Omitir los comandos de cinta
Saltar al contenido principal
Inicio de sesión
Universidad EAFIT
Carrera 49 # 7 sur -50 Medellín Antioquia Colombia
Carrera 12 # 96-23, oficina 304 Bogotá Cundinamarca Colombia
(57)(4) 2619500 contacto@eafit.edu.co

Ediciones Skip Navigation Linkslos-irreverentes-de-cartulina Los irreverentes de cartulina

EAFITNexosEdicionesLos irreverentes de cartulina

Los irreverentes de cartulina

Por Pablo Patiño 

South Park lleva más de 20 años al aire, durante este tiempo, han crecido junto a sus televidentes, han pasado de ser unos niños cuyas groserías nos deleitaban a ser la sátira más acertada del momento.

En 1997, en un pueblo en medio del aislado Estado de Colorado, en Estados Unidos, cuatro niños observan una pelea a muerte entre Papá Noel y Jesucristo para decidir si la Navidad trata sobre la visita de uno o el nacimiento del otro. Quince años después, los cuatro niños observan cómo el mismo Jesucristo se enfrenta a una batalla moral y mediática luego de que se descubriera que había usado esteroides durante la crucifixión y, por lo tanto, no había sufrido realmente por nuestros pecados.

Las dos anteriores escenas podrían parecer de una absurdidad sacrílega ?y por fortuna lo son? pero también son un ejemplo del proceso evolutivo que ha experimentado una de las series animadas más populares de la historia, South Park, creada por Terry Parker y Matt Stone. Ambas escenas corresponden respectivamente al piloto de la serie y al episodio trece de la temporada dieciséis, una evolución de quince años. En el primero se puede decir que se busca sacar en la audiencia una risa despreocupada al ver a estas dos figuras en una lucha hilarante, con el simple mensaje final anticliché en el cual uno de los niños dice: “estamos olvidando el verdadero significado de la navidad: los regalos”. El segundo episodio, por su parte, a partir del uso de la imagen de Jesucristo como un atleta hiperfamoso del siglo XXI, analiza todo el tema del dopaje en el mundo del deporte y las constantes caídas en desgracia de atletas y las repercusiones en las mercancías con su imagen.

Si alguien no observara la reconocible e inmutable animación de la serie, podría pensar con facilidad que se trata de programas completamente distintos. El primero, un subversivo programa infantil, con sus vastas groserías, repleto de humor escatológico y plagado de niños sádicos, misóginos y racistas ?eso sí, siempre honestos?, y el segundo, un examen humorístico y picante de la sociedad actual. South Park es ambas, lo vulgar en aras de lo vulgar y la sátira más acertada del momento.


Entrando a la madurez

Es difícil decir en qué momento se dio ese punto de inflexión, la niñez, pubertad y adultez de la serie. Al inicio, esta salió a la luz pública por ser la primera animación con groserías explicitas, violencia, escenas de sexo y temas controversiales, por decir lo menos. También se le unió a su fama inicial el hecho de que en cada episodio se mencionara a una celebridad, aunque al principio estas simplemente eran víctimas de bromas, que aunque hilarantes, estaban exentas de una profundidad crítica.

La aparición de la cantante Barbra Streisand como una suerte de monstruo mecatrónico al estilo de Godzilla o la figura de Jesucristo como el conductor de un programa matutino de llamadas, son solo algunos ejemplos. De vez en cuando se trataban temas importantes como las deformidades físicas, las discapacidades, la guerra de Irak y la hipocresía norteamericana, la homosexualidad, entre otros, pero estos solo se limitaban a ofrecer media hora graciosa y desfachatada. Se podría decir que durante aquella infancia del programa, las risas eran dadas por lo desatinado de las situaciones en las cuales eran puestos los personajes principales y las figuras públicas, ya que, a pesar de que otras series animadas como Los Simpson ya presentaban a sus versiones de celebridades, ninguna la hacía con tanto descaro y chabacanería como South Park. Su infancia es así claramente reconocible, su crecimiento es por otro lado, un proceso difuso, una metamorfosis cínica de hermoso desarrollo. Y es que, cuando el programa comenzó su pubertad y empezó a ser más consciente de sus capacidades ?y tal vez debido a su carácter de dibujo animado? logró lo que tantos programas, medios y artistas buscan al momento de hacer sátira política: no morir en el intento.


La caricatura más valiente

Parker y Stone son unas figuras paradigmáticas en Hollywood, casi míticas. Aun dependiendo del marketing y de un estudio de grabación y producción ?es decir, del dinero? han encontrado la fórmula para decir lo que quieran sobre la persona que quieran y han logrado siempre salirse con la suya. Por sus dibujos de cartulina han desfilado cantantes, actores, empresarios y políticos y todos han sido ridiculizados hasta la saciedad, humillados y hasta asesinados. En algunos casos han demostrado que un buen guion y una buena pizca de vida real —que a veces parece la mejor ficción— pueden lograr repercusiones muy hondas en la yugular de la opinión pública.

Por ejemplo, el dictador iraquí Sadam Hussein era representando en la película de la serie como el abusivo y manipulador novio de Satanás, y se ha dicho que mientras el dictador estaba preso por el gobierno estadounidense, los soldados lo obligaron a ver una y otra vez su propia caricatura. En otras ocasiones han logrado algunas de la más precisas y picantes críticas a grupos altamente poderosos. Este es el caso del episodio “Atrapados en el closet”, donde los creadores decidieron ilustrar las bases de la creencia de la infame iglesia de la Cienciología. En este hicieron pasar todas estas creencias como un disparatado relato de ciencia ficción, como si hubiera salido de la cabeza de guionistas rechazados de la Guerra de las Galaxias, sin embargo, durante todo el episodio se presentó un letrero que decía “esto es lo que verdaderamente creen en la Cienciología", logrando ridiculizar al culto y sacar a la luz un dogma por el cual la iglesia cobra miles de dólares para ser revelado a sus creyentes. Esto les significó demandas por montones, de las cuales salieron milagrosamente sin rasguños.

