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Un tiquete a marte

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Natalia Torres Jaramillo

—La historia se va a bifurcar en dos direcciones: un camino es quedarnos en la Tierra para siempre y entonces, probablemente, habrá algún evento de extinción; la alternativa es convertirnos en una especie multiplanetaria, que, espero estén de acuerdo, es el camino correcto— dirige una leve sonrisa al suelo en espera de una aprobación que sabe que no necesita, pero el público calla—¿Sí? —pregunta y entonces la sala estalla en aplausos. 

Elon Musk se encontraba en el Congreso Internacional de Astronáutica 2016 en Guadalajara, México a punto de anunciar sus planes para colonizar el Planeta Rojo. 

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El empresario multimillonario parece llamar la atención de todos los medios de comunicación. Su ambición por la exploración espacial lo ha convertido en uno de los más grandes expontentes contemporáneos de la ciencia, pero su historia es quizás tan intrigante como el esperado viaje a Marte. Con tan solo 12 años, el pequeño Elon ya se hallaba vendiendo el código de un videojuego original, “Blastar”, por 500 dólares a una revista sudafricana, país donde nació y creció. Aquella época no fue particularmente buena, según ha comentado en diversas entrevistas, pues sus intereses poco comunes resultaron en una infancia solitaria y tortuosa, con agresiones por parte de sus compañeros. 

Cercano a cumplir la edad que lo obligaría a prestar servicio militar, su discrepancia con los ideales del apartheid lo llevó a buscar oportunidades fuera de Sudáfrica. Así fue como llegó Elon a Estados Unidos, donde obtuvo los títulos de economía y física de la Universidad de Pennsylvania. En ese tiempo desarrolló la compañía Zip2, proveedora de mapas y contactos para periódicos virtuales, la que vendió cuatro años después a la empresa de computadoras Compaq. A pesar de haber obtenido dos títulos universitarios, ha expresado contundentemente que el estudio es más útil  para forjar disciplina que conocimiento, pues este se puede adquirir a través de lecturas y metodologías autodidactas. De hecho, su disgusto con el sistema educacional es tal que sus hijos asisten a una escuela privada fundada por él mismo, sin calificaciones y fundamentada en potenciar las habilidades particulares de cada niño. 

Algunos años después, fundó la plataforma X.com junto con su hermano, gracias a un préstamo de su padre, un ‘terrible ser humano’ a los ojos del genio incipiente. La plataforma luego se convirtió en PayPal y fue comprada por eBay. Fue ahí cuando surgió la intriga que daría paso a sus más reconocidas compañías en la actualidad: “¿cuáles son otros de los problemas que con mayor probabilidad afectarán el futuro de la humanidad?” Tesla y Solar City nacen a partir de la necesidad de solventar la producción y el consumo de la energía de una forma sostenible, la primera respuesta al cuestionamiento. La segunda respuesta, sin embargo, es mucho más ambiciosa, pues se trata de la extensión de la vida más allá de la Tierra, volvernos una especie multiplanetaria y es aquí cuando nace la maravillosa SpaceX.

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—¿Por qué Marte?—Se proyecta en la pantalla una imagen del Sistema Solar a escala y la respuesta parece ser obvia para el orador, sin embargo, explica pausada y carismáticamente—Venus es un baño caliente de ácido, no es para nada similar a la diosa—. Menciona otros cuerpos celestes en los que se podrían establecer colonias, comenzando por Mercurio, y pasando por las lunas de Júpiter y Saturno, pero rápidamente las descarta.—Todo esto nos deja con una sola opción si queremos volvernos una civilización multiplanetaria: Marte—.  

Entonces la pantalla se torna oscura y cuando se enciende nuevamente un video acompañado por música intrigante y triunfal a la vez, capta la atención de la audiencia; es un cohete cuya trayectoria inicia en la Tierra y, tras un par de recargas de combustible en órbita y el despliegue de páneles solares laterales, finaliza en el Planeta Rojo. Orgullosamente, Elon aclara que aquella proyección no era una simple “impresión artística” sino más bien una simulación muy aproximada de lo que se construirá en el futuro. 

Tras aquella majestuosa introducción se permite ahondar, con un vocabulario amigable, en los detalles del plan con el que SpaceX espera, algún día, posar sus pies sobre aquella atmósfera que aún nos es ajena. 

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Tanto por hacer y tan poco tiempo. El autor de este sabio proverbio seguro no conocía a Musk. Además del deseo por explorar posibilidades más allá de nuestra esfera terrestre, SpaceX cuenta con la Misión Starlink. Su objetivo es el de desarrollar una megaconstelación satelital que provea un sistema de conexión a Internet mundial por costos más bajos. Actualmente hay poco menos de mil satélites en órbita y se espera poder lanzar 42,000 en total. Sin embargo, esto ha sido motivo de controversia entre los astrónomos, quienes le temen al deterioro de la calidad fotográfica del espacio y a que esto traiga consigo una ralentización en el estudio del cosmos. 

No obstante, esa no ha sido la única polémica causada por las compañías espaciales del empresario y ciertamente no es la que más lo ha sensibilizado. Neil Armstrong y Eugene Cernan se pronunciaron en contra del proyecto para comercializar vuelos interplanetarios. Cuando Elon fue sorprendido con una pregunta al respecto durante el programa 20 Minutos de CBS, tragándose las lágrimas habló de lo difícil que era para él que sus héroes no creyeran en su visión, pero confía en que su visita a las instalaciones de SpaceX podría cambiar sus opiniones. 

Por otra parte, y de regreso a la Tierra,  Musk cuenta con las compañías Open AI y Neuralink, ambas relacionadas con el desarrollo de la inteligencia artificial. La primera, dedicada al cuidado de la integridad humana frente a la amenaza que podría representar la IA, y la segunda, en busca de una conexión entre el cerebro humano y las máquinas. El Iron Man de la vida real ha expresado abiertamente su creencia sobre la posibilidad de vivir en una simulación. Según explica, la tecnología ha avanzado con pasos de gigante en un lapso de 40 años, lo que podría significar que dicho avance ya ocurrió en el pasado y “la probabilidad de estar viviendo en una realidad base (no virtual) es de una de un millón”.

Entre las tantas de sus compañías se encuentran también The Boring Company, dedicada a la mejora del tráfico vehicular en California, y Halcyon Molecular, cuyo objetivo es extender la vida de las personas. Pese a la variedad en los tópicos de sus proyectos, es evidente una misma directriz: la mejora continua de la civilización. Elon Musk es un genio estableciendo un precedente para futuras generaciones. —Algunas personas piensan que soy un alien. No es cierto—, quizás tan solo es la prueba viviente de que logros tan majestuosos como las pirámides, son, en efecto, producto de la increíble mente humana. 

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Dada la diferencia entre los períodos de Marte y la Tierra, el momento perfecto para los lanzamientos solo ocurre cada 26 meses. La consolidación de una civilización en el Planeta Rojo requeriría de un millón de personas; con la imperturbabilidad de una persona que ha aceptado el hecho de que no vivirá para ver los frutos de su esfuerzo, expone que conseguir una ciudad auto-sostenible tardaría un aproximado de 40 a 100 años. No obstante, Marte será solo el comienzo, pues él vaticina la posibilidad de saltar fácilmente entre planetas y lunas dentro del Sistema Solar.