Hay quienes parten porque el suelo de sus pies quema como una brasa en el alma. Otros emprenden el camino por la sola necesidad de saberse andando sin rumbo fijo como un errante al que nada lo detiene. Algunos, quizás enceguecidos por los misterios de lo maravilloso y de lo exótico, no pueden evitar permanecer en un lugar. Unos pocos, en apariencia, viajan porque huyen y sus razones se nos escapan pues no sabemos si se alejan de un espacio y de un tiempo o simplemente quieren correr lejos de sí mismos.
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