El caso de irreverencia más recordado se dio en el 2010, en los episodios 200 y 201, cuando los creadores decidieron hacer una reunión de todas las celebridades que habían aparecido en el programa hasta el momento. Por el catálogo de personajes se coló una figura con unos seguidores poco tolerantes —creyentes como tantos de su correcta elección religiosa—. El impresentable profeta Mahoma había sido parte, años atrás, del llamado grupo de los “súper mejores amigos”, junto con otros superhéroes como Buda, Moisés o Lao Tse. Pero ahora era llamado de vuelta al programa. Los episodios salieron al aire y una semana después, el sitio web de un grupo radical islámico lanzaba amenazas de muerte contra Parker y Stone, lo que llevó a que el estudio censurara todas las imágenes de Mahoma con un enorme rectángulo negro. También se decidió que el discurso final de uno de los niños, en el cual se habla de que la violencia es la única forma de obligar a cumplir voluntades, fuera un continuo pitido. Se podría pensar que los creadores quedaron aún más contentos con este resultado, ya que lograron convertirse en un ejemplo de lo que declaraban: fueron censurados en un episodio que habla sobre la censura. De cierta manera Stone y Parker siempre salen ganando.


Contra todo y contra todos

La madurez del programa ha mostrado un perfeccionamiento del arte de la alegoría. La sobriedad de la animación les facilita crear episodios con mayor rapidez que otras series, lo cual significa que también tienen una ventaja a la hora de representar temas de actualidad y de darles su característica vuelta de tuerca. Y se han ido contra todo y contra todos.

En las temporadas más recientes se ha visto cómo la representación de un personaje Trumpesco intimida a los niños del pueblo disfrazado de bruja y cómo los padres se ven en la necesidad de explicarles a sus atemorizados hijos que “el presidente de los Estados Unidos no les va a hacer daño”.

Para una serie que se caracterizaba por asesinar a uno de sus personajes en cada episodio solo para revivirlo al siguiente ?el famoso “¡mataron a Kenny…hijos de puta!”? es un riesgo que se celebra, el que hayan empezado a trabajar con la continuidad de las historias. Es así como en la temporada veinte, el hilo conductor se enfocaba en los acosos del ciberbullyng o los fantásticamente prolíficos trolls de internet. A partir de este simple término cibernético, logran crear toda una compleja trama que llega a involucrar al gobierno danés en la caza del troll de internet —por que quién mejor que un danés para jugar con la alegoría de esos villanos de la red y las criaturas mitológicas de origen escandinavo—.


La intimidación de lo políticamente correcto y su deseo de cambiar palabras, prohibir otras y coaccionar a usar ciertos términos tomó forma en la introducción de un personaje enorme, furioso y que no teme irse a los puños con un niño de diez años cuando siente que alguna minoría está siendo discriminada, el deliciosamente escrito Director P.C., el cuerpo y rostro de lo peor de la corrección.

La trascendencia de los temas tratados le da a las nuevas temporadas una vigencia especial, sin embargo, esto no significa que nosotros aquí, en un país con un conjunto de problemas distintos a los norteamericanos, pero que lentamente parece adoptarlos como propios, como otro producto más de importación, no podamos ver los episodios como una crítica adelantada y profética de las actitudes estúpidas e hipócritas que podríamos estar adoptando en el futuro.


South Park ha demostrado que no tiene miedo. En su universo, Mickey Mouse es un empresario despiadado que no duda en ordenar el asesinato de Winnie Pooh para facilitar los negocios con el gobierno chino. Allí la realidad es un villano de cine mudo que termina siendo ahorcado por los ciudadanos que no la quieren aceptar, Jeff Bezos es un monstruo que lee mentes y esclaviza a todo un pueblo con una de sus sucursales de Amazon, los tiroteos en escuelas y la pedofilia en las iglesias se han convertido en una tema de conversación banal y normalidad; y el cambio climático es un “hombre-oso-cerdo”, cuya existencia no aceptan a pesar de masacrar a cientos de personas y estar destruyendo todo el pueblo.

La serie ha madurado, y como un muchacho que entra a la universidad y es seducido en clases por el entusiasmo de los profesores, ha decidido que debe expresar su voz de alguna manera, pero ha madurado tanto que, entendiendo que tomar un bando claro e inexorable lo convertiría en un hipócrita de turno, decide simplemente denunciar lo irracional de cada una de las otras voces. South Park es el votante que entiende que, en un sistema como el estadounidense, ambos candidatos son una oferta desagradable.

South Park es este muchacho consciente de la realidad y de lo absurdo de tomar partido, de defender causas, de casarse con ideas, un joven tan consciente de que la vida real es tan irracional que solo puede llegar a ser una comedia. Es por esto que los creadores saben que su programa puede ser aceptado por muchos como una obra maestra de la sátira, de la alegoría política y ellos dos como los George Orwell de la época del deterioro televisivo, sus voces, las únicas honestas, neutrales y corajudas. Pero al final, es posible que South Park no haya cambiado nunca, que sea ese joven que aunque está en la universidad y es perspicaz, político y crítico, aún disfruta de una charla estúpida con sus amigos, de chistes escatológicos, de apodos infantiles, de lo vulgar por lo vulgar y de la risa por la risa.