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El visitante

​​

Diego Velásquez Varela 

Después de un día completo de trabajo en el campo, el frío de la noche se había vuelto insoportable y me había obligado a volver a casa; decidido a que merecía algún tipo de satisfacción como recompensa a mi esfuerzo, tomé una cerveza y me recliné en mi silla. Mis ojos se situaron en el paisaje que se extendía a través de la ventana, y fue grato notar cómo mi jardín estaba floreciendo poco a poco. 

Sí, esta es la vida, esta es la forma en que un hombre debía terminar un largo día, rodeado de naturaleza y silencio. Mientras tomaba otro trago de la botella, escaneé la tierra sobre el borde del vidrio, hice una pausa, y mantuve los ojos fijos al paisaje.

― ¿Qué es esto?—pensé

Había una figura ahí afuera, una forma blanca que contrastaba con el mundo oscuro que lo rodeaba y que caminaba de izquierda a derecha a través de mi visión.

Dejé la cerveza en el suelo de la habitación y me incliné un poco pensando que los 4 centímetros extra aclararían de alguna manera la figura que se acercaba. Mientras lo hacía, la figura se detuvo y pareció contemplar algo, y después de un momento, giró sobre sus talones y comenzó a caminar hacia mí.

Permanecí inmóvil mientras se acercaba, mi corazón empezó a latir un poco más rápido cuanto más mis ojos trataban de enfocarse en lo que estaba mirando, fue entonces cuando la figura llegó a mi puerta, que me di cuenta de que lo que estaba observando simplemente no tenía sentido. Una persona vestida de astronauta, el traje blanco que llevaba no podía confundirse con otra cosa, tampoco el casco que había puesto sobre sus hombros, ni la visera dorada dónde se reflejaba la tenue luz nocturna.

Me mantuve firme y completamente desconcertado sobre lo que tenía que hacer con este extraño visitante que mantenía sus rasgos ocultos detrás del casco. 

—Buenas noches —dijo el hombre.

—¿Hola? ¿En qué puedo ayudarlo? - Contesté claramente desconcertado.

El hombre del traje espacial volvió a hablar, con un poco más de urgencia.

―Señor, entiendo que pueda estar confundido, sin embargo, el traje es pesado y he viajado todo el día, ¿podría dejarme entrar?  estoy muy agotado.

Aunque estuviésemos en posiciones diferentes, lo entendí. También había sido un largo día para mí.

― Claro que sí, puede quedarse esta noche, justo me preparaba para cenar, ¡tome asiento!

La mirada del hombre cambió de inmediato, al igual que yo, parecía que había estado solo durante mucho tiempo. Dejó su casco en la entrada de mi hogar, se quitó sus grandes botas, y se sentó junto a mí. 

Mientras cenábamos, mi curiosidad por conocer más de la inusual compañía se apoderó de mí, y después de reunir las agallas suficientes para romper con el silencio, pregunté: 

― ¿A dónde te diriges? ¿Volviste a la tierra o te vas? 

―Por lo pronto, diría que acabo de llegar a mi destino ―contestó en forma de chiste― ¡gracias por recibirme! 

Nada remarcable sucedió durante el resto de la noche, cenamos, hablamos sobre nuestra familia y lo que habíamos logrado a lo largo de nuestras vidas, teníamos problemas similares, aunque el era astronauta y yo un granjero. 

Finalmente me despedí y me preparé para ir a la cama, sin embargo, mientras dormía, escuché que alguien llamó a la puerta desesperadamente.
 
—No quiero molestarte, pero ¿Qué hiciste para tener así tu jardín? – preguntó el astronauta, que esta vez tenía puesto su casco. 

—Gracias por notarlo, los últimos días he trabajado muy duro en él, está en su mejor momento. —contesté

El astronauta había perdido la mirada de antes, ahora me miraba con lastima, y antes de que pudiera preguntarle qué sucedía, sentenció: 

― Los girasoles están doblados y las veraneras perdieron todo su color, el césped no lo ha cortado y las manzanas de su árbol se están pudriendo en el suelo, ¿seguro está en su mejor momento? 

― ¿A qué se refiere? ¡solo sienta el aroma del jazmín! Mi jardín está mejor que nunca, me encargo de podar y regar cuando se debe, sé un poco de botánica, sé cuidar plantas.

― ¿Estás seguro de que estamos viendo el mismo jardín? Porque lo que yo veo es uno muy descuidado.

― ¡Ya entiendo! ¿Quieres verlo más de cerca cierto? Espérame un momento.

Tomé las llaves de mi mesa de noche, y me dirigí a la puerta que daba al jardín convencido de hacer cambiar de parecer al astronauta que se encargaba de juzgar mi esfuerzo.

―Acompáñeme por aquí.

De repente, noté que el astronauta había mantenido el silencio, fue cuando giré mi cuerpo para verlo que pude darme cuenta de lo que había sucedido.

No había astronauta, no había jardín, carecía de tanto cuidado que estaba a punto de apoderarse de la casa como si se tratara de una selva, volví a mi hogar y tomé mi teléfono.

― Buenas noches, no es mi intención molestarte, pero necesito ayuda. – dije agobiado. 
 
― ¡Dios mío! No habías venido en más de un mes, toqué tu puerta y no atendiste. Empezabas a preocuparme.

― Lo siento doctor, mi depresión está empeorando.