama, explica que el monitoreo a la biodiversidad se extendió un año y se efectuó en dos épocas para poder tener también datos de migraciones de aves y conocer las comunidades de insectos asociadas a efectos polinizadores.

“También se monitoreó la microbiota del suelo. Fueron análisis y estudios muy completos. El informe final presenta una propuesta para hacer una reconexión de los relictos de bosques (remanentes de bosques) en estas unidades productivas y favorecer la conservación de las especies identificadas”, agrega.

Preservación de la biodiversidad

El profesor Juan Fernando Díaz Nieto, integrante del Grupo de Investigación en Biodiversidad, Evolución y Conservación (BEC) de EAFIT, indica que el proyecto analizó la biota en las zonas de cultivos y los bosques. Ejecutaron esa caracterización biótica, a nivel de macro y microorganismos principalmente de suelo, analizaron y compararon zonas de producción aguacatera, áreas cultivadas y áreas de bosques.

Con este conocimiento podrán decidir acciones para preservar esa biodiversidad y aplicar mejores prácticas para contribuir y aumentarla potencialmente. Así mismo, en el laboratorio realizaron caracterizaciones que posibilitaron establecer los índices de diversidad filogenética.

Otro logro fue la generación de una estrategia de apropiación social del conocimiento. Consistió en elaborar materiales de apoyo para actividades pedagógicas en las instituciones educativas de básica primaria en el sector de influencia del proyecto.

Esos materiales sirven como vehículo de aprendizaje en procesos de aprendizaje y la base de la información es la biodiversidad local.

Las especies identificadas se categorizaron para saber cuáles son vulnerables o están en peligro de extinción, como el loro orejiamarrillo y la palma de cera.

Proyecto Propagación de material de siembra de aguacate cv. Hass con diferentes portainjertos clonales

Ante la demanda mundial de aguacate, el desarrollo comercial del cultivo en Colombia ha aumentado también en forma considerable, lo que requiere nuevas áreas y material de siembra.

Este proyecto busca una metodología para la propagación clonal in vitro de aguacate Hass vía morfogénesis y microinjertación, utilizando como patrones o portainjertos criollos y copa cv. Hass que la empresa ha caracterizado y utiliza para la obtención de material de alta calidad.

Para esto se usan técnicas de propagación mediante cultivo in vitro de tejidos y se obtuvieron plántulas microinjertadas que pueden ser propagadas masivamente bajo condiciones de laboratorio.

El profesor Diego Fernando Villanueva Mejía, investigador principal y quien hace parte del Grupo de Investigación CIBIOP y la spin-off Natural Vitro de EAFIT, explica que, generalmente, el aguacate tiene una base, conocida como patrón, y una copa, que es la que se injerta sobre ese patrón.

A diferencia de otros países, ese injerto no ha respondido de la mejor manera en territorio colombiano. En esto incide la diversidad de climas, plagas y enfermedades.

“Dentro de los retos interesantes de este cultivo en Colombia están explorar, identificar y caracterizar materiales criollos y sobre ellos injertar en la parte superior el aguacate Hass”. Estas situaciones motivaron la caracterización desde el punto de vista genético.

Terminada la primera fase

El proyecto sufrió retrasos debido a los confinamientos producto de la llegada del COVID-19. Hubo restricciones para ingresar a los laboratorios y dificultades para acceder a las yemas que provienen de un proceso de etiolación (cultivo de plantas con ausencia parcial o total de luz).

Con esas yemas se obtienen los futuros árboles en un proceso que se ejecuta en cuartos de etiolación y posteriormente en laboratorios, pero hubo dificultades en el acceso a material suficiente para los ensayos.

Este proyecto, luego de tres años de trabajo, cerró ya su primera fase. En la segunda, se evaluará el proceso de aclimatación o endurecimiento de las primeras
plantas producidas bajo condiciones de laboratorio (microinjertación) y pasarán luego al invernadero.

Se evaluarán en condiciones de vivero y después en campo. Además, se incrementará la cantidad de plantas producidas en el laboratorio para ampliar en un mediano plazo la oferta de material vegetal élite de aguacate para el país.

A pesar de ser el mismo fruto, las características del cultivo de aguacate Hass son distintas en cada país e, incluso, cambian entre regiones relativamente cercanas.

Proyecto Estudio de factores ambientales y nutricionales que determinan la calidad de la fruta del aguacate cv. Hass

Está enfocado en determinar los factores ambientales y nutricionales que afectan la calidad de la fruta en poscosecha, para plantear soluciones que garanticen una calidad que sea competitiva en el mercado internacional.

El creciente consumo mundial del aguacate ha demandado más producción. Sin embargo, el rendimiento del cultivo colombiano está por debajo del potencial productivo y la fruta cosechada ha presentado problemas de calidad y madurez heterogénea.

Estos problemas están asociados al manejo nutricional y fitosanitario del cultivo que no se ha optimizado para los suelos y las condiciones
ambientales del país.

El proyecto se ha centrado en caracterizar el daño de la lenticela, que consiste en el deterioro de la lenticela (estructura que permite el intercambio de gases
entre el interior y el exterior de la planta). Se ha creído tradicionalmente que el daño de la lenticela se presenta por daños mecánicos (físicos) o bióticos (organismos vivos). Por tal motivo, el proyecto ha caracterizado la comunidad microbiana asociada.

“Con esa caracterización, y definiendo si hay posibles efectos causales de ese daño, evaluaríamos los mecanismos para el control y así mejorar la calidad de la fruta”, especifica Valeska Villegas Escobar, investigadora y
docente de la Escuela de Ciencias de EAFIT.

Cambios significativos

Entre los logros del proyecto se halló que las unidades productivas del Grupo Cartama registran diferentes niveles de daño de la lenticela, varían de una cosecha a otra, lo que sugiere que cada cosecha presenta condiciones diferentes y que pueden ser más o menos conductivas para el daño.

Además, la afectación incrementa el tiempo de almacenamiento en frío. Eso sucede en ambas unidades productivas y para todas las cosechas evaluadas.

“Las comunidades fúngicas asociadas al daño a la lenticela contienen géneros fúngicos que podrían estar asociados a enfermedades en plantas”, dice la profesora Valeska.

Las evaluaciones evidencian cómo algunos de esos hongos lograban causar algún daño en frutos sanos de aguacate. Y aunque varían de una unidad productiva a otra, tienen algunos hongos que son comunes.

Las conclusiones de esta investigación permitirán determinar las causas del daño de la lenticela y facilitarán la intervención para lograr un aguacate totalmente sano y, por consiguiente, más apetecido en el mercado.

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NarcosLab o cómo mirar el horror sin perder la calma

Enero 26, 2022

Tras 50 años de vivir con y contra el narcotráfico en Medellín, NarcosLab continúa con una reflexión sobre qué somos y qué podremos ser como sociedad frente a un fenómeno más profundo: lo narco. Una reflexión ética, filosófica y estética.

Octavio Gómez, Colaborador Revista Universidad EAFIT.

El 21 de febrero de 2019, según la decisión de la Alcaldía de Medellín, debería cerrarse, para siempre, un ciclo de violencia, criminalidad y muerte asociada
con el narcotráfico en la ciudad. Ese día se realizó un acto de reivindicación de un grupo de víctimas del narcotráfico que terminó con la demolición, usando explosivos, del edificio Mónaco, tal vez la edificación más emblemática de Pablo Escobar en la capital de Antioquia.

Pero lo único que terminó realmente ese día fue el edificio en ruinas. Lo demás, la historia, las víctimas, los efectos, la visión, los debates, la memoria vinculada a casi 60 años de narcotráfico en Medellín no solo quedaron intactos, sino que permitieron comenzar a desarrollar una discusión: ¿qué es lo narco?, ¿cómo se debe construir y narrar la memoria de lo narco?

Una de las concreciones de esa “nueva” discusión es Narcoslab, proyecto de investigación y creación financiado por la Fundación Gabo con el apoyo de EAFIT y el Museo de Antioquia.

El periodista y profesor del Departamento de Comunicación Social de EAFIT, Alfonso Buitrago Londoño, uno de los fundadores de esa iniciativa, explica que “junto al sociólogo Gerard Martin empezamos a hacer una reflexión sobre cómo se debería construir nuestra memoria, en especial de la época del cartel de Medellín, a raíz del proyecto del entonces alcalde Federico Gutiérrez de demoler el edificio Mónaco”.

La idea que tuvo la administración de Gutiérrez fue declarar a las casi 50 mil personas muertas en forma violenta entre 1984 y 1994 como víctimas del narcotráfico y demoler el edificio que, para el gobierno local, representaba el poder que habían tenido sus victimarios.

La reacción del gobierno municipal obedecía a dos fenó-menos mediáticos: la aceptación de las audiencias locales y globales de la serie Narcos, emitida por la plataforma Netflix –otra ficción sobre la vida de Pablo Escobar Gaviria– y la aparición de un museo privado y varios “narcotours” dedicados al mismo tema en la ciudad, productos de la atención recibida por la serie, tanto en los colombianos como por muchos de los extranjeros que llegaban a la ciudad.

¿Qué contar sobre un fenómeno tan relatado?

Contra esa narrativa fue como apareció la idea de demoler el edificio Mónaco y, en su lugar, construir un parque que honrara a las víctimas de la violencia de los narcotraficantes.

“Yo no estoy en desacuerdo con el argumento central de esa decisión [de la Alcaldía de Medellín], una parte de la cual es que no toda la narrativa de la violencia es la causa del conflicto armado, también hay que hablar del narcotráfico y sus víctimas. En eso coincidimos, pero después las preguntas son: ¿cómo?, ¿qué narrativas?, ¿qué simbologías?, ¿qué grados de reconocimiento?, ¿cuáles víctimas?”, explica el sociólogo holandés Gerard Martin, corresponsable con el profesor Buitrago de NarcosLab.

Martin, desde su participación en la creación del Museo Casa de la Memoria, ya había comenzado el camino de repensar el problema de las víctimas del narcotráfico para diferenciarlas de las que había dejado el conflicto entre los
actores armados ilegales y el Estado.

NarcosLab le apuesta a procesos de construcción participativa de memorias. Foto: Cortesía del proyecto.

 

Martin y Buitrago coinciden en que la decisión de demoler el Mónaco como un símbolo de rechazo a la violencia generada por el narcotráfico fue antidemocrática y, en palabras del segundo, “autoritaria, sin participación de la academia ni de las entidades que tradicionalmente habían reflexionado sobre la memoria y el conflicto, con un papel muy marginal del Museo Casa de la Memoria, desligada del informe ‘Medellín, basta ya’ (Medellín: memorias de una guerra urbana) del Centro Nacional de Memoria Histórica y en el que habían participado la Universidad de Antioquia, la Corporación Región y EAFIT, entre otros”.

El otro problema que veían en la clasificación de lasvíctimas del narcotráfico que hizo la Alcaldía para delimitar su universo, es decir, a quienes perdieron la vida en forma violenta entre 1984 y 1994, era que dejaba por fuera a quienes murieron por las mismas razones antes de la primera fecha y después de la segunda.

