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A pesar de todo, el amor

​​

Andrés Vélez Cardona 

Muchas son las historias que a diario brotan en la literatura de personas que se juntan en un amor inusual e incomprendido. Estas, pareciera que nacen de la mente de un escritor que no entiende las trabas del amor, y todas las dificultades que aparecen en la trama, aparentan ser imposibles en una realidad rígida marcada por la ideología de que nada puede ser distinto. 

¿Sera entonces conveniente afirmar con frases infantiles que el amor logra lo imposible? Porque la verdad, es que para Monique Lange, esos supuestos disparates de la realidad son tan solo un pequeño ápice de una relación atravesada por las querellas de las ideologías políticas, del exilio y de la aceptación de las diferencias. Es que para ella todo lo anterior sólo eran razones por las cuales se debía amar aún más, algo qué demostró hasta el final de sus días. 

Siendo esposa de un exiliado político, Lange no se quedó atrás en dar una imagen polémica para la época. Fue una gran activista francesa y participó en la firma de declaraciones como el “Manifiesto de los 121”, que defendía la insumisión en la guerra de Argelia; o el “Manifiesto de las 343”, escrito por mujeres que afirmaban haber abortado y que reclamaban el derecho al aborto, algo que influyó en la ley Veil. Sus opiniones la mostraban como una mujer abierta al cambio, al mismo tiempo en que sus acciones lo reafirmaban.

Fue entre los años de 1954 y 1956 en los que Monique conoció a Juan Goytisolo, quien en ese entonces era un joven español que estaba terminando su servicio militar. Ella, una editora parisina; él, un escritor español rebelde. El trato personal que se construyó entre los dos rápidamente escaló a una relación que trascendió los límites de la vida y de la sexualidad misma. 

Para quienes estudian la vida y las obras de Goytisolo, el hablar de la llegada de éste a París implicaba hacerlo también de Monique. Por esa misma razón hubo quienes aseguraron que ella era la patria que, de forma inconsciente, buscaba el autoproclamado “apátrida”. Muchos años después, el escritor simplemente resolvió esas conjeturas diciendo: “lo que me sedujo de ella fue la imagen de la libertad”. También, para el Juan sin tierra [De la trilogía de Álvaro Mendiola] ella significó la liberación de su sexualidad.

Se casaron en 1978 y, aunque a simple vista parecían una pareja cualquiera, rompieron completamente con los esquemas de toda novela dramática debido a las dificultades que terminaron por unirlos más.

El momento más duro de su relación fue relatado por cada uno de ellos en sus libros autobiográficos. Goytisolo lo reveló en Los reinos de taifa y Lange hablo de ello en Casetas de baño. Fue la ocasión en la que el escritor le confesó, por medio de una carta, su bisexualidad y en medio de ella agregó: “hago preces porque no lo tomes por una ruptura, aunque no puedo nada contra esta. Tengo miedo de vivir sin ti”. 

La sinceridad, perfectamente expresada en palabras tan literarias, obtuvo una respuesta por parte de Lange quien reafirmo su posición como intelectual por sus palabras concisas y, más aún, como mujer libre, diciendo:

No puedo seguirte en el territorio de tu querencia. Las fotos de tus obreros, soldados y luchadores que hallé casualmente un día entre tus libros me causaron dolor, pero luego me consolé al comprender que los retratados no eran ni podían ser mis rivales. Una pasión femenina sería para mí más dura e insoportable. Lo que existe entre nosotros es precioso y raro: en ningún matrimonio “normal” hay esta verdad y comprensión que, a pesar de los pesares, tenemos que preservar con mutuo respeto y tacto.

Sin ir más allá, terminó de aceptar todas esas diferencias que caracterizaban a su esposo.

Pero Monique Lange fue mucho más que una mujer libre. En una entrevista a Goytisolo, el escritor reveló que gracias a su esposa él pudo acercarse a algunos de los grandes escritores franceses. Antes de que se conocieran, Lange ya era una figura representativa en los círculos literarios y era considerada una de las mujeres más poderosas de las editoriales francesas.

Iba más allá de la edición, teniendo doce títulos publicados a su nombre. Entre los más famosos están Histoire de Piaf y Cocteau, Prince sans royaume, biografías de la cantante Edith Piaf y del poeta Jean Cocteau. Otro de sus títulos más famosos fue la confesional Casetas de baño que rompe un poco con trabajos anteriores, se trata de una novela a primera vista ficcional que está llena de elementos autobiográficos de la francesa.

En la novela, Monique se adentra en sí misma para dar vida a su alter ego: una mujer parisina que tiene que enfrentarse a la homosexualidad de su esposo y al rechazo de su propia hija. Es que Casetas de baño se adentra en los confines más profundos de las reflexiones para dar vida a un solo lugar, a un solo instante, a un solo sentimiento: La soledad.

Lange también incurrió en los guiones de televisión y de cine trabajando en alrededor de 17 obras en total. Le encantaba hacerlos, le parecían mejor que las novelas; según ella, era un trabajo que se hacía en compañía de otras personas: no era un trabajo tan solitario. Su cariño a los guiones también la llevo a actuar en una ocasión. 

Pero a pesar de todo, sin importar los tantos títulos, guiones e influencias editoriales que la mujer tuvo, el nombre de Monique Lange, de a poco, parece estar cayendo lentamente al peor lugar al que se le puede llevar a los autores. Es ese lugar al que, como a ella, a muchas personas las han desterrado. El lugar es el mismo olvido. El olvido injusto.

Olvido porque entre las infinidades de datos que alberga internet, la información sobre Monique es mínima y solo se le puede recordar por las tantas veces en que Goytisolo la recordó durante sus entrevistas o algunos de sus libros; porque entre todos los libros que circulan por el mundo, que se publican en varias lenguas, de todos los títulos de Lange solo unos pocos han sido traducidos.


Injusto porque en su vida dejó un legado en la literatura francesa que merece ser reconocido; porque sus obras tienen una voz que espera ser escuchada y que quizá tenga mayores efectos en las personas del que puede ser esperado.

En fin… es un olvido injusto porque como muchos otros autores su obra se fue desechando lentamente por algo mal llamado “condición de mujer/paria/no canónico”. Y es que eso pasa mucho: un autor que vale la pena leer es apartado por no pertenecer a un régimen supuestamente intelectual y académico. Y mientras tanto los nuevos lectores que, por curiosidad o mera coincidencia, se encuentran con ese nuevo autor deben quedarse con la desazón de no poder leerlo sea por no haber sido traducido a su lengua o porque encontrar una sola edición es una labor casi imposible de completar.

Y así le pasa a la obra de Monique Lange. Y por ahora solo hay que escribir sobre ella con esperanza de recuperar su nombre. Y mientras tanto sus tantas obras quedarán por ahí, a la espera de ser reimpresas, a las sombras de otros autores. No olvidemos a Monique Lange.