"La coordinadora general de la Universidad de los niños es como un director de orquesta, como un malabarista de la calle, tal cual".
¿Cuál es tu profesión?
Yo estudié Periodismo y Comunicación Social porque las grandes inspiradoras en el colegio fueron mis profesoras de Español y de Literatura y porque tenía un papá y unos tíos que todo el tiempo estaban leyendo, es decir, yo crecí en medio de los libros. Asimismo, un tío en particular, que fue Héctor Abad Gómez, que era muy cercano a mí cuando estaba pequeña, me enseñó la importancia del Periodismo, de lo que implica ser periodista, de su rol.
Pero yo tenía en mente otra carrera que era directora de orquesta. A mí me encantaba y me obsesionaba –en esa época era la Orquesta de Cámara de Antioquia– ir a ver a Hárold Martina, director de la orquesta, porque me impresionaba que todos esos instrumentos tuvieran tanta armonía y lograran seguir la melodía de una obra a partir de un movimiento que hacía una persona. Después conocí a la maestra Cecilia Espinoza, que es la directora de la Orquesta Sinfónica de EAFIT, y pensé que una mujer también puede ser directora de orquesta; por fortuna me di cuenta de que no tenía habilidades musicales entonces no elegí esa carrera sino Periodismo.
¿Qué hace la coordinadora general de la Universidad de los niños EAFIT?
Dirige una orquesta. A veces necesita silencio, aquietar esos proyectos, esas intenciones, sentirlas más que pensarlas, pero a veces necesita que actúen, como cuando el director está dando el tiempo para que las cuerdas o los vientos o la percusión toquen. También es como un malabarista de la calle, tal cual. A veces tiene tiempo de parar y pensar y a veces no tiene tiempo de pensar sino de actuar y, entonces, tiene cuatro o cinco cosas que debe poner en movimiento.
¿Por qué decidiste ser coordinadora de la Universidad de los niños?
Para mí fue muy interesante que naciera la Universidad de los niños porque me ayuda a entender qué significa ser un niño. Me apasiona, me genera tanta curiosidad, es un mundo tan desconocido para mí que me obsesiono con los temas de la Universidad y de los niños y por esos dos lados camino.
Por el lado de la Universidad, pensando qué significa la investigación, por qué para los niños la investigación, la pregunta, la duda, la curiosidad. Por el lado de los niños, cómo aprenden en esta ciudad, cómo los educan, qué significa educar, qué les vamos a enseñar o vamos a aprender con ellos, en fin… Ahí llego a pensar que esta es mi obsesión, que esto es lo único en lo que quiero pensar y así nace el proyecto y, de alguna manera, la coordinación general.
¿Qué es lo que más te emociona como coordinadora general de la Universidad de los niños?
Lo que más me emociona es tener un equipo tan diverso, de lugares y de experiencias de vida tan diversas, apasionado por lo que hace. Haber encontrado un interés que podemos compartir entre todos; sentir que estamos luchando por algo que, realmente, nos importa, nos toca. Y, obviamente, ver niños en la Universidad cada ocho días, que es cuando vienen a Encuentros, a Expediciones, a Proyectos de ciencia o a los otros proyectos; ver esto es como validar lo que nosotros hemos pensado, sentido, estudiado.
¿Qué es lo más difícil de coordinar la Universidad de los niños?
Reconocer todos los días que no nos las sabemos todas, eso para mí ha sido de lo más difícil. Que nada está hecho; por más libros, por más investigaciones, por más experiencias, todavía no lo tenemos resuelto todo. Igualmente, la incertidumbre: ¿este proyecto adónde va a llegar?, ¿qué va a pasar? Esa es mi gran pregunta, mi gran preocupación. Espero que la incertidumbre me sea favorable; nos sea favorable a todos los que estamos ahí.
¿Qué le dirías a un niño o joven que hoy ingresa a la Universidad de los niños?
Le diría tres cosas. La primera es que es muy importante saber quién es uno, esa pregunta no se puede olvidar. Volver a uno mismo, reflexionar sobre lo que está sintiendo, sobre lo que está estudiando, sobre lo que está haciendo. Entender que hay muchas respuestas que quizá uno busca afuera pero están adentro.
Lo segundo es que la ciudad no se circunscribe al lugar donde uno vive, al colegio donde estudia, los amigos que tiene y los libros que ha leído, sino que el mundo es ancho e incluso ajeno y que lo más importante que le puede mostrar la Universidad de los niños es encontrar que hay otros distintos; que entienda que en el mundo hay seres diferentes a él y que siendo tan distintos podemos estar juntos.
Y la tercera idea que le quiero decir a los niños es que realmente el estudio es fundamental, que esa pasión por algo que quieran conocer o descubrir intenten cuidarla, alimentarla, como a una planta. Que no dejen que eso se apague o se muera.