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Las puertas de la Mancha

​​​​Andrés Vélez Cardona

Son muchos los libros que hay que leer para entender una parte de la literatura –clásicos los llaman o cánones literarios–, pero pocas personas se aventuran a esas lecturas que para muchos aparentan ser largas y a veces tediosas. Aun así, varias décadas e incluso siglos después, algunas de esas obras siguen circulando entre las manos de los lectores y parece que falta mucho para que se intuya su desaparición.

Entre estos casos, los hablantes de la lengua hispana podrán reconocer de nombre uno en particular: Don Quijote. Es gracias a este libro que se celebra el día internacional del idioma español y se hace honor a su escritor, Miguel de Cervantes.

Una mirada general sobre los lectores de la obra demuestra su esfuerzo por preservarla. Ellos, no siendo los padres ni mucho menos los padrastros del Quijote, perdonan las faltas del hijastro de Cervantes aún sabiendo que no van a ser premiados por ello. Pero entonces cabe la pregunta: ¿qué tiene el Quijote para perdurar tanto en el tiempo?

Hay en el libro una cantidad incontable de detalles que hacen de la Mancha un mundo casi inabarcable con la mirada, y en las atolondradas aventuras (por apariencia) de don Quijote hay tantos elementos por entender que cada lector debe volverse un detective minucioso dispuesto a seguir el rastro de los pasos del noble caballero.

Entre las huellas que deja, la locura parece ser la más visible, la más profunda, pero con unas cuantas lecturas es posible ver marcas más importantes e interesantes: la inteligencia ignorada de Sancho Panza, la intelectualidad poco comprensible de Don Quijote, la diferencia de lenguajes entre ambos personajes. Algo que muchos aprecian de la obra es la infinidad de variantes que se pueden palpar en cada lectura, no obstante, es posible que esos detalles no sean lo que más atraigan y que muchos busquen relacionarse con ella de una manera menos formal.

Es ahí donde está lo interesante de la literatura y una de las razones por las cuales –a pesar de su apariencia irreal –aún se sigue produciendo (al tiempo en que obras viejas se siguen leyendo): es porque esta fluye directamente con las sociedades y vuelve colectivos los ideales individuales; hace que cada quien encuentre, mirando al pasado o en las relaciones con sus congéneres, una parte de sí mismo que no había visto o que ignoraba desde hace tiempo. Lo más importante para varios lectores, aunque algunos críticos estén en contra de esta idea, son las enseñanzas que se pueden sacar. Porque en realidad, aunque la literatura no se escribe para dejar (necesariamente) una moraleja, está la tendencia humana de acercarse a ella en busca de algún aprendizaje, de alguna conexión con otros que haga sentir a cada persona menos solitaria y más humana.

Es gracias a lo anterior que los lectores pueden llegar a sentir el empoderamiento, la confusión o incluso la apatía que cada personaje representa, hasta es posible que terminen por congeniar con la locura de algún libro. He ahí la magia del Quijote que seduce a lectores de diferentes lugares (no muchos de ellos académicos). Su relación atemporal con la realidad permite encontrar todo tipo de características tanto sentimentales y cotidianas, como filosóficas y académicas.

Hay muchos detalles que se pueden resaltar de la obra, sobre todo teniendo en cuenta la cantidad de cuentos y demás novelas que la integran. Por ejemplo, es posible encontrar, detrás de la locura de don Quijote, muestras de sabiduría inesperada, lucidez oculta. También hay temas poco comunes para la época que solo hoy en día pueden adivinarse, como la pequeña novela pastoril de la Pastora Marcela que termina en un prominente discurso al que se le podrían atribuir caracteres feministas; o los distintos momentos de travestismo que pueden pasar desapercibidos, pero que dejan entrever las diferencias de las visiones culturales.

Es eso lo que más impresiona: la versatilidad que permite la novela en las ideas y lo adaptable que puede llegar a ser a cada forma de pensamiento. Al final, cada lector puede buscar un tema específico, enamorase de algún personaje o historia, e incluso puede llegar a interesarse por el mismo estilo de la obra [y quien sabe, puede que hasta intente adaptarla a su propia escritura]. Hasta el día de hoy la visión de mundo que propone el Caballero de la Triste Armadura puede conmover a cualquier persona que encuentre aburridora la realidad, pues el viejo hidalgo no teme darle rienda suelta a su imaginación y mucho menos a sus deseos.

Si bien es cierto que se puede encontrar una dificultad con la lectura de las palabras que, en sí mismas llegan a ser extrañas y arcaicas [esto se puede resolver según la edición], este es un problema que se va haciendo cada vez más sencillo de superar a medida que los ojos se acostumbran a su lectura [algo que es más fácil cuando se tiene una edición con notas de pie de página explicativas]. Además se deben agregar las versatilidades narrativas que utiliza y que enriquecen la lectura: tal y como los tres autores imaginarios que van tomando el control sobre los pasos de don Quijote, que han sido motivos de estudios y cambios importantes en la literatura misma; la estructura tipo matrioshka que se abre de una historia a otra para luego concluirse por pedazos; y ni que decir de esa voz femenina, tácita, de una Pluma que ha despertado el interés de muchos, generando largas discusiones que no llegan a un acuerdo.

Luego de todo este recorrido hay que admitir que, aunque este pequeño ensayo se ha centrado en el Quijote, la verdad es que casi cualquier otra obra podría inscribirse en él. Pues, tal como el Quijote tiene una escritura particular, cada texto tiene un código específico esperando a ser descifrado, interpretado y sentido.

Todo se debe a que la literatura está llena de obras que tienen algo por aportar: a la conciencia colectiva, a la serenidad de una mente, a los conocimientos de alguna institución, incluso a la soledad de una persona. Es entre la infinidad de obras que es posible encontrar cualquiera que se acomode a las necesidades individuales; donde encontramos desde los relatos ficcionales llenos de fantasías, hasta los más crudos que no temen relatar la realidad tal y como es. Para encontrar el más afín solo es cuestión de leer por el mero gusto de hacerlo y saber que hay aventuras que no son para todo el mundo, pero que cada quien tiene un libro por el cual aventurarse. Vale.