“Es como si hubieran llegado unos extranjeros a hacer una ocupación de diez años, unos extraterrestres delincuentes que querían dañar la cultura antioqueña que
era impoluta y que finalmente habíamos derrotado esa invasión”, dice el profesor Buitrago.

Sin embargo, intentaron acercarse a la Alcaldía para presentarles sus puntos de vista: “No nos lanzamos a hacer una oposición al alcalde Federico Gutiérrez per se, no era nuestro interés. A su secretario privado, con quien nos reunimos varias veces, le dijimos que faltaba una dimensión de debate y de conversación. No decíamos que echaran para atrás su decisión de demoler el edificio, sino que nos parecía que debería haber un debate sobre el asunto”, explica Gerard Martin.

NarcosLab es un laboratorio colaborativo para experimentar con narrativas multi y transmedia relacionadas con el fenómeno narco.

De la queja a la acción

La Alcaldía aceptó, en principio, las observaciones de los académicos: “Vamos a ver, mándennos una hoja”, recuerda Gerard Martin que fue la respuesta del secretario privado de la Alcaldía. Pero no pasó nada.

“Entonces, decidimos que esa conversación la íbamos a empezar nosotros y dejamos la puerta abierta para que la Alcaldía también participara. No se subieron, pero estaban invitados”, agrega el sociólogo quien es representante, también, del grupo enviado por la Universidad de Notre Dame para la verificación del cumplimiento de los acuerdos de paz de La Habana.

La idea inicial, indica Alfonso Buitrago, era “hacer una publicación muy inspirada en un libro que se había publicado en 1991 y que se llama En qué momento se jodió Medellín, de la editorial Oveja Negra, una recopilación de interpretaciones sobre qué le había pasado a Medellín en uno de sus períodos más complejos”.

Buitrago hace referencia a una serie de ensayos escritos por el entonces ya exalcalde Juan Gómez Martínez, el que sería alcalde Alonso Salazar (para la época, investigador de la Corporación Región), el entonces general del Ejército Harold Bedoya, la escritora Laura Restrepo, la que era consejera presidencial para Medellín María Emma Mejía, el abogado Guido Parra (años después asesinado en la persecución a Pablo Escobar), el exconstituyente Fabio Villa y el sacerdote Julio Jaramillo.

“Medellín había producido esa reflexión en caliente, lo que es una característica destacable de la ciudad: haber sido capaz de pensarse y de escribir en medio del conflicto”, indica Buitrago.

Los retos que se avecinan

Entonces, se lanzaron a desarrollar un proyecto sobre cómo se construye la memoria histórica del narcotráfico y quiénes participan de dicha construcción.

“Presentamos el proyecto al Fondo de Investigaciones y Nuevas Narrativas sobre Drogas, creado por una alianza entre la Fundación Gabo y Open Society Foundations (OSF, por su sigla en inglés). Ellos abren convocatorias para financiar proyectos que reflexionan sobre los estereotipos y las consecuencias de las guerras contra las drogas y patrocinan iniciativas periodísticas en América Latina”, dice Alfonso Buitrago.

La idea era reconstruir la memoria de la demolición del edificio con un libro como producto final, pero terminó convertido en el portal NarcosLab, “un contenedor y, especialmente, una plataforma colaborativa de trabajos multidisciplinarios, en principio, sobre la memoria del narcoterrorismo en Medellín”, añade.

El sociólogo Gerard Martin es más explícito: “Empezamos a decir que se debería visualizar lo narco y, en especial, a las víctimas de lo narco y todas sus dimensiones, incluso de su goce, del haber vivido bien y toda su complejidad, en sus expresiones estéticas, culturales, en la convivencia, en los silencios. Pero no solo nosotros, teníamos que sumar gente que escogiera una dimensión particular y la trabajara”.

La estrategia, en medio de la complejidad de los problemas a tratar es más simple: proyectos cortos que desarrollaran una pregunta. El primero fue, obviamente, el debate sobre qué hacer con el edificio Mónaco.

NarcosLab "es el producto de una reflexión más larga sobre un tema que ha sido tan impactante para Medellín y la sociedad colombiana. La demolición fue una coyuntura que nos mostró que la sociedad sí quiere debatir estos temas, que hacía falta hacerlo y que no debería responder a una decisión vertical de un gobierno”.

Las víctimas de lo narco

Cuando el gobierno colombiano negoció la desmovilización de las estructuras paramilitares se introdujo la jurisdicción de “Justicia y Paz” para que los responsables de esos grupos pudieran confesar sus delitos de lesa humanidad.

Para lograrlo, el Congreso aprobó la Ley de Víctimas, en la que el Estado se comprometía a reconocerlas y se creó el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) que, al cabo de casi diez años, produjo un extenso informe, cuyo gran aporte fue poner a las víctimas en el centro de la narrativa del conflicto.

El profesor Gerard Martin destaca los avances de dicho informe, aunque para el caso de Medellín habría dos observaciones: “La dimensión urbana, que está o muy ausente o muy poco presente en el trabajo
del CNMH hasta 2013. Y la otra, que no figura mucho la dimensión del narcotráfico ni sus víctimas porque, finalmente, el mandato de la ley habla de las víctimas del conflicto armado”.

Martin empezó a buscar la visibilidad de esas víctimas y a entender que siendo Medellín el centro de una espiral de violencia enorme, no todos los homicidios ocurridos en la ciudad se debían a la reacción del narcotráfico contra el gobierno o ni siquiera estaban vinculados con ese fenómeno.

Las estadísticas de Medellín dicen que en el período estudiado por el CNMH, el 18% de los homicidios correspondían al conflicto armado; es decir, de 90.000 homicidios ocurridos en Medellín, entre 15.000 y 17.000 corresponden a la autoría de milicias, guerrilla, paramilitares o del Estado.

“La pregunta que surge es: el otro 82% de las víctimas, ¿qué? Ahí aparece el componente narco y no digo que sea el único porque hay violencia intrafamiliar, delincuencia común, intolerancia, etc.”, dice. “La diferencia –añade– está en la visibilización, en escuchar a aquellas voces y su problemática y eso es muy pertinente en Medellín”.

Lo narco es un fenómeno cultural –en el sentido más antropológico del término– cuyas raíces se hunden en muchas de las prácticas de la sociedad antioqueña.

Sin dogmas de fe

Una de las características que Martin y Buitrago defienden es que la plataforma digital NarcosLab, amén de colaborativa, es abierta a todas las visiones de lo narco.

“En NarcosLab no somos dogmáticos, vamos descubriendo cómo trabajar para contribuir en esa narrativa y que la trabaje mucha gente en Medellín”, explica el profesor Martin.

De la misma manera, señala que la ciudad ha perdido espacios como los que propiciara en los años 90 la Corporación Región “para generar ambientes y espacios donde se pueda hablar de estos temas”.

Por eso, defiende la interdisciplinariedad: “No nos casamos con ninguna teoría, no tenemos la misma opinión sobre todo ni la opinión experta sobre la guerra de las drogas. En alianza con el Museo de Antioquia, entre 2019 y 2020, comenzamos esa reflexión ética o estética o filosófica con una serie de conversaciones que llamamos ‘Reflexiones ciudadanas sobre lo narco’, uno de los componentes de NarcosLab”.

 

Este proyecto de investigación-creación busca la discusión ciudadana y la reflexión de artistas, arquitectos,  diseñadores y creativos en general con procesos artísticos y de creación. Foto: Róbinson Henao.

Marcas sociales

Cambiar la perspectiva del problema para trascender desde la óptica de lo criminal o lo judicial fue querer “mostrar las profundas relaciones que tiene lo narco con la cultura, la economía, la política, nuestra identidad, nuestra producción artística, literaria, cinematográfica, plástica”, añade Buitrago.

Para él, lo narco es un fenómeno cultural –en el sentido más antropológico del término– cuyas raíces se hunden en todas las prácticas de la sociedad antioqueña, “desde la configuración de nuestra identidad, nuestro lenguaje, la forma de vestir, de comportarnos, pero también en la forma de nuestras ciudades, en el urbanismo, la arquitectura, la producción artística y, obviamente, en la política, la economía, en toda la configuración social”.

Martin sostiene que la plataforma es “un catalizador de debates de calidad sobre las diferentes facetas que representó y sigue representando lo narco para Medellín y, más ampliamente, para el país”. Sin embargo, no se trata de construir una “geografía de lo narco”. NarcosLab, dice Martin, “es un tanque de pensamiento, pero virtual, donde también queremos trabajar temas como el periodismo, la investigación académica, exposiciones y asesorías técnicas”, aunque
advierte que su preocupación central en este momento del desarrollo del proyecto es la reflexión alrededor del problema de las víctimas.

Esta “mirada” lleva necesariamente a entender que, en principio, la atención de la plataforma está en el pasado, “porque en el contexto de Medellín y frente a una memoria histórica oficial, nosotros queríamos ser una voz crítica, para lo cual primero teníamos que hacer esa reflexión sobre lo que significa el narcotráfico en nuestra sociedad”, dice Alfonso Buitrago.

Medellín, nueva visión

La vinculación con la Fundación Gabo y Open Society Foundation les permitió a los animadores del proyecto entender que en Medellín podían abrirse espacios de reflexión en temas para los cuales la ciudadanía debe tener un papel más activo para proponer nuevas formas de relacionarse con el problema de las drogas, en especial cuando en todo el mundo cada vez hay voces más poderosas que piden un cambio en el paradigma de la guerra contra ellas, estima Alfonso Buitrago.

“Es que estamos obsesionados con el pasado, tratando de entender el trauma grande que nos dejó medio siglo de narcotráfico, pero deberíamos tener un centro
multidisciplinario potente en ofrecer nuevas reflexiones sobre el negocio de las drogas ilícitas”, añade.

Gerard Martin apoya esa visión y afirma que “hoy vivimos un momento particularmente fértil porque existen muchos nuevos medios de comunicación y de investigación que podemos aprovechar y esto nos invita a repensar metodologías y formas de narrar”.

“En todo esto hay que hacer conversaciones, no tener miedo de mirarnos a nosotros mismos. En eso, Medellín es la mejor ciudad y podría ser líder porque en muchas otras ciudades se están quedando en silencio o no saben qué hacer con eso”, añade el sociólogo neerlandés que trajina las realidades colombianas desde los años 80.

Narco y derechos humanos

Dentro de las nuevas perspectivas que se han ido construyendo para esta reflexión y la narración está la dimensión de los derechos humanos. “Cada vez se
evidencia con mayor claridad que con la guerra contra las drogas se ha producido el encarcelamiento masivo de poblaciones como la afrodescendiente, la indígena, la población socialmente marginada y la persecución de campesinos cultivadores, bien sea a través de la fumigación con glifosato o mediante la erradicación forzosa, que son el producto de la visión tradicional de la guerra contra las drogas”, dice Buitrago.

El profesor Martin declara su alerta en este tema porque entre la pandemia por el COVID-19 y los vacíos de poder que el Estado no llenó tras los acuerdos de paz con la extinta guerrilla de las Farc, las zonas cocaleras han crecido de manera geométrica.

