Cada generación realiza una nueva evaluación de su propio pasado. En efecto, en una nueva lectura de la poesía colombiana que están haciendo las jóvenes generaciones surge de manera unánime el nombre de Elkin Restrepo (Medellín, 1942). Perteneciente por derecho propio a la denominada "Generación sin nombre", él ha encontrado un sitio destacado por haber sabido unir de una manera muy personal la corriente coloquial de la poesía latinoamericana con cierto objetivismo de la poesía norteamericana, añadiéndole un matiz irónico a veces, descreído otras, siempre con una palabra medida y meditada, donde los sucesos cotidianos recuperan su condición milagrosa, expresados con "las usuales palabras de siempre". Elkin ha encontrado su cantera en la vida diaria porque, como él mismo lo dice, "en lo banal la verdad construye su gran frase", y porque "en el trivial asunto de siempre una divinidad se ofrece". Fruto de esa convicción, donde le da vuelta a lo efímero para convertirlo en un acontecimiento perdurable, ha escrito poemas tan emblemáticos como "Lugar común", "El lugar vacío", "Oficio" o "Documento", entre tantos otros que abundan entre sus páginas.
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