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El abrazo, los pájaros, la voz

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Valeria Echavarría Arroyave
IG @valeriarea

Una visión femenina y a su vez feminista del mundo es ahora una de las consignas mayores. En el cine esto ha resultado imperativo, pues la desigualdad en términos de representación y reconocimiento de unos sobre otras es más que notoria. Tanto así que se les reduce y se les anula el propio nombre y aunque sean parte esencial de equipo, gestoras y quienes impulsan, quedan relegadas a la resonancia del titular de un nombre masculino. Ella y muchas más tienen el derecho a ser llamadas por su nombre: Cristina Gallego.  

Esta mujer de voz, mirada y semblante firme es una destacada productora de cine y televisión colombiana, fundadora en 1998 de la compañía Ciudad Lunar Producciones en donde produjo películas como La sombra del caminante, Los viajes del viento, El viaje del acordeón, Edificio Royal; y las más reconocidas El Abrazo de la serpiente y Pájaros de verano, debutando en esta última también como directora. Cristina, con una personalidad que emana una mezcla entre seriedad y serenidad, a veces con atisbos de sonrisas, encontró en el hacer cine la forma de narrar las historias que no se han contado, la capacidad de trascendencia de los relatos y la necesidad de formularse preguntas para el encuentro y sobre el lugar que se habita. Visionaria y con sed de novedad, expone que “el lugar del cineasta nunca es el lugar cómodo, sino la búsqueda, la inquietud, la búsqueda permanente”. 

En 2016 se cumplió un hito para el cine colombiano, El Abrazo de la serpiente, dirigida por Ciro Guerra, logró ser la primera película nacional nominada a mejor cinta extranjera en los premios Oscar. Aunque no ganó, la película y el director obtuvieron un alcance sinigual en el transcurrir popular colombiano. No es secreto que el director es quien suele recibir mayor acreditación y se invisibiliza al resto del equipo, el cual compone tareas de suma importancia para obtener el producto final que es la película. Tareas como la producción, el guion, la fotografía, montaje, etc; partes de un todo que forman el engranaje ideal. 

La necesidad del trabajo mancomunado es lo que hace al cine una de las artes más comunitarias. Ahora bien, una cantidad importante del equipo son mujeres y sufren las consecuencias de una doble oscuridad en donde son los directores, en su mayoría hombres, quienes cooptan todos los aplausos y los tabloides. En Colombia una de cada diez películas es dirigida por mujeres y es justo allí donde Cristina se pronunció y exclamó a modo de crítica que las mujeres desempeñan un “rol de soporte” el cual es producto del miedo, rechazo, injustica o discriminación a tomar la vocería, el equipo, las ideas.  No obstante, atribuirle los triunfos solo al director y al hombre lleva a que los demás sean ignorados. Del mismo modo, Cristina comentó en lo respectivo a su rol que ella “manejaba los hilos desde atrás” y en cuanto a las películas que “hay algo que los medios no registran y no es obvio. El proceso de creación necesitó de la dualidad para hablar del encuentro de dos mundos”. 
 
Así pues, es preciso señalar que hay duplas creativas que deben sus éxitos el uno al otro. El cine es una historia de matrimonios entre productores y directores. Ciro Guerra contó con Cristina Gallego para desarrollar sus mayores éxitos cinematográficos, siendo entonces no solo ella como compañía, un tercero o la ‒en aquel entonces‒ “señora o esposa de Ciro”, sino una pieza esencial. Él como director y ella como productora en la mayoría de películas que realizaron juntos. Los productores, dice Cristina, tienen un rol más técnico pues son quienes financian, desarrollan los proyectos, asumen los riesgos financieros, legales y civiles, comercializan y se aseguran que les vaya bien a la hora de lanzarla al mercado; en cambio los directores son aquellos que le imprimen las cualidades artísticas, su estética, la visión creativa. Cristina aclaró que en todas las películas la visión, el concepto y el desarrollo creativo de las ideas han sido en conjunto, ya que los proyectos son pensados por ambos al contener la semilla y el espíritu de los dos. La única diferencia era quién estaba detrás de la cámara en el set.
 
