Un bajo interés por los asuntos públicos y la participación ciudadana, la caída en la confianza institucional, la reducción del capital cívico por la desmovilización de organizaciones sociales y el deterioro del tejido social por fenómenos como el oportunismo y el clientelismo. Esas son algunas conclusiones de la Cuarta Medición de Capital Social en Colombia, que el miércoles 21 de noviembre presentó los resultados de Medellín en EAFIT.
Esta medición, que busca analizar los cambios o continuidades en aspectos relacionados al desarrollo de capital social en los territorios, es realizada por la Corporación Para el Control Social (Contrial), que desde el año 1997 efectúa estos estudios en el país con la aplicación del Barómetro de Capital Social (Barcas).
En esta oportunidad el análisis fue elaborado a partir de más de 3000 encuestas en 14 regiones del país —una muestra de 500 en Medellín—, resultados que reflejaron de manera general la caída del capital social en Colombia y la crisis de las relaciones sociales frente a las instituciones y la misma sociedad.
John Sudarsky, presidente de Contrial, doctor en Educación de la Universidad de Harvard y exsenador de la República, afirma que estos factores están llevando a una sociedad cada vez más atomizada e indiferente a los problemas públicos, con poco compromiso hacia la voluntad colectiva y el bien común.
“En capital social Medellín partió de un nivel bajo en 1997. Luego tuvo un gran aumento a 2005. En 2001, mientras hubo una gran caída de capital social en el ámbito nacional, en Medellín logró mantenerse y para 2017 presenta la caída más grande de capital social para quedar en el nivel mínimo histórico, por encima tan solo de Bogotá”, señala el investigador y coautor de la Ley Estatutaria de Participación (Ley 1757 de 2015), herramienta para la participación ciudadana en Colombia.
La medición de capital social analiza diversas dimensiones como la solidaridad y mutualidad, las relaciones horizontales, la articulación vertical o jerarquía, la participación cívica, la confianza institucional, el control social, la participación política, los medios de comunicación, la información y la transparencia, entre otros componentes.
A partir de estas variables, relacionadas a la pertenencia a organizaciones de manera voluntaria, el uso de redes, la percepción de corrupción y la confianza interpersonal, se producen los indicadores de capital social, un concepto multidimensional que tiene efectos en el crecimiento económico y el desarrollo social de las regiones.
“Lo que está pasando con el capital social en Colombia está en gran parte determinado porque las iglesias y las religiones están copando los espacios de participación. Tengo una mirada sociológica, más que el enfoque tradicionalmente economista. Desde ese enfoque claramente hay unas relaciones muy claras entre el capital humano y el capital social, y es por esa vía que se impacta y se potencia el capital social”, opina Mauricio Perfetti del Corral, vicerrector de Descubrimiento y Creación de EAFIT.
Según los investigadores, uno de los mayores problemas es la falta de educación política de los ciudadanos, circunstancia que ha contribuido a aumentar fenómenos como el particularismo y a reducir los niveles de participación ciudadana para la solución de los problemas colectivos.
“En estos 20 años han pasado dos cosas que son claves para explicar el capital social. Uno fue que tuvimos una guerra y, la otra muy importante, fue que se aceleró el proceso de modernización en el país. Me parece que esas dos variables ayudan a explicar por qué los resultados del Barcas en atomización y oportunismo crecieron tanto. La atomización es una característica de las sociedades modernas y el oportunismo es una característica de las sociedades en guerra, esto ha impactado en el capital social. Claramente se puede deducir una tendencia autoritaria en la sociedad colombiana”, expresa Jorge Giraldo Ramírez, decano de la Escuela de Humanidades de EAFIT.
Para Contrial medir los diferentes componentes de capital social sirve para generar acuerdos y mayor confianza entre los habitantes con sus instituciones, fomentando la participación comunitaria y la creación de redes para fortalecer los procesos democráticos, además de ser insumo para el diseño de políticas públicas.
El reto, señala John Sudarsky, es estructurar la “tercera ola de democracia”, planteada por el sociólogo brasileño Leonardo Avritzer, con la formación de una ciudadanía más educada en lo público, activa en los procesos de planeación y decisión que encaminen a la sociedad a una democracia más participativa.
Otro de los aspectos que destacó esta medición de capital social es la variable que midió el surgimiento de las redes sociales, desplazando a los grandes medios de comunicación como validadores de la información. La medición indica que estos han perdido impacto, en gran parte, porque no se discuten los problemas públicos a profundidad.
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Alejandro Gómez Valencia
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