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La gran simuladora

Mariana Arango Trujillo

La moralidad es una enfermedad venérea. Su primera etapa se llama virtud; su etapa secundaria, el aburrimiento; su etapa terciaria, la sífilis.

Karl Kraus.

Allí, a pesar de sus 700 habitaciones y vestidos opulentos, sobraba la comida mientras escaseaba la higiene. El Palacio de Versalles en el siglo XVII era objeto de múltiples referencias, pero la pulcritud no era una de ellas: “…Versalles era feo y asqueroso; Versalles también podría ser extraño y grotesco”, afirmó el siglo pasado el escritor Louis Kronenberger. En el legendario palacio, asociado con el lujo y la ostentación, reinaba la envidia junto con el monarca Luis XIV quien acató la recomendación de su médico de confianza para no bañarse con agua caliente, sino realizar un “lavado en seco”. Para ese entonces se creía que el baño cálido permitía el ingreso de enfermedades al abrirse los poros, aunque las afecciones que acojonaban al tercio de la población en los siglos XVI y XVII no eran trasmitidas por baños de agua caliente, sino por la lujuria desenfrenada. 

Francia dictaba la moda europea y el uso de pelucas extravagantes, zapatos de tacón con piedras preciosas, entre otros ornamentos, determinaban la clase social e influencia política de quien los usaba. No obstante, llevar una peluca de hasta 80 cm de alto al estilo “Luis XIV” o “rococó” implicaba luchar contra piojos, caspa, mugre, hedores y atenerse a la vergonzosa calvicie. Así pues, esta moda impuesta por el Rey Sol se convirtió en la mejor patraña para ocultar la sífilis, una enfermedad de transmisión sexual (ETS) que en pleno 2020 provoca un millón de nuevos casos diarios en todo el mundo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Durante mucho tiempo, Cristóbal Colón y quienes lo acompañaron al Nuevo Mundo fueron considerados culpables de contraer la sífilis al navegar con lascivia y descontrolarse con cada “india a la vista”. Kristin Harper, estudiante de la Universidad Emory (EE UU), fue uno de los que trató de afianzar científicamente esta idea en el 2008. Si los primeros viajeros transatlánticos no fueron los únicos responsables de los chancros, lesiones, afecciones al sistema nervioso central o calvicie, sí facilitaron los intercambios humanos determinantes para la propagación de la enfermedad. Conviene subrayar que el origen cronológico y geográfico de La gran simuladora es aún motivo de debate, sin tener un acuerdo estructurado.

Esta ETS, producida por la espiroqueta Treponema pallidum, una bacteria, no solo se ha propagado sexualmente, sino también se ha romantizado en canciones, rimas, poemas y tratados médicos renacentistas; inclusive su nombre, acuñado por Girolamo Fracastoro, es producto de su poema y obra Syphilis sive morbus Gallicu. A la “picazón napolitana” o “mal francés” el poeta y cirujano italiano le llamó sífilis, haciendo referencia al infortunio lujurioso de Sífilus (gentil pastor), quien desafió a Apolo y fue castigado por haber adorado a un dios terrenal con una enfermedad que hiere la carne por el deseo sexual. La traducción del título del poema y obra es: “Sífilis o la enfermedad francesa” y da cuenta de la xenofobia de la época al sentenciar a un territorio por un mal que en últimas no se puede guillotinar y en ese entonces, tampoco curar.

Los médicos releían con fatiga los empolvados libros de la Edad Media para atender el sufrimiento vergonzoso considerado castigo divino, que plasmaba en el cuerpo los placeres de la carne. Experimentaron con remedios tradicionales y empíricos sin ningún resultado, con guayacos, ioduros, arsenicales y, durante muchos siglos, el tratamiento giró alrededor del mercurio, a pesar de su toxicidad y dudosa eficacia. Su efecto tóxico para “combatir” la sífilis provocaba dolores abdominales, infecciones bucales, desórdenes neurológicos, pérdida de memoria, dientes y cabello. Resulta descabellado que el tratamiento llegue a ser más nocivo que la propia enfermedad. Aparentemente, una noche con Venus merecía una vida con Mercurio. 

La gran simuladora recibe su nombre debido al amplio abanico de manifestaciones clínicas y su versatilidad para disfrazarse de cualquier otra enfermedad. Las pelucas trataban de ocultar sus síntomas, mientras ella aparecía con sigilo en cualquier otra afección y es tenida en cuenta para los diagnósticos diferenciales. Tras un período de incubación de entre dos y seis semanas, la sífilis transcurre por tres etapas clínicas de límites difusos: primaria, secundaria y terciaria. En la etapa primaria aparece un chancro o úlcera dependiendo de dónde entró la bacteria al cuerpo. En la secundaria, luego de que las úlceras desaparecen, se presentan lesiones o erupciones —generalmente en palmas de las manos y plantas de los pies—, malestar general, pérdida del cabello y algunas verrugas. La etapa terciaria, o etapa no tratada, puede dañar el cerebro, los nervios, el corazón, los vasos sanguíneos, el hígado, los huesos y, en especial, las articulaciones.

