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La silenciosa rebelión de los libros

Martín Uribe
muribev3@gmail.com


Hasta los libros de pasta dura han roto en llanto tras la desaparición de sus familiares y colegas de barrio. Los ejemplares que son forzados a dejar sus estanterías han aparecido escondidos en lugares que jamás imaginaron: tomos de Derecho Penal en la sección de Ingeniería y libros de Filosofía abandonados entre fórmulas macroeconómicas. Los textos andan confundidos y quienes los buscan también. Es por eso que se han emprendido brigadas de búsqueda trimestrales en las que el personal de la biblioteca recorre los pasillos con la esperanza de encontrarlos. Estas brigadas tardan hasta dos semanas, y aunque es un respiro para quienes celebran el reencuentro con sus ejemplares, hay un desasosiego profundo por par-te de algunas colecciones que aún no pierden la esperanza de volver a ver a sus seres queridos. La preocupación ha llegado a tal punto que algunos libros caen al suelo en la noche a modo de protesta; personal de aseo y vigilantes sospechan de un ataque literario por los susurros que se oyen en los pasillos cuando las luces se apagan.

Durante el día son otras las problemáticas que aquejan a los libros y demás objetos de la biblioteca: el SSM (Sindicato de Sillas y Mesas) ha sido contundente en su denuncia contra la gripe de “chicles” y la irresponsabilidad de la comunidad educativa al pegarlos en zonas íntimas y visibles de manera deliberada. Cada una de las mesas y sillas que han sido afectadas por el virus CH1CL3 (léase chicle) deben enfrentar un procedimiento sencillo pero indignante. Aunque el huésped no deja marcas visibles después de la extracción, se ha demostrado que existen daños psicológicos que afectan la estabilidad. Se estima que el 98% de las afectadas son rechazadas por las mismas personas que masticaron y causaron la infección.
 
Otras denuncias hechas por el sindicato que comprometen a los estudiantes, se refieren al acoso constante de los zapatos sobre las sillas, el caso más reciente tiene que ver con un pequeño llamado Joaquín Cojín, aquí parte de su testimonio:

“El estudiante venía de pleno aguacero todo encharcado y ni se trató de secar en la entrada, como no había casi nadie en la sala se sentó en mí mamá y me puso los pies en la cabeza así todo embarra-do, ya estaba vuelto nada y lo que me salvó fué que otro estudiante que pasaba le «jaló las orejas» al que me estaba ensuciando a mí”.

Lusilla de Mesa, madre de Joaquín, no planea adelantar denuncias en contra del estudiante, pero sí manifiesta su preocupación por las demás madres e hijos que son maltratados en la biblioteca. Argumenta que el buen ejemplo es la mejor manera de hacer que los agresores cambien.

Viejos libros de la Sala Patrimonial, que necesitan de un cuidado geriátrico y ocupan el cuarto piso, han tomado posición frente a los demás en la biblioteca, Hojaime Sancomilla de 100 años expresa su opinión:

“A los libros jóvenes de hoy en día los sacan de la biblioteca y cuando los traen vienen todos tatuados con lapicero y resaltador o inclusive con manchas de café. Y dígame ¿Un librachito de esos qué futuro tiene? ¡Ninguno! Nadie los va a querer leer, por eso es que hay tanto libracho des-ocupado. En las noticias dicen que en los barrios del segundo y tercer piso hacen bulla y ya no lo dejan conversar a uno con el lector, entonces uno a estas alturas ya ni baja por allá, como le digo, las cosas ya no son como antes”

Además, se han presentado problemas debido a que algunos visitantes consumen alimentos en zonas no permitidas. Es preciso hacer una limpieza detallada para evitar plagas dentro del edificio. Los objetos piden a murmullos un espacio limpio.  

Estos son algunos personajes de la biblioteca que han decidido dar un paso valiente, hablar sobre ellos mismos y lo que otros callan. Es necesario ponernos en los zapatos de las sillas y las mesas y los libros y hasta las piedras si es necesario, para dejar a un lado ese caminar descuidado con el que tanto abusamos del entorno. Los objetos quieren gritar pero no pueden, no porque no tengan boca sino porque mantienen el respeto y la prudencia. Las cosas de la biblioteca quieren gritar pero en vez de eso susurran. Si hacemos silencio, tal vez podamos escucharlos.

***

Parte de aprovechar los espacios de la Universidad es cuidar cada uno de ellos. En esta edición la biblioteca Luis Echavarría Villegas es protagonista con la campaña “Yo doy buen ejemplo” en la que se le recuerda a los estudiantes y visitantes cómo deben relacionarse en cada uno de los espacios del recinto. Los objetos tienen una función y nuestra responsabilidad debería ser honrar esos objetos con el cuidado de los mismos, prolongar su uso y disfrutar de su servicio. El buen ejemplo es u n principio para renovar las actitudes que tenemos con los otros y las cosas.