El Abrazo de la Serpiente no fue la excepción, sobre todo porque en esta hubo algo especial. La película además de tener una narrativa femenina, contó con un personaje principal, Karamakate, que a pesar de ser hombre tenía y conservaba un hálito femenino en la medida en que Cristina se sentía identificada con él en ciertas cualidades. Acogiendo lo explosivo y carismático, intuitivo y silencioso, emocional y sensible. La película precisó de la dialéctica entre lo femenino y lo masculino de forma integral. “Yin y Yang, necesitó, como la vida de dos células absolutamente diferentes y complementarias, masculina y femenina, director y productora, una visión soñadora y una pragmática para llegar a la vida”.

Esta característica se ha tornado significativa en sus últimas películas donde no solo está presente lo anterior sino que, tanto El Abrazo de la serpiente como Pájaros de verano invitan a la inmersión desde una mirada antropológica, espiritual pero digerible y accesible, las cuales permiten transportarse al misticismo propio del río y del desierto. Ambas películas cuentan historias en paralelo que se alternan en el camino y direccionan a dos formas de entendimiento sobre la misma película. Una dualidad que asombra y por supuesto, encaja a la perfección. 

Cristina, feminista declarada, reluce con fuerza en el 2018 con dos sucesos. Todo confabuló para que en dicho año ella se impusiera frente al problema de que “las mujeres en el cine tenemos una voz que aún es muy débil”. En el Festival de Cannes, con puño arriba y codo a codo, Cristina se enfiló con otras 81 mujeres como Cate Blanchett, Agnes Varda, Léa Seydoux en representación del número de nominadas en todas las categorías en la historia del festival (83 mujeres versus 1.645 hombres). Esto con la intención de reclamar frente a la brecha abismal entre géneros en la industria cinematográfica, debido a la diferencia de oportunidades, condiciones y cargos en tanto no son óptimos ni justos. A modo de protesta se unificaron para exigir un trato equitativo e igualitario con base en un enfoque de género, tanto en términos salariales como de publicidad, reconocimiento y valor, además de una demanda en contra de los casos de discriminación y abuso sexual que han existido en el cine.  El acto en Cannes representó una búsqueda por hacerse escuchar y ganarse los espacios, pasando del escenario privado al público. Un triunfo desde su rol como mujer y, claro está, desde la profesión de la producción y la dirección. 

La consigna era y es que “las mujeres no somos damas de compañía sino que tenemos voz, tenemos historias, tenemos discursos. Las mujeres no somos minoría y no hay forma de que el mundo sea igualitario si no tenemos un discurso igualitario”. Justo en Pájaros de Verano llega a demostrarlo. El hecho de dar un paso al frente y codirigir la película puede tomarse en algunos aspectos como un símil al ascenso de Cristina Gallego debido a que implicó retos enormes que fueron capaces de llevarse a cabo, retos de encontrar personajes e historias sumergidas que no eran tan visibles. Asimismo, dicha película era una idea de ella, venía de su interés y tenía que ver con el empoderamiento femenino detrás de las cosas y la historia misma de la película en tanto buscaba saber qué pasaba con las mujeres y qué pasaría con estas en una familia wayuu.

La misión consistía en contar esta película desde el lado femenino siendo este su componente diferencial. “Fui a descubrir esas mujeres allá, mujeres que son fuertes pero que son invisibles públicamente, las que manejan el destino de sus familias y de su ranchería, y en medio de ese encuentro con esos personajes también había una búsqueda personal”. Narrar aquello no le competía o no podía hacerlo a cabalidad un hombre, pues el mayor conocimiento y la mejor forma de generar cercanía al mundo femenino debía ser, precisamente, inspirado por la vivencia, experiencia y visión de una mujer. El mismo Ciro reconoció que dicha película debía ser dirigida por los dos y en especial, porque tal y como Cristina lo describe, fue una evolución normal de la relación de trabajo en la medida en que, la relación creativa se volvió cada vez más estrecha y ella se fue volviendo cada vez más afín a la producción, llevándola naturalmente hacia la codirección. Reforzando el hecho que lo que hacían era crear en conjunto.
 
Cristina ya no está más en la oscuridad. Ha desafiado lo hegemónico, dejando de lado el rol marginal o tras bambalinas en el cine. Se ha posicionado de forma brillante gracias a su mérito profesional como una de las directoras y productoras más prometedoras de la escena colombiana. Ha obtenido el crédito y su nombre se ha dignificado, proyectándose hacia triunfos por la creación de mundos extraordinarios. La industria cinematográfica está viendo un resurgir del ímpetu de la mujer como nunca antes, el cual permite hacer cine desde una visión femenina que sea incluyente al cuestionar y reflexionar, tanto como sociedad como en las artes.