He de comenzar diciendo que quizá la pasión temprana por los libros venga de las circunstancias. Crecí en un lugar alejado tan solo una cuadra de una biblioteca pequeña y maravillosa, la sede local de la BPP (Biblioteca Pública Piloto). Cuando mi mamá debía irse a trabajar en el día, y no tenía alguien más con quien dejarme al cuidado, me llevaba a la biblioteca, donde las encargadas la conocían, y ellas me cuidaban las horas que ella tenía que ausentarse. ¿Qué puede hacerse entonces, en un lugar lleno de libros, sino más que agarrar uno e intentar descifrar cómo funciona? Fueron las mejores tardes de mi vida, me enamoré de los cuentos, de las novelas cortas y las más largas cuando coseché la virtud de la paciencia para comprenderlas. Así es como pasé gran parte de mi infancia, en un lugar lleno de posibilidades, donde podía convertirme en cualquier persona tan solo cambiando la historia que tenía entre las manos. Cuando me hice mayor y las ocupaciones ya no me permitieron volver con tanta regularidad, cuando las personas que conocía dejaron de trabajar allí y el entorno fue remodelado, lo único que permaneció igual siempre fue lo que me hacían sentir los libros.
*No sé si se trate de un talento, pero en un mundo en el que prima la atención y la veneración a las ciencias exactas (con justas razones, por supuesto), las humanidades, la capacidad de detenerse un momento y preguntarse por el mundo y por las personas y por lo que somos y lo que eso significa, apreciar la poesía, comprender que el mundo sin cultura no existiría y que la música y la escritura dignifican nuestra condición humana, debe ser algo.
Ser becada me brindó la posibilidad de entrar en el mundo de lo único que ha tenido sentido para mí desde que tengo memoria. Lo pienso así: no es que no haya podido dedicarme a otra cosa de no haber recibido el apoyo de EAFIT, es que no me hubiera sentido bien haciendo algo distinto que no sea esto. Tener la oportunidad de conocer personas que se apasionan tanto como yo por las palabras, de escuchar docentes brillantes impartir clases sobre un montón de cosas que abren un poco más mi percepción del mundo, comprender los procesos históricos que hay tras lo que conocemos ahora como escritura, y que tantos cambios ha pasado para llegar a ser lo que es hoy; todo eso te hace valorar un poco más la posibilidad de aprender, de que exista una carrera especializada en esto, de que las humanidades todavía sean tenidas en cuenta y de que existan convenios que se acercan a las personas para ofrecerles una oportunidad para estudiar lo que desean, como sucedió conmigo.
Estudiar lo que me apasiona no solo cambió mi vida cuando supe que tenía un lugar en la beca días después de postularme, sigue cambiándola aún hoy, cada vez que aprendo algo nuevo en alguna clase, cada vez que leo un texto que me lleva a entender mejor aspectos del mundo que ni siquiera conocía, cada vez que hablo con mis compañeros e incluso cada vez que tengo que esforzarme un poco más para comprender algo, porque incluso allí sé que estoy haciendo algo que yo escogí, y que si estuviera de nuevo a punto de decidir si postularme a la beca o no, no cambiaría lo que hice para estar aquí.