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¡No más!

Valentina Muriel Tamayo

América Latina es de las regiones con menor crecimiento y más desigualdad en el mundo. La combinación de lo anterior, junto con la creciente corrupción, la inseguridad y los problemas económicos, han mantenido al continente en el centro del subdesarrollo.

La problemática, aunque con raíces diferentes en cada país, parece concentrarse en una sola idea: fatiga hacia los gobiernos incapaces y los abusos del poder. La paciencia de los ciudadanos se está desbordando. Los modelos de gobierno, sin importar su orientación ideológica, se han visto afectados por la incompetencia, la corrupción y el evidente incumplimiento ante las demandas sociales.

En Venezuela, la crisis económica y social ha producido millones de migrantes y manifestantes. En Chile, el alza del pasaje del Metro ha llevado a los ciudadanos a protestar, dejando más de 800 heridos en los disturbios ocasionados. En Ecuador también se ha producido el efecto ejemplo y la erradicación de los subsidios al combustible llevaron a la protesta, respondida por el gobierno con toques de queda.

Así se vive en América Latina el descontento hacía el sistema. Ni marea rosa, ni rabia hacia la derecha. Parece más una revolución que ha sido postergada por décadas y ha encontrado ahora el momento perfecto para levantarse frente al sistema. El caos en Haití, la corrupción en Argentina, en Brasil la reforma pensional, en Bolivia unas elecciones polémicas y en Colombia aspectos como el elevado costo de vida, el déficit de la educación pública, la destrucción del medio ambiente, la violencia, una posible reformar pensional y laboral, entre otros.

Las respuestas en todos estos países han sido las protestas en las calles como resultado de una furia creciente hacia las clases dominantes. Alicia Bárcenas, secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de Naciones Unidas, afirmó en uno de sus más recientes ensayos que: "La desigualdad es la causa principal del desencanto que sienten los ciudadanos de toda la región frente a un establecimiento político pasmado que aún no comprende que el modelo de desarrollo actual es insostenible (…) la gente quiere erradicar la cultura del privilegio”.

América Latina está despertando de lo que parece que han sido años de somnolencia profunda. Es evidente que hay una nueva generación que está entrando en la política. Los jóvenes en las recientes marchas han sido, en su mayoría, los encargados de convocar a las calles, lo que demuestra que hay nueva generación en la política, gente dinámica que quiere y está buscando el cambio.

Por un lado, ciudadanos agotados de la desigualdad al no obtener ni siquiera lo básico y una clase media estancada frente a otra que cada día es más privilegiada; por el otro, la cuenta de cobro por la falta de conocimiento e información a la hora de poner los gobernantes en el poder. América Latina se está quemando, la lucha está encaminada entonces a obtener respuestas para una transformación social, económica y política, antes de que no quede nada.

En medio de este fuego cruzado, hay un elemento fundamental que ha prendido y apagado el fuego en múltiples ocasiones. La tecnología, los celulares y las redes sociales ahora son armas de fuego en medio de esta lucha. Con acceso al internet, más personas están al día de lo que pasa en el mundo en tiempo real y se organizan rápidamente, en muchas ocasiones sin liderazgo. Como bien se han dado estrategias para sentir acompañamiento, denunciar injusticias e informarse sobre lo acontecido en las protestas de la región, también han funcionado como elementos de pánico e instauradores del terror.

En un país como Colombia, en donde la justicia no funciona tal cual se establece en su constitución, la tecnología representa un cambio. Como se ha evidenciado en los recientes paros, y en muchas otras situaciones, las redes se han convertido en uno de los mayores medios de denuncia que tienen los ciudadanos al alcance de sus manos. Un video, una fotografía o una nota de voz son ahora pruebas irrefutables del abuso del poder o de la delincuencia.

La cuestión es confusa, ¿a quién escuchar?, ¿qué creer de lo que vemos en pantalla?, ¿qué hacer con la información que obtenemos? La responsabilidad en medio de las protestas es enorme. Si bien la protesta es un derecho constitucional, no tiene mayor sentido si se hace fuera del diálogo, la escucha y la responsabilidad social, la cual debe estar siempre encaminada al conocimiento y la información.

James Bosworth, autor de "Latin America Risk Report" (Informe de riesgos de América Latina), en una entrevista afirmó que "Hay una ola contra los mandatarios actuales y los gobiernos no han abordado las raíces del problema, la ira en los sistemas políticos no va a desaparecer y, en muchos sentidos, los gobiernos están atrapados ". No se trata de extrema derecha o de izquierda o de partidos políticos. La problemática ahora es resolver la desigualdad que se ha estado cultivando por años en América Latina. Los gobernantes tienen que estar a la altura de sus ciudadanos, quienes exclaman a gritos y al unísono: “NO MÁS”.