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Horas contadas


Diego Arcila

El sábado 19 de septiembre, el Metronome, una instalación de arte público en Nueva York, reveló un reloj digital de poco menos de 20 metros de ancho con un mensaje que decía: “La tierra tiene una fecha límite”. Luego de esto, los dígitos del reloj mostraron: 7:103:15:40:07, en representación de los años, días, horas, minutos y segundos que quedaban desde ese momento para reducir las emisiones de carbono, antes de que los efectos del cambio climático se vuelvan irreversibles.

Este proyecto fue realizado por los artistas, escritores y activistas estadounidenses Andrew Boyd y Gan Golan, quienes plasmaron el mensaje y el llamado a la acción al frente del parque de Union Square, un barrio ubicado en Manhattan. La cifra utilizada por Boyd y Golan está basada en estudios sobre bienes comunes globales y de cambio climático hechos por el Instituto de Investigación Mercator de Berlín.  El Metronome al ser una instalación de arte de propiedad privada ya no proyecta el mismo mensaje, este va variando según qué artistas o incluso empresas paguen por su uso. El reloj de cambio climático estuvo proyectado solamente durante la semana del medio ambiente en Nueva York, aun así, los artistas crearon una red de activistas para llevar el reloj a más lugares del mundo y también para que las personas aprendan a construir uno propio.
 
Esta no es la primera vez que un reloj se usa para retratar una ventana crítica de acción para salvar a la humanidad, el ejemplo más claro al respecto es el reloj atómico del fin del mundo o “Doomsday Clock”. Este debutó en 1947 como portada de la revista del Boletín de los Científicos Atómicos, fue producción de la artista Martyl Langsdorf esposa de Alexandre Langsdorf Jr, físico estadounidense que hizo parte del equipo que desarrolló la bomba atómica, aunque se oponía a su uso y proliferación. Langsdorf fue uno de los de los primeros miembros del boletín, perteneció a este desde su fundación en 1945 junto con otros grandes científicos como Albert Einstein. 

Varias son las diferencias entre los relojes del fin del mundo (el atómico y el ambiental). En cuanto a forma, el reloj del cambio climático se presenta como un reloj digital (en años, días, minutos y segundos). Por su parte, el reloj atómico del fin del mundo se presenta como un reloj análogo con una aguja acercándose a las 12. Mientras que el primero muestra cuanto tiempo falta para que el impacto del cambio climático sea irreversible, el segundo presenta un mensaje que advierte lo que “falta para la media noche”, siendo esto una catástrofe global que conllevaría a un apocalipsis atómico o a un estado de devastación causado por la humanidad.  

Por otro lado, mientras el reloj del cambio climático muestra una ventana de acción basado en efectos del cambio climático, el atómico tiene en cuenta factores políticos, económicos y sociales. Por lo que esas crisis económicas, guerras, tenciones internacionales, manifestaciones sociales y enfermedades tienen impacto sobre lo que faltaría, según el boletín, para llegar a la media noche.

La primera vez que se dio a conocer el reloj atómico del fin del mundo aparecía con 7 minutos faltantes para la media noche. Desde 1945 hasta la actualidad ese número ha cambiado en múltiples ocasiones, acercándose o alejándose a la media noche según el panorama mundial. Se colocó a 3 minutos de a media noche en 1949 con el comienzo de la carrera armamentística entre Estados Unidos y la Unión Soviética, a 7 minutos en 1962 gracias a la crisis de los misiles en Cuba, a 10 minutos con la firma del Tratado de No Proliferación Nuclear del 69 y a 17 minutos tras el fin de la Guerra Fría en el 91. En el año 2007 se colocó a 5 minutos de la medianoche, esta fue la primera vez en la historia del boletín en la que los peligros del cambio climático fueron tenidos en cuenta para mover el reloj, el boletín se percató de que los efectos de este serían devastadores y que estarían más cerca de lo que se creía. El reloj no dejó de tener en cuenta la posibilidad de un apocalipsis nuclear, solo dejó de considerarlo como la única cosa que podría acabar con la humanidad. En el 2017 el reloj marcaba las 23:57:30, es decir, estaba a 2 minutos y 30 segundos de la media noche, por el regreso del nacionalismo y la llegada de Trump al poder. En el 2018 el reloj marcó 2 minutos, algo que no sucedía desde 1953.

El reloj atómico del fin del mundo se ubicó a 100 segundos antes de la media noche en enero del 2020, haciendo historia como lo más cerca que, según el boletín, ha estado la humanidad de autodestruirse por cuestiones de cambio climático y una posible guerra nuclear, agravados por la falta de seguridad cibernética que está conduciendo a la sociedad a no poder responder de manera adecuada a la situación que enfrenta. 

La tercera gran diferencia es su publicación e impacto, si bien ambos tienen página web y redes sociales, dada la reacción a nivel mundial, se evidencia que el reloj climático tuvo mayor impacto o al menos mayor alcance por diferentes medios, principalmente por redes sociales. Golan menciona que el reloj atómico del fin del mundo fue una de sus grandes inspiraciones para el proyecto, sin embargo, quiso presentar su idea como una obra de arte, o una escultura a los ojos de miles de personas en un lugar público intentando obtener más visibilidad, por eso decidió ubicarlo en un barrio poblado de Nueva York. También menciona que el número proyectado es la “cifra más importante actualmente”, pues es por medio de obras y monumentos que las sociedades “muestran qué es lo importante, qué es lo que está al centro”.

Aunque el reloj del cambio climático representa una amenaza constante, esto no significa que sea definitivo. Dependiendo de los resultados en disminución de emisiones que se logren en relación con los objetivos a corto y mediano plazo especificados por el MCC, la ventana de acción se puede ir ampliando y el reloj puede llegar a prolongar su tiempo. Cosa en la que se asemeja al reloj atómico del fin del mundo, es que según vayamos actuando, podremos alejarnos o seguir acercándonos a un escenario catastrófico. 

Si bien los mensajes pueden parecer pesimistas, escalofriantes y abrumadores, ambos relojes nos llaman a tomar acción, nos muestran que depende de nosotros que se alejen del tiempo límite. Y para esto tenemos que actuar, realizar pequeñas acciones individualmente y en conjunto, pero más importante, tenemos que saber qué direcciones seguir y a quiénes debemos escuchar, si a los que se niegan a ver este problema o a la mejor fuente de todas; la ciencia. Los efectos empiezan a ser cada vez más visibles y más catastróficos. Por más alertas que nos pongan, por más relojes que nos muestren, mientras más nos demoremos en tomar conciencia y en actuar para revertir estos impactos, peor serán los estragos y nos estaremos poniendo a nosotros mismos y a los demás en un peligro aún mayor.