“Lo preocupante son todos los dineros producto de esos cultivos, qué pasa con esos recursos ilícitos, cómo van degradando las sociedades en la medida
que los penetran, ya sean grupos urbanos o rurales: los campesinos no siembran la yuca, el político no va a buscar una financiación honesta, uno u otro policía tiene un salario adicional”, advierte el profesor Martin en su doble condición de docente y representante del equipo The Peace Accords Matrix Program (PAM) del Instituto Kroc de Estudios de Paz, para monitorear la implementación de los acuerdos de paz, en razón de la cual debe viajar por las zonas más afectadas
por la presencia de grupos armados ilegales que coinciden con las áreas sembradas con coca.

 

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Semilleros de EAFIT le apuestan a compartir su conocimiento

Marzo 22, 2021

En los proyectos de investigación formativa a cargo de los semilleros de investigación de la Universidad hay experiencias exitosas de apropiación social del conocimiento. Unos tienen una fuerte influencia de la línea que propone el trabajo con comunidades, otros apuntan más a la clásica divulgación de la ciencia.

Revista Universidad EAFIT.

 

nfografía sobre salud mental con datos estadísticos sobre trastornos mentales, ansiedad, depresión y bipolaridad en el mundo y Colombia.

Aspecto de algunas piezas para redes sociales creadas dentro del proyecto y dirigidas a un público general. Grupo de investigación al cual está adscrito el semillero: Estudios en Psicología, de la Escuela de Humanidades. Foto Róbinson Henao

 

Evidenciar los estigmas sobre los trastornos mentales

Investigar sobre las percepciones que se tienen de las enfermedades crónicas y cómo los hábitos de vida saludables tienen un impacto en la calidad de vida de quienes viven con ellas ha ocupado buena parte del trabajo del semillero de investigación Psicosalud.

Su último proyecto fue Cambiando el estigma social acerca de los trastornos mentales en estudiantes universitarios: una intervención basada en normas sociales. Estuvo enfocado al planteamiento y realización de un estudio fundamentado en la teoría de normas sociales, con el propósito de disminuir el estigma social frente a los trastornos mentales.

Los integrantes del semillero se propusieron comprender qué tanto el estigma social podía comprenderse como una norma social. Encontraron que gran parte del estigma se da por la ignorancia sobre qué son los trastornos mentales y su afectación, además de la percepción que otros podrían pensar acerca de alguien que tiene un desorden de ese tipo.

Con base en lo encontrado hicieron una intervención virtual que consistió en piezas gráficas que compartieron en sus redes sociales sobre qué tan comunes son los trastornos y los síntomas de algunos de ellos.

También desarrollaron sesiones virtuales de encuentro con estudiantes de EAFIT en las que se brindó información y se compartieron testimonios de personas con diferentes diagnósticos, con el ánimo de generar una discusión sobre el estigma frente a los trastornos mentales.

“Hasta el momento solo logramos llevar a cabo una prueba de concepto, en tanto fue difícil hacer la convocatoria a las sesiones de forma virtual, en un momento en el cual ya muchas personas estaban agotadas frente a la virtualidad del año anterior, pero los datos obtenidos en las entrevistas nos hacen pensar que es un camino promisorio para socializar cuáles son los estigmas frente a estos trastornos”, explicó la profesora asesora, Mariantonia Lemos Hoyos, quien hace parte del Departamento de Psicología.

Grupo de personas realizando trabajo de campo en una zona árida con vegetación dispersa.

Foto: Róbinson Henao

 

Seminarios nocturnos con habitantes de La Tatacoa

Bajo la unión de tres proyectos de investigación, y teniendo como eje central a los estudiantes del semillero de Paleontología, EAFIT participó en la construcción del edificio y la colección de fósiles del Museo de Historia Natural del desierto de La Tatacoa (departamento del Huila).

Este trabajo se hizo en conjunto con el líder social de la región Andrés Vanegas, el Smithsonian Tropical Research Institute, la Universidad del Norte y la Universidad del Rosario.

Durante un mes, los estudiantes del semillero estuvieron, en las mañanas, haciendo cartografía geológica en el desierto y colectando fósiles para luego ordenarlos en la colección del museo.

En las noches, junto a paleontólogos de Colombia, Francia, Perú, Estados Unidos y Venezuela, compartieron sus experiencias con la población de La Victoria en seminarios que llamaron “Paleo-noches”.

En estas reuniones dialogaron con la comunidad sobre la importancia de la riqueza geológica y paleontológica de la región para entender el actual cambio climático y la formación de las cordilleras colombianas. “Esta experiencia de alrededor de tres años –dice el profesor asesor del semillero, Andrés Leonardo Cárdenas Rozo– demostró a los habitantes de La Victoria y a los estudiantes que hacer ciencia es excitante, que las conversaciones alrededor de la ciencia generan tejido social, algo indispensable en un país con tantos conflictos como Colombia; también, que cualquier persona puede llegar a la ciencia y que ella es necesaria para la solución de los problemas contemporáneos”.

Investigación sobre Industria 4.0 recorre eventos internacionales

Factores que influyen en la adaptación de la Industria 4.0 a la gestión del mantenimiento en las empresas colombianas. Ese fue el proyecto que realizó el semillero de investigación en Mantenimiento de EAFIT (SIME) bajo una metodología cualitativa que utilizó la entrevista como herramienta fundamental para la construcción de conocimiento.

En su desarrollo, se tuvo un diálogo amplio con expertos de gran trayectoria en el área de mantenimiento de diferentes sectores de la industria, y que compartieron sus datos y experiencias para resolver la problemática planteada.

“Esta construcción colaborativa permitió que los resultados encontrados se basaran en datos y experiencias reales y cotidianas en el mantenimiento industrial”, afirma el profesor coordinador, Gustavo Adolfo Villegas López. El proyecto obtuvo el reconocimiento en la competencia de #IOPPposter, de la editorial IOP Publishing, certamen de posters de investigación que se llevó a cabo en la plataforma Twitter, lo que permitió que la comunidad científica a nivel mundial pudiera realizar sus aportes a través de comentarios y resolver dudas a las investigaciones participantes y así construir en conjunto el conocimiento.

El mismo proyecto recibió el reconocimiento en la Feria de Semilleros de EAFIT 2020 como ganador en la categoría de Tecnologías Emergentes e Industria 4.0, Ciudades y Sostenibilidad. En el Encuentro Internacional de Semilleros de Investigación, organizado por la Universidad Nacional, el proyecto se presentó y sustentó en vivo por YouTube: la ponencia fue preseleccionada para ser publicada en una revista científica.

Finalmente, participaron en el Encuentro Internacional de Pensamiento Educativo, organizado por la Universidad de La Salle. El resultado fue positivo, pues su ponencia será publicada en un capítulo de libro que está en proceso de evaluación.

Grupo de personas de diferentes edades utilizando computadoras portátiles en un aula de formación digital.

El semillero realizó talleres de capacitación a la comunidad sobre el uso de técnicas narrativas para la escritura de relatos de memoria histórica. Foto: Róbinson Henao

 

Empoderamiento de las víctimas para defender acuerdos de paz

Solo en un municipio del Oriente antioqueño ganó el “Sí” para apoyar al acuerdo de paz que firmarían el gobierno del presidente Juan Manuel Santos y la entonces guerrilla de las Farc: Alejandría.

En las demás poblaciones de la región, la mayoría la obtuvo el “No”, pese a que todos los pueblos sufrieron los más fuertes embates posibles de la violencia del conflicto armado.

¿Qué pasó en Alejandría? Semanas antes del plebiscito realizado el 2 de octubre de 2016, las dos organizaciones de víctimas de la localidad empezaron a dialogar con los habitantes del pueblo y a hacer reuniones para explicar el contenido de los acuerdos con las Farc y las implicaciones para el país.

Esa labor de pedagogía por la paz la realizaron integrantes de la Asociación de Mujeres Víctimas Cabeza de Familia (Amuvicafa) y la Asociación de Víctimas de Alejandría (Asovival).

Su tarea fue posible, entre otras razones, por el fortalecimiento que tuvieron ambos grupos y la legitimidad que ganaron dentro de la comunidad, en especial luego de trabajar durante dos años con el semillero de Narrativas Periodísticas en reconstruir la historia de la confrontación armada en esa municipalidad, distante 90 kilómetros de Medellín.

En la investigación, líderes e integrantes de los grupos de víctimas participaron en la definición del proyecto, planearon y realizaron con los estudiantes de Comunicación Social de EAFIT el trabajo de campo, y fueron coeditores con ellos de la información recopilada. Este proyecto, titulado Memoria y esperanza: reconstrucción de la historia del conflicto armado en el municipio antioqueño de Alejandría desde las víctimas, fue distinguido por la Universidad en 2016 con el “reconocimiento a la investigación [de un semillero] con impacto social”

Estudios sobre desarrollo y vínculo con organismos internacionales
Desde su fundación en 2012, el semillero de investigación Observatorio en Comercio, Inversión y Desarrollo ha contribuido al estudio interdisciplinar del desarrollo, en particular sobre países emergentes.

Con la guía y acompañamiento de la profesora asesora, María Alejandra González Pérez, apoyó –por invitación de la Cancillería colombiana a la Universidad EAFIT– el proceso de transición de la Agenda 2015 a la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible que propuso Naciones Unidas. Para sensibilizar a las personas sobre esa nueva agenda, dos de sus integrantes, en nombre del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, se desempeñaron como talleristas en las regiones de Colombia.

El semillero ha brindado apoyo administrativo y logístico a cursos realizados en EAFIT por diplomáticos comerciales de la región y de Naciones Unidas, en los que se han abordado cuestiones referidas a temas políticos, sociales y económicos de América Latina y el Caribe. También ha apoyado la logística de las cátedras de Pacto Global que promueven las prácticas empresariales orientadas al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Como parte de su estrategia de apropiación social del conocimiento, han participado en la competencia anual Ideas for Action, en la que jóvenes de todo el mundo contribuyen al diseño de la agenda de desarrollo internacional.

La profesora María Alejandra González resalta que “en estos ocho años de existencia, los miembros del semillero han adelantado diversas investigaciones, entre las que destaca su proyecto actual en el que analizan las experiencias de recuperación de crisis globales a través de la historia, para identificar estrategias de recuperación sostenible tras la pandemia de COVID-19”. De igual forma, la docente destaca el proyecto de 2019: un libro que tiene por título El crecimiento económico y la biodiversidad: dos caras de la misma moneda, que será publicado próximamente.

Seminarios nocturnos con habitantes de La Tatacoa

El Semillero de Investigación en Narrativa y Hermenéutica Literaria entiende la apropiación social del conocimiento en doble vía: “Lo que va de la universidad a la sociedad y, en dirección inversa, lo que viene de la sociedad hacia nosotros como investigadores y académicos”.

