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Volvamos al río

Valentina Muriel Tamayo 
@valentinamurielt
Desde hace siglos el agua ha sido motivo de encuentro. Grandes civilizaciones crecieron y evolucionaron gracias a los valles fértiles de grandes ríos. Estos han sido sustento de agua potable, fuente de alimento, medio de transporte, forma de comunicación, y en muchas ocasiones, espacio de encuentro entre comunidades.

Son muchas las civilizaciones que aprovecharon sus aguas para cultivarse. Cosecharon, pescaron, intercambiaron mercancía y multiplicaron su abundancia. En Mesopotamia, por ejemplo, los ríos Tigris y Éufrates contribuyeron a la formación de los primeros asentamientos sedentarios de la humanidad. Fue gracias a la proximidad de sus aguas, que Mesopotamia basó su economía en la agricultura y la ganadería.

Los ríos a través del tiempo han obtenido también un reconocimiento sagrado. El antiguo Egipto se desarrolló a lo largo del valle del río Nilo. Este era conocido como el “oasis entre el desierto”, como un regalo de los dioses, ya que el antiguo Egipto estaba situado en un desierto estéril en donde el único lugar de cosecha, cultivo y siembra, era las orillas de este río en donde los egipcios situaban cada año tierra fértil para la agricultura.

En algún momento las civilizaciones tendían a acercarse al río. En China, el río Amarillo o río Huanghe, fue responsable del crecimiento de esta población. Las zonas que se encontraban cerca al río Amarillo eran las más fértiles y las más apropiadas para la vida. Fue entonces en sus alrededores y en sus orillas que se fundaron los pueblos y ciudades más poderosas. Este río además, hasta el día de hoy sigue creando nuevas tierras. Debido a sus movimientos, cada año alarga la China continental hacia el mar de Bohai, ampliando su territorio decenas de kilómetros cuadrados ¿sería un gran país China sin su río?

Antes de dormir, a mi abuela le contaban cuentos en los que el río Medellín era habitable. Historias de hombres que volvían tres largas jornadas con peces en mano después de haber navegado por sus aguas. Familias reunidas y olores agradables. Le pregunté a mi abuela entonces como se soñaba ese río que su mamá le relataba, a lo que ella me respondió:

-Me gustaría que existiría un río. Luego podemos ver el resto.

Carrasquilla, en 1919, describió al río como un “agua sin nombre, ribera ignorada, río silencioso”, y después de un siglo, las palabras del escritor son vigentes. Nos hemos olvidado del río. A diferencia de las grandes civilizaciones, en Medellín preferimos alejarnos de él, huir de sus afluentes y desplazarnos para la otra parte de la ciudad en donde el raudal no pueda tocarnos. Tendemos a alejarnos del río y de todo lo que hay en él: la basura que nosotros mismos arrojamos y los olores que esta desprende.

Esta edición es especial. Decidimos darle voz al río. En estas páginas cada lector se encontrará con el mundo del río Medellín, recorrerá desde el nacimiento hasta la desembocadura, conocerán sus muertos y también la vida que en él habita. Leerán sobre su historia, la transformación de sus curvas, su moldeamiento y cómo lo hemos apagado. También, relataremos su importancia y la necesidad de que vuelva a ser para el medellinense, como precisó Carrasquilla, un consuelo en sus quebrantos.

El río es parte de nosotros. Es la columna vertebral de la ciudad y es costeado por el mayor medio de transporte que tenemos. Sobre sus cuestas fueron construidas grandes arquitecturas, como el Teatro Metropolitano, Plaza Mayor, La Macarena y la Universidad de Antioquía. Estuvo en la niñez de mi bisabuela y en las historias que le narraba a su hija cada noche. Medellín creció en las riberas de este cauce fluvial, y alrededor de este, se desarrolló como una gran ciudad.

Recordemos al río, conozcamos sobre este y en él, reconozcamos a la Medellín de hoy. Esa a la que le hace faltar volver al río, apoyar cada uno de los proyectos que buscan devolverle la vida y descontaminar cada una de sus corrientes. Devolvámosle al río, como escribió Carrasquilla, su poesía y hermosura, “que por mucho que te dañen la simetría y el confort urbanizadores, nunca podrán avasallar del todo el desgaire armonioso de tu gentil naturaleza”.