Según la OMS, la utilización correcta y sistemática de preservativos masculinos reduce hasta un 94% las enfermedades de transmisión sexual, tanto por las relaciones sexuales vaginales como anales. Si bien la historia de la anticoncepción es tan antigua como la propia humanidad, resulta interesante que el preservativo, uno de los métodos más antiguos, fue descrito por primera vez en el siglo XVI como "una vaina para el pene confeccionada con lino y destinada a evitar la transmisión de la sífilis". De acuerdo con los expertos, los condones eran, en su mayoría, utilizados por hombres que frecuentaban casas de prostitución o que tenían múltiples amantes (como Luis XIV) y que evitaban a toda costa La gran simuladora. 

Los preservativos se han implementado como método de prevención de ETS al menos desde 1564 y eran fabricados a mano con intestinos de animales. Por su considerable valor, fueron reutilizados y se cree que antes de ser usados, se sumergían en leche tibia para que se ablandaran. Medían 34 mm de ancho (mientras que los actuales miden 52 mm, 18 mm más anchos que los antiguos ingleses). Fue hasta 1855, que los condones de caucho estuvieron disponibles, seguidos por los de látex en 1920. Es necesario acotar que dicho protector salvífico de las ETS (y embarazos) está incluido en la lista de medicamentos esenciales de la Organización Mundial de la Salud. 

***

En la corte de Luis XIV se escuchaba un grito ensordecedor y desafinado que retumbaba en cada cristal de la Galería de los Espejos. La soprano principal de la Ópera de Versalles intentaba esconder su deshonra, aunque su demacrado reflejo era propagado en cada rincón. Más gritos. Una peluca del tamaño de un pastel de bodas rodó por el suelo dejando al descubierto el reluciente cuero capilar de la cantante. Los médicos intentaron ayudar y salieron heridos; ella rompió un espejo con su antebrazo y los amenazó tambaleándose. Se revolcaba, temblaba, aruñaba su calvicie, comía sus ropas. Estaba loca. Desquiciada. Neurosifilítica. 

***

La neurosífilis se puede presentar en cualquiera de las etapas; sin embargo, en los siglos XV, XVI y XVII era muy común llegar a la etapa terciaria, o no tratada, con demencia y lesiones cerebrales graves, porque solo en ese momento hacían alusión al padecimiento de la enfermedad. La alopecia (calvicie) sifilítica hoy es infrecuente, pues solo afecta al 4% de los contagiados, pero antes era mucho más habitual. En la última etapa de La gran simuladora, no es disparatado preguntarse qué decisiones de personajes históricos habrían estado influenciadas por esta enfermedad. 

El escritor Gustave Flaubert advirtió que la sífilis era tan común como un resfriado y, aunque el caso más conocido es el de Friedrich Nietzsche, literatos como Wilde, Tolstoi; pintores como Goya, Van Gogh tuvieron sífilis; especulaciones interesantes como en el caso de Hitler, Beethoven, Lincoln, Shakespeare y muchos más. 

Luego de siglos de sufrimiento con mercurio y de estigmatización por la sífilis, se introduce la tecnología en las investigaciones y la medicina propaga el éxito con su ayuda. El 3 de marzo de 1905, en Berlín, Fritz Shaudin, descubre el patógeno responsable de La gran simuladora; un año más tarde, el alemán August von Wasserman y el belga Jules Bordet introducen la reacción de fijación del complemento para el diagnóstico de la sífilis. Entre 1909 y 1913 Paul Ebrlicb con la ayuda de Sahacbiro Hata descubre la arsfenamina o salvarsan, el medicamento que ha sido efectivo contra la sífilis por más de 30 años. 

Alexander Fleming (premio Nobel en 1945) descubre la penicilina en 1928 y, finalmente, en 1943 John Mahoney, Richard Arnold y AD Harris utilizaron por primera vez la penicilina en el tratamiento de cuatro pacientes con sífilis, administrándola cada cuatro horas durante ocho días y logrando con ello curar la enfermedad que por siglos había sido verdaderamente funesta para la humanidad. Es importante resaltar que la penicilina es el medicamento disponible más eficaz y habiendo tantos antibióticos en el mercado, es primera línea de tratamiento.

En la actualidad, según la OMS, se generan 12 millones de infecciones de sífilis al año, 3 de ellos en América Latina y el Caribe, por lo que es la zona con mayor tasa de infección del mundo. A pesar de que la sífilis sea tratable, la educación sexual es el mejor método para combatir las ETS. La concientización e información sobre las infecciones de transmisión sexual y la manera de prevenirlas en la adolescencia deben formar parte de todos los servicios de salud. En los siglos analizados, la sexualidad era practicada, mas no estudiada, ya que los tabúes y códigos morales de la época restringían su procedimiento; además, la educación era un privilegio que pocos podían costear. En contraste, hoy en día, existen muchas formas de educación y múltiples recursos para cuidar el cuerpo y su virtud, pues la vida misma es una enfermedad de transmisión sexual y su tasa de mortalidad es del cien por ciento.