En relación con la primera vía, el semillero quiso que los resultados de sus experimentos en investigación–creación fueran parte visible de la producción cultural de Medellín, por lo que diseñaron fanzines digitales y crearon el podcast Monstruosa Radio.

Del mismo modo, participaron en conversatorios y ponencias virtuales donde públicamente reflexionaron sobre las diferentes fases de las pesquisas y los hallazgos que lograron.

El segundo camino, como explica el profesor asesor Juan Pablo Pino Posada, adscrito al Departamento de Humanidades, hace del semillero un escenario abierto a las dinámicas sociales y a la constitución heterogénea de sus integrantes.

Carla, una mujer en una casa rodante, lleva un viejo sombrero de fieltro australiano mientras enfrenta la presión de su violento esposo y la desaparición de su cabra Flora.

Esta imagen hace parte de uno de los fanzines creados por el semillero para incentivar la lectura. Foto: Róbinson Henao

“Estudiantes de posgrado y egresados investigan y crean de manera colaborativa con estudiantes de pregrado –manifiesta el profesor Pino–, de tal suerte que estos últimos se forman también en la interacción con eafitenses que trabajan ya en empresas, instituciones educativas o centros culturales de la ciudad y que, por tanto, traen su experiencia del campo laboral y la ponen a resonar con la actitud exploratoria y de laboratorio propia de los semilleros”. Su más reciente proyecto se tituló Alice Munro y las representaciones literarias de la vida buena.

Metodologías financieras en tiempos de pandemia

Los estudiantes del pregrado en Finanzas, Juan Pablo Galeano Naranjo y Sebastián Brand Aristizábal, realizaron la investigación Cálculo de la prima de riesgo en el caso colombiano: un enfoque práctico, como parte del trabajo que adelanta el semillero de investigación Bufete Financiero.

La profesora asesora, Lina Marcela Cortés Durán, manifiesta que el proyecto explora metodologías y variables que permiten calcular la prima de riesgo de mercado (PRM) de forma práctica para el caso específico colombiano. Para ello, realizaron una revisión comparativa entre las metodologías tradicionalmente utilizadas para dicho cálculo y otras alternativas que han venido tomando fuerza en la teoría financiera.

Este análisis es relevante ya que la PRM es un factor esencial a la hora de tomar de decisiones de inversión y financiación, valorar proyectos y empresas, y para el análisis de fusiones y adquisiciones empresariales.

“Los jóvenes investigadores se vieron motivados a realizar este estudio ya que, como estudiantes de Finanzas, se han percatado de que, en un mercado como el nuestro, a veces la información disponible para la toma de decisiones es poca y algunos modelos tradicionales requieren de muchos datos y variables económicas y financieras. Además, en momentos de crisis en los mercados de capitales o como la generada por el COVID-19, algunas metodologías para el análisis financiero no funcionan bien”, explica la docente Lina Marcela Cortés.

Con este proyecto, los autores obtuvieron una calificación meritoria en el XIX Encuentro Departamental de Semilleros y participaron del XXIII Encuentro Nacional de Semilleros de Investigación.

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Sismología al alcance cotidiano de los ingenieros

Enero 26, 2022

Investigadores de la Escuela de Ingeniería crearon una guía para que sus colegas puedan hacer estudios comprensibles y ajustados a sus necesidades al realizar el diseño estructural de una edificación ante amenazas sísmicas. Este modelo conceptual es un aporte a la forma de comprender el problema y de abordarlo.

Andrés Felipe Giraldo, Colaborador Revista Universidad EAFIT.

Un lunes de sus vacaciones de enero, María del Rosario Álvarez tuvo el sueño más movido de su vida. Estaba acostada en la cama de sus padres cuando la tierra comenzó a vibrar con tanta fuerza que la arrojó al suelo. Su padre, desde el primer piso, le gritaba que bajara para salir de casa. Ella se resistió hasta que el susto, las vibraciones, o una mezcla de ambas, la tiraron por las escaleras.

Ya en la calle, pudo ver desde lo alto de un mirador la larga silueta de su ciudad inundada con una capa gruesa de polvo que crecía y se curvaba con la caída de cada pared, casa o edificio: “El centro de Pereira se estaba cayendo por manzanas completas”, recuerda.

Y se siguió cayendo con cada réplica que precedió al sismo de la 1:19 p. m. del 25 de enero de 1999, día y hora en que un terremoto con epicentro en el departamento del Quindío afectó a todo el Eje Cafetero, esa región agrícola y turística ubicada en el centro de Colombia.

El resto de la tarde y la noche se dedicó a navegar con su familia por el caos de una ciudad con pocos o nulos servicios funcionando, incluso los de emergencia, porque hasta los bomberos quedaron damnificados.

Las secuelas de los daños se extendieron por meses y años y dejaron, según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane), 1185 muertos, 8536 heridos, 35972 viviendas totalmente destruidas o inhabitables, 6408 fincas cafeteras afectadas y 2.7 billones de pesos en pérdidas en la región, cerca del 2.2 % del PIB de Colombia en el año 1998.

Mientras tanto, a más de 200 kilómetros, el profesor Juan Diego Jaramillo se llevaba las manos a la cabeza por las magnitudes que registraban sus equipos. Poco tiempo antes había participado, como docente del Departamento de Ingeniería Civil de EAFIT, en la instalación de cerca de 20 estaciones para monitorear la actividad sísmica en otra ciudad colombiana.

Actualmente, este conjunto de equipos conforma la Red Acelerográfica que administra el Sistema de Alertas Tempranas de Medellín y el Valle de Aburrá (Siata).
Sin esconder la pasión que le despierta el tema, Jaramillo cuenta que esos datos fueron el comienzo de varias investigaciones.

“Esa fue de las primeras ocasiones en que registramos, al mismo tiempo, un sismo en varios puntos de la ciudad. ¡Es impresionante! En algunas zonas la intensidad era 3 veces mayor que en otras, aunque la distancia entre ellas era de apenas cuatro cuadras. ¿Cómo son posibles esas diferencias en un sismo que ocurrió a 200 kilómetros? Entenderlo era y es importante porque así podemos predecir impactos significativos. Y si podemos predecirlo, podemos diseñar pensando en lo que va a venir”.

En la década 1990 se hizo la primera microzonificación sísmica de Medellín, liderada por el profesor Juan Diego Jaramillo de EAFIT. Foto: Pixabay.

 

¿Terremotos, temblores o sismos?

En el argot técnico se suele utilizar el término “sismo”, mientras que en el lenguaje cotidiano “terremoto” (cuando causa grandes daños) o “temblor” (cuando no hay mayores pérdidas). Lo cierto es que dan cuenta del mismo fenómeno.

¿Por qué ocurren? Primero, hay que tener en cuenta que la Tierra está compuesta por capas, como las cebollas.

La geología moderna propone que, en términos generales, son tres: el núcleo, el manto y la corteza terrestre. La capa externa de esta cebolla está formada por la corteza y por el segmento superior del manto terrestre.

Lejos de ser una sola pieza, esta última sección está conmpuesta de fragmentos llamados placas tectónicas.

Algunas son gigantes y soportan continentes y océanos, como la placa Euroasiática; otras son más pequeñas, como la placa de Cocos (ubicada en el océano Pacífico frente a la costa occidental de Centroamérica y con un área aproximada a 3/4 partes del tamaño de México).

Sin embargo, todas tienen algo en común: están constantemente en movimiento. Esos movimientos, que a veces son de apenas algunos centímetros por año, crean grandes presiones, en especial en los puntos que entran en contacto: las fallas.

Si las placas estuvieran lubricadas y fueran lisas, se deslizarían con facilidad entre ellas. Sin embargo, son rugosas y tienden a atascarse, aun cuando permanecen
en movimiento. Entonces comienzan a acumular energía en procesos que pueden durar décadas o cientos de años, incluso más tiempo.

Cuando la fuerza acumulada supera la fricción que las mantiene atascadas, los bordes se despegan y deslizan con violencia, entonces la energía acumulada por tanto tiempo se irradia en todas direcciones a través de ondas sísmicas.

Estas ondas se desplazan por la tierra y al llegar a la superficie mueven todo lo que esté sobre ella: nosotros, nuestras casas, empresas, puentes, calles y edificios. A esto es lo que llamamos “sismo”.

“Nuestra propuesta es inusual porque hoy nadie le apuesta a investigar con base en la conceptualización. Es como si alguien hubiera dicho que es tan complicado que es mejor entregarle el  problema a una máquina”. Juan Diego Jaramillo, profesor de la Escuela de Ingeniería, experto en amenaza y riesgo sísmico.

Hacer accesible el conocimiento

Esas ondas no se distribuyen de manera homogénea, como lo explica Juan Carlos Vergara Gallego, estudiante del doctorado en Ingeniería de EAFIT: “No siempre son uniformes porque en el camino se van a encontrar con obstáculos que las deforman. Esos obstáculos son la topografía –valles, montañas, depresiones, etc.–. La pregunta es: ¿cómo considerar la topografía? Esa inquietud existe hace más de 50 años”.

En la actualidad, los ingenieros cuentan con muchas herramientas para responder esta inquietud. La primera son las normas de sismorresistencia que, como explica el profesor Juan Diego Jaramillo –doctor en Estructuras, experto en amenaza y riesgo sísmico–, son indicaciones muy generales sobre cómo construir en determinadas circunstancias.

“Son muy similares en todos los países porque están en constante actualización; en el caso de Colombia, cada diez años. Las normas generalizan los requerimientos de diseño y construcción dependiendo de factores como el terreno y el tipo de suelo. Con ellas cubrimos muchos casos, pero otros se nos quedan chicos porque, hay que decirlo, nos falta conocimiento”.

Otras herramientas, mucho más precisas, son los métodos computacionales y los registros en los sitios en los que se piensa construir. Sin embargo, estas opciones presentan dos problemas: “Primero, es difícil y costoso conseguir esta información; segundo, es inmanejable porque requiere de unos recursos computacionales muy complejos y conocimientos que no están al alcance de cualquier persona”, señala Vergara.

¿Cómo hacer entonces accesible este conocimiento al diseño cotidiano de estructuras? Esta es la pregunta que han enfrentado cinco investigadores de la Universidad EAFIT por varios años. El equipo está compuesto por tres estudiantes del doctorado en Ingeniería: Juan Carlos Vergara Gallego, César Augusto Sierra Álvarez y Mario Andrés Sáenz Castillo; y dos docentes e investigadores: Juan Diego Jaramillo Fernández y Juan David Gómez Cataño. Juntos, han desarrollado un enfoque original para abordar este problema y han publicado una serie de artículos con gran impacto académico y práctico.

Estudios más rápidos y comprensibles

Según el profesor Juan David Gómez, el interés por una sismología al alcance cotidiano comenzó con la primera microzonificación sísmica de Medellín, liderada por el profesor Juan Diego Jaramillo en la década de 1990.

“En ese momento surgieron las primeras preguntas que posteriormente se convirtieron en proyectos de investigación propios y de varios estudiantes de maestría y doctorado que nos han acompañado en el grupo de investigación
de Mecánica Aplicada”, señala Gómez.

