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El apellido desdoblado


Tony Jerónimo Beltrán Gómez

A Akus, quien ha inspirado todos mis textos.

—Robert-Houdin

—¿Quién? ¿El escapista Houdini?

—No, el mago viajero del tiempo, el padre de la magia moderna: Jean Eugène Robert-Houdin. 

En un taller cerca al rio Loira en la ciudad de Blois, Francia, un joven aprendía de su futuro suegro el oficio de la relojería. Luego aplicaría estos conocimientos sobre el funcionamiento mecánico a su arte. Empezó a construir y a reparar esos relojes viejos que le llegaban al taller, siguió practicando con pedazos de madera, engranajes y cuerdas para dar otra vida a aquel árbol talado. Del tiempo estático, a las agujas moviéndose, de lo inerte a los pasos. Jean Eugène Robert se transformaba desde su oficio como relojero a todo un hacedor de lo imposible.  

Un día al taller entró un mago para arreglar su reloj, le contó a Jean que no tenía con qué pagar pero que podía hacerle un canje. Le hizo un truco y le dijo que su pago sería contarle el secreto. Él aceptó. El mago le mostró cómo había desaparecido ese objeto: haló una cuerda en su manga izquierda y de su mano derecha desapareció el objeto (lo guardó en su sacoleva). Era un mecanismo no muy alejado de lo que fabricaba Jean todos los días. Se le abrieron universos de infinitas ideas. 

Fabricó una versión mejorada de lo que había visto, la practicó para mostrársela a sus clientes y el taller fue opacado por su magia. La gente lo buscaba, ya no para arreglar relojes sino para sorprenderse. Él seguía haciendo cosas que otros no podían, engranajes que, al activarse, parecían magia. Necesitó hacer variaciones, crear nuevos trucos y aparatos para seguir sorprendiendo al público que día a día lo exigía con sus visitas. Su talento lo desvió de su oficio de reparar y vender relojes a fabricar trucos. Se dedicó al arte del asombro, la magia. En ningún momento olvidó su sabiduría o su obsesión por el tiempo y los objetos que lo contenían. Él, al tener esta consciencia suprema del interior microscópico del tiempo, entendió que el mago era lo mismo que el relojero. Expresó esto cada vez que alguien le preguntaba cómo hizo el truco: “El mago lo que hace en verdad es que después de mostrar una moneda, detiene el tiempo, pone el objeto en el hombro cerca de la oreja del espectador más atento, vuelve a su sitio y restaura el curso del tiempo. Somos más que magos, somos viajeros del tiempo”. 

La relojería, sin pensarlo, definió todo en su vida. En ese taller conoció la magia y a la hija de su jefe, Mademoiselle Houdin. Desde ahí se despliega toda una estirpe de magos con ese nombre y sus variaciones. Desde Jean Eugène Robert-Houdin que empezó poniéndose seguido de su apellido el de su esposa.  Y continuó Erik Wiesz quien después de leer un libro de magia de Robert-Houdin se puso Harry Houdini. Aún perdura ese apodo para conocerse como mago. Las personas llaman a los magos “Houdini” y algunos eligen llamarse así conjugado con otro nombre para que sea clara su profesión. 

En la vida nos cruzamos con muchos detonantes, muchos problemas que nos hacen buscar soluciones y encontrar, finalmente, algo más grande que una simple respuesta. Jean Robert-Houdin era un artista, y como artista era un observador y un necesitado de soluciones para los pequeños problemas con los que se crean las premisas de las ilusiones: En Argelia hubo una rebelión en la que Robert-Houdin intervino con su magia. Calmó la revuelta con un truco, el de la bala entre los dientes. Hizo su aparición llamativa en medio de tanto revuelo, interrumpió las demás voces pidiendo algo inusual: “¡Alguien que por favor me dispare!”. Todos se acercaron a ver, a preguntar por qué y solo un personaje muy servicial aceptó (el cómplice). Robert-Houdin pidió que probara el arma (que él mismo llevaba). “Que alguien más la pruebe, que vean y sientan que es un arma de verdad, que mata”. Dispararon varios escépticos. Después de que comprobaran que era un arma real, le pidió al primer voluntario que le disparara. Todos miraban incrédulos y sorprendidos de ante mano. El elegido se hizo el difícil (actuando) para accionar el cañón y, al final, por presión social (principalmente de otros dos cómplices más) le apuntó directamente a la cabeza. Robert-Houdin tragó saliva, sonó el disparo, subió el humo de la pólvora y el gran, el inigualable, Robert-Houdin lo había logrado. Logró de manera mágica y simbólica mostrar lo inútil de esa posible guerra al detener la bala entre sus dientes. “La oposición tiene magia, qué inútil es intentar matarlos”.

Este truco sigue siendo conocido y replicado, aunque de alto riesgo, pues se conocen hasta el momento diez muertes de magos que lo intentaron. Tiene un alto margen de error. Hay otros no tan arriesgados pero igual de importantes, como el del árbol de naranja en el que de una matera con tierra brotaba una ramita, un palo con hojas, un arbusto y, finalmente, un árbol lleno de naranjas. Claro, ¿cuánto tiempo tarda esto? Años. Pero él lo hacía en un acto de cinco minutos. Truco que parece ser el que más lo representa, pues se combina perfectamente el tiempo y la magia. Frente a los ojos de los espectadores sucedía tan natural que al final, cuando el árbol ya estaba frondoso y le salían naranjas, las repartía a su público para que las probaran, para que saborearan la cuestionada realidad. 

Jean Eugène Robert-Houdin, “el padre de la magia moderna”, les dejó a los magos un legado de trucos, de libros y, gracias a él, la magia tuvo un nuevo nacimiento, una trascendencia importante en la historia, no se quedó solo en los circos baratos o en las calles. Él inauguró el primer teatro de magia y su vestimenta ya no era la misma de los referentes pasados (el gorro puntiagudo y la capa, como la vestimenta del mago Merlín) o de vestimentas andrajosas de los magos callejeros y circenses, no, él fue mucho más elegante, despampanante, con su frac, su corbatín y su bastón. Él fue quien nos implantó esa idea y esa imagen que tenemos cuando dicen “mago”. Podemos decir que Robert-Houdin fue un mago que cambió el paradigma de los magos, por eso su título y su importancia, por su magia elaborada, presentada con tanta elegancia en sus palabras, en sus gestos, en su vestimenta y en su escenario. 

No solo para el imaginario de las personas sino también de los magos es el punto de referencia principalmente para la magia de escenario. “Sombrero de copa, gabardina y bastón”. Es una gran referencia de actuación, aunque no quede mucho registro, el poco que nos queda nos cuenta de un personaje elegante, que presenta sus trucos como descubrimientos en los que actúa como si cada vez que los presentara fuera la primera vez. Siempre desde la auto-sorpresa para transmitirla con mayor fuerza. 

Es importante recordar o enterarse del paradigmático mago que vive, a los ojos de las personas (y de los buscadores de internet), a la sombra de su sucesor Harry Houdini.