El escritor y periodista Cristian Alarcón, director de la revista Anfibia, una de las apuestas innovadoras en periodismo literario y medios digitales de Latinoamérica, reflexiona sobre los desafíos actuales en los medios de comunicación y la emergencia de narrativas que convergen en esta nueva era caracterizada por los contenidos multimediales.
Gracias a Comfama y al apoyo del pregrado en Comunicación Social de EAFIT ofrecerá este viernes 22 de marzo, a las 9:00 a.m. en el auditorio 38-110 de la Universidad, la charla Periodismo y belleza: provocación, experimentación y sensibilidad.
Es autor del libro de crónicas Un mar de castillos peronistas, una recopilación de piezas periodísticas publicadas en la revista Debate, medio de comunicación del que fue reportero así como en los diarios argentinos Página/12 y Crítica. En el año 2003 publicó Cuando me muera quiero que me toquen cumbia, investigación galardonada con el Premio Samuel Chavkin a la integridad en el periodismo.
¿Cómo se relacionan el periodismo y la estética?
Esto nace en América Latina de la mano de los grandes diarios, aquellos que publicaron los textos que le dieron contorno a nuestras naciones, contorno político y cultural, primero a través de la poesía y del movimiento poético modernista, y luego en las crónicas modernistas.
A lo largo del siglo XX la literatura se vio alimentada por lo real en casi todas sus corrientes literarias. Diría que el caso de Colombia, especialmente, fue antecedente directo del ‘boom literario’, encabezado por la obra de García Márquez, obra periodística rescatada por la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano.
Hay distintas experiencias donde los periodistas tomaron la belleza del estilo literario, lo necesario para producir historias apasionantes y conmovedoras que se volvieran trascendentes con el paso del tiempo. Esa literatura, alimentada en algunos sentidos por la belleza pero, también por algunos cronistas que asumieron la idea de un periodismo performático (performance) como estamos experimentando hoy. En revista Anfibia hay un tránsito que nos permite hacer algunas reflexiones sobre las posibilidades de transformación del periodismo.
¿El periodismo debe llevar una dosis precisa de poesía o estar desprovisto de esta?
No creo que el periodismo deba como mandato abrazarse a la idea de que si no es poético no es bello. Me parece que ahí habría una apuesta casi equivocada en el sentido de creer que el único camino hacia la belleza es la poesía. En realidad, el mandato de lo poético, en término de la experimentación sensible, es un mandato sobre los y las periodistas en la forma en que se acercan a un oficio que reclama una especial sensibilidad, que no tiene que ver solamente con dejarse emocionar.
¿Qué oportunidad identifica en las nuevas narrativas y qué valora de lenguajes tradicionales como la crónica?
La necesidad de una renovación en la crónica latinoamericana está presente en casi todas los países, porque es cierto que determinados modelos de autores canónicos de la narrativa norteamericana de no ficción y algunos contemporáneos latinoamericanos se ven repetidos o emulados por los nuevos cronistas, produciendo un tipo de desgaste del género.
De todas maneras hay nuevas voces en la experimentación, sobre todo en lo que podríamos llamar las crónicas del cuerpo, las crónicas de la intimidad, aquellas crónicas en las que la mixtura del lenguaje empieza a ser determinante para la calidad literaria. Creo que el otro frente de creatividad prometedor es la narrativa digital donde las experimentaciones son a nivel intertextual, donde la crónica tradicional no es lo central sino justamente la diversidad de recursos y la multiplicidad, elementos en donde se encuentra la riqueza del relato.
¿La llamada crisis del periodismo está relacionada con la forma de narrar de los grandes medios?
En todos los medios hay periodistas intentando hacer las cosas de manera diferente y eso ha sido así desde que yo mismo comencé hace unos 25 o 30 años en una pequeña ciudad del interior de Argentina. Siempre hay algunos inquietos que damos batalla con empresas periodísticas conservadoras para poder producir algún destello de originalidad; esto es tan viejo como el periodismo.
Lo que tenemos es una crisis en el modelo de negocio, que supone la sobrevivencia de las empresas periodísticas tal como se les había concebido. Su existencia mastodóntica, gigantesca, de redacciones con centenares de personas que debían alimentar de manera clásica a periódicos con determinada cantidad de páginas, en una lógica en que las publicidades ameritaban contenido. La dinámica del periodismo digital, la lógica aún inconclusa de construcción de mercados para nutrir de recursos la producción periodística, hace que los medios que están logrando la innovación sean en muchos casos los alternativos y pequeños, con métodos de financiamiento que todavía están en rediseño. En algunos casos cuentan con el aval de instituciones. Anfibia, por ejemplo, con la Universidad de San Martín y, en otros casos, con proyectos que vienen de organizaciones internacionales.
¿Cómo se conjuga el periodismo con el activismo social?
Estamos ante una emergencia de activismo. Creo que la idea de un compromiso con la transformación social, cultural o política reemerge en América Latina después de varias décadas que se había impuesto la idea anglosajona de objetividad, donde parecía que los periodistas debían ocultar sus preferencias en torno a cómo consideran que debe ser el mundo.
