Aporta una voz fresca a nuestra poesía. Una voz que, con la sutileza y la certidumbre del tono menor, apunta una esencialidad y un rigor como debe ser la buena poesía. Heredera no del verbo excesivo ni aun de la flagrante imaginación, sino de la cauta voz que, como quien pule el hueso, da en lo justo, en la palabra llena.
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