Con el tiempo, las preguntas e inquietudes maduraron y derivaron, por convicción del equipo, en soluciones prácticas y al alcance del ejercicio cotidiano del ingeniero.

En síntesis, el equipo de investigadores propone una guía para que, a la hora de realizar el diseño estructural de una edificación, los ingenieros sepan qué tipo de modelo computacional requieren.

Esto les permite realizar un estudio comprensible y ajustado a sus necesidades y posibilidades, como correr las simulaciones en un computador de escritorio y no en un centro de computación científica.

“Sí vamos a necesitar hacer un modelado computacional, pero uno pequeño”, asegura Jaramillo. Según el investigador, el alcance de estos modelos se ve reflejado en sus dos componentes esenciales.

Por un lado, la resolución, que corresponde al nivel de detalle y que ayuda a definir si es necesario tener en cuenta cada piedra de un terreno, o si se puede optar por una alternativa más general. Y el tamaño, que implica reconocer qué tanto espacio se debe modelar para estudiar cómo se mueve el terreno sobre el cual se va a construir.

 

Vista de la ciudad desde la montaña

Muchas zonas geográficas, aunque parecen áreas homogéneas, presentan una gran diversidad en su topografía.

Sobre estos dos componentes, la resolución y el tamaño, el grupo de investigación publicó dos artículos en las reconocidas revistas Journal of Earthquake Engineering y Soil Dynamics and Earthquake Engineering. Recientemente publicaron un tercer artículo que incluso propone una estrategia para evitar la realización de un modelado computacional cuando se cumplen dos condiciones: la edificación está ubicada en una zona plana y se encuentra cerca de un accidente topográfico.

Según Jaramillo, esta alternativa fue probada con modelos de gran escala en el Centro de Computación Científica Apolo, de la Universidad EAFIT, y los resultados fueron más que satisfactorios: “Encontramos que, pese a su simplicidad, es increíblemente preciso”...

Investigar desde el concepto

“Para la ingeniería, la optimización es fundamental”, afirma Jaramillo emocionado al resaltar la simplicidad y elegancia de la propuesta a la que han llegado. Su entusiasmo parte de lo que considera es un principio básico de su labor: “Si los recursos fueran gratis, no existiría la ingeniería.

Por ejemplo, en la construcción de una estructura es tan problemático el exceso como el defecto”. Más allá del tema, se trata de una postura crítica frente al
abordaje de las investigaciones.

Según Juan David Gómez, “hoy en día es muy fuerte la tentación del uso irracional de las simulaciones computacionales”. Y complementa Jaramillo explicando que hoy se dedica poco tiempo a la comprensión de los problemas: “Conversando con mis colegas y amigos latinoamericanos, consideramos que ahí tenemos un potencial enorme porque compensamos la falta de herramientas tratando de entender el fenómeno.

Nuestra propuesta es inusual porque hoy nadie le apuesta a investigar con base en la conceptualización. Es como si alguien hubiera dicho que es tan complicado que es mejor entregarle el problema a una máquina, como si se hubiera abandonado la capacidad de entender”.

Perspectivas a futuro

Si algo parece estar claro en el grupo de investigadores son los enormes retos que aún tiene la investigación en la ingeniería sísmica. Por ejemplo, el profesor Jaramillo señala la necesidad de ampliar el número de variables que se tienen en cuenta: “El estudio del tipo de suelo está acoplado con el de la topografía y hoy los estudiamos de manera aislada, pero los dos se afectan. Estudiarlos juntos es un reto de aquí a la Luna porque en una simulación se pueden encontrar respuestas satisfactorias para casos concretos, pero otra cosa es partir el problema en variables y entender qué pasa ahí adentro”.

En este punto coincide César Augusto Sierra, estudiante del doctorado en Ingeniería de EAFIT, quien añade: “También tenemos que pasar de modelos en dos dimensiones a tres dimensiones”.

Lo cierto es que la seguridad de las estructuras diseñadas por el hombre y la comprensión de la forma como interactúan con los movimientos sísmicos seguirá dependiendo de estudios como los desarrollados por el grupo de investigación de Mecánica Aplicada de EAFIT.

​¿Terremotos, temblores o sismos?

“Nuestros avances conceptuales han partido de conversaciones. Discutimos, interpretamos resultados de simulaciones, analizamos de manera individual los hallazgos y tomamos decisiones. No hemos formulado etapas, hemos tratado de responder preguntas que nos han llevado a inquietudes de mayor alcance.

En nuestro caso particular, el camino inició con el estudio de la respuesta dinámica de geometrías muy simples, un tema que hace más o menos 30 años había explorado desde las matemáticas el profesor Francisco Sánchez-Sesma de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Nosotros utilizamos simulaciones numéricas de esos problemas para tratar de entenderlas, pero a través de la Ingeniería. Estos ejercicios nos llevaron a realizar proyectos de ingeniería sísmica y diseño de materiales.

Así llegamos a las preguntas que planteamos en los artículos que publicamos recientemente y que también están en las tesis de doctorado de nuestros estudiantes:

• El efecto de la rugosidad del accidente topográfico (la resolución).
• El efecto del tamaño del accidente topográfico (el tamaño).
• La posibilidad de hacer predicciones mediante una expresión ingenieril que, hasta el momento, no existe”.

Juan David Gómez Cataño, profesor e investigador de la Universidad EAFIT.

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Con juegos se estimula el espíritu emprendedor

Septiembre 10, 2020

Investigaciones que se preguntan por cómo desarrollar habilidades y competencias que impulsen la innovación y el emprendimiento han llevado al diseño de estrategias didácticas en diversos formatos: formas lúdicas para aprender a pensar en nuevos negocios.

Laura López Alzate, Colaboradora

Camilo, un joven de familia caficultora, recibió el día que cumplió 17 años una caja de su abuelo Miguel que contenía una carta y un juego. En la misiva le manifestaba: “¿Quién mejor que tú para continuar esta tradición cuando ya no esté? Quisiera que no olvides todo lo que has aprendido aquí. Que cuando compartas una taza de café con tus compañeros de estudio les enseñes todo lo que hay detrás de ella [...] Esta caja contiene un juego que he diseñado para ti. Pruébalo con tus amigos, [...] haz que aprendan de corazón para ser embajadores de nuestra propia cultura y hablar así desde el ejemplo con un idioma universal: las emociones”.

Esta fue la base que inspiró a Innovación y Emprendimiento EAFIT, área adscrita a la Escuela de Administración, a crear Cafet, un juego de cartas en el que el reto es conformar 12 diferentes empresas relacionadas con la industria cafetera, entre ellas una cooperativa, una trilladora, una exportadora y una tienda.

Con esta dinámica, los jugadores deben aprender a observar y a definir estratégicamente la mejor manera de hacer sostenible un negocio de café. Asimismo, invita a la elaboración de 12 recetas con cinco ingredientes.Estudiantes de intercambio de Australia, de la Empresa de Desarrollo Urbano de Medellín, los colegios Fontán y Montessori, la Unidad Educativa Católica La Victoria, la Universidad Particular de Loja, la Pontificia Universidad Católica (estas tres últimas instituciones de Ecuador) y la Universidad Mariano Gálvez, de Guatemala, validaron el juego y destacaron esta herramienta como contribución al aprendizaje de la industria cafetera.

Cafet busca el desarrollo de cinco habilidades innovadoras: experimentar, asociar, observar, interrogar y trabajar en red. 

Estas habilidades han sido trabajadas en el ámbito internacional por autores como Jeffrey Dyer, Hal Gregersen y Clayton Christensen en el libro El ADN del Innovador que describe los hábitos de personas como Steve Jobs y otros grandes revolucionarios en esta materia. “Este juego aborda problemáticas del sector cafetero como exceso de agua, contaminación y relevo generacional. También sondeamos que muchos chicos no conocen la industria del café ni sus actores, a pesar de que están en un país productor”, señala Jorge Hernán Mesa Cano, coordinador académico de Innovación y Emprendimiento de la Escuela de Administración de la Universidad EAFIT.

Oportunidades para el sector

Pero el desarrollo de Cafet no ha parado, ahora se presentó al Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (Minciencias) para una segunda fase. Este  proyecto,  enmarcado  en  una  convocatoria  en  asocio  con  la  Gobernación de Antioquia para fortalecer la formación virtual en el departamento, contempla el desarrollo de dos productos principales: un MOOC (Massive Open Online Course) alrededor del emprendimiento y la transformación del café, y el juego que será llevado a versiones web, app, realidad aumentada y realidad virtual.

Para esto se unieron cuatro actores: el Grupo de Investigación en Desarrollo e Innovación en Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (Giditic), con la participación del profesor Helmuth Trefftz en el tema de realidad aumentada; el Semillero de Realidad Virtual y Videojuegos; una empresa experta en el desarrollo de videojuegos, Medea Interactiva; y el Grupo de investigación, Innovación y Empresarismo (GUIE) de la Escuela de Administración de EAFIT.

“En el juego tradicional de cartas hay que estar junto a las otras personas para jugarlo, pero estamos buscando que personas en otros lugares puedan conectarse. Los jóvenes buscan competir de una manera sana, por eso se realizan este tipo de juegos serios bajo el concepto de gamificación. Con las plataformas tecnológicas se pretende entregar una experiencia adicional al juego de cartas. Cafet estará disponible en realidad virtual, en donde se pueden ver avatares en representación tridimensional. Además, se evaluará en cuál de las diferentes plataformas la gente se  siente  más  motivada”, afirma Helmuth Trefftz, coordinador del Laboratorio de Realidad Virtual.

Minciencias y EAFIT aportan cerca de 700 millones de pesos para este proyecto. El MOOC, desarrollado con la colaboración del Centro para la Excelencia en el Aprendizaje (EXA) y el Centro Multimedial de EAFIT, se publicó en la plataforma Miríada X. Allí se consolidó un material alrededor de las habilidades innovadoras y el café. Este curso fue validado a finales de 2019 y tuvo 1060 personas inscritas de 35 países.

“El punto es cómo los juegos nos están permitiendo formar a los chicos de una manera diferente pero, adicional, nos está facilitando a los profesores investigar sobre estas temáticas.De hecho, presentamos un paper ante el Consejo Latinoamericano de Escuelas de Administración (CLADEA) en 2019 mostrando las actividades que se vienen realizando alrededor de los juegos y parte de la propuesta que se le hizo a Minciencias es que debemos presentar papers a revistas indexadas”, indica Jorge Hernán Mesa.

Para Rubén Betancur Sierra, gerente de Medea Interactiva, este trabajo ha enriquecido aún más un producto valioso como Cafet que tiene un enfoque de emprendimiento que integra la visión y capacidad de potenciar el conocimiento de la cultura cafetera en entornos de juegos físicos y al que la empresa le ha aportado en el desarrollo de serious games (videojuegos que buscan enseñar, comunicar y transformar).

