Omitir los comandos de cinta
Saltar al contenido principal
Inicio de sesión
Universidad EAFIT
Carrera 49 # 7 sur -50 Medellín Antioquia Colombia
Carrera 12 # 96-23, oficina 304 Bogotá Cundinamarca Colombia
(57)(4) 2619500 contacto@eafit.edu.co

Ediciones Skip Navigation LinksJusticia-en-llamas Justicia en llamas

EAFITNexosEdicionesJusticia en llamas

Justicia en llamas

​​Simón Monsalve Orozco

smonsalveo@eafit.edu.co

@simon.monsalveo


Miércoles, 6 de noviembre de 1985

22:00 horas

Durante las últimas diez horas el país y el mundo han permanecido en suprema confusión y angustia. 

A las 11:00 de la mañana, siete guerrilleros del Movimiento 19 de abril vestidos de civil ingresaron con poco esfuerzo a los corredores del Palacio de Justicia, sede del Consejo de Estado y la Corte Suprema de Justicia. Para las 12:00 del meridiano el número de los insurgentes habría aumentado a treinta, según informa el Ejército Nacional, y ya se habían tomado el edificio con más de trescientos civiles; entre empleados, magistrados y visitantes.

Las fuerzas armadas no dudaron en responder. Desde entonces, la Plaza de Bolívar, que había visto nacer y crecer a la patria, presenciaba un evento sin precedentes: el glorioso Ejército Nacional –representado en las tropas del comando F2, el batallón guardia presidencial y la décimo tercera brigada– se hacía paso en la sede de las Cortes a fuego abierto sin discreción alguna. 

Las altas Cortes –defensoras de la Constitución y el Estado de derecho– han sido alcanzadas por la sangre del conflicto que jamás, en la historia del pueblo colombiano, se había atrevido a atentar contra el corazón mismo de la nación. La justicia, entonces, ha quedado presa de la fuerza y coartada por el fusil del enemigo y del Estado mismo.

Para la una de la tarde, la duda que carcomía a todos los colombianos se tornó en una aterradora certeza. Luis Otero Cifuentes, comandante del M-19, anunció en la radio nacional que todo había sido el resultado de una operación militar denominada “Operación Antonio Nariño por los Derechos del Hombre”, que tenía por objetivo hacerle un juicio político al presidente Betancur. 

La respuesta fue contundente. Al comando del teniente coronel Luis Alfonso Plazas Vega, las fuerzas armadas iniciaron la retoma del Palacio. Tres tanques Cascabel arremetían contra las entradas del sótano del edificio, permitiendo la entrada de los militares que, sin dudarlo, abrieron fuego.

A eso de las 3:00 de la tarde, Colombia entera se estremeció al escuchar en la radio Todelar el clamor de Alfonso Reyes Echandía, el presidente de la Corte Suprema, quien permanecía dentro de las instalaciones como rehén de Otero. Dijo Reyes con desesperación: Estamos en un trance de muerte. Ustedes tienen que ayudarnos. Tienen que pedirle al gobierno que cese el fuego. Rogarle para que el Ejército y la Policía se detengan… Ellos no entienden. Nos apuntan con sus armas. Yo les ruego que detengan el fuego porque están dispuestos a todo… Nosotros somos magistrados, empleados, somos inocentes… He tratado de hablar con todas las autoridades. He intentado comunicarme con el señor presidente, pero él no está. No he podido hablar con él.

Lo más escalofriante era el silencio del presidente de la república. En las calles se escuchaba con indignación: “¿Cómo es posible que el presidente de la república no le responda el teléfono al presidente de la corte?”. La única respuesta por parte de la jefatura de Estado fue enviar al director del socorro nacional, Carlos Martínez Saenz, quien fue retenido por las fuerzas militares sin poder ingresar a las premisas.

El coronel Plazas Vega salió unos segundos del Palacio en llamas para ser interpelado por los periodistas que lo esperaban ansiosos a las afueras. El coronel les pidió que no se acercaran mucho, pues todavía había reductos de resistencia. Uno de los periodistas le preguntó por la decisión de las fuerzas regulares; la respuesta fue directa y retumbó junto con el sonido de los cañones a unos pocos metros: ¡Mantener la democracia, maestro! 

El caos continuó hasta las horas de la noche. Toda la nación permaneció sintonizada escuchando el minuto a minuto de lo que sucedía en la capital. Sin embargo, el desasosiego fue profundo cuando a las 8:02 de la noche, Juan Gossaín, de RCN Radio, suspendió los anuncios de la angustiante encrucijada de la fuerza pública y los rehenes del Palacio para anunciar el inicio de la transmisión de la octagonal, la liga final del campeonato de balón pie en Colombia. El público se inquietó, recordando la última vez que la radio dejó de transmitir un evento de tal envergadura y la violencia que trajo consigo, por allá en el 70. Algunas fuentes cercanas al Palacio de Nariño arguyen que el cubrimiento de los hechos fue suspendido por orden de la ministra de comunicaciones, la dra. Noemí Sanín, en contra de los deseos de los corresponsales.

Siendo así, al son de la algarabía provocada por los tiros al arco de Millonarios y el Unión Magdalena, transmitida a toda la nación desde el Campín, en la plaza de Bolívar aún se oyen los tiros de los fusiles, los petardos y los cañones, que hacen eco en el silencio de una nación entera que guarda vigilia.