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14 de marzo de 2012

Una espada
de doble filo
llamada “asamblea”

Por Mario Santiago Hernández Arango, estudiante de Ingeniería Civil y representante estudiantil.

Está prácticamente lista la tarea de divulgar la existencia de las asambleas de carrera cada semestre. Ahora sí aprendamos a utilizar la “espada de doble filo”.

Para nadie es un secreto que el gran inconveniente que presentan la mayoría de los estudiantes de la Universidad EAFIT es la apatía ante la infinidad de oportunidades que brinda la Institución en investigación, cultura y demás posibilidades relacionadas con actividades extracurriculares, donde la valiosa ganancia se expresa en la satisfacción del perfeccionamiento de las habilidades y el aprendizaje adquirido.

A pocos días de celebrar las Asambleas de Carrera de este primer semestre, es alarmante observar como esta actitud de indiferencia por las actividades que se generan en la Universidad se transmite, semestre a semestre, al espacio de mayor importancia que tienen los estudiantes de pregrado para aportar al proceso de construcción permanente en los aspectos académicos y administrativos que ha tenido EAFIT desde su fundación.

Luego de haber sido partícipe de tres campañas de promoción de las Asambleas de Carrera y estar a puertas de iniciar la cuarta, me convenzo, con mayor certeza, de que cada intento de divulgación de este espacio será recibido como un día de descanso académico donde se cancelan cierto número de horas de clase propicias para dormir en casa, adelantar trabajos pendientes, estudiar para el parcial del día siguiente o, como tantas veces ha ocurrido, hacer el taller que el docente de la materia asignó porque “no se puede desperdiciar el tiempo”.

Es aquí donde llegamos al punto crítico: subestimar un espacio de alta importancia institucional como “un tiempo desperdiciado”. La comunidad universitaria ya sabe que las Asambleas existen, y tanto profesores como estudiantes tienen en cuenta ese día de “tiempo perdido” en la planificación de sus actividades.

Y que peligrosa es esta actitud de muchos de convertir a las Asambleas en lo que he llamado “una espada de doble filo”, simplemente por el desconocimiento del alcance de uno de los momentos agendados del semestre más importantes en EAFIT.

Hagamos el siguiente ejercicio: una Asamblea de Carrera necesita el 5 por ciento de quórum para tener lo que, en palabras simples, se conoce como “poder de decisión”.

De manera posterior, cuando se redacta y oficializa el acta de la misma, dicho “poder de decisión” es la llave que permite al representante estudiantil abrir las siguientes puertas: jefe de carrera, jefe de departamento, decano de escuela, secretaria general, rector y cualquier jerarquía que, con un análisis exhaustivo y claro en el que se defina seguir, o no, el orden de los canales de comunicación, tendrán el compromiso, garantizado por los estatutos universitarios, de atender las solicitudes, inquietudes y requerimientos que hayan quedado anexados en el acta generada.

El estamento correspondiente deberá brindar respuestas y soluciones precisas, reales y coherentes con los requerimientos hechos por los estudiantes en la Asamblea, siendo estas vigiladas y llevadas a un adecuado término por los directivos y su respectivo representante.

Al mostrar rápidamente el proceso rutinario se concluyen las consecuencias de plantear una buena o una mala sugerencia y como el filo de esa espada llamada “Asamblea” puede irse a favor, o en contra, de los mismos estudiantes que la utilizan, pues una asistencia baja sesgará los planteamientos, inevitablemente, a fines minoritarios, y no siempre a fines comunes y generales.

Por ello, esas cuatro horas destinadas a las Asambleas de Carrera se traducen en decisiones de carácter fundamental y primordial que permiten ejecutar, o no, las acciones de cambio, a corto y mediano plazo, que afectan directamente a los estudiantes en cada escuela y en la Universidad.

En términos más sencillos, la inasistencia a las Asambleas no exime a todos los estudiantes de asumir las consecuencias de las decisiones allí tomadas, representadas, casi siempre, por el porcentaje mínimo de población requerido para tener poder decisorio (5 por ciento de los estudiantes totales de cada carrera), que suele lograrse con muchísimo esfuerzo y cuya decisión afecta, positiva o negativamente, la totalidad de la población.

Entonces, ya ese “tiempo perdido” puede ser supremamente cuestionable y, por el contrario, sería “tiempo perdido” no asistir a estos espacios cuando lo sugerido y acordado en el acta se distorsiona de la realidad o carecemos del conocimiento de una serie de hechos importantes que solidifican lo escrito, siendo situaciones que los representantes no podemos predecir ni adivinar.

La importancia que ha adquirido este espacio no ha sido completamente dimensionada, ni siquiera, por los propios representantes estudiantiles. Es un momento de construcción de Universidad invaluable que tiene que ser aprovechado, bajo todas las condiciones de respeto y honestidad, no solo para expresar las inquietudes y las satisfacciones en cada carrera, sino también para ser veedor de la información que se discute al interior y se reporta en el acta final.

Acerca de lo previamente expresado, he escuchado críticas airadas respecto la norma que avala el poder de decisión a un porcentaje tan bajo de estudiantes asistentes en las Asambleas, pero que grandes posibilidades representa este porcentaje en el momento de avalar y dar credibilidad a las decisiones tomadas en ellas pues garantizar una asistencia del 5 por ciento se ha convertido en una celebración de “bombos y platillos” en muchas carreras de nuestra Institución. Y, en realidad, esta es una muestra poblacional que pudiese presentar altos grados de incertidumbre en las decisiones de la Asamblea y, lastimosamente, tiende a sesgarse a opiniones personales sobre los intereses grupales. Pero sería catastrófico pensar en un porcentaje mayor ante la constante e inexplicable apatía que el cuerpo estudiantil presenta por este tipo de espacios fundamentales en la Institución: Si el 5 porciento es difícil cumplirlo, un porcentaje mayor se convertiría en casi una utopía bajo las condiciones previamente descritas.

Por ello, si el 95 por ciento restante no hace presencia importante en las Asambleas, tendrán que abstenerse a las consecuencias de las decisiones tomadas allí, pues el espacio se brinda, se garantizan la libertad y privacidad de opinión, se generan estrategias y hechos tangibles como respuesta a las inquietudes y sugerencias, pero la voluntad de cambio no depende exclusivamente de los representantes.

Espero que con esta explicación rápida del trasfondo de una Asamblea Estudiantil ahora sí estén claras las consecuencias de la inasistencia, y la falta de iniciativa e interés por tomar voz y voto en este espacio.

Cuando el acta sea aprobada y leída por todos los organismos que les corresponde hacerlo, no habrá lugar para los “es ques”: “Es que no sabía que lo que allí decían se cumplía”, “es que yo tengo mucho estudio para asistir”, “es que lo que dijeron no es verdad”, en fin, tantas excusas que surgen por el hecho de no haber invertido unas cuantas horas en construir Universidad.