“La sinergia entre lo empresarial y lo académico es clave para generar mejores empresas, mejores productos y mejor academia. Cada uno aporta su mirada desde una perspectiva que tiene puntos en común, pero también enfoques y acentos diferentes. Cuando se logra una colaboración como la que hemos tenido entre EAFIT y Medea Interactiva se gana en aprendizaje, en procesos, en resultados y en conocimiento. Además, se disfruta hacerlo”, manifiesta Betancur.

Los juegos fueron diseñados junto al Semillero de Investigación en Innovación y Emprendimiento y el Club de Innovación EAFIT, espacio extracurricular que reúne a estudiantes y profesores.

Nuevo modelo para aprender

El juego Cafet hace parte de todo un nuevo modelo para el aprendizaje. Innovación y Emprendimiento de la Escuela de Administración empezó en 2015 a cuestionarse acerca de  las  nuevas  maneras  de  aprender  de  los  jóvenes  y  la importancia de estimular en ellos la motivación para desarrollar habilidades y competencias.

Fue así como en equipo con el Centro para la Excelencia en el Aprendizaje de la Universidad (EXA) desarrolló una manera distinta de enseñar los temas de emprendimiento e innovación en la asignatura Iniciativa y Cultura Empresarial que recibe 1800 estudiantes al año y hace parte de las materias obligatorias en los planes de estudio de todos los pregrados de EAFIT. Después de investigar y conocer mejor esas necesidades de la juventud, se llegó a la construcción de una metodología de aprendizaje activo con un enfoque de aula invertida.

Pero, ¿qué significan estos nuevos conceptos incorporados al aula? Jorge Hernán Mesa Cano explica que antes el docente era quien tenía el conocimiento y el saber de todo, pero con la metodología de aprendizaje activo lo que se busca es que oriente a los estudiantes, establezca acuerdos y reglas de trabajo.

Aquí, los alumnos toman una posición más activa, comienzan a vivir actividades que les brindan experiencias con un aprendizaje distinto.

“El juego es una actividad inherente al ser humano y los niños aprenden mediante esto a socializar, compartir. En esta etapa universitaria lo que se busca es que ese estudiante aprenda y refuerce competencias y habilidades con ciertos juegos. Por ejemplo: uno de roles permite identificar cómo es una persona en comunicación y argumentación. En los juegos que diseñamos buscamos que aprendan los actores del ecosistema y que sea de una manera divertida para que esté motivado en la clase. Con un chico motivado, esa disposición a aprender es más alta que en la manera tradicional”, detalla Mesa Cano.

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La estrategia está alineada con las demandas actules del entorno global. Foto: Róbinson Henao.

El juego se produjo con financiación de EAFIT y Minciencias. Foto: Pixabay.

 

Esta estrategia de aprendizaje, que pone al estudiante en el centro del proceso formativo, propició el desarrollo de juegos de mesa y de roles, así como la articulación de historias de emprendedores de EAFIT en diversos formatos narrativos, con el fin de fortalecer habilidades sociales y facilitar la apropiación de conocimiento a través de actividades que se ajustan a las nuevas generaciones y a su manera de aprender.

Aprendizaje en espacios interactivos

Las herramientas lúdicas fueron diseñadas bajo el concepto de “juegos serios”, caracterizados por tener un propósito formativo más allá del entretenimiento, como es el caso de los robots de Lego y otras líneas didácticas creadas en el mundo.

El concepto surgió en la década de 1970 con la popularización de estos juegos y en el siglo XXI el término ha tomado auge por los avances tecnológicos impulsados por las plataformas virtuales y de simulación como los videojuegos.

Sumado a lo anterior, el concepto de aula invertida se relaciona con el acondicionamiento de espacios en el campus universitario que permiten a los estudiantes tener experiencias interactivas y construcción de conocimiento colaborativo, por medio de herramientas tecnológicas y mobiliario que facilitan el trabajo en equipo.

“También, desde hace tiempo hemos venido incursionando en el tema del desarrollo de novelas, casos pequeños de emprendedores que pasan por el espíritu emprendedor. Asimismo, comenzamos a usar cómics. Lo que hicimos fue complementar esto con una serie de juegos de roles y cartas, novelas para los casos, videos, y logramos incorporarlos en la enseñanza del emprendimiento. Adicional, hicimos una investigación transversal antes de entrar los chicos al curso y luego los diagnosticamos a través de una encuesta. Esto lo hemos hecho desde hace cinco años”, detalla Jorge Hernán Mesa.

 

Reconocimiento internacional

Estos  cambios  en  la  metodología  y  el  enfoque  permitieron postular el proyecto al Premio Internacional a  la  Innovación,  un  concurso  de  la  acreditadora  internacional EQUAA que se realizó en Brasil en 2019.

Con esta iniciativa, que se denominó Innovación en la educación emprendedora: alineando nuevas metodologías de aprendizaje activo, desarrollo de competencias e investigación aplicada, EAFIT ganó el primer lugar en Colombia en metodologías novedosas para la enseñanza del emprendimiento.Uno de los premios fue ser parte del libro Casos de innovación en educación superior que compila las mejores experiencias presentadas a ese concurso. Además, el derecho a asistir a la Universidad La Salle, en Barcelona, a una semana de capacitación en temas de innovación.

“Este es un reconocimiento a lo realizado por el Centro para la Excelencia en el Aprendizaje, el Grupo de Investigación Información y Gestión, liderado por el profesor Izaias Martins Da Silva, el Grupo de investigación Innovación y Empresarismo de EAFIT. Los juegos han sido diseñados de la mano con el Semillero de Investigación en Innovación y Emprendimiento y el Club de Innovación EAFIT, espacio extracurricular que reúne a estudiantes y profesores alrededor del emprendimiento”, expresa Jorge Hernán Mesa.

De esta forma, la Escuela de Administración desarrolla productos con herramientas propias de la Cuarta Revolución Industrial y enfocadas en la transferencia de conoci-miento para impactar a las nuevas generaciones en una de las habilidades más importantes de la educación del siglo XXI: emprender.

 

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Preguntar, jugar, conversar y experimentar, la brújula de Universidad de los Niños

Marzo 22, 2021

Este programa de EAFIT para niños, niñas y adolescentes es referente en apropiación social del conocimiento. Las dos coordinadoras que ha tenido el programa dialogan sobre cómo se construyó y desarrolló esta iniciativa, así como las claves de su éxito.

Andrés Felipe Giraldo Cerón, Colaborador.

La creación de la primera Universidad de Niños en Tubinga (Alemania), en 2002, supuso una ruptura en la idea de “universidad”.

Era una nueva variable en una ecuación educativa de vieja data, una desafiante pregunta al concepto y a la configuración de la educación superior y su conexión con otras etapas de la formación de una persona.

En la actualidad, existen numerosas iniciativas educativas y de comunicación de la ciencia que se reconocen como “universidades de los niños”, cada una con sus particularidades.

Sin importar su enfoque, coinciden en objetivos misionales que fueron consignados en el Libro Blanco publicado por la Red Europea de Universidades de los Niños (Eucunet): facilitar el encuentro entre la infancia y la comunidad universitaria, fortalecer la curiosidad y el pensamiento crítico, comunicar qué es una universidad y cuál es su papel en la sociedad, hacer de las universidades espacios abiertos y receptivos, acercar a los niños y niñas a las ciencias, y facilitar a los jóvenes la comprensión de sus opciones educativas en el futuro.

Aunque populares en Europa, las universidades de los niños son escasas en América Latina. De hecho, la Universidad de los Niños EAFIT (Uniños) es un referente regional.

Este programa inició en el año 2005, cuando el entonces rector de la Universidad EAFIT, Juan Luis Mejía Arango, le formuló la idea a Ana Cristina Abad, en ese momento jefe del Departamento de Comunicación y Cultura.

El proyecto pretendía ser un experimento con motivo de los 45 años de la Institución, pero resultó tan exitoso que ya completó 15 años.

Impacto en 15 años de existencia

33.699 niños y niñas en actividades que estimulan la curiosidad (3.458 en campus).

Cerca de 2800 maestros escolares y mediadores en estrategias de formación.

250 profesionales en investigación como asesores en experiencias de aprendizaje.

569 estudiantes de pregrado formados en metodologías de educación y comunicación de la ciencia.

Aproximadamente 360 talleres diseñados y realizados.

572 instituciones de educación básica y media vinculadas

Casi 50 proyectos desarrollados en la ciudad y el departamento.

48 ponencias y artículos de divulgación.

¿Cuáles han sido las claves que han llevado a la Universidad de los Niños EAFIT a convertirse en un programa líder en la ciudad y el país? Ana Cristina Abad, su primera jefe –hoy Gerente de Comunicaciones e Identidad Corporativa del Grupo Sura e integrante del Consejo Superior de EAFIT– y Ana María Londoño, su líder actual, conversan sobre el origen y desarrollo del programa, su filosofía, logros, avances, dificultades y problemas.

Ellas hacen un recorrido por esos 15 años de aquella relación antes inédita entre niños, niñas y adolescentes con investigadores, la ciencia y otras formas de conocimiento.

Este programa de EAFIT para niños, niñas y adolescentes es referente en apropiación social del conocimiento. Las dos coordinadoras que ha tenido el programa dialogan sobre cómo se construyó y desarrolló esta iniciativa, así como las claves de su éxito.

Entre la educación y la comunidad científica

La Universidad de los Niños EAFIT se planteó en sus orígenes para conectar la universidad con la educación básica y los maestros. ¿Qué tanto ha logrado eso?

Ana Cristina Abad: Es tan evidente lo que se ha logrado que tiene ya 15 años. Con las gafas puestas de ese primer momento, veíamos que había un problema en la forma como estaban llegando los chicos a la universidad.

Nos inquietaba conocer sus vacíos y entender las desconexiones entre lo que pasaba y le interesaba al colegio, y la educación superior.

De ahí partimos y con el tiempo se han construido relaciones y establecido finalidades que en principio no estaban claras, pero que ahora, con la dirección de Ana María, quizá tomaron forma.

En Colombia tenemos una educación por estancos o cajas, un asunto de nuestro sistema educativo que de alguna manera Uniños suaviza promoviendo un vínculo más fluido entre las habilidades sociales para la vida y las habilidades investigativas para niños y jóvenes.

Dos mujeres conversando en un entorno natural con árboles y plantas.

Ana Cristina Abad (izquierda) y Ana María Londoño han liderado en dos momentos la Universidad de los Niños, programa que ya tiene 15 años de vida. 

Foto: Róbinson Henao

 

¡Y cuidado!, este no es un programa de mercadeo: es de apropiación social de la ciencia y el conocimiento. Si bien tenemos casos de éxito maravillosos de egresados de Uniños que estudian en EAFIT, hay otros jóvenes que decidieron estudiar en otras instituciones, pero que conservan la impronta de Uniños.

Ana María Londoño: Hemos entendido la complejidad de cambiar esa visión de la educación por estancos. Por eso nos hemos acercado a la educación básica y media, y para nosotros ha sido fundamental tratar de entendernos. Cuando nos acercamos a una institución educativa, lo hacemos en distintos niveles: con el rector, los coordinadores y los profesores; eso ha permitido que todos comprendamos cómo funcionamos y cómo articularnos.

