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Carta al trabajador


De: Edificio de Ciencias
Para: El Trabajador

Al operario que, en su habilidosa destreza con la grúa, la retroexcavadora, el buldócer y el vibrocompactador, montaba y moldeaba mis cimientos, removiendo las tierras y colocando las pilas. 
Agradezco que me edificaras: tu dedicación, tu fuerza productiva y cada momento que pasamos juntos. Recuerdo tus manos esparciendo el cemento sobre los ladrillos que ahora embellecen mi fachada.
¿Cómo no recordar al conductor, aquel que de polo a polo recorría la ciudad en la volqueta, llevando y trayendo materiales para hacer mi cuerpo? Lo extraño tanto como al ruidoso taladro, y casi tanto como al martillo. Las varillas de hierro que en principio tanto me pesaban, ahora cobran sentido, pues han reforzado el concreto de mis vigas, paredes y pisos; te agradezco por ellas, me han hecho más resistente. 
Aunque aún me falte unas cuantas capas de pintura, algunas lámparas por instalar, varias redes de acueducto y determinados acabados para relucir los laboratorios y tecnologías que albergaré, siento gran emoción de erigirme como un nuevo centro de Ciencias, uno de los más grandes y de mayor calidad del país. 
Con gran expectativa pienso, día y noche, en los estudiantes que recorrerán por mis pasillos: todos alegres en el saber y el conocimiento. Aunque me cueste aceptarlo, a veces siento algo de miedo de que miles de jóvenes me vean desde lo lejos o separados por una reja o muro; desde afuera ¿Qué sería del conocimiento creado en mi interior sin justicia? ¿qué valor tendría? 
Si es para unos pocos ¡no lo quiero! No tendría sentido. 
Me despido de ti con incertidumbre, pero con algo de optimismo, porque si guardo algo de esperanza, esta será, sin duda alguna, que tus hijos pisen mis aulas y laboratorios, y expresen con orgullo que sus padres, madres y abuelos, fueron los constructores del lugar donde ahora estudian.
Medellín,
Septiembre de 2019