Pero a lo largo de América Latina, más allá de la diferencia de gobiernos de países y de cultura, el periodismo es una fuerza de trabajo progresista profundamente comprometida con las perspectivas de derechos humanos, con la idea de un mundo más justo que tiene como banderas las luchas globales en contra del racismo, la discriminación, la xenofobia, la homofobia, la transfobia y el odio a las mujeres. Creo que esto es así para los de nuestra generación, pero es mucho más fuerte para la generación que nos precede.
¿Qué piensa de la calidad informativa que ofrece el mundo globalizado?
Hay una responsabilidad superior para quienes conocemos este oficio en el uso de las redes sociales; es el chequeo de las informaciones que reproducimos. Es interesante esta resistencia a la noticia falsa que se ha producido a nivel global, donde algunas organizaciones periodísticas han tenido relevancia. No me parece que sea el principal problema como muchos teóricos y analistas denuncian respecto a los desafíos del periodismo en el futuro, porque me parece que al mismo tiempo que logran, en algunos casos, introducir efectos sobre campañas electorales, estamos entre audiencias en América Latina que también han incrementado la capacidad crítica de lectura de medios. Los consumidores están capacitados para pensar dos veces antes de creer una versión.
¿Cómo debería formarse el periodista del futuro?
Hay una necesidad de reformulación de los programas de estudio de las carreras de comunicación y periodismo de toda América Latina, algunos han creado carreras especialmente dedicadas al periodismo digital, en otros casos han incorporado el conocimiento a las carreras tradicionales. Aun así sigue habiendo un déficit en la formación de narradores, es decir, de periodistas capacitados no solo para conseguir información y transmitirla en formatos tradicionales sino para entender las claves de una narrativa, alguien que conozca los mecanismos de la narración literaria que le permitan ejercer el oficio en cualquier campo al que llegue.
Estos conocimientos no son los que antes se podían tomar en una segunda etapa de formación, es decir, a nivel de un posgrado y una maestría, sino que son conocimientos fundamentales. Un periodista se está formando en cómo producir contenidos, no solamente para una empresa periodística, sino para cualquier tipo de empresa social que necesite comunicar lo que produce y establecer relaciones de confianza con comunidades de ciudadanos y ciudadanas, deseosos de recibir de parte de quienes intentan venderle, no solamente productos o servicios, sino identidades y la posibilidad de disfrute y desarrollo.
Revista Anfibia tiene una apuesta clara por el periodismo narrativo y las plataformas digitales, ¿qué desafíos enfrentan periodistas y editores ante la convergencia de medios?
Uno experimenta diversos desafíos según los acontecimientos que se encuentra en lo cotidiano. Seguimos estando desafiados por esa maravilla imposible de predecir que es el acontecimiento, la noticia, aquello que está ocurriendo aquí y ahora. Toda época tiene un clima y ese clima lo perciben primero los jóvenes, son ellos quienes primero saben cuál es el último reggaetón que está sonando o cómo es el perreo en los antros más oscuros de una ciudad; también son aquellos los que experimentan una ola de desocupación, la crisis económica que les afecta su vida cotidiana, las transformaciones en las relaciones humanas, en el sexo, en el amor, en la amistad. El desafío para los editores que conducimos medios es tener una percepción cada vez más clara y cercana de lo que los jóvenes están sintiendo y experimentando.
¿De qué manera influye el consumo cultural de las redes en el periodismo actual?
Hay un desafío que todavía está pendiente y es que no terminamos de comprender cómo son las dinámicas de consumo cultural. La emergencia de Instagram, la importancia de la historia, el tiempo de los 15 segundos, el minuto del video que va en el muro. Hasta la migración de personas de Facebook a Instagram transforma la productividad, la performática y la sensibilidad de los millennials y los centennials. Esto va a tener un impacto en la producción de material periodístico para que consuman estas audiencias.
Nosotros hemos estrenado nuestra primera serie documental, de 6 minutos aproximadamente cada capítulo. Estamos evaluando el impacto y el desafío va a estar en cuáles son las características estéticas y estructurales, en términos de trama, guion y narración que van a tener estos materiales audiovisuales para ser eficientes, no solamente como algo que embellece las redes o páginas, sino algo que realmente puede tener un impacto sobre las audiencias.
¿Es posible renovar las narrativas en el periodismo?
Estamos ante la necesidad de una exploración que nos lleve al arte en general. Creo que la relación de los nuevos periodistas con los formatos va a estar determinada por lo que puedan construir en la medida que se dejen atravesar por la experimentación, con su propia sensibilidad observando una obra de arte. Se trata, en definitiva, de un camino que no deja ser el camino de la erudición. Creo que la espectacularidad de la violencia ha jugado una mala pasada a la construcción de sensibilidades. Para la construcción de nuevas sensibilidades se requiere de literatura, de lectura, de teoría y también de las imágenes que nos provee el arte visual. Si no vamos al teatro, al cine, a escuchar conciertos va a ser muy difícil la posibilidad de una renovación en los lenguajes para contar la realidad.
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Alejandro Gómez Valencia
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