Un símbolo de esta conexión es el grupo de maestros escolares con el que realizamos talleres. Vivimos experiencias bellísimas que buscamos que sean replicadas en sus colegios, y lo hacemos desde que iniciamos el programa. Claro, hemos puesto en marcha muchos experimentos y cambios a medida que aprendemos y entendemos el escenario, pero los maestros han estado ahí desde el primer momento como aliados, replicadores, críticos y cómplices. Así hemos tejido esos lazos de los que habla Ana Cristina.

Uniños se mueve en la delgada línea entre la educación y la comunicación de la ciencia. ¿Qué preguntas le ha propuesto a la educación?

Ana María Londoño: Las primeras preguntas sobre el formato Uniños, esto es, tener a la infancia en un campus diseñado para adultos, las formulamos en ese entonces de la mano de Tita Maya [Luz Mercedes Maya Agudelo, pedagoga y formadora a través de la música y las expresiones artísticas; dirigió el Colegio de Música de Medellín y creó la Corporación Cantoalegre y la Fundación Secretos para Contar].

Allí se definió cómo íbamos a estar dentro de las aulas, pero haciendo de ellas espacios de interacciones diversas. Y el formato taller nos permitía eso. Además, ritualizamos esos talleres, lo cual es algo muy importante que también hicimos con Tita y la pedagogía Waldorf [propone al estudiante ser activo en su propio aprendizaje, individualiza el proceso educativo, integra a las familias, y fomenta la creatividad, el espíritu crítico y las competencias artísticas].

Construimos esos talleres con gestos y símbolos, como son el círculo, tener bitácoras, darle la palabra a los niños y ponerlos en interlocución con los investigadores. Son maneras con las que cuestionamos la clase tradicional y las formas para acercarnos al conocimiento. Un gran cuestionamiento que le hicimos a la educación fue elegir precisamente la pregunta como eje para la metodología Uniños.

A esta decisión llegamos a través de un trabajo de campo que hizo Ana Cristina cuando formuló el proyecto y la experiencia del exrector Juan Luis Mejía como educador y Secretario de Educación. El objetivo siempre ha sido partir del interés, el asombro, la curiosidad y los cuestionamientos que los niños le plantean al mundo.

Ana Cristina Abad: Yo agrego el pensamiento crítico. Los niños no son cajas vacías que uno va llenando como si se estuvieran acumulando fichas. El pensamiento crítico cuestiona la perversidad de la meritocracia, la acumulación de títulos sin consciencia. Esa es una de las grandes preguntas que le ha hecho la Universidad de los Niños al sistema educativo. Una educación para el pensamiento crítico implica pensar en quién estamos formando como individuo y como ciudadano político en el gran sentido de la palabra.

Hoy necesitamos más que nunca, en este momento de crisis humanitaria y crisis pandémica, compromisos y conciencias críticas, personas que tengan capacidad de hackear el sistema, de hacerle preguntas al maestro, de permitirse ampliar otros horizontes posibles basados en su curiosidad. Esa ha sido una de las grandes tareas de Uniños.

Ana María Londoño: Para nosotros fue fundamental el planteamiento del libro Frankenstein educador, de Philippe Meirieu.

Ana Cristina Abad: Ese libro fue revelador. ¡No estamos formando robots ni llenando un álbum de láminas! Estamos construyendo seres pensantes, curiosos, críticos, con consciencia ambiental y social. Ahora, Uniños entrega una manera de observar para que el sistema educativo se pueda repensar, pero no es la panacea.

Bajo las dificultades a las que se enfrenta hoy un profesor, más aún en tiempos de pandemia, con los contextos y las realidades de cada niño, no es fácil la curiosidad ni en la educación pública ni en la privada. Lo más interesante de este programa es eso, que está viendo al niño sin los estereotipos socioeconómicos.

Ana María Londoño: La invitación que le queremos hacer a los maestros no pasa por decirles “esto se hace así” porque Uniños, como laboratorio, funciona diferente a realidades complejas en las que algunas cosas no funcionan. El asunto no es qué le preguntamos a la educación, sino qué nos preguntamos sobre la educación y de qué manera esa pregunta ha nutrido el programa, la conversación y el diálogo con los maestros, con los investigadores, y de qué forma estos encuentros cambian la percepción y prejuicios sobre cómo es un auditorio de niños.

Niños en una actividad con sombras de la luz.

Las etapas de Uniños son: Encuentros con la pregunta, Expediciones al conocimiento, y Retos y proyectos de ciencia. Foto: Róbinson Henao

 

¿Qué preguntas le ha propuesto Uniños a la comunicación de la ciencia?

Ana Cristina Abad: Con Uniños, lo que estamos diciendo es que la investigación no solo se hace en la universidad. Una pregunta frente al mundo también la puede hacer un niño y esa curiosidad es válida para la ciencia.

Tú puedes ir construyendo un camino, una conciencia crítica, una relación con la pregunta, una relación a partir de la conversación con tus maestros que te lleve a, por qué no, en un futuro relacionarte de una manera genuina con la investigación y que sea menos estigmatizada como una posibilidad de “gente con cierto tipo de competencias y capacidades”.

En ese ejercicio nos parecemos un poco a esa institución par que es el Parque Explora, porque buscamos mostrar que la ciencia también es divertida y que una pregunta se puede formular desde lo cotidiano.

Hoy, más que nunca, la comunicación de la ciencia debería ser un tema de conversación más que un tema de estudio que nos permita a todos aprender de la ciencia.

Cuando hablo de comunicación de la ciencia me refiero a tener conversaciones transversales con ella: es la ciencia y la música, la ciencia y las artes, y también la ciencia como ciencia per se. Es decir, no está allá en una urna de cristal para cierto tipo de personas, sino un modelo de comunicación democrático.

Ana María Londoño: La democratización del conocimiento es clave. La pregunta es cómo abrimos la universidad para mostrar sus maravillas, pero también para poner en evidencia sus humanidades, subjetividades y debilidades. Ahí tenemos una de las cosas más bellas del programa: esos momentos en los cuales los niños ponen en jaque a las investigaciones científicas y a personas que llevan muchísimos años en su proceso de investigación.

Pero esa es apenas una parte de la historia. Del otro lado, tenemos aquello que el niño trae y se lleva para compartir. Cuando nos acercamos a la conceptualización que hizo la Red Europea de Universidades de los Niños trabajamos mucho con un esquema que presenta cómo una universidad de los niños abre un mundo de conversaciones de corte científico en el entorno de vida del participante.

Ese diálogo no se limita a lo que pasa en el taller. Ahora, también hemos entrado en diálogo con las discusiones nacionales y regionales sobre la comunicación de la ciencia. En este tiempo nos hemos preguntado por la práctica, gestión, producción y distribución del conocimiento científico para plantear problemas y proponer alternativas, estrategias, formatos y mediaciones que nos vayan acercando al complejo concepto colombiano de apropiación social del conocimiento.

Nosotros nos hemos pegado de las precisiones a las que ha llegado el país sobre apropiación social del conocimiento para plantearnos preguntas, para intentar llegar a más personas, contar quiénes son los investigadores, desmitificar su figura e intentar nuevos formatos. Se trata de leer sensiblemente nuestro contexto, capitalizar lo que tenemos en la Universidad y ponerlo en circulación, pero también ser críticos y permitir que la universidad sea cuestionada, interpelada, que haya debate... ¡Eso también es abrir la universidad!

Finalmente, también hemos aportado en el marco de las políticas públicas. Ese es un proceso mucho más lento, pero interesante. Minciencias reconoce que Uniños escogió a un público desatendido dignificando la relación que tienen los niños y los jóvenes con la ciencia y sumando a un formato que lleva más de 20 años en Colombia que es el programa Ondas, el cual tiene como objetivo impulsar a niños, niñas y jóvenes a desarrollar actitudes y habilidades para encontrar opciones en la ciencia y la investigación.

El objetivo siempre ha sido partir del interés, el asombro, la curiosidad y los cuestionamientos que los niños le plantean al mundo.

Un proyecto de emociones

Hasta el momento, ¿cuál ha sido el legado que Uniños ha construido para EAFIT, la ciudad y el país?

Ana María Londoño: Posicionar a los niños como interlocutores, como actores, como productores de conocimiento. Esa ha sido una batalla que hemos dado defendiendo su presencia en los espacios de discusión académica y de participación ciudadana. Y eso ha cambiado la opinión y percepción de estudiantes, investigadores, empleados y muchos actores sociales.

Ana Cristina Abad: Para responder, quiero recordar a Jorge Wagensberg. Él fue uno de los grandes teóricos que usamos para construir la metodología. En una ocasión nos visitó y nos entregó su libro El gozo intelectual con esta frase escrita: “Que siempre la incertidumbre te sea favorable”. Uno de los legados que tiene este programa es ese; aunque tiene una ruta, un norte, mantiene cierto matiz de incertidumbre que le permite explorar. Eso es un legado interesantísimo: no estar lleno de certezas, tener algo de incertidumbre.

Ana María Londoño: Otro legado es su metodología que se ha construido a pulso con las personas, la práctica, las lecciones aprendidas, las conversaciones. Se basa en cuatro pilares: la pregunta, el juego, la conversación y la experimentación. En la práctica, esos cuatro elementos se ponen en funcionamiento para crear experiencias y contenidos. Veo en esa metodología una buena brújula. Con la pandemia nos tuvimos que reconstruir, pero con la ayuda de esa brújula ganamos sentido de orientación, principios y arraigo. Implicó movenos entre la tradición y la novedad, eso nos permitió hacer giros interesantes.

Ana Cristina Abad: En una conversación hermosa que tuvimos en la Universidad con Beatriz Restrepo, esa gran filósofa de esta ciudad que fue tan valiosa para la educación, se planteaba lo importante de poner en el seno de la conversación al niño y al joven, como decíamos ahora, como un ser autónomo y legítimo. Ese es un legado del programa porque es precisamente lo que hace Uniños.

¿Qué objeto o recuerdo representa mejor su experiencia con Uniños? ¿Cuál es la historia detrás de ese recuerdo?

Ana María Londoño: El mío es una colección de lápices que elaboramos y que representan la oportunidad de escribir “a lápiz”. Eso es algo que valoro mucho de Uniños: he podido escribir, borrar, volver a esquematizar, dibujar encima y pasarles resaltador a las ideas porque Uniños permite la experimentación. De todos los lápices escogí el que sacamos con motivo de los 45 años de la Universidad EAFIT. Si hay una ocasión especial, elaboramos un lápiz especial. Para mí es un ritual y un objeto poderoso.

Ana Cristina Abad: Si pienso en Uniños, recuerdo personas. Para mí, el programa es una conjunción de voces disímiles, contrastantes, una sinfonía de chispazos emocionales e intelectuales, un grupo de trabajo increíble que al principio estaba en el Departamento de Comunicación y Cultura, y que recibió todo el apoyo de los directivos de ese momento, principalmente del rector, Juan Luis Mejía Arango.

