“Nunca había contado la historia nuevamente de principio a fin. Cuando hablo del secuestro cuento pequeñas anécdotas, pero no había vuelto a contar la historia completa. Y hace dos años, con el tema político de Colombia, entendí que la juventud de hoy tenía que saber una historia del país, de lo que nos había pasado y por qué vivíamos así. Porque, creo, perdimos la memoria y nos volvimos indiferentes ante este hecho”. Estas palabras son de María Paulina Jiménez, una de las personas que compartió su testimonio en el libro Después vino el silencio, memorias del secuestro en Antioquia, que fue socializado el pasado viernes 25 de octubre en EAFIT, en medio de un acto público que rindió homenaje a las víctimas del conflicto armado en Colombia.
Como el testimonio de Paulina, otras seis historias narradas por las víctimas y sus familias, conmovedores relatos sobre el drama de las personas que estuvieron privadas de la libertad en algún paraje del territorio antioqueño, fueron reunidas por la doctora en derecho Gloria María Gallego García, directora del Grupo de Investigación en Justicia y Conflicto de EAFIT, como un aporte a la memoria histórica y a la reflexión sobre el impacto de este delito de lesa humanidad en la sociedad colombiana.
Esta investigación, que además fue presentada en la pasada Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín, contiene un análisis académico fruto de la alianza entre EAFIT, el Centro Nacional de Memoria Histórica, el Museo Casa de la Memoria de Medellín y Siglo del Hombre Editores, que se unieron con el propósito de aportar a la dignificación de las víctimas del conflicto.
“Durante el periodo más crítico de la guerra, la mitad de los secuestros del mundo sucedían en nuestro país. Luego seguían México, Brasil, Guatemala y Turquía. Antioquia, que ha sido tal vez el mayor escenario de la confrontación trágica que ha desangrado a Colombia, ha sido el departamento con el mayor número de víctimas. 7.486 personas fueron secuestradas en Antioquia, entre los años 1958 a 2018. Eso significa que, entre 32 departamentos, ostenta el récord lamentable de tener una quinta parte de todos los secuestros del país”, comentó Gloria Gallego, relatora principal de esta publicación.
El panorama de este delito contra los derechos humanos en Colombia, en sesenta años de conflicto armado, ha dejado como resultado 37.128 personas privadas de la libertad por secuestro. A esta cifra se suman 9.568 víctimas de este flagelo, en hechos perpetrados por la delincuencia organizada, para llegar al total de 46.696 víctimas conocidas hasta el año pasado.
Esta modalidad criminal, según el Manual de lucha contra el secuestro publicado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), se establece al detener ilícitamente a las personas en contra de su voluntad para condicionar su libertad por distintos motivos, siendo los secuestros por extorción y los relacionados a fines políticos e ideológicos, lo más comunes en nuestro país. En Colombia, donde el secuestro se convirtió en un arma de guerra, todos los actores del conflicto tuvieron esta práctica como parte de sus acciones, como ha sido denunciado por organizaciones de derechos humanos.
Según estudios del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), durante la época más intensa del conflicto interno en Colombia, los secuestrados llegaron a un máximo histórico de 3.572 en el año 2000. Estas cifras, sin embargo, veinte años después se han reducido más del 90 por ciento. Tras el acuerdo de paz entre el Gobierno Nacional y la exguerrilla Farc, en 2018 se conocieron 174 casos, según datos del Ministerio de Defensa.
“Hay una sentida necesidad social, en toda Colombia, de que conozcamos lo que ha sucedido con la práctica masiva y generalizada del secuestro, que no solo estuvo mal que sucediera, sino que nunca debió haber sucedido. Hay un cambio social que se expresa en una generosa acogida, en un reconocimiento de la sociedad frente a una práctica inhumana, de delitos violatorios de los derechos humano que se produjo de muy distintas maneras”, complementó la investigadora Gloria María Gallego.
El drama de la guerra
Durante el acto conmemorativo, como abrebocas a los lectores del libro, fueron compartidos fragmentos de los siete relatos, el cual tuvo la presencia de algunas de las familias protagonistas de esta publicación.
Orlando Betancur, Un poeta secuestrado, escribió una de estas historias narradas en primera persona. Allí cuenta las vicisitudes de su cautiverio en medio de las selvas del Alto Andágueda, en Chocó, cuando fue retenido en el municipio de Betania, en el suroeste de Antioquia, el 12 de abril de 2002 por la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN). De esta experiencia, además, luego publicaría el libro La incertidumbre y el miedo.
“Rememorar es un acto de coraje cuando se trata de hechos traumáticos, es además un gesto de enorme generosidad. La víctima se antepone a su propia pena para recordar y ofrecer a sus semejantes desconocidos lo que ella vivió. Y lo hace desde la convicción de que su relato puede ofrecer unas pistas de lo que no puede volver a suceder, si queremos como sociedad que prime el trato amable y que nos llevemos como conciudadanos”, declaró María Emma Wills Obregón, profesora de la Universidad de los Andes y una de las personas que impulsó esta iniciativa como subdirectora del Centro Nacional de Memoria Histórica.
Otros relatos testimoniales de exsecuestrados como los de la periodista Mary Luz Avendaño, el drama de las familias de Hernando Montoya Echeverry y Adán Gallego Castaño, o el recordado caso del senador conservador Manuel Alfonso Ospina Ospina, retenido el 15 de noviembre de 1988 cuando se dirigía al aeropuerto José María Córdova de Rionegro y asesinado en cautiverio por los paramilitares de Fidel Castaño.
“No existía la memoria del dolor que este territorio de Antioquia vivió, con ese látigo del secuestro proveniente de tantos vértices. El libro ha sido posible por varias circunstancias, primero por el valor de las familias que aceptaron hablar, porque todos lo que de alguna manera tuvimos en las familias a alguien cercano viviendo este drama, sabemos lo que eso significa. Y la dificultad de volver a la memoria de esos días aciagos, de incertidumbre. Creíamos que era necesario recoger estas historias en un libro”, destacó Juan Luis Mejía Arango, rector de EAFIT, durante la presentación del libro en la Universidad.
Los relatos que contiene está publicación llevan los títulos de Mi padre vio el monstruo que venía detrás, La vida de Adán depende de ustedes tres, A raíz del secuestro me bajé de un equipaje de vida, volví a lo esencial, Un poeta secuestrado, Reportaje en las profundidades de un secuestro, Mi papá vio nacer y crecer este conflicto y murió con él y Quisiera soñar con mi papá para volverlo a ver, todos ellos en la viva voz de sus protagonistas.
“Lo que siempre he dicho es que para mí este secuestro fue una experiencia de vida súper positiva, porque aprendí cosas para la vida que hoy le estoy entregando a mis hijos. Accedí a entrar al proyecto para que no se perdiera la memoria y me parece importante que se oiga desde la voz del secuestrado”, expresó María Paulina Jiménez al final del acto de presentación del libro, donde además participan como correlatores los investigadores del Museo Casa de la Memoria de Medellín, Mariluz González Forero y Wilmar Fernando Hoyos Salazar.
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