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Empatía


Ricardo Castro Cano
ricardocastro0697@gmail.com


Desde hace algunos años tomé la decisión de conocer Medellín. Y acompañado de mi cámara me he movido de sur a norte y de oriente a occidente a través del valle, las lomas, las calles asfaltadas, los pisos de tierra, las baldosas de colores, las montañas, los caminos de antaño y los nuevos atajos. Siempre atento. Este ejercicio ha despertado en mí un interés por la cultura popular de la ciudad: las particularidades de las personas, sus pensamientos, prácticas, lenguaje y, sobre todo, su realidad. 

He podido mirar a los ojos a personas que siempre pasaba de largo. He conversado con pillos, prostitutas, indigentes, madres solteras con 5 hijos, niños que nacieron con menos 100 puntos en la carrera por el éxito, desplazados, enfermos, drogadictos: un sinfín de personajes que viven en esta ciudad pero que, pareciera, habitan otras dimensiones. La Medellín más innovadora los ha borrado de sus pantallas. No existen en las redes sociales del alcalde, y menos en las nuestras. Nadie les da like, retweet ni los comparten en sus muros. 

En este camino he logrado desarrollar la empatía, la comprensión y la solidaridad. Y he entendido que, como explica el filósofo iraní Ramin Jahanbegloo, se trata de vivir el pluralismo empático, que consiste en comprender lo diferente que somos pero acercarnos a esa diferencia por medio de la interacción. 

He vivido 20 años en Medellín y apenas hace algunos meses conocí el barrio El Concejo del corregimiento de Altavista. Allá, diariamente, los habitantes aguantan balaceras, reclutamiento ilegal, tráfico de estupefacientes, homicidios, vacunas y los estragos del control que han ejercido Los Chivos y Los Urabeños. Sin embargo, la realidad se muestra más cruda a medida que la intimidad aumenta: los ranchos de tabla y las viviendas construidas en zonas de alto riesgo son la más clara representación de la marginalidad. Víctimas del conflicto armado, los habitantes de Altavista tuvieron que abandonar sus hogares en los pueblos de Antioquia para llegar a esta ciudad que, sin descanso, los revictimiza. 

Según el Sistema de Información para la Seguridad y Convivencia-SISC, en los primeros 6 meses de 2018, 323 personas fueron asesinadas en Medellín, y fue Altavista el lugar con mayor número de homicidios. Al día de hoy, ya se superan los 500 homicidios, lo que representa un aumento del 10% respecto al mismo período del año pasado. 

Hay que conocer el entorno que nos rodea para librarnos de tanto prejuicio: aprender a mirar más allá de las montañas. Solo es cuestión de escuchar y mirar al otro, así nacerá la empatía, se reforzará la identidad e irá desapareciendo la indiferencia. 

Agradezco a Jonier Quiceno y a Sara Loaiza por mostrarme Altavista. Su casa, la nuestra.