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El primer científco de Colombia


Edier Andrés Munera Gutierrez
Isabella Franco Moncada

Luego de escuchar "¡España no necesita de sabios!" como respuesta a sus suplicas, Francisco José de Caldas murió fusilado el 28 de octubre de 1816, en lo que hoy es el Parque Santander en Bogotá. Y es que en ningún momento se consideró que este hombre fuera indultado, pues el haber sido prócer de la independencia neogranadina no era de total agrado para el virreinato de Nueva Granada.

Caldas, junto con Antonio Morales y Camilo Torres, fue considerado una de las mentes maestras detrás del plan para el primer grito de independencia de la Nueva Granada, en el que Morales, propuso pedir prestado el florero del español Gonzales Llorente y sabiendo claramente que no lo haría, aprovecharon para formar una reyerta, la cual, desencadenó días después la época compuesta por guerras civiles entre centralistas y federalistas, conocida como la Patria Boba.

En este punto, Caldas decidió huir al sur y se refugió en la hacienda familiar de Paispamba, donde sin escapatoria fue apresado y remitido junto con otros patriotas a Santafé, lugar de su muerte. Sin embargo, esta faceta revolucionaria de no fue su único aporte a la historia colombiana, ya que por sus descubrimientos, expediciones botánicas e invenciones científicas fue conocido como el sabio Caldas o el primer científico de Colombia. 

En las tierras payaneses nació el sabio Caldas un 4 de octubre de 1768, época en la que el Virreinato del Nuevo Reino de Granada, entidad territorial del imperio español, ejercía control total sobre la región que se constituye hoy por Ecuador, Colombia, Panamá y Venezuela. Allí, en su tierra, a temprana edad descubrió el gusto por las matemáticas, la física y la astronomía; sin embargo, doblegado por su familia se trasladó a Santafé a estudiar leyes en el Colegio Mayor del Rosario y paralelamente desarrolló estudios autodidactas de lo que más le interesaba: la ciencia. 

Caldas, sin ejercer su profesión como jurista, en 1793 decidió realizar expediciones con el objetivo de detallar y registrar la geografía, la flora, fauna, costumbres y hábitos de cada región que visitó; en cada una de estas su equipo necesario se compuso de un barómetro, una brújula y un termómetro; cuando las herramientas se estropeaban, el sabio Caldas las reparó o construyó el mismo.

Contaba con una destreza incomparable para analizar y entender los fenómenos que regían estos equipos, tanto así que después de diversos experimentos y por accidente, el termómetro compuesto por mercurio, ocasionó que este último generara una fragmentación del medidor, a causa de la alta temperatura.  Después de este suceso, observó que el agua en el volcán de Puracé, ubicado en un punto alto, hervía a diferente temperatura que la de Popayán, municipio con una altitud menor, por lo tanto, confirmó el principio físico, en el cual la presión atmosférica influye en el punto de ebullición del agua.

Es aquí cuando Caldas inventó el hipsómetro, instrumento cilíndrico en forma de pequeño horno, que sirve para medir la altitud de un lugar, observando la temperatura que alcanza el agua en ese sitio al hervir. A partir de este invento, en 1801 publicó un artículo en el periódico Correo curioso, titulado “La verdadera altura del cerro de Guadalupe”, el cual puso a prueba su reciente creación del hipsómetro, ya que, en respuesta a las mediciones erróneas sobre el cerro, donde se afirmaba que tenía de altura 418 varas, el científico corroboró que la altura correcta era de 719 varas, lo cual puede representarse con la altura de tres edificios Coltejer.
 
Por otro lado, interesado en las expediciones botánicas, se relacionó con el maestro José Celestino Mutis, fundador del estudio de la medicina científica, botánica y astronomía en Colombia; de este personaje se vio influenciado para el desarrollo de investigaciones geográficas y de botánica, que más adelante los llevaron a entablar conversaciones con el sabio barón alemán Federico Alejandro von Humboldt, quien desarrolló las bases de la geografía física y la sismología,  y a su compañero Aimé Bonpland, célebre médico y botánico francés. 
 
Estos últimos tenían programada una expedición por América, y Caldas, al tanto de las inconsistencias de su formación científica, les solicitó el permiso para acompañar el viaje y de esta forma poder potenciar sus conocimientos en áreas de la geografía y botánica, en las que poseía vacíos intelectuales.  Inicialmente los científicos aprobaron su solicitud, pero para la expedición decidieron sustituirlo por el noble español Juan Pío Montúfar; tal circunstancia frustró las aspiraciones del payanés, pero a su vez propició que José Celestino Mutis lo contratara para adelantar estudios sobre posibles nuevas especies en tierras caucanas y quiteñas.
 
Caldas se desempeñó como el alumno más diestro de Mutis, fue vinculado en 1805 como astrónomo de la Real Expedición Botánica, en la cual se clasificaron más de veinte mil especies vegetales y siete mil animales, en el territorio que actualmente está constituido como Republica de Colombia. Después de la muerte de su maestro en 1808 fue reconocido como la cabeza del primer observatorio astronómico colombiano y el primero construido en América, donde más adelante se reunirían de manera clandestina los próceres del grito de independencia.

Francisco José de Caldas marcó el inicio del desarrollo de la ciencia en Colombia, personaje que además de su aporte científico en el país, se reconoció como mártir de la patria, representando de la mejor manera su propia expresión, “dichoso el hombre que después de su muerte sirve de ejemplo a la humanidad”.