También tengo recuerdos hermosos de los primeros investigadores que trabajaron con nosotros, como Juan Diego Jaramillo, Daniel Velásquez y Juan Darío Restrepo, quienes nos creyeron con una fe mística porque no había nada, solo un experimento física e intelectualmente nuevo para la Universidad. La lista es gigante, todos se acercaron como orbitando a este planeta y siempre le encontraron sentido.

El científico y divulgador español Jorge Wagensberg fue una gran inspiración y apoyo. También debo reconocer el apoyo de la Universidad de Viena y ese equipo maravilloso que formó Eucunet. Todos los que hemos hecho parte de Uniños le hemos encontrado esa mística que produce trabajar con investigadores, maestros escolares, talleristas y niños y jóvenes. Ese es mi gran recuerdo, la trayectoria de personas que han hecho posible que esto tenga 15 años. ¡Lo digo con mucha satisfacción!

¿Qué debería pasar en los próximos 15 años en Universidad de los Niños?

Ana María Londoño: Nos hemos interesado profundamente por la incidencia en el sistema educativo y científico. Realmente tocar el aula de clase es una meta. Dinamizar la relación de la Universidad con el entorno familiar, llegar a la sala, a la conversación cotidiana es una meta insesante del programa.

Articular más actores diversos sobre la necesidad de que nuestra sociedad tenga como base el conocimiento, y que esta visión articule a las universidades aún más con sus contextos y actores. A través de los proyectos que hemos realizado con aliados vamos cumpliendo algunos de esos sueños y abrimos camino para más oportunidades: alianzas interinstitucionales, encuentros de diversas generaciones, municipios de Antioquia, entre otros.

Ana Cristina Abad: Compartimos sueños y visiones, hemos hablado de llegar a la ruralidad y tener más acciones en la política pública de educación. También hay un reto frente a la capacidad del programa: si uno de los límites que tenemos es la cantidad de participantes que podemos recibir, qué bueno que otras universidades pudieran tener este mismo programa para que más niños y jóvenes puedan participar en proyectos de comunicación de la ciencia.

También hay un reto frente a la juventud. Es difícil ese período de no ser ni niño ni adulto. ¿Qué le pasa a la juventud de este país? ¿Dónde está? ¿Por qué los jóvenes deciden hacer lo que hacen? Cuando entran a una universidad, ¿qué se están imaginando? Y eso que imaginan, esos sueños, ¿se cumplen cuando terminan su formación?

Ana María Londoño: También hemos tenido un sueño loco: ir a las cárceles, los hospitales…

Ana Cristina Abad: Ese ha sido un sueño desde el principio, tenemos una deuda social inmensa con la gente que ha tenido mayores límites y dificultades para sobrevivir. ¿Cómo insertar la metodología y el programa en espacios y contextos que habitan las personas menos favorecidas? ¿Y las cárceles, los hospitales, las instituciones para el cuidado de la salud mental?

Ana María Londoño: Esos son sueños que hemos tenido por mucho tiempo y que son alicientes para seguir trabajando en los próximos 15 años.

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Innovación educativa, en el ce​ntro de Imaginar Futuros

Mayo 2, 2022

Este laboratorio ha transformado los ambientes de aprendizaje de cientos de instituciones de educación básica y media en el país.

En la actualidad, es un soporte del Ministerio de Educación, con el que sigue desarrollando avances por un aprendizaje más acorde con el mundo contemporáneo.

Colaborador: Pompilio Peña​.

La pandemia de la covid-19 afectó duramente las actividades académicas del país. Los expertos más optimistas apuntaron a que las brechas que causó podrían cubrirse en cinco años. No obstante, Diego Leal Fonseca, director adjunto del Centro Imaginar Futuros de la Universidad EAFIT y experto en innovación educativa, estima que los efectos de ese aislamiento obligatorio se notarán, incluso, hasta el 2030.

Pero hay una mirada optimista. Los retos, exigencias y planes de acción implementados durante la pandemia, para fortalecer el ya deteriorado sistema educativo, abrieron una nueva puerta a expertos para analizar cómo era posible vigorizar el Ecosistema Nacional de Innovación Educativa.

Uno de ellos fue Leal, quien viene aportando al mejoramiento de este tema, tanto en ámbitos regionales como nacionales, junto con su equipo del Centro Imaginar Futuros, un laboratorio que tiene como propósito fortalecer las capacidades de los diferentes actores que conforman el ecosistema educativo nacional.

Pero ¿qué entender por ecosistema educativo? Según Leal, “cuando nosotros pensamos en un ecosistema de innovación educativa, estamos pensando en esa perspectiva biológica que habla de actores, relaciones, conexiones, y cómo se pueden dar nuevas posibilidades para reimaginar lo que se hace, aplicando la innovación educativa, que no solo pasa por el mejoramiento tecnológico".

Bajo esa perspectiva, uno de los grandes retos es lograr una articulación entre distintos niveles educativos, con el fin de entender cuáles son las realidades y dificultades de los estudiantes y cómo pueden superarse, más aún en tiempo de pospandemia.

Esta mirada holística propuesta por el Centro Imaginar Futuros, que pretende superar un viejo modelo educativo que está al margen de las exigencias de la actualidad mundial, lleva más de una década de aplicación. Una de sus primeras intervenciones fue en el municipio de Itagüí y los efectos positivos de su mediación aún repercuten.​​

Experiencia novedosa​​​​​​​​​​​

Con el inicio de la gestión de Carlos Andrés Trujillo en 2012 como alcalde del municipio de Itagüí, la nueva administración comenzó a cuestionar el modelo tradicional de educación y se dio a la tarea de buscar asesorías que le permitiera implementar nuevos procesos de aprendizaje.

“En ese orden de ideas tuvimos una asesoría inicial de la exministra de Educación Cecilia María Vélez, quien nos recomendó, además, que enlazáramos la conversación con la Universidad EAFIT", recordó el secretario de Educación, Guillermo León Restrepo.

En aquel entonces, el estudio de las condiciones educativas de ese municipio del sur del área metropolitana fue liderado por Claudia María Zea, experta en temas de innovación educativa, aprendizaje digital y colaborativo, formación de docentes y producción de contenidos digitales. 

Miles de niñas, niños y adolescentes se han beneficiado en todo el país con la propuesta de innovación educativa.

Zea y su equipo realizaron un diagnóstico del sistema educativo para luego desarrollar, de manera específica, un plan de tecnologías aplicadas a las aulas escolares en 24 instituciones educativas, con 38 sedes, 580 aulas  y 1.300 directivos y docentes.

Fue así como nació el Plan Digital Teso, que hoy lleva el nombre de Plan Digital Itagüí. Esa intervención se estructuró en cuatro ejes temáticos: evaluación de la infraestructura tecnológica; replanteamiento de los procesos de formación de aprendizaje de estudiantes, maestros y funcionarios; desarrollo de una estrategia de gestión de innovación, desarrollo e investigación; y aplicación de indicadores de gestión de las tres líneas ya citadas. 

De este modo, se trazó una visión al 2023 en su Plan Educativo Municipal, que refleja el proceso evolutivo iniciado en 2012. Esa estrategia se tradujo en inversiones en ambientes de aprendizaje, mayor conectividad y sinergia entre los diferentes actores, y los estudiantes se convirtieron en el capital más importante. 

​“Cuando nosotros pensamos en un ecosistema de innovación educativa, estamos pensando en esa perspectiva biológica que habla de actores, relaciones, conexiones, y cómo se pueden dar nuevas posibilidades para reimaginar lo que se hace". Diego Leal Fonseca, director adjunto del Centro Imaginar Futuros de la Universidad EAFIT.

Miradas más amplias

La experiencia lograda en Itagüí llevó a los expertos de EAFIT a dar un salto cualitativo en sus pretensiones pedagógicas. Se pasó, según Leal, de instruir a unos pocos docentes entusiastas a desarrollar espacios de formación para cientos de maestros, directivos y funcionarios.

“Ya no estábamos hablando de trabajar solamente con unos cuantos docentes. Ahora pensábamos que queríamos despertar ciertas capacidades en el profesor para convertirlo en promotor y gestor de la innovación educativa; y nos preguntamos cuáles eran las capacidades a desarrollar en un directivo-docente, con el fin de que este pudiera entender qué está pasando en las aulas", recordó el experto. 

Mejorar los entornos escolares y dotarlos de tecnología son logros tangibles de este enfoque basado en la innovación. 

Y agregó que este ejemplo expone la mirada integral y ecosistémica, en el que los roles se reconfiguran y los estudiantes ya no se conciben como actores pasivos en su proceso, sino como personas que pueden contribuir a la vida de su institución educativa.

Luego de esta intervención local, el equipo de trabajo de innovación educativa de la EAFIT tuvo la oportunidad de escalar su experiencia en 2015. De la mano del Ministerio de Educación, logró intervenir en 200 instituciones educativas de diversas regiones del país.

Al año siguiente, la Secretaría de Educación de Bogotá solicitó sus servicios para desplegar una estrategia, similar a la de Itagüí, en 383 instituciones educativas de la capital de la República. 

“Hicimos, por un lado, un ejercicio de desarrollo de capacidades entre profesores, fortalecimos las redes autónomas de estudio y el trabajo entre la Secretaría y los docentes. Meses después, nos encontramos con que esta lógica de ecosistema fue importante para darle la vuelta a un relato de escepticismo sobre nuestro trabajo", aseguró Leal.

En los últimos años, el Centro Imaginar  Futuros, de la mano de la subdirección de Fortalecimiento Territorial del Ministerio de Educación, hizo un acompañamiento técnico de apoyo a todas las secretarías de Educación del país en la formulación e implementación de sus Planes de Innovación Educativa Territorial. El modelo ecosistémico cobró entonces una lógica nacional, enfocado en la educación básica y media.

De allí nació, en 2019, el proyecto Co-Lab, el Laboratorio de Innovación Educativa para la Educación Superior, adscrito al Ministerio de Educación, y del cual Leal y su equipo hicieron parte. En su sitio web se encuentran referentes, buenas prácticas, diálogos sobre las posibilidades y retos del sector, recursos digitales abiertos y acciones de acompañamiento entre pares.

A este avance se sumó otro proyecto: el Observatorio de Trayectorias Educativas, liderado por el Ministerio de Educación y que tiene como objetivo promover estrategias que potencien la trayectoria de los estudiantes, gracias a información suministrada por amplias bases de datos que recogen sus vidas académicas.

Al reflexionar sobre todas esas experiencias, Leal consideró que la actualidad imprime nuevas velocidades, cambios y retos en la educación, que se están estudiando en Imaginar Futuros. Entre los retos encontrados, se estableció que se deben seguir mejorando los resultados de aprendizaje en todos los niveles, un asunto que conecta con los efectos de la pandemia.

“También cabe pensar en la configuración que se está dando en el mundo con la llegada de la economía digital, por lo que deben fortalecerse los conocimientos de los estudiantes en este ámbito, a la vez que se comienza a dejar a tras un viejo paradigma educativo, por uno más integral y abierto a las posibilidades que ofrecen las tecnologías", razonó este experto.

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